EL DÍA DE LA QUEMA
El reporte de los antropólogos decía así: “Sucedió en 1969, en Villa Alpha, a menos de 30 minutos de la Antonia, capital de Marcos del Sur. Se trató de un incomprensible acto en el que se quemaron más de 600 películas que compendiaban cuatro décadas completas de cine marquense. Había comedias, dramas, algún que otro melodrama, cine bélico, también animación y documentales de diversos estilos. La memoria de todo un pueblo se convertía literalmente en cenizas. Las autoridades no tuvieron ningún cargo de conciencia en ser los auspiciantes de la fogata. En su conjunto, las películas parecían una pequeña entidad que al arder mutaba en un inclasificable amasijo carbonizado de memorias”.
Los antropólogos añadieron en el informe conocido como “Desplazamientos cognitivos de los pobladores de sur: percepción, papel e imagen” algunas hipótesis sobre cómo es posible que en cualquier civilización que pondera el archivo como unidad esencial de la memoria puedan llevarse a cabo actos como los descriptos sin ningún remordimiento, como si la muerte de episodios de la memoria filmada –bajo la forma de representaciones del imaginario de una época (ficciones) o de representaciones de lo real (documentales)– no constituyera un daño irreparable para la historia. En aquellas películas quemadas resplandecían gestos, palabras, vínculos, concepciones del trabajo y el ocio, modos de organización social y de habitar. Los propios antropólogos lamentaban no poder remitirse a viejos títulos en los que podrían haber visto un animal que ya no existe, una ciudad que después una guerra redujo a escombros, un hombre que bailó como nadie o una multitud festejando la irrupción de un cambio político que supuso alivio frente a un orden injusto.
En el 2098, los antropólogos sabían muy bien el valor irreductible de una imagen en la memoria colectiva y en la forja de una civilización. Sabían que, desde el siglo XX, la relación entre tiempo y memoria había cambiado completamente cuando las imágenes conocieron el movimiento y además fueron acompañadas de sonido. La relación con la historia fue otra desde entonces, porque un archivo reproducía segmentos del tiempo real y se podía volver a ver lo que fue.
En el epílogo del informe se hablaba del caso argentino. Decían que en ese país se había finalmente perdido más del 80 por ciento de los materiales fílmicos del siglo XX. A los estudiosos les llamaba la atención que jamás hubiera habido una cinemateca en aquel país. Melancólicamente, a modo de conclusión, conjeturaron: “Si hubieran entendido que la quema de películas (o la desidia frente a la conservación) es el equivalente a la quema de libros en siglos pasados, quizás todo hubiera sido distinto”.
*Publicado por Revista Cero en el mes de noviembre 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
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