EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN: LLEGANDO LOS MONOS
Por Nicolás Prividera
No vi ninguna película de la saga Transformers porque reúne todo lo que detesto, tanto en particular (los robots desangelados, entre ellos Michael Bay) como en general (el gigantismo, la primacía del efecto, etc). Todo lo que me hace apreciar, en cambio, la nueva saga de El planeta de los simios: con todos sus defectos, ahí sí veo “un amoroso intento de superación dialéctica donde el cine clásico sobrevive homeopáticamente en un nuevo cine desvinculado casi por completo del registro de lo real”, como dice Roger hablando de la última esperanza de Hollywood. Diría que por primera vez acepto la “(r)evolución” digital, aunque claramente sea la excepción a la regla y todo esté perdido: el futuro le pertenece a los robots, no a los homo sapiens
Por eso mismo El planeta de los simios: confrontación me parece valiosa en el contexto de una cartelera de blockbusters que solo apelan a emociones primitivas y batallas sin fin. Aquí, en cambio, veo al menos una meditación sobre la política (aunque más no sea una “política explicada a los niños”, tal como yo mismo la aprendí viendo la saga original en los 70…). Y también una puesta en escena del conflicto entre dos mundos que intentan convivir: el de los principios bazinianos del cine y la (r)evolución digital. Veamos:
El uso del 3D es notable precisamente por su relación con la construcción de un universo digital que bucea en el hiperrealismo, ya no para mostrar –como Spielberg en Jurassic Park– como dar vida a lo extinto, sino para pensar la inevitable evolución. Arriesgo creer que se trata de una suerte de resistencia baziniana (con perdón de la exageración), como la que intentaba Cuarón en Gravedad: incluso con sus contradicciones o caídas, ambas películas se plantean como puede convivir una imagen como ontología de lo real con la destitución digital de lo documental.
Digamos que hay una concepción del universo digital a años luz de -por ejemplo- la contradictoria e insípida imaginación new age de Avatar, como si en su hiperrealismo simiesco hubiera un intento de mediación con lo real sin renegar del materialismo (“histórico” incluido…). De eso trata esta saga, finalmente: de especies que podrían convivir, aunque ya sepamos como termina la película y su lucha de clases…
Lo que se discute es la posibilidad o no de una convivencia pacífica, que es la base misma de la política. Y todavía estamos en los albores de la creación del Estado simiesco, que hasta ahora solo tiene un mandato («simio no mata a simio»), que encima se rompe en la peor resolución posible: quitarle al Otro su condición (o sea: la típica y humana salida hollywoodense para justificar la venganza como retribución). Ahí se puede ver la mayor nota discordante con su propio origen.
La saga de los 70 (de la que ésta no es un burocrático relanzamiento) partía de la fidelidad a la idea original de la novela de Boulle, que era menos una historia de ciencia-ficción que una fábula moral al estilo de los Viajes de Gulliver de Swift: el héroe se ve inmerso en un mundo lejano que no es más que una inversión irónica de la humanidad y sus males. Pero a la discusión filosófica sobre la “simiedad” (y si los simios descendían de los humanos…) se le sumaba en los capítulos finales una mirada directa sobre el presente. No en vano esta nueva saga toma elementos de los dos últimos: si (R)evolcución tomaba como base La batalla del planeta de los simios (en la que César es una suerte de Malcom X encabezando una rebelión clasista y combativa), Confrontación replica La conquista del planeta de los simios (donde un César ya martinlutherkingesco se enfrenta tanto con un lugarteniente belicoso como con un grupo de humanos que quieren usar armas nucleares en su afán de acabar con el Otro).
Es cierto que los lazos parentales están ahora en primer plano (ay, esos álbumes de familia…), pero en el caso del protagonista responden a la misma motivación: la relación del origen del héroe con un benefactor humano (raíz de ese amor por la humanidad del que sospechan los monos… y los críticos). No se trata de que las motivaciones psicológicas sustituyan a las políticas: el saludo final entre César y el buen hombre blanco logra mayor densidad que en un western porque sabemos que esta vez los indios van a ganar… y porque la película construye pacientemente esa identificación (política). Esta vez la naturaleza tiene sus razones.
