EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2016 (15): BALANCE. CON ALGUNOS CAMBIOS (PERO NO MUCHOS)
Por Jorge García
Hubo algunos cambios en la edición de este Bafici. Por ejemplo, cambió el director, ahora Javier Porta Fouz quien reemplazó a Marcelo Panozzo (hoy al frente de la Usina del Arte de la Boca). Se amplió la oferta cinematográfica a varios centros culturales barriales, tal vez para mostrar que no todos fueron cerrados por el Gobierno de la Ciudad. A diferencia de lo que ocurre en otros festivales, se agregó una competencia, en este caso de cine latinoamericano lo que llevó a cinco las secciones que pugnaban por un premio.
En otro orden, por primera vez se repudió la presencia de un funcionario (ese que hace honor a su apellido), tanto cuando se advirtió su presencia en el hall del Village Recoleta como en varias proyecciones a través de las declaraciones de algunos directores y un conocido paranoico esta vez hizo notar su presencia puteando a los realizadores de la película ganadora de la Competencia Internacional cuando estaban dialogando con el público después de la proyección. También hubo cosas que siguieron como siempre, tal el caso de la exorbitante cantidad de películas, un tema sobre el que ya no vale la pena reflexionar; solo agregar que, a través de lo visto y de los comentarios de colegas confiables, se exhibieron una gran cantidad de films irrelevantes, lo que ratifica que no alcanza que una película sea desconocida para que se convierta en valiosa y, afortunadamente, esta vez no se proyectaron películas políticamente reaccionarias del tipo de El Olimpo vacío y El diálogo.
Como ocurre todos los años, se insistió con el crecimiento del público en las funciones, algo que en el Village Recoleta (lugar donde centré mi actividad) no se pudo percibir, sino que más bien pareció lo contrario. Y no quiero dejar de señalar, algo azorado, el tono exultante y celebratorio con que algunos colegas efectúan sus recomendaciones previas al festival (parecería que no hay ninguna película que esté por debajo de la categoría de buena). Sí fue buena la calidad de las proyecciones, se respetaron los horarios y no hubo problemas con los subtítulos.
Pasando a la programación, como casi siempre hubo algunas películas que estuvieron por debajo de lo esperado (vg, Francofonía, de Alexandre Sokurov, quien desaprovecha un tema potencialmente interesante y Notfilm, de Ross Lipman, un intento de analizar a fondo Film, el cortometraje de Samuel Beckett, con Buster Keaton, que resultó excesivamente alargada y reiterativa). Pero hubo algunos títulos de interés en el Bafici y a ellos nos remitiremos brevemente.
No es una novedad que en los festivales muchas veces los films más valiosos pertenecen a las secciones retrospectivas y aquí no fue la excepción. ¿Qué film de los exhibidos fue mejor que Con los puños en los bolsillos, la genial ópera prima de Marco Bellocchio o La última película, el sentido homenaje de Peter Bogdanovich a John Ford (bah, a todo el cine americano clásico)? Pero no hablaré de esas películas ya que son demasiado conocidas y sí me referiré a otro film de la sección rescates: The Brick and the Mirror, filmado en 1965 por el iraní Ebrahim Golestan.
Nacido en 1922 y por lo que se sabe aún vivo en Inglaterra, Golestan es una figura mítica dentro de la cultura iraní de los años previos a la Revolución Islámica. Escritor y cineasta, hombre de ideas progresistas, desde 1958 mantuvo una relación muy cercana con la iconoclasta poeta y cineasta Forough Farrozhad (otro personaje fundamental de la cultura iraní de esos años y directora del genial cortometraje -dura solo 21 minutos- The House is Black) hasta la prematura muerte de ella en un accidente en 1967. A pesar de su extensa vida, Golestan solo filmó cuatro cortos documentales y dos largos, de los cuales éste es el primero. Rodado con un reducido equipo en un glorioso blanco y negro -el film se pudo ver en el Bafici en una excelente copia restaurada- el director es además responsable de la producción, el guion y el montaje.
