EL DESCONCIERTO TALA LA BATALLA
Pablo Weber ha escrito una larga nota en la que discute algunas miradas críticas, como la que salió en este mismo sitio, sobre la última película de Mariano Llinás (la inicial de su “saga de los mártires unitarios”) y una nota anterior de Tomás Guarnaccia en Las veredas. Como ya Tomás se ha tomado el trabajo de replicarle con un enjundioso análisis de la película, me concentraré en algunas otras afirmaciones mías que Weber trae a cuento junto con la polémica que sostuve con Llinás en una mesa sobre cine argentino, que lamentablemente no tuvo continuación, aunque ahora podría extenderse también a nuestras películas (si se lee Concierto para la batalla de El Tala como una suerte de respuesta tardía a Tierra de los padres).
Pero creo que lo que decidió finalmente a Llinás a abordar directamente el pasado nacional fue la existencia de Jauja y Zama, que también podrían verse como continuidad de otra saga (la del llamado “ciclo folclórico-histórico”, que el cine argentino ha abordado esporádicamente a lo largo de su propia historia, desde los sus orígenes hasta el Bicentenario): fue ahí donde encontró la oportunidad o la excusa para quebrar una lanza propia, que continuaba lo expresado no solo en ese debate sino en su demonológica nota sobre el “gran Satán” que, como recuerda Weber, fue publicada en el interín en Revista de cine.
El problema es que no existe ese “Cine Nacional” que Llinás construye como colosal adversario. Con suerte tenemos (y abandonado a su suerte, ya que no hay Cinemateca que lo preserve) un cine que después de cien años podemos pensar ya como un linaje propio, aunque alberga en verdad una guerra de linajes. Porque no hay ningún monstruo “oficializado y programático, que busca construir una idea distorsionada y fantasmática de la Nación y el Pueblo con mayúsculas”. Existieron, sí, películas que podrían caber en esa descripción (sobre todo las ligadas a nuestras sucesivas dictaduras) pero no una sola corriente, y mucho menos dominante (¡basta recordar que ni el peronismo en su largo período clásico prohijó ese tipo de cine!).
Llinás pone como ejemplo la figura de Torre Nilsson para ilustrar la traición que se habría inflingido ese primer modernismo. Pero el problema de Nilsson no fue solo plegarse al afán industrialista (que ahogó también los empeños modernizadores de Aries) sino su batalla contra la censura, que terminó con su temprana muerte en 1978… Lo que quiero decir es que la historia es más compleja que la lucha de dos “bandos”, en este caso el cine industrial versus el independiente. Justamente porque no siempre este último encarna la “resistencia frente al discurso totalizante del cine oficial”. Basta ver muchas de las películas argentinas presentadas en este o cualquier otro Bafici de los últimos diez o más años para probarlo.
II
El riesgo de batallar con fantasmas es, por otra parte, creer encarnar “ese impoluto héroe liberal que ve con horror como las bárbaras clases subalternas asaltan el Estado y refundan la Nación en un sentido autoritario”. Es decir, en resumidas cuentas, el quintinismo (para definir con un nombre propio y apropiado el desvarío crítico de quien solo encuentra en todas partes un mismo y proteico enemigo). En contraposición, desde ya me parece más productiva no solo la noción de “hegemonía” (que Laclau y muchos otros tomaron de Gramsci) sino la de los “campos” de Bourdieu, o cualquier teoría que piense en estas batallas de modo menos épico (incluso como algo burocrático), que tiene más que ver con dinámicas internas del campo del arte (básicamente, la lucha entre vanguardia y academicismo) que con el azar de iluminados redentores. En ese sentido, muchos de los representantes de nuestro modernismo cinematográfico se revelan finalmente tan como conservadores Nilsson (haciendo de la historia un mero telón de fondo para sus ejercicios formales).
