EL GRADO ZERO DE LA CRÍTICA
Por Nicolás Prividera
Asombrado por las interminables lecturas blancas de Zero Dark Thirty, veo la película otra vez y vuelvo a asombrarme: más allá de su tramposa verosimilitud (como la de todo actualizado “realismo”), su punto de vista es tan poco sutil como el de Los boinas verdes de John Wayne. La diferencia es más ética que estética: la película pretende no enjuiciar –a los agentes norteamericanos, claro– y para eso recurre a un culposo distanciamiento–, pero no puede evitar dejar claro su ideología a cada paso (como cualquier film y cualquier crítica debieran asumir). ¿Por qué entonces algunas críticas son tan complacientes? Se trata de críticas “miméticas” que asumen –como el espectador ideal que la película se propone construir– el propio punto de vista del film. El problema es que en este caso se trata de una mirada “cómplice” en el peor sentido.
Veamos: en la primera escena de la película, la agente Maya nos es presentada en su arribo a su primera acción: la “polémica” escena de tortura. En realidad son dos escenas, y en la distancia entre ellas se dibuja la construcción del punto de vista de Maya (con el que la película se identifica, es decir: aquel que se superpone con la mirada ofrecida al espectador). Al principio Maya es invitada a ver desde afuera (“no es vergüenza mirar por el monitor” le dice el torturador) pero Maya no quiere ser neutral, como demuestra un momento después cuando colabora en la tortura. (Ninguno lo hace con placer, claro: simplemente cumplen con su papel, del mismo modo en que nosotros “asistimos” a la escena.) Y si en la primera compartimos su malestar, en la segunda (cuando el torturado le pide ayuda y ella le dice que se ayude a sí mismo) compartimos su convicción (frente a esos “cobardes” que juegan golf en su oficina). Como declara sobre el final uno de los soldados que va a cumplir la misión –que Maya resume en “ustedes van a matar a Bin Laden por mí” –: “estoy aquí porque ella cree”. Ese es el fondo y la forma de Zero dark thirty: el triunfo de la voluntad… Una ética del trabajo bien hecho, que podrían envidiar Eichmann o Leni Riefenstahl (si no hubieran estado en el bando equivocado, claro…). Y que curiosamente reivindican algunos críticos cuando sólo pretenden ver la indudable pericia de Bigelow (como si lo ideológico fuera algo exterior al film, y no la misma condición de cualquier punto de vista).
Para ello se basan casi exclusivamente en la escena final, en la que Maya derrama lágrimas ante la inocente pregunta “¿adonde nos dirigimos?”. Se puede discutir largamente sobre la interpretación de esta escena (como liberación de la “condición humana” del personaje, como asunción del costó de haber llegado hasta ahí…), o decir que Bigelow ya dio su respuesta (al dirigirse ahora a la triple frontera a filmar su propia Tropa de elite…), pero no hace falta salir de la película misma (eso que parece molestar a los críticos que la defienden, aunque inevitablemente lo hacen todo el tiempo al obviar que el film asume –explícitamente– su relación con la realidad). Porque la respuesta la da el mismo film: Maya nunca cambió, nunca fue un espectador pasivo… salvo para asumir como dogma la historia oficial (así como el film asume la potencia invisible del clasicismo): Zero Dark Thirty pide un espectador que se entregue sin resistirse (como dice el torturador: “todos lo hacen, es pura biología”)-
En ese sentido, la película es (des)honesta desde el principio, porque nos prepara con la caída de las torres (el daño que debe ser reparado con la venganza, así como antes del asalto final sucede la muerte de la amiga), y al mismo tiempo lo hace dejando la imagen en negro: pero no se trata de clásica mesura (ya que inmediatamente después viene la escena de tortura), ni sólo de doble estándar (las muertes “propias” como las únicas que importan): se trata de que esa oscuridad justifica todo lo que vendrá (en el film y en la Historia…). Esa es el relato oficial norteamericano, que Bigelow no sólo no cuestiona, sino que asume desde el cartel inicial que habla de conocimiento de “primera mano” sobre los “hechos reales”. Todo lo contrario de lo que hace Michael Moore (aunque inicia del mismo modo Farenheit 9/11): porque para Moore se trata de demostrar la relación Bush – Bin Laden, y para Bigelow de mostrar a Bin Laden como el absoluto malo de la película… aunque nada curiosamente nunca llegue a mostrarlo).