Ya el comienzo del film es hipnótico: un taxista recorre las calles nocturnas de Teherán en una suerte de film noir iraní, mientras en la radio del vehículo se escucha una voz (la del propio Golestan) que habla sobre la ansiedad y el miedo. En un momento dado una figura femenina con velo (interpretada por Farrozhad) sube al taxi y baja prontamente. Para sorpresa del taxista, poco después se escucha el llanto de un bebé que la mujer ha abandonado en el asiento trasero. A partir de ese momento el film será una sucesión de memorables secuencias (la búsqueda de la mujer en una construcción desierta, habitada por bizarros personajes, la del café, en la que satiriza el pseudo intelectualismo, varias con la mujer con la que mantiene una relación y de la que lo separan diferencias sobre qué hacer con el bebé) hasta llegar a al notable final en el orfanato. De una asombrosa modernidad y con un gran trabajo de cámara, la película consigue ensamblar a la perfección la problemática individual con un contexto social agobiante que nunca se subraya; es un lúcido testimonio sobre la vida en Irán hace medio siglo y anticipa la obra de varios directores (vg, Kiarostami). Una obra maestra y el mayor descubrimiento de esta edición del Bafici. (Tanto el film de Golestan como el de Farrozhad se pueden ver en Youtube con subtítulos en inglés)
La película ganadora de la Competencia Internacional fue La larga noche de Francisco Sanctis, adaptación de una novela del hoy poco recordado escritor Humberto Costantini. Opera prima de los muy jóvenes realizadores Andrea Testa y Francisco Márquez, el film está centrado en un pequeño burgués que vive con su esposa y su hijo, un niño aún, y se encuentra a la espera de un ascenso en su trabajo con escasas perspectivas de concretarse. Tras ese poco promisorio comienzo de tinte costumbrista, su vida (y la película) cambiarán abruptamente cuando se encuentre con una antigua ¿novia?, recién regresada del extranjero y casada con un militar, quien le encomienda la tarea de avisarle a dos personas que van a ser “chupados” esa noche (la película está ambientada en 1977). A partir de ese momento, el protagonista –excelente Diego Velázquez- se encontrará en una encrucijada que le obligará a tomar decisiones frente a sus dudas y vacilaciones.
En ese tramo nocturno la película se irá enrareciendo y mostrará algunos encuentros (uno con un amigo, resuelto con excelentes diálogos) y solitarias caminatas en una ciudad desierta y amenazante, en la que el clima represivo (siempre en fuera de campo) se percibe de manera permanente. Con una puesta en escena que abunda en planos cortos y cerrados, la película desarrolla un progresivo crescendo hasta su seco y conciso final.
El director polaco Marcin Wrona se suicidó al poco tiempo de finalizar Demon, exhibida en el Bafici, algo penoso ya que este film muestra a un realizador, de acuerdo a lo expuesto aquí, de indudable talento. Basada en una leyenda hebrea que describe el caso de posesión de un hombre que se manifiesta el día de su boda, la película logra amalgamar adecuadamente elementos del cine de terror, sin recurrir a efectismos gratuitos, con una mirada aguda sobre personajes de diferentes estratos sociales a través de una puesta rigurosa y de gran precisión.
Pocas noticias hay por estos pagos del cine egipcio, por lo que la exhibición en la Competencia Internacional de una película de ese origen fue una buena noticia. En In the Last Days of the City, primer largometraje de Tamer El Said ambientado en 2009, en los días previos al estallido social de ese año, un director de cine trata de captar imágenes de El Cairo, una ciudad desordenada y caótica. Su vida personal deambula entre los problemas con su pareja, su madre enferma y el encuentro con amigos que viven en otras ciudades. Con una alta dosis de melancolía, y recurriendo a elementos ficcionales y documentales, la película trasmite con agudeza los contradictorios sentimientos del protagonista.
Del cine tunecino tampoco se tienen mayores referencias por aquí y Hedi, ópera prima de Mohamed Ben Attia ofrece una buena aproximación a diversos aspectos de la vida cultural y social de ese país a través de las tribulaciones de su protagonista, sometido a las directivas de su jefe en el trabajo y a su madre, que le impone un casamiento. A partir de un encuentro fortuito con una bailarina con la que se metejonea, deberá enfrentarse a situaciones inéditas que le obligarán a tomar decisiones personales. Muy clásica en su forma, con un buen trabajo actoral, este melodrama atenuado es una interesante muestra de una cinematografía desconocida.
El cine rumano –al menos el que uno puede conocer a través de espaciados estrenos y en los festivales- es en este momento un indudable foco de atracción para críticos y cinéfilos. En el Bafici se presentaros dos títulos, El vecino, del que dado su inminente estreno no hablaremos e Illegitimate, de Adrián Sitaru. Drama doméstico ambientado en el seno de una familia cargada de problemas, que incluyen el incesto y viejos rencores, muestra la solidez habitual en las producciones de ese origen y se inicia con una formidable secuencia de una violenta discusión familiar. Tal vez ese sea un inconveniente, ya que el resto de la propuesta, aun con sus momentos de crudeza, no alcanza en ningún momento la intensidad de ese tramo inicial a lo que debe sumarse un final ambiguo e insatisfactorio
Albertine Sarrazin fue una de las figuras más polémicas de la literatura francesa. Nacida en Argelia, violada en su infancia, su carácter rebelde y su rechazo a las normas sociales la llevaron a una vida que osciló permanentemente entre la delincuencia, la prostitución, reiteradas prisiones y su pasión por la literatura, hasta su prematura muerte a los 29 años. L´astragale es una adaptación de su novela más exitosa realizada por la actriz y directora Brigitte Sy, esposa de Philippe Garrel. El film narra su fuga de una cárcel cuando tenía 19 años, lo que le provoca la rotura del hueso del pie que le da título, su encuentro con un ladrón que la ayudará en su fuga y se convertirá a posteriori en su esposo, y las distintas peripecias para sobrevivir en permanente fuga hasta su nuevo apresamiento. La película, rodada en blanco y negro, muestra ecos del cine de la Nouvelle Vague y si bien no alcanza gran vuelo, la entrega de la actriz Leïla Bekhti en el rol de la protagonista y el verismo de varias escenas consiguen que se coloque cómodamente por encima de la medianía.