Entonces, si: el cine nacional (sin mayúsculas) es “un significante vacío cuyo significado no está predeterminado” y “es el resultado de una (permanente) disputa ideológica”, lo mismo que el cine “moderno” o “independiente” (términos siempre a redefinir). Hay que analizar, en cada caso, cual es la postura “con respecto a qué es el cine y cuál es el rol del artista” que cada película supone. Efectivamente, de ese modo podemos entender que “Favio no es un cineasta popular porque haya surgido del proletariado ni porque sea una figura que uno asocia naturalmente con la masividad (debido a su exitosa carrera como actor y cantante) sino que en su obra lo popular tiene presencia en tanto materia prima fundamental en la construcción de una poética”. Y de hecho Favio pasó del cine independiente al industrial, sin que en su caso esos cambios (incluso de su poética) lo hayan alejado de lo popular.
Porque “las condiciones necesarias para que surjan cineastas como Favio” (o Campusano, o González) no las fija solo una política pública, son resultados de variables muy complejas. Lo que no significa que el INCAA y demás instituciones vinculadas al cine estén al margen de toda influencia en sus posibilidades de desarrollo, sino que lo determinante de lo emergente es justamente su lucha por ocupar un lugar en esos y otros espacios. Así surgieron los Nuevos Cines de los años 60 y 90, y del mismo modo surgirá cualquier movimiento que quiera reivindicar ese nombre.
(En fin: no sé quién ha “asociado erróneamente y de manera maniquea” mis análisis “con una defensa a ultranza del kirchnerismo”, ni qué tiene que ver en todo esto, salvo analizar cuáles fueron los cambios coyunturales durante sus años de gobierno en comparación con otros, sin ir más lejos los del macrismo. Porque para entender todo esto habría además que remontarse a los orígenes del Instituto de cine, y ver todas las modificaciones que tuvo la legislación desde entonces. Algo que excede estas líneas: solo podemos recordar que el NCA de los 60 que dio batallas parecidas -aunque también muy diferentes- al de los 90. Y en ambos casos eran discusiones estéticas lo que los motorizaban, incluso dentro de sus desacuerdos políticos.)
III
Weber dice que es una “lectura perezosa” sugerir que Llinás utiliza a los mártires del unitarismo para establecer un posicionamiento político con respecto al presente”, pero luego reconoce que “él mismo es un poco culpable de facilitar este tipo de lecturas de su obra” (¡empezando por el prólogo mismo de su película!). Vaya uno a saber porqué para Weber “es un craso error asignarle automáticamente un linaje liberal”, aunque Llinás lo declare y declame de todas las formas posibles. Weber tiene que hacer malabares interpretativos que recuerdan a las lecturas que la izquierda peronista hacía de las maniobras del General para no aceptar que estuvo siempre su derecha: Lo que Llinás buscaría “es trollear un poco a los críticos, esperando dicha reacción, por lo que resulta un poco inocente caer ahí”. Pero más inocente parece la necesidad de querer salvar a Llinás de sus propias declaraciones, contradicciones, o su mirada sobre la Historia (y el cine) nacional.
Digamos entonces que “los tópicos borgeanos del honor y el coraje” pueden ser tan problemáticos como en el mismo Borges, y “la figura del no-muerto” no necesariamente se inscribe en una perspectiva emancipadora. Hay que analizar cómo funcionan en cada caso, en vez de contribuir a la deshistorización comparando a Quiroga con la Revolución Libertadora, como hace Weber. Tampoco es convincente sostener que la frase “nos convencieron de que….” la toma Llinás de González Fraga, presidente del Banco Nación durante el gobierno de Macri, cuando dijo que el kirchnerismo “le había hecho creer a un empleado medio que podía comprarse celulares e irse al exterior”: En primer lugar (y dejando de lado que no se trata en un “gobernante”), hay una gran diferencia entre “nos” y “les”, porque en ese cambio de pronombres se cifran distintos puntos de vista sobre el sujeto de la política. Por otro lado, sería difícil verificar relación alguna entre esos “ingenuos” gobernantes y el macrismo, que es cualquier cosa menos ingenuo. Y, finalmente, como ya dijimos, ese fraseo no tiene la densidad histórica que Llinás reclama hasta para criticarla: para eso hace falta una pasta de oradores que el macrismo no tuvo ni reclama. Cualquier espectador ante esas palabras piensa en Cristina, no en Macri.
En última instancia, es el mismo Llinás quien atenta contra el “potencial político” de su obra. Y eso es más evidente en esta, su película más abiertamente política, aquella que por fin no teme a los nombres propios (del pasado), justamente porque alude a “la grieta” a la vez que “toma posición por el bando liberal” (aunque yo no hablaría de “bandos”, y menos de liberalismo como una posición uniforme).
