EL REBELDE IRREDIMIBLE
Por Roger Koza
Si hay una cinematografía fundamental en la historia y presente del cine, que brilla por su ausencia en la carteleras en los últimos años, es la japonesa. Después que pasó el berretín del Horror J, aquellos filmes de terror con niños y adolescentes con rostros blanquecinos y de movimientos espáticos, ver una película nipona en nuestra ciudad es casi imposible. Pero al Hugo del Carril llega Seijun Suzuki, figura seminal del cine moderno japonés.
A menudo, aquellos artistas que fueron rebeldes en sus inicios, después de un tiempo se normalizan, abandonan el gesto fundacional y devienen en clásicos. No es el caso de una generación de cineastas iconoclastas japoneses. Suzuki, Wakamatsu, Oshima y Adachi, desde la década del ’60 hasta la actualidad, nunca dejaron de ser formal y temáticamente desobedientes. Quien desee podrá comprobarlo desde este jueves 31 de mayo al domingo 3 de junio en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49) que, gracias al aporte de la Fundación Cinemateca Argentina, exhibirá ocho de las más de cincuenta películas de Suzuki. El ciclo abarca tanto los primeros trabajos como los últimos.
Marcado para morir es la película clave de sus inicios. En principio, se trata de un filme típico del género de yakuzas. Si la modernización de Japón acabó con los clanes de samuráis, su sustitución perversa se dio a través de una nueva figura: los clanes mafiosos de yakuzas. Suzuki se apropia del género, pero su modernidad radical trastoca las convenciones e inventa formas. Los resortes del relato son convencionales: un asesino profesional (y fetichista del aroma del arroz recién hervido) tiene un par de misiones. Su deseo es convertirse en el Asesino Número Uno dentro de un sistema de competencia en una organización criminal. La aparición de una mujer llamada Misako, que le encarga una nueva misión, lo hará enfrentarse en un ring de boxeo con su némesis, el Asesino Número Uno.
Lo distintivo aquí es una modalidad narrativa fragmentada y un trabajo formidable de montaje en el que la experimentación es la regla. Decía Suzuki dos décadas atrás: “¿Por qué se debe hacer una película acerca de cuestiones que uno entiende completamente? Yo filmo lo que quisiera entender”. Sin duda, la desorganización espiritual tras la Segunda Guerra Mundial, la “americanización” de Japón y los efectos en la sociedad japonesa están oblicuamente presentes en sus películas.
En el ciclo se verán dos obras maestras recientes: Pistol Opera (2001) y Princesa Tanuki (2005). En ambos casos el refinamiento formal de Suzuki es admirable e hiperbólico. Si bien seguir la lógica del relato puede requerir un plus de atención, pocas veces se puede ver el esplendor del cine y la riqueza de su lenguaje como en estos dos títulos obligatorios.
Roger Koza / Copyleft 2012
A raiz de tu comentario busqué en la red «Branded to kill», la miré íntegra y me caí de culo. Un relato japonés con fondo de jazz, ambiente de policial negro y montaje que es pura ruptura. Grandiosa la puesta en escena de la primera secuencia a la salida del aeropuerto en la que se describe la charla entre el chofer y Hanada, con las voces dobladas en un diálogo que ya dispara la historia, montadas sobre un fondo sonoro susurrante de auto y de noche. También fue hermosa la decisión de Suzuki de filmarla con esa cámara oscilando como si acompañara el andar de la transa que empieza a cocerse, con el interior del coche que revela el artificio del alumbrado, la poesía dura de las sombras y el misterio de los hombres que se evitan la mirada (sólo la mujer observa sin tapujos, acechando en el asiento de atrás, y no casualmente…). El resto enferma… Un bello hallazgo, Koza. ¡Saludos!