EL ORIGEN / INCEPTION

EL ORIGEN / INCEPTION

por - Críticas
31 Jul, 2010 10:46 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

por Roger Alan Koza

LA VIDA ES SUEÑO

El origen / Inception, EE.UU.-Reino Unido, 2010.

Escrita y dirigida por Christopher Nolan.

** Válida de ver

La última película de Nolan es temáticamente coherente con toda su obra y una pieza paradigmática del cine industrial de nuestro tiempo en su vertiente «intelectual».

Muchas reseñas sobre El origen insisten en la proximidad entre la última obra de Christopher Nolan y la concepción de los sueños en el psicoanálisis. ¿Un estudio sobre la psique en clave pop? ¿Freud revisitado por Hollywood? Puede ser, aunque esta nueva aproximación del director de Batman, Noches blancas y Memento a su tema predilecto, la alteración de la percepción y el carácter contingente de la identidad, es más bien un thriller filosófico.

El sólido Leonardo Di Caprio es un espía corporativo llamado Cobb, un hombre capaz de extraer y leer el subconsciente ajeno. Este fugitivo de la justicia norteamericana, viudo y padre de dos hijos a los que extraña durante su obligada ausencia, surfea libremente a través de los sueños de los otros, excepto si el “subconsciente ha sido militarizado”. Asistido por una tecnología jamás descripta pero efectiva, él y sus ayudantes se conectan con las representaciones oníricas de sus blancos.

Cobb será contratado por el líder de una corporación japonesa. El objetivo: manipular la suerte de un competidor monopólico. Ya no se tratará de descifrar los secretos del subconsciente del rival más poderoso sino de inseminar un pensamiento que pueda alterar el deseo y por lo tanto la identidad. El pensamiento es un virus, el más poderoso; una idea dirige la voluntad. Y no será una misión sencilla porque semejante tarea implica múltiples niveles de manipulación, o dicho de otro modo: trabajar sobre los sueños que se tienen en los propios sueños. Además, a Cobb le persigue una pesadilla íntima en la que su mujer es protagonista excluyente, un subtexto del filme en el que se puede vislumbrar las consecuencias de la radicalización del dilema filosófico y la introducción de un tema psicológico: la culpa.

Si Matrix de los hermanos Wachowski funcionaba como una introducción a la filosofía platónica y el mito de la caverna, El origen parece una introducción perfecta a la primera meditación metafísica de Descartes: no hay un criterio preciso y confiable para distinguir entre la conciencia de vigilia y la onírica; la certeza es un mito; aunque también, durante los sueños, somos creadores sin restricciones. En esa tierra inmaterial en donde la ley de gravedad no existe y el espacio se curva, así como el tiempo posee otras reglas, la genialidad es un bien de todos.

Escrita y dirigida por Nolan, no hay duda de que se trata de una película personal. Sus obsesiones están presentes, pero la espectacularidad de sus efectos, algunos admirables, termina por debilitar su apuesta filosófica y la fluidez narrativa del filme. Todo se explica, se subraya y se banaliza. Los sueños yuxtapuestos devienen en pasajes de acción: una persecución automovilística, el escape de un edificio y el ataque a una fortaleza situada entre unas montañas nevadas son tres películas de acción irrelevantes y mecánicas que, unidas por un mismo tiempo narrativo, pretenden ser un modelo narrativo ingenioso. Una mirada más atenta podrá verificar que el montaje cruzado de ese desenlace es como mínimo elemental. El ralentí de una camioneta a punto de desplomarse en un río, el descenso veloz de un ascensor y la caída libre de la heroína son una consecuencia lógica de la propuesta. El origen, además, suena bastante mal: su banda de sonido es omnipresente, como si la supuesta densidad filosófica demorara la marcha de los planos. La música solamente parece detenerse ante la orquestación de un tiroteo. Y si bien la digitalización permite imitar una escalera de Escher o doblar el espacio como si se tratara de un papel delicado, dos secuencias notables, el arte cinematográfico poco tiene que ver con las bondades de un software y la paciencia infinita en la edición.

En un pasaje intranscendente, un personaje mira un retrato del pintor Francis Bacon. Es un rostro fragmentado, desarticulado, un rostro desprovisto de unidad en el que la identidad humana se devela frágil y deleznable. Es un plano de transición, casi imperceptible, y es allí donde descansa el centro filosófico del filme, aunque la distancia que hay entre el arte de Bacon y el de Nolan es tan inconmensurable como la que existe entre la materialidad del mundo y la insustancialidad de los sueños.

Esta crítica fue publicada en una versión distinta por el diario La voz del interior durante el mes de julio 2010.

Roger Koza / Copyleft 2010