El problema de la película, entonces, no es que defienda a los “vencedores”, sino que los trata como vencidos. Para ello recurre al simple truco de hacer como si la historia hubiera terminado antes de la batalla de Caseros, que marcó la derrota final (luego de Pavón) del partido Federal. Pero Llinás no puede o quiere leer la continuidad de ese linaje “unitario” que reclama (que va de Sarmiento a Mitre, de la generación del 80 a la década infame, y de ahí al antiperonismo que aún define nuestro destino), porque como dice en un comentario a mi nota “todo ese discurso de los linajes” le parecen “boludeces” (lo que no es sino otra de sus contradicciones, claro, porque si hay un inequívoco reivindicador de linajes es Llinás).
IV
Esa idea de que “acá nadie ganó nada y que los desbalances macroeconómicos que carcomen a nuestro país han destruido los proyectos de liberales, desarrollistas y nacionalistas por igual” es indigna de la inteligencia de Weber, que no puede ignorar que en esta historia hay, como en todas, vencedores y vencidos. Leer pues la simpatía por los Unitarios sugiriendo que “el muerto que camina pareciera ser más bien el capitalismo argentino” no puede ser otra cosa que una gran boutade. El capitalismo no está muerto, ni acá ni en ninguna parte. En todo caso, tiene formas más o menos degradadas de funcionamiento. Lo mismo sucede con la democracia liberal, que ciertamente no parece igual en los países nórdicos que en este desolado rincón del sur, y no precisamente por la victoria de partido Federal…
Al fin y al cabo, no se trata de “regalar el honor, el coraje, la denuncia de las arbitrariedades del poder”. Se trata de entender que si “en este país seguimos viviendo bajo la dicotomía de la civilización y la barbarie” es precisamente porque algunos creen encarnar el lado luminoso de esa dicotomía (algo que ya Alberdi asumió como falaz desde su constitución, lo que ejemplifica su polémica con Sarmiento). Entonces: la cuestión no es solo reconocer lo que hay de barbarie en la civilización (y el amor de la civilización por la barbarie, como hasta Borges asumió), sino saber dónde se ubican los vencidos en esa saga histórica (incluidos los cineastas que quedaron marginados, o fueron directamente muertos).
Esa es finalmente la lección de toda épica: siempre requiere una mirada piadosa sobre el otro, sobre todo si ha sido derrotado. La Ilíada no la escribieron los troyanos. Tampoco La araucana la cantaron los araucanos, (ya que Weber trae a cuento la historia americana). La revolución haitiana ni siquiera tuvo quien la cante, y mucho menos su película. Y nosotros ni siquiera tuvimos una “saga de los mártires federales”. Pero Sarmiento no escribió su “Lamadrid” sino el Facundo.
Sabiendo cómo se escribe la Historia, Walsh vaticinó en Operación masacre que Aramburu llegaría a merecer “la cantata expiatoria de un Sábato futuro” (en referencia a la elegía que dedicó el autor de Sobre héroes y tumbas al fusilador de Dorrego). Solo era cuestión de tiempo, y ahí tuvimos nuestro Secuestro y muerte, cuyo guion firma en parte Llinás. Habrá que ver si esta saga unitaria que ahora emprende se inscribe en esa tradición o abre la puerta a la voz de los vencidos, como hacía de algún modo con su monólogo ruso en La Flor.
Se podría decir que en Llinás conviven (o batallan) un nacionalista que odia el “nacionalismo”, un amante de lo popular que odia el “populismo”, un cantor de gestas que odia al peronismo… Un drama parecido (aunque terminó con real derramamiento de sangre) vivieron los modernistas del NCA de los 60, antes de querer dirimir si la vanguardia era solo estética o también política. En esa tradición lateral tendrá que buscar el joven cineasta argentino que quiera aunar lo popular y lo moderno (como Favio) con sus preocupaciones políticas: Pienso en algunas películas de los 70 filmadas por Cozarinsky, Fischerman, y Vallejo, por nombrar parte de tanto cine argentino que aún necesita una revisión y un redescubrimiento. Es decir, alguien que reclame su linaje, como lo hace Guarnaccia al terminar su diatriba diciendo “que nuestros padres modernistas sigan con lo suyo. Los abuelos dejan lecciones que se saltan una generación”.