Nada de todo esto debería asombrarnos demasiado, visto que en ese 2001 se acabó el cuento posmoderno de “el fin de la Historia”. Lo que no deja de asombrar es que más de una década después cierta crítica siga aspirando a ese “ground zero” (algo que hasta la ciencia asumió como imposible), aunque es claro que –al menos para el arte– la posmodernidad no terminó. Y el cine contemporáneo sigue entregado a una errancia cuya apertura disfraza muchas veces un mero ahistoricismo, en oposición simétrica a ese clasicismo falsamente remozado que practican films como Zero Dark Thirty (o peor aún Argo, que perdimos de vista –aunque ganó su Oscar– gracias a los “excesos” de Bigelow), amparados ambos modelos en la misma crítica complaciente.
A esas falsas formas del distanciamiento (en las antípodas de la desnaturalización brechtiana) se les aplica lo que hace ya casi cincuenta años planteaba Barthes en El grado cero de la escritura, en una época que no tenia miedo en llamar a las cosas por su nombre: “La escritura en su grado cero se quiere amodal; sería justo decir que se trata de una escritura de periodista si, precisamente, el periodismo no desarrollara por lo general formas optativas o imperativas (es decir, patéticas). La nueva escritura neutra se coloca en medio de esos gritos y de esos juicios sin participar de ellos; está hecha precisamente de su ausencia, pero es una ausencia total, no implica ningún refugio, ningún secreto; no se puede decir que sea una escritura impasible, es más bien una escritura inocente. (…) Si verdaderamente la escritura es neutra, si el lenguaje en vez de ser un acto molesto e indomable alcanza el estado de una ecuación pura sin más espesor que un álgebra frente al hueco del hombre, entonces la Literatura está vencida, la problemática humana descubierta y entregada sin color, y el escritor es, sin vueltas, un hombre honesto. Por desgracia, nada es más infiel que una escritura blanca”.
Nicolás Prividera / Copyleft 2013
Sinceramente no sé porque vindicar la pericia de Bigelow para realizar films de propaganda: nunca vi uno peor hecho!! 😀
Yo no sé si Bigelow filma desde un culposo distanciamiento y, en realidad, no me preocupa en lo más mínimo desde dónde filma, en todo caso me preocupa -me interesa sería más exacto- lo que muestra y como lo muestra; sí, la pantalla en negro del inicio y la muerte de la compañera de Maya son el acceso privilegiado a todo lo que viene después: la tortura, la búsqueda insaciable, los asesinatos indiscriminados…¿esto quiere decir que como espectadores debamos asumir que las prácticas de la CIA y la política de su gobierno están justificadas, se justifican a sí mismas,? ¿esto quiere decir que Bigelow suscribe este punto de vista? – aunque esto último tampoco me interese demasiado desde el momento en que muestra lo que muestra. Y si ese mostrar es a través del «aprendizaje» de la figura de Maya donde están asumidas el cumplimiento del deber (estamos en la CIA, ya sabemos que significa eso, el film lo muestra dicho sea de paso) y la venganza en ese orden aunque se mezclen ambas cosas constantemente es tan sólo, o tanto como esto, porque Bigelow nunca filmó un «colectivo», siempre filmó a través de sus personajes y, creo que en última instancia, filma el recorrido de sus personajes para arribar casi siempre a ese final sin horizonte, a esa convicción de sus personajes que saben que su anterior convicción ya no les sirve para nada o no saben qué hacer con ella, esto no sólo está en Zero Dark Thirty, está también en el final de The Hurt Loker y en el final de Point Break. Y si este es el relato oficial de los EE.UU, y si está en un film, mejor.
