EL HIJO DE SAUL / SAUL FIA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA VIDA ES FEA
El hijo de Saúl, Hungría, 2015
Dirigida por László Nemes. Escrita por Clara Royer y L. Nemes
** Válida de ver
Una ópera prima imposible de ignorar, cuyas maniobras formales impiden explicar las razones de su secreta trivialidad
Plano general fijo y desenfocado. El sonido se impone. A la izquierda del cuadro se oyen gemidos. Tal vez dos prisioneros están teniendo sexo. Es una insinuación. Una figura va adquiriendo nitidez a medida que se acerca y quede frente a cámara. Es Saúl, el rostro permanente de la película. Inicio de un programa estético, un solo objetivo ético. ¿Cómo filmar la conciencia enajenada de un Sonderkommander durante el mes de octubre de 1944 en Auschwitz? También: ¿cómo inseminar rápidamente la percepción misma a los cómodos observadores sentados en el cine?
El minimalismo narrativo de El hijo de Saúl se circunscribe a un núcleo conflictivo casi excluyente. Después de una ronda en la que los prisioneros pasan por la cámara de gas, un adolescente sobrevivirá a la aniquilación planificada. Saúl cree ver en él a su hijo. Rápidamente, un oficial nazi se encargará de completar su paso al otro mundo. Saúl se las ingeniará entonces para que no lo incineren y sentirá la obligación de darle una sepultura digna bendecida por un rabino. Obsesión y alucinación, ya que todo indica que esa víctima no es su hijo y que cumplir con esa misión secreta es, como mínimo, delirante. En Auschwitz no había tiempo alguno destinado a la piedad. Sin embargo, Saúl buscará a un rabino e intentará escapar con el cuerpo que descansa en la «morgue».
Si bien el film presenta una segunda subtrama, ligada a las admirables actividades de la resistencia de algunos prisioneros en Auschwitz, al joven director László Nemes, alguna vez asistente de dirección de su compatriota Béla Tarr, le interesa más la intensificación perceptiva de la enajenación de la conciencia de su protagonista que aquello que él percibe; el efecto del horror y no su plasmación y su representación.
En efecto, las actividades de estos prisioneros judíos de elite en el campo de concentración apenas se ven, menos todavía se sabrá algo de ellos. Saúl desviste a los judíos sin privilegios, revisa si tienen valores en los bolsillos, los lleva a la cámara de gas, luego arrastra cuerpos muertos y baldea para limpiar la sangre. La mecánica de los actos es el terror, pero la mirada se fija en la alteración de la conciencia de Saúl. El oído incorpora a los otros. Hay un pasaje temible vinculado a la cámara de gas, en el que la abyección del exterminio arrasa nuestros oídos.
El gran dilema de Nemes consiste en cómo equilibrar el sujeto de la conciencia y aquello que se representa en la conciencia que es su objeto, aquí una multitud de judíos asesinados en la fábrica de la muerte más luctuosa del Holocausto. El dispositivo lleva a desplazar la atención a Saúl y a esperar el éxito de su misión trascendente de enterrar a su hijo, y, por consiguiente, a “desentenderse” de las víctimas, que parecen interpretar un papel colectivo y secundario. Involuntaria psicosis infligida al observador, que pierde de vista el genocidio y se sitúa en una zona nebulosa sin Historia.
Que el desenlace haya incitado a lecturas alegóricas es la prueba de un fracaso no confesado. O, dicho de otro modo, la depurada percepción del mal no lo conjura, más bien habilita una anómala y sospechosa esperanza apoyada en una fe sin fundamento a la que se alude a través de la única sonrisa que se verá en toda la película.
* Nota: la semana que viene publicaré una segunda lectura en la que intento fundamentar más a fondo mis objeciones sobre el film de Nemes.
Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de marzo 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
“El hijo de Saúl” fue elegida en los Oscar, mejor película extranjera. No he visto aún el filme pero he leído varias críticas, incluida la de aquí arriba y parece tener todos los condimentos de una película abyecta: El tema y el tratamiento (que si bien evita las imágenes más tortuosas utiliza de manera permanente el sonido para expresar el sufrimiento de las víctimas) parecen indicar que va por ese lado.