Nicolás Prividera / Copyleft 2021
Nicolás,
Gracias por la respuesta. En estos días voy a pensar bien y escribo. Por apuro y por no releer cometí algunas torpezas que no quiero que se repitan.
Un abrazo
Aquí lo esperamos, amigo.
Hablando de torpezas, debo culpar al corrector por esa b larga rebelde en lo de que «muchos de los representantes de nuestro modernismo cinematográfico se rebelan finalmente tan conservadores como Nilsson». De paso digamos que ese es el núcleo de toda esta cuestión. Y me revelo nuevamente no del todo justo con Nilsson, pero bueno. Es el calor de la batalla.
Ya está corregido; y en última instancia, la responsabilidad es mía. Se me pasó. Disculpas. R
Entre el corrector automático que descorrige y el corrector humano, la culpa es del autor por apurado.
Buenas, los vengo leyendo.
Agrego sólo un par de cositas sobre la película de Llinás que no vi tan comentadas o no en estos términos. Creo que en la película misma (y si unx sigue también las intervenciones públicas de Llinás sin mala fe) se pueden colegir elementos que buscan precisamente situarse por fuera de la así llamada «grieta», aunque contradictoriamente (porque digamos que si se procura suturar esa metáfora geológica, la provocación de iniciar una saga de «mártires unitarios» mucho no ayuda, no?). La generalidad del prólogo apunta a eso a mi entender, al igual que la escena final de los esgrimistas, y más allá de los matices hermenéuticos que ya se desplegaron al respecto, creo que el problema es otro, justamente esa pretendida equidistancia, ese ecumenismo imposible en un país que hoy arde, e inclusive ese «todoeslomismismo» del trotskismo vernáculo (que es, justamente, el problema de una izquierda gorila y poco astuta tácticamente, pero no quiero irme tanto por las ramas). El otro problema que veo es en torno a la aparición de la Historia en su cine. Efectivamente, hay allí un gesto novedoso de ir a su encuentro. Pero, ¿de qué Historia se trata? No hay un entramado histórico-social, político, económico, ideológico, etc. Apenas una fascinación por el coraje militar y un episodio bélico muy singular que pasó al olvido y que se busca restituir. En el mejor de los casos eso se puede leer como una preferencia borgeana por el mito, en el peor, como una matriz historiográfica perimida de la tradición liberal que sitúa el análisis al nivel de «los grandes hombres» y las «grandes gestas épicas». En cualquiera de los dos casos, creo que se diluye aquello que las placas -¿ya se hizo el chiste de llamarlas filminas?- del final dicen acerca del sentido de la repetición o el aprendizaje de la Historia para el presente, no veo allí ninguna conexión fructífera (doy por descontado que ningunx de nosotrxs -incluído Llinás- está pensando en salir a celebrar las incitaciones guerreras de Berni o Bullrich). Lo que tenemos entonces es una historia completamente deshistorizada, o una mistificación del coraje específicamente bélico e individual. Por supuesto que eso puede tener potencial poético pero la película quiere y no quiere a la vez darle un sentido político, y allí la elusión, la equivocidad y el ludismo ramplón la vuelven inerme. No agrego otras cuestiones cinematográficas más puntuales porque adhiero a casi todo lo que dijo Guarnaccia en su última nota.
Tu comentario no se perdió, amigo Migo, una pena que la siga en tuiter y no acá. No acoté nada porque estoy de acuerdo en casi todo. Pero la relación entre presente e Historia la dicta el presente más que los autores. Con suerte, si la obra perdura habrá nujevos presentes que traigan nuevas lecturas. Pero el año (2021) va a figurar igual en todos lados, no se puede escapar.
¿Están viendo lo mismo que yo?¡Lo único que falta es que Weber cambie su postura para complacer a Prividera, que le mansplainea como son las cosas! ¡Y a la vista de todo el mundo!
Nicolas, déjate de macanas. La versión teatral del concierto fue escrita en 2019 y tenía el mismo prólogo. Estaba manifiestamente inspirada en Macri. Después el gobierno cambió, y entonces hubo que hacer algunos pequeños cambios. ¿Y sabes que? No fueron tantos. Acaso eso es lo que les resulte intolerable.