«¿esto quiere decir que como espectadores debamos asumir que las prácticas de la CIA y la política de su gobierno están justificadas, se justifican a sí mismas,?». No: eso quiere decir que como espectadores no debemos hacernos los distraídos dando a entender que Bigelow no se pronuncia en favor de la lucha antiterrorista.
«¿esto quiere decir que Bigelow suscribe este punto de vista?»: OBVIO: porque el acceso privilegiado a la tortura y la invasión es el recurso terrorista de las voces en off del principio. No es que lo suscriba en declaraciones periodísticas, es que lo hace mediante procedimientos cinematográficos formales.
¿Así que Bigelow se pronuncia a favor de «esta» lucha antiterrorista? ¿así que Bigelow suscribe este punto de vista? mirá vos…y me pregunto ¿es necesario que tenga que defender a Bigelow?: no, no es necesario.
Bigelow suscribe este punto de vista construyendo su film desde la mirada de Maya, una ferviente ejecutora de una política antiterrorista más enérgica que los lentos burócratas que tardan en entrar en acción. Después, periodísticamente vuelve a suscribir a las políticas antiterroristas yankis dedicándole a sus fuerzas militares cuanto premio gana.
¿Es necesario que vos defiendas a Bigelow? No, no es necesario. Creo que lo tuyo es puramente vocacional.
En cuanto a que Bigelow nunca filmó un colectivo, es falso: en el tercer acto, el del asesinato de Bin Laden, Bigelow abandona a su heroína melancólica y filma a un colectivo, el comando ejecutor. Menudo quiebre del clasicismo, ya que la escena de acción no se integra al resto de la película. Si respetara el punto de vista individual, no debería haber ido con los comandos a asesinar a Osama.
No me corras con una escena, vos sabés a lo que me refiero.
Yo no sé a qué te referís porque jamás alegás escena alguna para respaldar tu tesis de que Bigelow se distancia de la CIA. Yo no te corro con una escena: te mencioné varias. Acá te menciono unas cuantas más: http://tallerlaotra.blogspot.com.ar/2013/02/la-noche-mas-oscura-fascismo-cool.html
Aparte, te «corro» con una escena: el tercer acto del film, casi 40 minutos de película. Je.
¿así que si Bigelow costruye su film desde el punto de vista de Maya significa que está de acuerdo con el accionar de Maya?, ¿o sea que Maya no es Maya sino Bigelow, o casi?, ¿asi que si en una escena de casi 4o m. (en los cuales Maya está presente casi en 10m, aunque esto en realidad no importa demasiado desde el mismo momento es que ella es la impulsora y ejecutora intelectual de este accionar)) Bigelow muestra el asalto al refugio de Bin Laden (no es necesario que te aclare que asesinan, no?) Zero Dark Thirty es un film acerca de un colectivo de personas que persiguen a Bin Laden, así como Point Break se trata de un colectivo de personas que asaltan bancos y The Hurt Loker se trata de un colectivo de personas que desarman bombas?? ahora me queda más claro. ¿así que mi tesis es que Bigelow se distancia de la CIA?, tengo que buscar esta tesis, la verdad es que no recuerdo haber dicho eso.
No importa si Bigelow está de acuerdo: eso es un asunto privado de Bigelow. Yo me refiero a Bigelow autora, la que habita en la estructura de la película, la que propone que veamos al mundo a través de los agentes de la CIA. Y que veamos al enemigo musulmán a través de agentes de la CIA, que marcan disidencias técnicas y coincidencias estratégicas con la CIA.
