EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2015 (06): LOS BALANCES: REPITIENDO CONCEPTOS
Por Jorge García
Y se fue la 17 edición del BAFICI, el evento que concita el interés de críticos, cinéfilos y los que se hacen pasar por cinéfilos una vez al año y no queda más remedio que, con algunas leves modificaciones, repetir los conceptos que venimos exponiendo en los últimos años. La cantidad de películas continúa siendo abrumadora y si bien muchos sostienen que ello diversifica la oferta y permite criterios de elección más amplios, es menester decir que, una vez más, una gran cantidad de películas aparecen como meros rellenos. Por otra parte, los films realmente convocantes son apenas un puñado (he visto unos cuantos en los que no había más de una treintena de espectadores en la sala); además, en las películas señaladas como “agotadas” hay generalmente una gran cantidad de butacas vacías. No hubo mayores problemas con las proyecciones (solo en la exhibición que presencié de El color de la granada aparecieron dificultades con los subtítulos) y la gente del Village Recoleta sigue siendo más amable que la del Hoyts Abasto. Hubo también proyecciones gratuitas al aire libre con gran respuesta de público, se redujo la edición de libros y las diferentes mesas aparecieron, a primera vista, menos interesantes que otros años. Hay que señalar por otra parte, que es discutible la elección de una gran figura de la actuación (Isabelle Huppert) en lugar de un director importante como “estrella” del festival. Y en lo personal, como me suele ocurrir, una vez terminado el festival, tuve la sensación de haber elegido mal y dejado de lado opciones que en un principio me parecían prioritarias (retrospectiva de Pascale Ferrán, cine de la República de Weimar) para ver films contemporáneos que poco agregaron a mi currículum cinéfilo y crítico. Paso entonces a reseñar brevemente algunos de los films vistos.
Había una gran expectativa por el regreso de Hugo Santiago luego de más de cuatro décadas de haber filmado en nuestro país. En este caso se unió en el guion con Mariano Llinás y el resultado fue El cielo del Centauro. A quienes no hayan visto trabajos anteriores del director (vg, la extraordinaria Invasión, la no menos notable Las veredas de Saturno) es probable que el film les pueda provocar alguna impresión (tiene algunos momentos sugestivos), pero quienes hayan visto y gustado aquellos films es muy probable que encuentren en esta película una trivialización de las ideas estéticas y temáticas de aquellos films. Con un tono lúdico que casi nunca llega a ser divertido, plagada de chistes privados, la película aparece casi como una caricatura de los títulos antes mencionados.
El incendio, de Juan Schitman, pertenece a la categoría de películas sobre parejas en las que una situación concreta (en este caso, la compra de un departamento) pone en crisis la relación, desarrollándose a partir de ese momento una serie casi ininterrumpida de discusiones, peleas, llantos y hasta una auténtica violación. La película alcanza algunos momentos de intensidad a partir de la notable actuación de Pilar Gamboa pero sobre todo, en la segunda mitad, deriva ostensiblemente hacia el psicodrama excesivamente recargado.
La coproducción argentino-colombiana Días extraños, de Juan Sebastián Quebrada, es otra película sobre pareja en situación de permanente crisis. La buena utilización de lugares poco transitados de Buenos Aires (si se me permite una digresión sensiblera, los tramos en el puente de la calle Ituzaingó me recordaron paseos de la infancia con mi abuela) y una muy buena iluminación en black & white, no logran disimular el escaso atractivo de los personajes en una película cuya inclusión en la Competencia Oficial no pareció demasiado justificada.
Sobre La mujer de los perros, de Laura Citarella y Verónica Llinás se está discutiendo bastante en el blog. Esperando la posibilidad de una segunda visión en el festival de Cosquín, por el momento diré que me gustó bastante poco y es para mí una pequeña satisfacción que varios críticos, incluidos los de este espacio, le encuentren varios puntos de contacto con La libertad, de Lisandro Alonso, algo que cuando se lo señalé a Roger, luego de ver la película, le pareció un dislate.
Tenía muchas expectativas, sobre todo a partir de sus últimos trabajos, con Ragazzi, de Raúl Perrone. El film está dividido en movimientos, el primero una suerte de homenaje a Pier Paolo Pasolini, en mi opinión, bastante confuso y en el que el director repite procedimientos (sobreimpresiones, ralentis, elementos del cine mudo) que corren el riesgo de transformarse en clisés. Más atractivo es el segundo, donde Perrone ofrece una visión de las conductas de un grupo de jóvenes en la que se notan ecos del cine de Leonardo Favio. De todos modos, al parecer Perrone está trabajando con nuevos proyectos con los que es probable que nos sorprenda en un futuro no lejano.