No se trata, por tanto, de otra estúpida fábula de Disney: en todo caso, la analogía que se puede hacer con El rey león está dada por la evidente inspiración shakesperiana (aunque en este caso se trate más de Julio César que de Hamlet), sin que tampoco debamos esperar esas profundidades: con pasar de Hobbes a Maquiavelo ya habremos adelantado. Y de hecho todo hace suponer que el conflicto se desarrollará, en ese futuro Estado simiesco, más por el trasvase generacional que por la acrítica asunción del lugar del padre (aunque parece que habrá César para rato…)
Nicolás Prividera /Copyleft 2014
Para mi el problema de la película es que los conflictos se presentan de manera muy elemental y que los personajes no terminan de ser suficientemente interesantes, particularmente el personaje de Koba, y esto debilita el conjunto. Que los simios y los hombres se comporten de la misma manera es sin duda el principal acierto de la trama, pero a uno y otro lado tenemos a los malos y los buenos de siempre, sin mayor relieve y sin espesor personal -el personaje de Oldman es el ejemplo más claro del lado de los humanos-.
Prefiero la primera… pero con las dos me pasó lo mismo: percibo que empiezan prometiendo mayor profundidad y se van deshilachando y perdiendo consistencia.
No me parece que sea tan elemental, desde el momento es que pesa más el conflicto inter-grupos que el de las especies entre sí. Eso refuerza el «parecido» swftiano, que es precisamente su gran acierto. En eso no solo sigue la saga original, sino que la supera al tener como protagonista al Otro (y no al típico héroe wasp). Es como un western protagonizado por un indio, y en que los indiios ganen… Eso si es ciencia-ficción. En todo caso, el problema es como replica en el mundo simiesco ciertas prerrogativas de Hollywood (la venganza, la espectacularidad, etc).
Sí, el acierto es como vos decís: el héroe mono. El desacierto: el imaginario WASP. Y al decir esto me refiero a la segunda. La primera era más estable en todos sus órdenes. RK
Es cierto que Koba, sobre el final, se transforma en una caricatura endemoniada; pero en el primer tercio de la película parecía expresar mejor las razones de su radicalismo: la escena en que impugna cualquier compromiso con los humanos, simplemente exhibiendo sus heridas, es – creo – la más potente de todo el film.
No se si la primera era mas equilibrada, al contrario: no había aun mundo simiesco con peso propio… Y no hay que olvidar que los guionistas no son monos ni mucho menos: son wasp. Tampoco esperemos una «(r)evolución» en Hollywood.
En cuanto a la «profundidad» o «relieve» de trama y personajes, creo que hay que diferenciar: entiendo que se considere mejor un cine en el que «todos tienen sus razones» (como se decía de Ford, aunque los indios las tuvieron recién en sus últimas películas…). Pero el cine popular no pretende el psicologismo a lo Bergman, trabaja obviamente en otra tradición (más cercana a los estereotípos… sin que eso signifique una calidad «menor», ni tampoco una menor relación con la supuestamente ambigua complejidad de la realidad). Digo: si existiera un cine en Marte e imaginaran una Tierra donde se bombardea brutalmente una población civil, la critica marciana seguramente dirá que esas villanías no ocurren…
El odio de Koba proviene de lo que los hombres han hecho con él y funciona como la imagen negativa de César que sostiene su intención de convivencia precisamente en las mismos motivos. Ambos son simios regidos por su relación y sus experiencias contrastantes con los humanos, pero en el film la violencia de Koba se exhibe sin vueltas, sin preguntas y, a partir de su decisión de quebrar su lealtad a Cesar, que encuentro insuficientemente narrada, sin otra justificación que el deseo de poder. El film deviene entonces en una lucha de poderes y de formas de concebirlo y ejercerlo que se desprende de los orígenes del conflicto. Comparto Nicolás que trabajar sobre estereotipos no es necesariamente un defecto, me parece, eso sí, que el problema aquí es por qué los personajes devienen en estereotipos y no encuentro otra explicación que la necesidad de simplificar el conflicto para conducirlo a una resolución espectacular.