Vos dijiste que la película no era nada complaciente con la CIA y hablaste de distancia. En realidad hacés un gran esfuerzo para quedar en el plano de la indeterminación, fascinado tal vez por la estrategia de pseudo-neutralidad de Bigelow autora. De modo que después de mucho hablar de la película, lo único que queda claro es que querés despolitzar su sentido, querés descalificar a los que hacen lecturas políticas son nombrarlos. Decís que Bigelow no filma a un colectivo, después decí qe sí filma a un colectivo. Incurriendo en el mismo tipo de vacilación de la película, que está entre Maya y el colectivo CIA, sin que haya un fundamento narrativo para ese abandono de la perspectiva individual para pasar al punto de vista del colectivo.
DE modo que vos decís una cosa, después otra, tratás de no decir nada, pero se queda claro que te interesa hacer una defensa de la política de autor de Bigelow.
Y no me respondiste nada acerca de tu tesis desmentida de que «Bigelow nunca filmó un “colectivo”, siempre filmó a través de sus personajes». Ni explicás el sentido del plano en negro del comienzo, antes de las torturas.
Yo creo que el debate quedería claro si «los canarios» se hubieran cargado a esos vecinos molestos… 😀
Evidentemente vos no lees nada de lo que digo así que no tiene el más mímino sentido seguir, pacientemente, tratar de aclararte lo que digo (que casi siempre es lo contario de lo que vos decís que digo) y tampoco tiene sentido continuar respondiendo tus preguntas como si esto fuera una suerte de tibunal inquisidor. Nos vemos en la próxima de Bigelow, o quizá antes. Saludos.
Yo comentaría «Las Sandalias del Pescador» para continuar el diálogo constructivo en un nivel más elevado! 😀
Mientras Bigelow hace con más (The hurt locker) o menos (Zero dark thirty) éxito interesantísimas y complejas películas sobre la alienación laboral, los parodistas involuntarios de Lukács no dejan de pronunciar sus acostumbrados dislates.
Dan lástima.
«Películas sobre la alienación laboral»?? Wow! Ay de los parodistas involuntarios de Porta Fouz.
No, claro, perdón, estimado juntacadáveres. Bigelow hace películas para demostrar que la CIA o el Ejército son buenos, buenos, buenos, y que todos en oriente son malos, malos, malos. Y las paga el Pentágono. Y entonces, ante las mentiras de la ideología hollywoodense y el MRI, nos refugiamos y nos babeamos con cualquier cosa de Straub- Huillet o de John Gianvito.
Bin Laden es el Macguffin de la película, es nada: una bolsa con carne y huesos que apenas se ve.
Coincido con Larsen. Años atrás Eric Rohmer hizo una película (La dama y el duque) cuyo punto de vista era el de una inglesa monárquica que mira con desconfianza la Revolución Francesa, y ningún crítico salió con los tapones de punta a decirle nada a Rohmer. Cuando En Perón/Sinfonía de un sentimiento, Favio cuenta el peronismo como si hubiera sido un cuento de hadas, sin mencionar, por ejemplo, el accionar de la Triple A, su tergiversación de la historia no molestó demasiado. Es más fácil pegarle a una directora yanqui sin prestigio previo.
Estimado Juan: escribí sobre ese film de Rohmer y mi mirada fue ambivalente: me interesaba el uso del digital y al mismo tiempo sí hice hincapié en la cuestión política, la que me importaba mucho, más allá de no compartir con él su posición política, algo que a Rohmer, probablemente, poco le interesaba. Por otra parte, en este blog, Prividera cuestionó ferozmente a Rohmer en los términos en el que usted adjudica que los críticos vernáculos no suelen hacerlo. Saludos. RK
PS: aquí lo de Prividera; http://www.conlosojosabiertos.com/ritornelo-sobre-rohmer/; mi artículo se puede leer en mi libro, Con los ojos abiertos (2004), aunque no era justamente una crítica sino una mención en un texto general. Algo similar dije respecto de Sokurov y El arca rusa. Saludos. RK
Me gustaría saber dónde estàn los defensores de Bigelow ahora…:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-261684-2014-12-11.html