EL VILLANO
A PARTIR DE LO INDETERMINADO
El villano —codirigida por Gabriel Reches (Mitomanías argentinas, Un día como pocos, Borges x Piglia, Caja de herramientas) y Luis Ziembrowski (Lumpen), también protagonista de la película—, ajusta el foco argumental sobre un hijo (actor, padre, hombre atribulado) que intenta reconstruir la vida pública y la secreta, la legal y la ilegal, la que no presenció, la que ni siquiera recuerda “de oídas”, de un padre renuente a serlo. Este planteo inicial se acerca a la representación de una idea cara al psicoanálisis: el padre solo puede dar lo que no es. ¿Y el cine?
En verdad, éste es el punto de partida de una película que juega a la comedia entre brumas y hace confluir, en la misma trama, asuntos y relatos de índole diversa. “Yo sé que sos mi papá porque me lo contaron, pero yo no te conozco”, confiesa el actor que actúa de actor en el filme que codirige. Claro que, aunque parece tratarse de la vida (de la autobiografía) de Luis Ziembrowski, el actor construye un personaje que podría no ser, sino, su reflejo alterado, corrido de lugar. Como la letra perdida del apellido polaco original: Dziembrowski. O como el cine.
Es que el cine es así: parece decir una cosa, mostrar una cosa y, por lo común, dice y muestra otra. Los recuerdos dibujan una órbita semejante, tal como expuso Albertina Carri en Los rubios. Es que los recuerdos no se sostienen en el tiempo, varían de boca en boca, de generación en generación, por las circunstancias y los azares del devenir. La ideología y el miedo los modifica. La interpretación, desde luego. De este modo, la memoria puede ser diáfana y, sin embargo, contener recuerdos averiados. Las hermanas del actor de El villano confirman esa discrepancia en las múltiples versiones que dan de los hechos. Verdades absolutas y relativas a la vez que, cada una de las mujeres, defiende a partir de lo vivido o de lo escuchado o del antojo de objetivar la verdad subjetiva.
En ese andarivel se desplaza El villano: enmarañando los planos de la realidad y la ficción, del pasado en recuerdo y el presente en acto, de lo que se enuncia y lo que se oculta. En definitiva: la materia de lo actuado podría no provenir de una fuente de realidad. De hecho, la estructura formal de la trama delata lo contrario. En este aspecto, los directores toman materiales filmados en épocas discordantes, compaginando imágenes con texturas diferentes, tomadas en escenarios domésticos pero también en escenarios teatrales, incluso, “en bambalinas”.
Entre otras cosas, El villano pone en escena el tema del doble (el actor que “hace de” y el padre que “hace como si no”), rompe el estereotipo del héroe clásico (masculinamente infalible), dinamita el estatuto de representación (¿es un documental o una ficción?). Al cabo, reedita una pregunta que se ha vuelto central en/para el cine nacional: ¿qué es un padre?
Disruptiva, fragmentada, graciosa y triste El villano es una película que avanza a los saltos, que rehúsa la estabilidad narrativa para montar su edificio sobre una ciénaga. Desde esa inestabilidad, llama a repensar el carácter del cine, a enaltecer su virtud transformista porque, acaso, allí cuando una película se aleja más de lo real es cuando puede extraer y transmitir una verdad de mejor calidad.
No es la primera vez que Reches y Ziembrowski coinciden en un proyecto. Ni tampoco es la primera que juegan a las escondidas con la ficción y el documental. En 2010, grabaron El libro perdido: serie de cortometrajes coproducida por la Biblioteca Nacional, Canal 7 y Encuentro, escrita y dirigida por el primero y protagonizada por el segundo. A poco de su estreno, el director declaró: “La historia de El libro perdido comienza con Horacio González, María Pía López y la gente de la Biblioteca Nacional, que querían hacer una serie de cortos documentales sobre libros indispensables de la literatura argentina. En una primera reunión, propuse que trabajáramos sobre un híbrido que pivotara entre el documental y la ficción. Que el espectador llegara a los libros a través de las vivencias subjetivas de un personaje: un tipo que tuviera la misión de buscar un libro misterioso. Una especie de investigador solitario e inexplicable, cuyo camino se veía interrumpido, desviado, por la irrupción de la literatura. Falsas pistas y encuentros casuales o caprichosos con otros textos, que se volvían tema de cada capítulo”.
Como en El libro perdido, en El villano abundan los desvíos, las coartadas, los olvidos. Se busca lo que está extraviado, se encuentra lo que no se perseguía: las cuentas quedan saldadas. Entre el comienzo y el final de esas aventuras (farsa o tragedia, como prefieran) características que ya son notas de autor en Gabriel Reches, sucede la última película. La representación en imágenes del deseo de saber. Quizás, la expresión de lo que podría haber sido, en vez de la manifestación de lo que fue. A Aristóteles le hubiera encantado mirar películas.
El villano, Argentina, 2023.
Escrita y dirigida por Gabriel Reches y Luis Ziembrowski.
María Iribarren / Copyleft 2023
Sobre la imagen a dúo: cuánta certezas hay en esos rasgos. Sobre la crítica: cuántas ganas deja de ver la película.