Llamas de nitrato, de Mirko Stopar, fue una rara avis dentro de las películas argentinas presentadas, construida a partir de la figura de Renée Falconetti, la legendaria actriz de La pasión de Juana de Arco, de Carl T. Dreyer, su único trabajo para el cine, quien muriera en Buenos Aires y sobre la cual ya Edgardo Cozarinsky había realizado un film (Boulevard del crepúsculo). Stopar desarrolla una suerte de falso documental con escenas filmadas “alla”, manera del cine mudo (es notable la reconstrucción de época, el trabajo de montaje y el grano de la fotografía utilizada) en las que incluye las voces, entre otros, de la hija de la actriz y del mismísimo Dreyer. Un film muy interesante que pasó bastante desapercibido.
Ela volta na quinta, de André Novais Oliveira, es un documental en el que el director plasma un retrato de su familia con diversos claroscuros, infidelidades incluidas y dificultades en las relaciones entre padres e hijos. El film tiene momentos interesantes, aunque hay un abuso de extensos planos fijos no siempre justificados y está perjudicado por cierta chatura de su puesta en escena que le impide levantar auténtico vuelo.
El escocés Luke Fowler –de quien había visto hace unos años en México un interesante film de título larguísimo que no recuerdo- tiene como interés constante el estudio de la cultura de los años 60. En este caso, en All Divides Selves, recurriendo a material de archivo y found footage, recrea la figura del psiquiatra R.D. Laing, creador en su momento, junto con David Cooper, de la “antipsiquiatría”, un movimiento que tuvo gran influencia en aquellos años. El film me resultó bastante demodé y las teorías de Laing resultan hoy envejecidas. Un film para nostálgicos de la época.
El iraní Jafar Panahi realizó varias películas que están entre las más importantes de la cinematografía de ese país, y tiene en este momento prohibida la salida de Irán, aunque se las ingenia para filmar y que sus películas reciban premios internacionales. Taxi ofrece un esquema similar al de Ten, de su compatriota Abbas Kiarostami, ya que transcurre dentro de un coche (conducido por el propio Panahi) en el que confluyen diversos personajes, algunos estrafalarios (el vendedor de películas) y otros bastante antipáticos (la nena). El film, más allá de la simpatía que provocan algunas escenas, no alcanza el rigor de la película de AK ni consigue trasmitir a través del fuera de campo una visión profunda de la vida cotidiana en su país.
El norteamericano radicado en Francia Eugene Green, viejo conocido del BAFICI, había mostrado hasta el momento una filmografía decididamente original y muy poco afín a la de otros directores, por lo que esperaba con mucho interés su último film, La sapienza. Debo decir que la película me decepcionó en buena medida, ya que no encontré en ella la ligereza que le atribuyen algunos respetados colegas sino que, por el contrario, me pareció bastante solemne y engolada en la descripción de las relaciones entre los personajes y los espacios en los que se mueven y con una puesta en escena bastante manierista.
Otra película ampliamente elogiada por muchos fue Stinking Heaven, de Nathan Silver. Centrada en un grupo de adictos en la búsqueda de su recuperación, muestra notorias influencias del cine de John Cassavetes, aunque sin el talento de este. Una suerte de reiterativo psicodrama filmado en primer plano que en lo personal no me logró conmover en ningún momento. Mucho más interesante pareció el cortometraje Haze, de Chloe Domont, que se proyectaba junto con el film de Silver.
Goodnight Mommy, de Verónica Franz y Severin Fiala es un típico producto del cine austríaco (está producida por Ulrich Seidl, esposo de Franz) y es una historia centrada en la relación de dos gemelos con su madre, de quien dudan que sea su progenitora, quien ha sufrido una operación en el rostro luego de un accidente y lo mantiene vendado. Con sucesivas vueltas de tuerca que van develando situaciones y un tratamiento distanciado y helado que en los últimos tramos se recarga bastante, el film- sobre todo en su primera hora- es muy interesante y en él se detectan claras influencias de El otro, la obra maestra de Robert Mulligan.
The Kindergarten Teacher, del israelí Nadav Lapid, narra la relación que va desarrollando una maestra jardinera hacia un niño de cinco años que muestra un precoz talento para la poesía. Lo mejor del film es el tono ambiguo que sostiene a lo largo del relato y la obsesión que se va posesionando de la docente que, en última instancia, refleja sus propias dificultades. El film tiene momentos muy logrados, aunque termina dejando la sensación de que no termina de redondearse y el ex soldado Lapid, como en la anterior Police, vuelve a mostrar aquí su simpatía por policías y militares.