Evidentemente, es más fácil salir a declararme “de derecha” (aun siendo consciente de que voto a la izquierda desde siempre) que ponerse a pensar en forma honesta y sin cuidarse el culo.
Eh!?!? Le estoy diciendo que por escribir apurado hubieron cosas de la redacción del texto que no me gustaron
Justamente, Mariano te está apurando… Teme que Guarnaccia y yo te hayamos adoctrinado. Va a terminar como su elogioso Quintin.
¡Qué poca fe me tiene!
No es cuestión de fe, Pablo… Tampoco en tu caso, espero.
A quien le hablas, Mariano? Al final sos un pampero populista, y tribunero. Quién
«mansplanea»? (Y lo dice el que le enseña a su lectora…) Espera a ver con qué se viene Weber para abrir juicio.
Por lo demás, si la versión teatral fue escrita en 2019 y tenía el mismo prólogo, no entendiste a Pierre Menard, autor del Quijote. Te lo resumo así nomás: El contexto modifica el texto. Eso pesa más que los «pequeños cambios», que evidentemente no alcanzaron. A menos que creas que todos los políticos son iguales y blabla.
A mí me resulta intolerable que digan lo que no dije. Por ejemplo, nunca dije que seas “de derecha”. Sos un poco gorila nomas. Pero quédate tranquilo que no sos el único: está lleno de gorilas que votan a la izquierda (desde el 45, no desde siempre…).
En fin: no sé quién es deshonesto acá. Y evidentemente no nos cuidamos mucho tampoco, como sabemos cuándo gobiernan los «republicanos» y nos vuelan las películas de todos lados.
Nicolás, qué interesante sería leer un texto sobre Llinás que realmente destripe estos apuntes tan interesantes del último párrafo sobre su figura. Creo que todos están demasiado ocupados jugando al juego del desenmascaramiento ideológico que se pierden el verdadero gesto de revelación. Quizás ese sea el pase de magia de Llinás, su efectividad de ilusionista, que se encabalga en sus múltiples facetas donde a veces es un piromaníaco del calificativo fácil (un polemista del cine) o un auto-productor de cine que reflexiona con lucidez en la revista Crisis, así que veamos qué tan efectivo es este pase de magia que incluso vos, que sos capaz de verlo, apenas llegás a indicarlo sobre el final.
El Llinás nacionalista, el Llinás popular, el Llinás cantor de gestas. ¿No sería novedoso y enriquecedor ir a la búsqueda de estos indicios? (¿y no lo pondrían a él en un lugar más incómodo y productivo que en el de tener que rezongar para desmarcarse de que «es de derecha», como pasa siempre?) Y por otro lado, ¿es Llinás todo esto a pesar de sí mismo? ¿Es Llinás mirando el abismo y el abismo mirando en él? Creo que, más que eso, tiene que ver con el nudo troncal de su linaje de artistas (tal cual vos mencionás que pasa con Sarmiento y Borges). Eso «otro» que los espanta, pero a la vez los fascina. Y para que algo nos fascine debemos necesariamente admirarlo. Acaso tal sea la trampa en la cual, en reversa, caemos los que desde el campo peronista nos vemos fascinados por las películas de Llinás. Sólo que en su caso, el del artista, qué justicia le hace esta contaminación, esta apertura a una otredad que lo rodea, lo ensucia, se hace parte de él y se presenta en su obra. Mucho mejor que una clausura definitiva.
Sin embargo «Concierto…» no deja de resultar algo así como un gesto impotente, como cortado en el arranque, quizás un fracaso en sus intenciones (aunque me permito: ¿cuándo sabemos realmente cuáles han sido las intenciones de un autor?), porque sencillamente parece no poder cuadrar en una geografía cuyo sustrato la rechaza. ¿A qué muerto puede agitar esta película? ¿Qué ideas puede espolear, siendo sinceros? Mejor dicho: ¿a quién le habla? Pero responder esta pregunta es caminar peligrosamente cerca del juego ideológico ya explorado en demasía.