“El hijo de Saúl”. Una crítica elogiosa de Jonathan Rosenbaum puede leerse aquí:
http://www.chicagoreader.com/chicago/son-of-saul-review-laszlo-nemes-geza-rohrig/Content?oid=21020402#.Vqpe3rAmzoE.facebook
Estimado Jorge:
No estoy seguro que el tema de mi objeción esté circunscripto en la estética como tal sino en lo que la estética produce: un desplazamiento excesivo en el interés dramático respecto de lo que le sucede a Saúl y lo que él quiere hacer con su «hijo».
Aquí puede leer otra crítica positiva sobre el film: http://www.tabletmag.com/jewish-arts-and-culture/195857/growing-up-absurd-in-auschwitz
Saludos.
RK
Otra cuestión más abstracta pero no menos importante: ¿Se puede ficcionalizar el Holocausto? Mi sospecha es que NO. Una cosa son los documentales de Claude Lanzmann, donde el Holocausto surge de los datos directos de la Historia, aunque por supuesto, la subjetividad del director le da una impronta personal a la lectura de esos materiales. En la literatura el ejemplo siempre citado es el libro de Primo Levi: «Si esto es un hombre»
Otra cosa es lo que pretenden directores como Nemes, que parten de una experiencia que no vivieron y a la que resulta imposible imaginar, y traten de crear una ficción que encima no parece aportar casi nada a la interpretación del hecho.
Me llama la atención en las fotografías el buen aspecto de los personajes. Para nada demacrados, con ropas decentes. ¿Falta de presupuesto para maquillaje y/o vestuario o desinterés por recrear las verdaderas condiciones de vida en los campos de concentración?
Hola Roger
Lo primero y màs importante es que deseo que estès bien.
Yo no he visto la película, asì que lo es probable que mee fuera del tarro.Pero, se me ha ocurrido, tomando tus dos últimos párrafos y especialmente leyendo : “ desplazamiento… perder de vista.. sospechosa esperanza…” que una lectura maravillosa para vos sería el ensayo de W.G.Sebald que està en Campo Santo en el que él habla, a su vez ,de otro ensayo : “Más allá de la culpa y la expiación”, de un autor austríaco, seudónimo Jéan Améry (1912-1978).
De todas formas, y aunque no sea para esta película, te dejo mi recomendación. Un abrazo grande. Mirtha Lucía
El hijo de Saúl es un simulacro, el hijo, sin imagen y semejanza: un simulacro. En el elemento de la simulación cinemática la masividad del sonido oscila entre la captación de un ser indiferente acaso infra-histórico y la tortura “eidética” de una reflexión sin efecto: causalidad de segundo o tercer orden. La caverna platónica (nuestro mítico cinematógrafo) se ha derrumbado sobre sí y la realidad exterior no proyecta más sus sombras, a menos, claro, que el fuego de los crematorios siga encendido y proyecte una sombra de tercer o cuarto orden. Contra la erección del Holocausto: los simulacros y la simulación. Contra la Moralidad de la Abyección el visceralismo materialista de cierto dispositivo audiovisual. Contra la Historia tantas historias y contra esas tantas un penúltimo adiós al lenguaje; contra el Juicio del dios-cristo-programador la masividad de los sonidos; contra la Selección-Natural de ciertos Festivales, la incrustación de una vaga novedad, tarea del cine-porvenir y de la crítica realizada con los ojos abiertos, los oídos al acecho. Oiga, vea. Premiación o mención ho[n](rr)orífica: última defensa del darwinismo festivalero. Que ciertos eventos de alfombra roja traten de neutralizar-desactivar-transubstanciar las anomalías cinemáticas en estilo internacional no es más que la programática agenda de los centros gravitacionales de la programación, no es curioso ya que esa internacional y ecuménica corporación esté en “franca” comunión geográfica y social con los “centros” financieros occidentales. Neuralgia occidental; El hijo un simulacro y Saúl otro tanto, la única diferencia entre uno y otro es que los vivos son aquellos a los que todavía se les puede traicionar-premiar mientras que los muertos son aquellos a los que todavía se puede intentar defender, rescatar. Periferia infra-histórica de cierta cinematografía anómala. Ante el cannino imperativo de llevar los cuerpos al horno, Saúl parece insinuar: Preferiría no hacerlo.
Alta peli.