El sueco Roy Andersson ha desarrollado un sistema narrativo, ya presente en películas anteriores, estructurado a través de situaciones expuestas en sucesivos planos fijos en los que una serie de personajes se ven envueltos en diferentes situaciones en las que prima una suerte de humor absurdo. En A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence reitera esas características con las que es imprescindible conectar para que el film sea disfrutable (algo que me ocurrió bastante esporádicamente). De todos modos, hay que reconocerle al director un estilo indudablemente personal.
Una de las zonas del festival que ofreció varios títulos interesantes fue la dedicada al cine documental. El español Ramón Lluis Bande había llamado la atención en el BAFICI hace unos años con su bizarro film El fulgor. En Equí y n´otru tiempo homenajea a decenas de guerrilleros de su tierra asturiana asesinados entre 1937 y 1952 por la dictadura franquista. Para ello recorre por medio de estudiados planos fijos (¿simétricos en su duración?) los lugares de la provincia donde esos hombre fueron muertos, recordándolos por sus nombres. Una muestra de que una película formalmente radical en su propuesta puede también ser políticamente comprometida.
El cine alemán tuvo su momento de mayor esplendor entre 1915 y 1933, año de la llegada al poder del nazismo. Inspirándose en el trabajo del historiador y crítico Siegfried Krakauer, From Caligari to Hitler, de Rüdiger Suchsland, es un meduloso recorrido por los films realizados durante la llamada República de Weimar. El tono marcadamente didáctico del film no empaña sus logros particularmente en lo que hace al descubrimiento de títulos poco conocidos, aunque también hay que decir que presenta omisiones importantes (vg., los films del llamado “kammerspiel”). En cualquier caso, un trabajo documental de gran interés.
La figura señera de Rainer Werner Fassbinder ya ha dado lugar a varios documentales y Fassbinder-To Love Without Demands, de Christian Braad Thomsen es uno de los más interesantes. Utilizando varias entrevistas al propio director y a varios de sus colaboradores (imperdibles los segmentos dedicados a la actriz Irm Hermann) y fragmentos de sus films, la película traza un ajustado retrato de uno de los directores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, aunque (vaya uno a saber las razones de su ausencia), se extraña la presencia de figuras tan relevantes en su carrera como las actrices Ingrid Caven y Hanna Schygulla.
Marcel Ophuls (hijo del gran Max) ha realizado varios documentales notables, tal el caso de La pena y la piedad, una obra maestra del género y Hotel Terminus. En The Memory of the Justice retoma el tema que lo obsesiona, el nazismo y sus secuelas, en un film de casi cinco horas de duración en el que recorre, a través de diversas entrevistas a diferente personalidades que participaron de los hechos y aun vivían en el momento del rodaje de la película, diversos aspectos del juicio de Nüremberg y el proceso de “desnazificación” realizado en Alemania una vez terminada la guerra. Sin estar a la altura de los antes mencionados, es un trabajo de gran interés dentro del género.
Otro documental de gran interés, de los mejores exhibidos en el BAFICI fue Une jeunesse allemande, de Jean-Gabriel Périot. Utilizando un formidable material de archivo y con un gran trabajo de montaje, el director muestra con propiedad el marco socio-político en el que surgieron grupos guerrilleros radicalizados en la Alemania de la década del 60 (son en particular notables los segmentos dedicados a la activista Ulrike Meinhoff) y su posterior desmantelamiento. Como es sabido, sus principales jefes fueron encontrados muertos en su celda en circunstancias nunca investigadas ni aclaradas. Un notable testimonio de esos años, que se cierra con el notable fragmento del film Alemania en otoño en el que R.W. Fassbinder discute con su reaccionaria madre, la actriz Lilo Pompeit, los sucesos tratados en el film.
En el BAFICI del año pasado uno de los films que más impresionó fue The Act of Killing, del director texano, radicado en Europa, Joshua Oppenheimer, un delirante, polémico y provocativo documental centrado en los encargados de liderar de los asesinatos de cientos de miles de indonesios en la década del 60. En The Look of Silence, el director vuelve sobre el tema, en este caso enfrentando a un hombre cuyo hermano fue asesinado con sus posibles victimarios. El film, de una dureza inusual, es tan polémico, o más, que el anterior ya que aquí el frío distanciamiento del film anterior es suplantado por una permanente utilización de un peligroso plano/contraplano. Y hay dos momentos particularmente incómodos, uno cuando el entrevistador se abraza con uno de los probables asesinos de su hermano y otro, el innecesario regodeo en el tramo final en la demencia del padre del protagonista.
