EL DEBER DE SER EMPIRISTA

EL DEBER DE SER EMPIRISTA

por - Varios
13 Mar, 2025 09:27 | Sin comentarios
Editorial del mes. Dadas las circunstancias, no tenía mucho sentido anunciar algunas novedades. La realidad se impone, asfixia y exige. ¿Quién filma(rá) este presente?

“Me sucederá lo que se quiera, pero cada vez que he gritado he pasado la primera y reivindicaré la parte de la acusación que me pertenece. Hagan de mí lo que les plazca, pero no me confundan con quienes parlotean y no actúan”

Louis Michel

Abundan imágenes de todo. Las hay de gente filmándose todos los días, contando su vida como si se tratara de un programa de interés público que se transmite hasta los confines del cosmos; las hay también de mercancías de una diversidad abrumadora, en general absolutamente inútiles, que ya no necesitan de un lugar específico para ser adquiridas. Desde una casa transportable hasta un butsudan, desde unas ultrasofisticadas afeitadoras a bajo precio a una colección imposible de revistas de ciencia de la década de 1950, todo es una imagen que primero toma posesión de su observador para luego poner en marcha su deseo de poseer.  Pero hay otras imágenes, ya no de posesión, sino de desposesión.  En el mundo como imagen, en el mundo que no puede ser sino una imagen del mundo, todo se iguala y todo coexiste. Es una amalgama brutal; llamarla “democrática” carece de sentido, por su prepotencia y sus efectos compulsivos.

El propio sistema de emisión hace circular una imagen de X para pasar a otra de Y o de Z. El famoso algoritmo selecciona por repetición en relación con visionados anteriores. La secuencia de ayer: de un clip de un sketch de Capusotto pasa a los heridos de Gaza, luego da un salto hacia un barrio de Hawái en donde un joven, estrella del parkour, vuela por las azoteas, para proseguir a otro video sobre una escena familiar de Zappa con sus hijos. Todo culmina con un gendarme apuntándole a una señora octogenaria que lo desafía en soledad en plena manifestación durante el miércoles 12 de marzo. El uniformado dispara apuntando cerca, pero en otra dirección; el sonido pretende amedrentarla, pero ella no se inquieta. Ya ha vivido, nada tiene para perder, excepto algo a lo que no parece dispuesta a renunciar: el poder decir basta y hasta acá. Ningún agente del orden podrá sustraerle la obstinación por defender el derecho que tiene de vivir tranquila durante los últimos años de su vida. Los decentes no temen a los indecentes.

La Commune (Paris, 1871)

El montaje de lo real por los dispositivos ni siquiera tiene un efecto concreto en la modificación de la conciencia. Su efecto es externo, un estímulo sin influjo sobre la conciencia. El que cree lo que cree sigue creyendo en lo que cree y sin preguntarse por qué lo cree. Sucede que las imágenes en circulación no reponen lo otro del mundo, sino la imagen de cada quien proyectada hacia lo impropio del mundo reflejado como lo propio y puesto en riesgo por los ajenos. La alteridad es inmediatamente codificada en el idioma de la tribu (vista como pueblo universal) en la que se delira y a la que se pertenece, y cuyo modus operandi consiste en afirmar lo propio invistiendo al expulsado como portador de una amenaza para quienes son miembros de aquel grupo de elegidos. ¿Qué imagen de hoy podría partir la certeza de los convencidos? Debe comportar una proeza similar al hallazgo de la física del siglo XX, cuando se aprendió a fraccionar un átomo. Las mónadas de hoy deben ser más reacias. ¿Qué imagen puede hendir al contumaz? Está claro que ni siquiera el garrote partiéndole la cabeza a una mujer que reclama por una mejor jubilación es capaz de disuadir a los canallas.

¿Qué puede hacer el cine ante todo esto? En un mundo hecho de imágenes, la imagen cinematográfica, por su naturaleza, puede ser la única que irrumpa sobre la costura del etnocentrismo microscópico que rige como sistema de percepción. El mundo somos nosotros, ellos no lo son: tal es la “razón” de los canallas. No hay lugar para otros. ¿Quién filmará un plano contra este orden del mundo? ¿Quién filmara el plano de la misericordia? ¿Quién filmará el gesto que restituya la decencia de todos? ¿Quién será hoy el que pueda asir un instante en el que se haga visible para todos, sin excepción, la vergüenza de lo que es capaz de hacer un hombre?

Los cineastas tendrán que hacer lo suyo, también los que escribimos sobre las películas. Mientras tanto, nosotros, los que escribimos sobre planos, travellings y jump-cuts, tenemos que preguntarnos por qué la evidencia que prodiga una imagen ya no implica en el observador un reconocimiento de la verdad y una rectificación del error. La disyunción de la imagen respecto de la verdad (y de la verdad respecto del mundo y las conciencias) es el tema de nuestro tiempo. Pero ¿a quién le importa todavía ser un servidor de lo empírico y encontrar las palabras que honren aquella adecuación?

Roger Koza / Copyleft 2025