EL PICASSO DE PERSIA (FIFI HOWLS FROM HAPPINESS) / FIFI AZ KHOSHHALI ZOOZE MIKESHAD

EL PICASSO DE PERSIA (FIFI HOWLS FROM HAPPINESS) / FIFI AZ KHOSHHALI ZOOZE MIKESHAD

por - Críticas
10 Abr, 2015 01:32 | 1 comentario

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LOS OJOS DEL OÍDO

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El Picasso de Persia (Fifi Howls From Happiness) / Fifi az khoshhali zooze mikeshad, EE.UU-Irán-Francia, 2013

Escrita y dirigida por Mitra Farahani

*** Hay que verla

La segunda película de la hermosa directora iraní es una demostración de que la austeridad de medios no impide hacer grandes películas.

El título original de este notable filme de Mitra Farahani, “Fifi aúlla de felicidad”, alude a una obra menor e inicial del pintor iraní Bahman Mohassess, una de las pocas que este artista iconoclasta decidió conservar en su exilio secreto. Su pasión por destruir sus creaciones resultará indescifrable a lo largo del filme, aunque ese pathos proclive a la aniquilación es la contrapartida de una lucidez incómoda que suele estar acompañada y matizada por un humor sarcástico y una inquietud poética: “Un animal muere mientras vive. Un humano vive en la muerte”, afirma Mohassess.

El travelling hacia atrás con el que arranca el filme muestra el reverso de esa obra de juventud. Inmediatamente, habrá un plano del living del hotel en el que Mohassess vivió en Roma durante muchísimo tiempo mientras el personal de limpieza desarrolla sus tareas específicas. Después de que escapó de la Revolución Islámica, la mayoría había asumido que Mohassess había muerto. Esa fue la creencia general durante 40 años, pero Farahani tenía indicios de que el artista estaba vivo.

En un momento, Mohassess le advierte a la joven directora que salir de la habitación del hotel podría ser beneficioso para su película, pero que sería una decisión inapropiada porque su mundo es su propia pieza. Lo extraordinario es que esta inmovilidad física autoimpuesta jamás transforma el escenario en un paisaje monótono o claustrofóbico. Las anécdotas de su vida, las reiteradas citas poéticas, sus ideas políticas y existenciales son suficientes para sostener la película, lo que no significa que Farahani obedezca esa premisa.

El procedimiento poético es rítmico y variado: algunos fragmentos de El ojo que escucha, un documental sobre Mohassess de 1967 dirigido por Ahmad Faroughi, permiten ver en perspectiva la importancia del artista; por otro lado, dos coleccionistas iraníes que viven en Dubai y pretenden comprar lo que queda de la obra de Mohassess funcionan como actores secundarios, lo que habilita un elegante juego narrativo y comparativo con una obra inconclusa de Balzac. Habría que decir que todos los planos en los que se ven sus pinturas y esculturas demuestran una sensibilidad singular que nada tiene que envidiarle a Picasso. La predominancia de peces o de figuras humanas que se cruzan con animales diversos en sus pinturas excede el rótulo de cubismo. Hay algo enteramente original en el arte de Mohassess.

“Soy un individualista”, dice Mohasses, una afirmación filosófica en desavenencia con el culto masivo a la personalidad de los líderes que se ejercita en su país. Este admirador de El gatopardo y Mozart, abiertamente homosexual y ateo, literalmente se empezará a despedir del mundo frente a cámara. El aforismo citado en el primer párrafo será una realidad de la puesta en escena. La resolución formal de ese pasaje es austeramente conmovedora y evidencia una ética de la estética. ¿Cómo filmar una muerte? Escuchándola. El oído es capaz de ver, secreto que los buenos cineastas jamás olvidan.

Esta crítica fue publicada por el diario La voz del interior en el mes de abril de 2015

Roger Koza / Copyleft 2015