EL BAFICI EN EL BAFICI 2016 (12): EL TEOREMA DE SANTIAGO

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por - Críticas, Festivales
20 Abr, 2016 09:40 | Sin comentarios

EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO

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El teorema de Santiago

Por Marcela Gamberini

La idea de pensar el cine como un teorema geométrico es a la vez descabellada y brillante. Como descabellado y brillante es Hugo Santiago, el homenajeado de la película que descabellada y brillantemente llevan a cabo Ignacio Masllorens y Estanislao Buisel. Esta repetición de palabras no es inocente: el concepto matriz de la película no es otro que la duplicación, una operación que aquí podría ser infinita (acá si uno quisiera podría hacer uso del manual borgeano y sus conceptos, que para este caso es único y preciso, pero no es el momento).

Que está Borges detrás de la película es obvio, como también está Bioy Casares y Saer, pero también están presentes Laura Citarella, Mariano Llinás, Alejo Moguillansky, y los ya nombrados Masllorens, Buisel y Santiago (que a la vez recuerda mucho a Godard o ¿es una alucinación mía?) Todos estos hacedores que llevan a cabo el “mejor oficio del mundo” están reflejados en ese espejo infinito que remite un poco a una secuencia clave de El ciudadano. ¿Cuál será el verdadero director de la película? O para ser más quisquillosa: ¿quién es el último responsable de este film lúdico y lúcido? Esta pregunta inquieta a todos aquellos que tratamos de pensar (desde la imagen o desde la palabra) el fenómeno del cine.

El teorema de Santiago es a la vez varias películas, o una película múltiple; es El cielo del Centauro, un diario de filmación, Invasión. Es asimismo la puesta en escena de las ideas fulgurantes de un director mítico y presente, y también es la apuesta de la confrontación amable y respetuosa entre dos (o más) concepciones acerca de lo que es el cine (si es que alguien alguna vez pueda definirlo) y su realización. Una evidencia irrefutable: la película muestra uno de los modos en que la modernidad tecnológica se entromete en el cine. La secuencia de mails incrustados en la pantalla revela un dialogo más que interesante entre todos esos directores que aparecen en la película. Importa tanto lo que dicen como el medio que utilizan para intercambiar sus pareceres. El pedido de ayuda de Masllorens y Buisel al crítico y teórico David Oubiña pone de manifiesto, más allá de lo que dice –que es genial y preciso-, la necesidad urgente de que no se prescinda del dialogo entre la teoría y la praxis cinematográfica.

El teorema de Santiago es más que un documental; tal definición es estéril, pues la película sobrepasa esa categoría, ya que cualquier clasificación puede ser inadecuada. Lo que nadie podrá dudar es que se trata de una clase magnifica impartida por un director enrome que en la acción misma transpira, piensa, mira y que sigue un peculiar modo de construcción de las secuencias (a lo Bresson, maestro y referente explícito de Santiago), que a su vez enseña y se convierte en maestro y referente de todos los directores que aparecen en pantalla. La manera magistral de armar las secuencias expone una ética y revela una poética, que respetuosamente reproducen Masllorens y Buisel a la hora de organizar con virtuosismo y elegancia la materia sensible con la que cuentan.

La película incita múltiples ideas. Seguramente cuando se estrene podremos seguir descifrando el singular teorema de un cineasta formidable.

Marcela Gamberini / Copyleft 2016