Vale la pena mencionar de nuevo la acertadísima mención que varios han hecho a que poco y nada se dice de la música y de su forma. ¿Esta película es un concierto o un panfleto? Nadie dijo mucho de las canciones compuestas que aparecen a mitad de la película, excepto que el recurso de presentarse a cámara está demasiado gastado por la gente del Pampero. De acuerdo, pero qué curioso y qué rico jugar a cantar. Inventar una voz y ponerle una melodía. En las películas contemporáneas argentinas se baila demasiado pero no se canta. No se inventan canciones. No se asume una voz de esta forma. Para mí ese momento es el centro no sólo de la película, sino de estos contrapuntos que vos bien marcás sobre Llinás. La composición de una gesta, en un género popular, sobre un personaje nacional… pero que ha quedado olvidado. ¿Es esa la intención de Llinás? ¿Ese rescate? ¿Y quién está para escucharlo? (Otra vez, el riesgo de pisar el palito.)
Saludos y gracias por seguir estimulando el pensamiento.
Valentino muy buenas las preguntas que hacés, voy a recoger el guante de algunas en mi respuesta
Qué bueno Pablo, no puedo esperar a leerte.
Valentino (y Weber, si piensa seguir con esto, aunque no tendré problema en repetirme, como dicen mis haters), y todos los «que desde el campo peronista» (o de izquierda) se ven «fascinados por las películas de Llinás»:
Muy lindo todo lo que escriben, y yo podría contestarles cada nueva intervención, y todos seguiríamos bailando al son de El Pampero, pero lo que está nota sugiere, implora, es otra cosa:
Salgan de la «fascinación» y dejen de buscar «indicios». Mucho menos «intenciones». Todo eso es condenarse a repetir ese «gesto impotente». Porque no hay ningún «pase de magia» oculto, está todo a la vista. El punto de vista de Llinas (incluyendo el de sus películas, nostálgicas de un orden perdido, que algunos llamarán clasicismo pero…) es claro. Tampoco «reflexiona con lucidez en la revista Crisis» (y eso que no llegué a leer su último texto sobre «cine y menemismo», que sospecho mereceria otra polémica, pero…) El problema es que es el único interesado en estas cuestiones que deberíamos discutir. Pero eso habla más mal del medio en que nos movemos que de Llinás.
En mis conversaciones privadas con él, en todo caso, trato de ponerlo «en un lugar más incómodo y productivo que en el de tener que rezongar para desmarcarse», y sospecho que vamos a ver más «magia» en lo que queda de la saga, pero evidentemente no quiere discutir (basta ver sus comentarios en mis notas), y aún cuando lo hiciera tiene sus limites. Hay que buscar otros interlocutores, y fundamentalmente otros espacios. Y los tienen que crear ustedes, como hicieron por ejemplo con Las veredas.
PD: Dudo que las canciones de la película sean inventadas, deben pertenecer al cancionero popular. Escuchen al pueblo ustedes también…
Nicolás, gracias por la respuesta. Es justo lo que decís, desde tu lugar. Pero estamos de acuerdo en algo: yo quise decir que ese «pase de magia» son esas maniobras distractivas por las cuales discutimos sobre Llinás en sus términos, en su cancha de polémicas, algo que vos también apuntás acá. Por eso mi referencia a lo novedoso de pensar a Llinás desde estos contrapuntos que vos muy bien mencionás y que sí afirmo que queda oculto.
Con respecto a las canciones, qué gran incógnita tenemos ahora. Yo asumí que eran parte del concierto compuesto por Chwojnik, además porque no recuerdo que en los créditos finales se mencionara a otros autores en relación a esos temas. Puedo estar equivocado. También tengo que decir que me sorprende tu ligereza para afirmar que tales canciones no son originales, sino que pertenecen a un cancionero popular con un «debe ser que» en vez de una documentación adecuada. ¿Qué pasa si viene Llinás y dice «no, son originales»? Bueno, otra punta de hilo para este contrapunto popular de su figura.
De acuerdo con los espacios e interlocutores nuevos. Una vez leí al pasar una frase del mismo Roger Koza que en una entrevista decía algo así como «toda adultez comienza con un parricidio». ¿Será esto acaso un parricidio en cámara lenta?
Por último: ahora que las mencionás, me quedo con las ganas de saber más de esas conversaciones privadas que ubican un lugar más incómodo y productivo. Sin chismosear, ¡no te lo guardes!