Jorge García / Copyleft 2015
NUEVO CINE PAMPEANO!!
Un Recontra Drama X (capítulo 1)
95% de acuerdo con Jorge García.
Oscar, ¿será por las coincidencias que a veces tenemos y que ninguno de los dos manifestó excesivo entusiasmo por su película Mauro que Hernán Roselli, en el interminable debate sobre la Mujer y los perros, nos acusa a ambos (supongo que el Viejo García soy yo) de moralistas?
Jorge: será por eso. Para mí Mauro está bien, es una película prolija. Yo le puse 6. ¿Seremos moralistas?
Cuervo, no te hagas el pelotudo que vos sabés bien lo que dijiste. Y no me interesa ni tengo tiempo de volver a discutirlo.
La indiferencia de Jorge con Mauro me tiene sin cuidado. Pero si, son bastante moralistas. De todas formas, como estoy de buen humor, les voy a tirar un tip para que vayan trabajando de a poco, nunca es tarde para cambiar. Tengan mucho cuidado de confundir la teleología de un proyecto político, con el camino más sinuoso de una política de la forma.
De las varias películas que analiza, me voy a referir a The Kindergarten Teacher, que también pude ver en este BAFICI. Empiezo por su conclusión y disiento. No creo que haya nada en el filme que demuestre la simpatía del director por policías y militares. Y a las pruebas me remito: en uno de los diálogos de la pareja central, la maestra y su esposo ingeniero, se habla de la posibilidad de que su hijo, que está en el ejército siga la carrera militar, y el padre rechaza la idea argumentando que el ejército, como medio de vida, es para los pobres y los tontos.
En las escena final, cuando la policía interviene para liberar al niño, actúa con una violencia desmedida, a pesar de saber que estaba involucrado un niño, y que la maestra no estaba armada.
Finalmente cabe destacar la excepcional actuación de la protagonista, la actriz Sarit Larry, que da el tono justo para hacer que la película tenga ese tono ambiguo que Ud. señala. Es que nada más alejado del estereotipo de una maestra de Kinder, que esa mujer que siempre parece estar en trance o con la cabeza en otro lado, incluso en sus clases, donde se supone que la atención, por la responsabilidad ante los pequeños, es la cualidad básica del puesto. Coincido con Ud. en que no parece estar bien redondeado el relato, cuando la película comienza un crescendo dramático, termina finalmente implosionando en un final muy discutible.
«los que se hacen pasar por cinéfilos una vez al año» no hay frase más exacta para describir una parte muy importante del Bafici. El acto en cuestión en el Bafici agotó las entradas de su función, en el día de ayer fui a verla con un amigo y fuimos los únicos en toda la sala.
Goodnight Mommy es El otro filmado por Haneke.
Sí.
Comparar a Good Night Mommy con Haneke es un lugar común que encontré en varios textos (¡empezando por el catálogo del festival!) que me sorprende muchisimo.
Si bien en esta película y en el cine de Haneke hay una preocupación por cierto malestar en las clases acomodadas europeas, y por las manifestaciones mas oscuras y crueles de dicho malestar, creo que Haneke tiene un manejo de la puesta en escena que va en una dirección totalmente opuesta a la de Good Night Mommy.
¿Realmente pueden imaginar el primer plano con cámara en mano de una mujer torturada en una película de Haneke? ¿La construcción de montaje paralelo de los hombres de la cruz roja, y la mujer pidiendo ayuda? ¿El uso de la música para subrayar la «emoción» que usan en Good Night Mommy? De hecho, creo que por el contrario, Funny Games es una película construida como una crítica directa y abierta a ese tipo de decisiones.
Aún en sus películas mas explícitamente violentas encuentro en Haneke una preocupación por manejar desde la puesta en escena una distancia con la violencia retratada para que la relación del espectador con la misma pase por algo mas allá que la identificación dramática con el suspense del relato.
La incomodidad es parte, tanto del cine de Haneke, como del de Ruben Ostlund y sus acólitos, pero el uso que hacen de eso me parece que tiene una diferencia nada menor (el primero intentando una mirada crítica sobre lo representado, Good Night Mommy entregándose a una suerte de exploitation arty para festivales), y me extraña encontrar varios textos críticos que pasen esto por alto.
Saludos.
Después de «Amour» se puede imaginar cualquier cosa… Eso es arty-explotation màs que explotation-arty. Y como sabemos, quien gana la Palma tiene licencia para matar. Incluso a algunos solo les basta competir para volverse intocables. Los únicos que van al muere son los que se les da por la new age, todo lo demás es bienvenido.