EL COLOR PÚRPURA / THE COLOR PURPLE
Números musicales en nombre de la emancipación
Se debe tener un corazón gélido para no simpatizar con la historia de los personajes. La defensa intransigente de ciertos valores es innegociable. Acá se trata de la libertad, no en su actual y mezquina acepción, sino la de los descendientes del África que empezaron siendo esclavos en los Estados Unidos y muy lentamente pudieron disolver de sus tobillos los grilletes de la humillación. Como toda lucha y conquista social, tardó demasiado tiempo.
La novela de Alice Walker El color púrpura se publicó en 1982, y ha sido desde entonces icónica en el revisionismo histórico pop del que el cine estadounidense nunca prescinde para escenificar épocas clave de la biografía de la nación. Steven Spielberg hizo velozmente la primera versión cinematográfica tres años después. En los teatros de la calle Broadway, se conoció la versión musical a principios del siglo en curso. Ahora, vuelve al cine, y en esta ocasión quien está detrás de cámara tiene el mismo color de piel que los protagonistas: Blitz Bazawule. Su filmografía precedente ligada a la cultura afroamericana indicaría una elección inobjetable. Pero vale mencionar que el libro nunca fue solamente el vehículo de una vindicación afroamericana en el país de Lincoln, sino también una exposición de la lucha de las mujeres contra la opresión masculina, tanto de los hombres blancos y negros.
A diferencia de la película de Spielberg, una de las mejores de sus primeros años, la nueva versión quiere ser enteramente un musical. En los 141 minutos de duración, el relato se canta y los personajes transmiten sus emociones a través de muchas canciones. Hay algunos fragmentos sin melodías: distan de ser agraciados. En efecto, El color púrpura arranca en algún bosque de Georgia durante el año 1909 y en la misma geografía tiene su epílogo en 1947. En ese lapso, Celie y Sofia, quienes hasta ese momento viven con un padre despótico, son separadas por voluntad de quien tiene la potestad de ambas. Ya no está la madre para cuidarlas, las hijas de Celie tampoco y Sofie será entregada como esposa a otro hombre. Es que el racismo no es el centro de la historia, sino el machismo recalcitrante, eso que suele denominarse patriarcado y que tanto irrita por igual a hombres y mujeres. Todo esto, sí, se sostiene en números musicales, algunos notables, otros esquemáticos, y no faltan los insignificantes.
En el núcleo dramático de El color púrpura se combinan la liberación de la mujer y el reencuentro de las hermanas. El patriarcado de los negros es idéntico en crueldad al de los blancos; la diferencia radica en la actitud de las mujeres que apelan para su alivio a la tradición musical del spiritual, cuyo origen religioso es un hecho incuestionable. La benevolencia de Dios es una vacilación recurrente en el imaginario de los personajes, pero Bazawule prefiere sugerir que la voluntad del Altísimo es regularmente traicionada por sus representantes y fieles. La teología es apenas un color entre los colores que el Señor prodigó a sus criaturas. Quien dirige incluye el dilema religioso en más de una ocasión, pero prefiere focalizarse en la vitalidad emancipatoria de esas canciones que los esclavos del siglo XVIII y XIX entonaban en los campos de algodón.
El gran problema que enfrentan películas como las de Bazawule es cómo deshacerse del kitsch y la codificación de la industria del espectáculo para transmitir una lucha social en clave popular. Todas las mañas del cine acechado por la publicidad están vigentes en El color púrpura. Cada flashback propone la emoción que se puede esperar de un comercial de ventas de seguros para familias. El segmento en el que una carta evoca la vida de una de las hermanas en África se ilustra como si fuera un dibujo animado para niños o el calco de una oferta de turismo en el continente más saqueado del planeta. Las canciones, sí, muchas, son hermosas, y la vitalidad de los oprimidos aún pervive en las estrofas.
El color púrpura (The Color Purple), Estados Unidos/2024.
Dirigida por Blitz Bazawule.
Escrita por Marcus Gardley.
*Publicada en La Voz del Interior en el mes de febrero 2024.
Roger Koza / Copyleft 2024
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