EL OJO Y EL OÍDO TIENEN MEMORIA

EL OJO Y EL OÍDO TIENEN MEMORIA

por - Entrevistas
27 Abr, 2025 02:47 | Sin comentarios
Se estrena una nueva película de Gustavo Fontán. Se llama Los ríos. Dura menos de una hora, pero es suficiente para recordar que todo puede ser visto y oído de otro modo.

Los ríos es la última incursión de Gustavo Fontán en un territorio estético que se delimitó con nitidez en La orilla que se abisma. Aquella película trabaja sobre la poesía de J. L. Ortiz sin citarla, apenas una cita aislada en algún pasaje, no más. La proeza de aquel film seminal para su obra consistía en traducir el verso en plano. Los malos cineastas ilustran la palabra poética con una imagen. 

En las películas precedentes, ya existía ese intento por filmar la vida ordinaria como si se tratase de un acontecimiento, pero nunca había sido, hasta el film citado, el centro de su interés. La ambivalencia entre narrar y percibir persistió en lo que vino después. Basta nombrar La casa y La deuda para dar un ejemplo. No se trata de ninguna vacilación en el interior de su poética. Según el caso, Fontán se inclina más por una vía que otra. La combinación no tiene una regla. El desplazamiento responde a la necesidad del cineasta y su recepción del campo elegido para filmar. La terminal, por ejemplo, puede ser vista como una extensión conceptual del final de La deuda. En las dos el amor es un dilema, el dinero, un signo complejo y la soledad, un destino. Pero la absorción del desenlace de la primera es esencialmente el principio poético de la segunda. 

Los ríos evoca escenas de El rostro, El limonero real y El día nuevo. Se dirá —con razón— que esta película propone una experiencia sensorial. Es una declaración indesmentible. Pero, tal vez, es también una descripción un poco perezosa. Los ríos es algo más que un conjunto de planos destinados a embriagar. Hay signos tenues que acompañan. Hay una historia de un hombre con miedo, como también frases intermitentes que tiñen la percepción en dirección a un entendimiento de la experiencia material del mundo. Aunque lo importante no reside en las palabras: los planos las cobijan como corresponde, pero no dependen de la precisión lingüística. 

Los ríos

A esta altura, siempre se dice lo mismo: el cine de Fontán está cerca de la poesía. Pero ¿qué significa decir eso? Una vía de la palabra poética consiste en desentenderse de todo imperativo productivo. Constatar que las cosas existen porque sí es también entrever que todo lo que es puede ser visto sin ningún precio. En lo improductivo no existen las mercancías. Hay otras posibilidades para la palabra poética, pero la tradición de Fontán es aquella en la que legisla la materia antes de esta que pueda ser fagocitada por un sistema interpretativo de valores. 

Es por eso que el trabajo de los ojos y los oídos en las películas de Fontán prepara un encuentro con un mundo que no es regido por la extracción y la conveniencia. En el empirismo encantado de Fontán la relación con los seres vivos, los objetos y los fenómenos naturales responde a una coreografía del estar y del estar junto con todo lo que acompaña. Es la rosa sin un porqué de Angelus Silesius, pero en una versión maximalista. Todo es porque sí. 

¿No es una absoluta dicha abrir los ojos y ser encandilado por la luz? ¿No es un motivo mayor para seguir adelante el placer orgánico de que el oído pueda percibir el viento de vez en cuando? Los ríos es la memoria de esa experiencia posible. Habría que considerar estas películas y algunas otras del cineasta como una ejercitación orientada a la recuperación de la sensibilidad. La atrofia es de magnitud, porque tras un régimen atroz de sobreestimulación, los efectos perniciosos sobre la observación y la capacidad de atención frente al mundo no pueden ser tomados a la ligera.

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Roger Koza: En su cine hay dos vectores en constante tensión que podrían nombrarse del siguiente modo: un imperativo de indagación perceptivo sobre el mundo circundante y una voluntad narrativa posible que es una forma de respuesta al acto de observar y escuchar. La voluntad narrativa no necesariamente se formula como prosa. Puede encontrar una formulación intermedia asociada la poesía. Un buen ejemplo reciente fue La terminal, una película en donde los dos vectores están presentes de modo constante, aunque la palabra en sí está casi elidida. El tiempo ha pasado, existe un cuerpo de películas y quizás pueda describir mejor qué es lo que viene haciendo hasta acá.

Gustavo Fontán

Vayamos a Los ríos. El título alude a una geografía y eventualmente a un ecosistema. Pero la película también podría haberse llamado “La luz”. ¿Por qué eligió ese nombre? Tampoco Los ríos se ciñe a una sola geografía. Hay varios planos que son de Buenos Aires, según entiendo de su casa, aunque la mayoría remite al Paraná. 

El registro se define por dos o tres operaciones de composición. La primera es permanente: la cámara siempre está en movimiento. No es veloz, pero sí invariable en su negación de inmovilidad. Esto aparece con mayor incidencia desde El rostro. En Los ríos es ostensible. ¿A qué se debe? 

Los ríos

La segunda operación radica en una relación no del todo inteligible entre lo visto y lo no visto. En lo que se puede ver hay algo que interfiere amablemente. ¿Qué busca mediante esa interferencia?

La tercera operación podría pensarse estrictamente por la relación existente en la escala del plano y lo que aparece en él. Los árboles se suelen filmar en contrapicado o, en su defecto, en picado, pero atendiendo al reflejo en el agua de los ríos. Los rostros, cuando aparecen, en primerísimo plano. ¿Cómo piensa todo esto? 

Al pensar el montaje y su resultado como un todo, la impresión es que existen cinco series que se combinan y repiten en una cadencia, de donde nace un conjunto de secuencias que bien podría describirse como una modalidad cinematográfica parecida a la poesía: los animales, principalmente los pájaros y los perros; la luz del sol como fenómeno central de la experiencia vital; los árboles; los hombres, las mujeres y los niños en situaciones dispares; los ríos. De ser así: ¿es algo que decide antes o después de filmar? ¿Cuál sería el principio poético que subyace a todo esto y liga los fragmentos en un todo?

Los ríos

El sonido es clave en todo. Usted acopia sonidos del espacio filmado, pero también los yuxtapone con sonidos trabajados a posteriori, en algo que se asemeja más a una composición musical no melódica articulada con sonidos del mundo. No es el realismo sonoro lo que le interesa. Más bien se inclina a una reconstrucción poética musical de un paisaje y del mundo. ¿Puede explicar cómo piensa el sonido, que no parece ser un refuerzo sonoro para darle constatación auditiva a lo que emerge visualmente, sino algo que indica una experiencia que ya no se define por la visibilidad o por la estricta relación entre lo que se escucha y la referencia?

El relato de Godoy se contrapone a citas diversas de una literatura cercana a usted. Héctor Viel Temperley, J. L. Ortiz, entre otros. ¿Esas citas están antes de empezar a trabajar o llegan después? Sobre ellas sobrevuela un concepto de alusión intermitente y en ocasiones una idea de repetición que en su insistencia construye un misterio.

Los ríos

A todo esto, usted escribe apuntes mientras filma, que luego toman forma de libro. ¿Cómo ve esta relación entre el libro y la película, o entre la palabra y el mundo de las imágenes en movimiento con sonido?

Por cierto: ¿ha finalizado su película sobre el Hospital Británico? ¿Y es verdad que viene filmando otra película, más cercana a La deuda o a El limonero real, por segunda vez con Marcelo Subiotto? ¿Puede anticiparnos algo?

Roger Koza / Copyleft 2025