Creo que le estamos exigiendo demasiado a una película mainstream: del mismo modo en que sería imposible a una película de 100 palos verdes no tener una música insoportable, aun menos lo sería tener personajes más ambiguos. Pero es ciertoi que Koba es una caricatura ya desde su nombre: el apodo remite a Stalin, que no era precisamente un mono bruto… pero ahí esta escena que de algún modo podemos leer como autocrítica, cuando Koba se hace el zonzo frente a los humanos (que vendrían a epreserntar al espectador medio, digamos), cumpliendo sus expectativas en cuanto a como se comporta un mono. Esa inteligencia del personaje es la que tal vez la película no logra o puede desarrollar: de hecho Koba termina siendo un personaje mucho menos interesante que César, cuando en la realidad es quien habría vencido (como Stalin…). Pero incluso Shakespare muestra a Bruto como un buen hombre cegado que termina perdiendo frente a Marco Antonio, el vengador de César… Claro que en Shakespeare la pasiones siempre son políticas (incluida la venganza). En cambio, la muerte de Koba (personaje que hubiera merecido también poder crecer) está mostrada de modo convencional, sin que la película se pregunte que quiere decir César cuando le dice que ya no pertenece a su clase (significa que Koba se ha vuelto «demasiado humano»? Pero no es el mismo César el que asume su humanidad con ese asesinato?) En fin: habrá que esperar la próxima parte para saber si los simios encuentran su camino o se rinden incondicionalmente ante Hollywood.
Otra forma de ver lo que ocurre en la película es que el don de la inteligencia es también la puerta hacia el infierno y que el ser humano, en su deseo por librarse así mismo de la muerte, le provoca y la atrae con mas fuerza hacia si mismo.
Creo que la película escapa de esa tentación «teológica» de pensar el conocimiento como caída y la naturaleza como paraiso. De hecho a los creacionistas les debe caer bastante mal una película en la que el héroe es un mono que heredará la tierra…
Desde el momento en el que el simio se convierte en Cesar, se convierte en algo diferente. Cesar es el inevitable heredero de todo lo que es humano y eso el incluye al dúo del miedo-muerte.
Me parece que la película plantea justamente lo opuesto a lo que dice Daniel en su comentario. Estoy lejos de ser un especialista en zoología, pero Koba es un bonobo, subespecie de chimpancé que en su hábitat natural es frugívoro, se organiza matriarcalmente y le da al sexo un rol clave, más allá de la reproducción, incluso para resolver sus conflictos; César, en cambio, es un chimpancé común, subespecie omnívora, más violenta y organizada en clanes dominados por un macho alfa. En la película las cosas se dan vuelta, lo que -creo- es un intento por responder la eterna pregunta acerca del origen del mal. Es la cultura -el maltrato que le infringieron los humanos durante años- lo que hace «malo» a Koba, y lo mismo pasa -en sentido contrario, digamos- con César. De ahí que César termine renegando de la máxima «para un mono no hay nada mejor que otro mono». De hecho, monos y humanos están separados en la película por el agua (el estrecho de Golden Gate), así como chimpancés y bonobos fueron separados hace miles de años por el río Congo.
Si los guionistas tenían esta data es una buena explicación, si no es una sobreinterpretación (que no deja de ser interesante). Lo que me hace ruido en toda este argumento zoológico es lo de «para un mono no hay nada mejor que otro mono», que suena un poco gorila…
Yo creo que no es casualidad que hayan elegido a un chimpancé y un bonobo. Recuerdo un breve texto de Peter Singer -un tipo cuya obra no conozco demasiado, pero en principio no me enamora- sobre la primera película de esta nueva saga (http://www.clarin.com/opinion/etica-film-planeta-simios_0_540545959.html) que da alguna pista en ese sentido.
Y aunque aparece algún que otro gorila en pantalla, pero no intenté caer en un chiste fácil ni en una provocación antiperonista. Es lo que dice César: primero pensó que para un mono no había nada mejor que otro mono, pero después de lo que hizo Koba advirtió que para un buen homínido (mono o humano) no hay nada mejor que otro buen homínido.
Siguiendo tus citas (no textuales) se puede seguir con la analogía: Perón primero pensó que «para un peronista no hay nada mejor que otro peronista», pero después advirtió que «para un argentino no hay buen nada mejor que otro argentino». El problema es que dejó a su propio Koba de heredero…
Mejor volvamos a los monos: también lo del «virus» es real, como el ébola. Así que no sería raro que (extrenmando el imperativo realista) se hayan basado en esas consideraciones. Lástima que el guión no las desarrolla demasiado.