Valentino,
No me parece una gran incógnita lo las canciones. El cancionero popular argentino es enorme. Y obviamente son anónimas, por lo que no tiene sentido buscar al autor detrás de todo…
Pero si no es así no tengo ningún problema en admitir mi equivocación. Pero no te veo señalando la misma «ligereza» en otras cuestiones… En ese sentido, insisto: No hay nada «oculto». Todo está en la superficie, expresado explícitamente. A buen entendedor…
En cuanto a las conversaciones privadas, son eso. No voy a traerlas acá a señalar en que refrendan o contradicen lo que aquí se dice. Lamento en todo caso no tener espacios públicos donde discutir estás cosas, y pensar la historia y el presente del cine argentino. Con Llinas o con quien sea. Del mismo modo leo con gusto los intercambios entre Weber y Guarnaccia. Es por ahí. Lo otro son gestos por la tribuna o escribir para revistas donde solo importa firmar en papel, y no la discusión… Notaron que acá o en estos lances somos siempre los mismos, y que hay gente que no interviene nunca, ni siquiera en su propio espacio?
El “Mansplaining” en su máxima expresión
Ya estás para tuiter.
Dicen que anda uno
Por Tucumán
que allá en Buenos Ayres
la orden le dan
“Vaya para el norte,
Que andan diciendo
Que allá por La Rioja
va un Tigre suelto.
Vaya, soldadito
Y encierreló
No sea que venga
Pa’ esta región”
Media caña
Tucumano
Caña entera
Sigue al amo
Media caña
Como perro
Caña entera
Gallo ciego
¡Riojano toma el martillo
vienen los clavos!
Y el moreno masón
Manda a su esclavo
El general Madrid
Ya tiene dueño
Un moreno sirviente
De los porteños
El Tigre que estaba atado
Cortó la soga
¡Velay! negro hereje
¡Viene Quiroga!
Vidalita, que triste
Que está mi gente
Vidalita esta tarde
Murió un valiente
Vidalita lloralo,
Que se murió
Para que sea mas grande
Nuestra Nación
Vidalita acordate
Que ya no está
Murió pa que ganemos
La libertá…
Vidalita aprendamos
De su coraje
Cuando haya que pelearlos
A los salvajes
Su corazón, vidita
Todavía arde
Mientras suenan las risas
De los cobardes
Corazón de la Patria
Celeste y blanco
Relumbra como el alba
Del Sol de mayo
Corazón de la Patria
Blanco y celeste
Hay que seguir peleando
Por más que cueste
Por más que cueste, vida
Hay que seguir
Que ningún criollo muera
Sin combatir
Sin combatir no muera,
Ningún paisano
Que se viene la noche
De los tiranos.
Por la patria de mayo
Sigo peleando
Y a naides le pregunto
Quien está al mando
Hasta vencer yo sigo
O hasta morir
Porque me guía la espada
De Lamadrid.
«Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son.
Y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
que al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre,
se gana de eternidad»
¿Cantarán tus coplas el pueblo?
«El cancionero popular argentino es enorme. Y obviamente son anónimas, por lo que no tiene sentido buscar al autor detrás de todo…
Pero si no es así no tengo ningún problema en admitir mi equivocación.»
Parece que uno que yo sé va a tener que admitir algo, finalmente…
Como dije, no tengo ningún problema. Mea culpa, por querer encontrar algo documental en una película sobre un hecho real… Pero bueno, al menos ahora queda firmado lo de:
«Que se viene la noche
De los tiranos.
Por la patria de mayo
Sigo peleando».
Porque algunos por acá creen que hay un corazón federal tras esa estampa unitaria. No sería raro, habiendo tanto unitario disfrazado de federal, pero…
¡Qué mala fe! ¡Ataca por una de las canciones y no dice nada de la otra, que sostiene lo contrario! Impresionante. Para no hablar dela gafe de asumir el sayo de «Tiranos» para el bando federal. Con mazorqueros así, muy pronto no van a hacer falta Salvajes Unitarios.
La otra no habla de «tiranos» ni se arroga «la patria de ;Mayo»… No podés con tu genio. O tu caracter, diría Welles.