EL RAPTO

EL RAPTO

por - Críticas
25 Dic, 2023 08:51 | Sin comentarios
Rodrigo de la Serna resplandece en este relato sombrío que vuelve sobre el caso SIvak.

EL HILO ROJO DE LA POSDICTADURA

Hace ya un tiempo que viene sucediendo: la realidad política, usualmente ausente en el cine argentino, ha reaparecido paradójicamente gracias a las plataformas, sea bajo la forma de películas o series. El ejemplo más reciente es El rapto, esperable adaptación de El salto de papá, de Martín Sivak. La convocada para la tarea fue Daniela Goggi, quien después de Abzurdah (2015) El hilo rojo (2016) adapta otro best-seller, pero esta vez más cercano al true crime (ese género preferido por las plataformas), pues aunque no deje de tratarse de un drama familiar, está inextricablemente conectado con su tiempo histórico, el mismo que el de El clan (Trapero, 2015) y 1985 (Mitre, 2022). De la primera retoma el tema de los secuestros extorsivos, de la segunda el contexto político.

Podría decirse que hay una obvia continuidad entre El rapto y 1985: mismo año, mismo tono pastel. Pero en cierta manera hay también una ostensible contracara: Alfonsín ya no es una bienvenida sombra, sino una presencia nada inocente. Como la de todo un poder político infestado de remanentes de la dictadura. Del mismo modo, aquí la vida familiar no es un remanso sino un lugar más donde se cuela la vida pública. Podría decirse que El rapto es la película que mejor capta la atmósfera de la posdictadura, ese período indeterminado (que tal como sugirió Silvia Schwarzböck y podemos ver en estos días, aún sigue abierto). Goggi y su coguionista y actriz, Andrea Garrote, dejan claro esas conexiones entre pasado y presente (en una escena se hace una referencia a la fuga de capitales que es un voluntario comentario de actualidad).

La película se detiene en el por entonces famoso caso Sivak, mostrando el entramado público y privado a su alrededor, a través de la figura protagónica del hermano del secuestrado. Ese personaje y ese hecho parecen condensar ese oscuro momento de intereses cruzados.  Según Martín Sivak, Jorge nunca logró romper con la empresa de su padre, que comenzó con fondos no declarados del Partido Comunista y tuvo varios negocios (minera, inmobiliaria, financiera). Después del secuestro ya no pudo escapar de las presiones y los negocios delirantes, y quedó atrapado en la empresa familiar. “Había sido preso político durante la dictadura de Lanusse, y le resultaba insoportable volver a la cárcel por un delito económico”, dice Martín intentando explicar su suicidio.

Las hijas de Osvaldo Sivak hicieron público su desacuerdo con el libro: “En nuestra opinión, busca responsabilidades por el suicidio de su padre dentro de la familia y desatiende las secuelas y el contexto del país donde se produjo uno de los delitos más siniestros, como es el secuestro extorsivo seguido de muerte, del que fue víctima nuestro padre”. Evidentemente hubo luego un acuerdo, legal o formal, pues eso queda claro en El rapto. De ahí que ese título deba interpretarse no solo en referencia a la «acción de secuestrar a una persona», sino en el otro sentido de la palabra: «manifestación violenta y repentina de un sentimiento o de un estado de ánimo».

Así como en la mencionada escena, la película deja un rastro de indicios (como el flashback-pesadilla de simulacro de fusilamiento, o la referencia a la relación del pater familias con la dictadura) que intentan reponer los momentos de esa vida para comprender su final. Pero aun la enorme actuación de Rodrigo de la Serna no logra suturar esos saltos. Pues (en parte por esa necesidad de no dejar heridos) todo el tercer acto –posterior al secuestro y su fatal resolución– parece descolgado, descolocado, desubicado. Como la canción final (una vez más, de Charly García), una concesión que desentona aun más que en 1985: porque “No te dejes desanimar” podía ser escuchada en 1977 como un acto de resistencia, pero al final de El rapto queda como una entrega a las heladas aguas del cálculo.

El rapto, Argentina, 2023

Dirigida por  Daniela Goggi.

Escrita por  D. Goggi y Andre Garrote.

Nicolás Prividera / Copyleft 2023