Bone Tomahawk, ópera prima de S. Craig Zahler, ofreció una bienvenida ruptura dentro de las habituales programaciones festivaleras. Potente western al que se suman elementos del cine gore, describe con precisión la búsqueda que desarrolla un grupo de hombres de una mujer secuestrada por unos indios caníbales, esposa de uno de ellos. Con una ajustada graduación de los tiempos narrativos y el suspenso, una muy buena utilización de paisajes áridos y algunos pasajes de inusitada violencia, esta producción independiente de las grandes majors es un muy saludable aporte al cine de género.
La figura de Richard Nixon ha dado lugar -en mayor medida que la de otros presidentes norteamericanos- a que el cine se interesara por él. Así ha habido películas como las de Oliver Stone, Ron Howard o el virulentamente crítico de Emile De Antonio que se interesaron por su personalidad compleja y elusiva. En el documental Our Nixon, la directora Penny Lane trabaja sobre filmaciones en Super 8 nunca vistas hechas por varios de sus colaboradores más íntimos (a los que también entrevista) mostrando aspectos inéditos de su figura, que incluyen desde momento íntimos hasta la política sobre Vietnam, pasando por su viaje a China y el caso Watergate que lo obligó a abandonar la presidencia. Un muy interesante trabajo que muestra rasgos poco conocidos de una figura política muy polémica.
Avi Mograbi, a diferencia de otros directores críticos con las políticas de su país, vive en Israel, donde desarrolla toda su actividad como cineasta y docente. En el centro de detención para refugiados de Holot ha desarrollado una serie de talleres teatrales itinerantes en los que desarrolla las problemáticas de esas personas. En Between Fences, Mograbi filma una de sus representaciones y el resultado es valioso en cuanto a reflejar y denunciar la situación de los personajes involucrados pero carece de la originalidad y variedad de matices de otros trabajos suyos.
Nacido en Nueva York aunque residente en París, Eugene Green es un director muy original pero que no ha logrado trascendencia fuera de algunos círculos críticos y cinéfilos. Su personal estilo visual y narrativo, donde se fusionan la austeridad con ciertos dejos de ironía y su peculiar dirección de actores aparecen en Le fils de Joseph, su último trabajo, una película con vagas resonancias bíblicas, en el que uno de los temas recurrentes del cine contemporáneo, la ausencia del padre, aparece con un tratamiento muy diferente al de los habituales.
Con una carrera de cuatro décadas y una treintena de films, la checa Helena Trestikova es una de las documentalistas más valiosas de la actualidad. Mallory es, como muchos de sus films, una historia de vida de un personaje femenino marginal. En este caso estamos ante una ex adicta que vive regularmente en la calle y a la que el nacimiento de un hijo le propone nuevos horizontes. Un film duro y sin concesiones pero que nunca cae en la sordidez y está permanentemente impregnado de la rotunda vitalidad de su personaje protagónico.
Segunda película de ficción del canadiense Philippe Lesage, Les demons, es un inquietante retrato del mundo de la infancia a través de las peripecias de un niño que descubre su sexualidad en un contexto familiar signado por los desencuentros y un medio en el que varios chicos desaparecen misteriosamente. A través de un relato en el que escasean las explicaciones el film consigue durante tres cuartas partes de su metraje un clima ambiguo y perturbador con inesperadas explosiones de asordinada violencia. Lamentablemente, el último tramo cambia el tono y se hace más previsible y explícito, impidiendo que el resultado final sea una película redonda y totalmente lograda.
Si con la formidable I pugni in tasca (1964), Marco Bellocchio irrumpió como el enfant terrible del cine italiano podría decirse que hoy es el vieille terrible de esa cinematografía. Como en su momento lo fuera el iconoclasta Marco Ferreri, Bellocchio es un crítico implacable de la vida política, cultural y social de su país, desde una perspectiva que podría considerarse anarquista. Sangre de mi sangre ratifica estos conceptos, ya que es un relato dividido en dos partes, de intransigente virulencia, la primera ambientada en un período religioso inquisitorial y el segundo en nuestros días, en las que el director ajusta cuentas con diversas instituciones. Un film que muestra a Marco Bellocchio en plena forma.
Jorge García / Copyleft 2016
Siempre es bueno leerte Jorge.