ELOGIO DE EL AMANTE
No prolonguemos el equívoco, si es que alguien no captó la ironía: el título solo funciona como clickbait. Pero no se sienta engañado, lector. Hablaremos entre otras cosas de El Amante, sí, pero el elogio será a un modo de entender la crítica que excede a esa revista, que lo ejerció de la peor manera (con su arbitrariedad y canchereo de cahierismo mal entretenido). La crítica –no solo de cine, aunque aquí hablaremos de cine– tiene una tradición, y a ella queremos reivindicar, en tiempos en los que nadie parece querer disputarla. Borges dijo en alguna ocasión que ‘la única manera de hacer una revista es que unos jóvenes amen u odien algo con pasión, lo otro es una antología’”. Esta es la única conclusión posible, pero para los no ansiosos por concluir hagamos un breve racconto.
La crítica moderna se inicia en Argentina con la revista Tiempo de cine, continúa con Cinecrítica y llega hasta el fin de los sesentas con Cine y medios, para volver hacia el fin de la dictadura con Cine libre, todos nombres que permiten leer algún eje preciso: la modernidad, la politización, la posdictadura… Recién El Amante inaugura un título lateral, aunque sus tapas amarillas remitían inequívocamente a los Cahiers, a tono con su negación del pasado reciente argentino. Ese juego de disociaciones y asociaciones, más o menos libres (a las que lamentablemente sólo El Amante sobrevivió), dominó los 90 y buena parte del nuevo siglo, hasta que sus cabecillas se fueron a Seul. Ese nombre (que remite a no ser confundidos con “Corea del centro”, y que colocaría a sus opositores del lado de la Corea comunista), tiene al menos un sentido más preciso que Taipei (por mencionar un emprendimiento crítico más reciente que reúne a otra generación de críticos, que no se resignan abandonar el papel).
Pero si vamos a hablar también de publicaciones digitales, habría que empezar por su etapa previa. Y no me refiero a los primeros sitios dedicados a la crítica de cine (como entre nosotros fue Cineismo) sino a los blogs, que no hace mucho (diez o quince años atrás, digamos) parecían haber llegado para quedarse. Fue antes de Twitter, que tal vez sí haya llegado para quedarse, al menos en cuanto a su abuso de camarillas y cinismos. No es que no las hubiera ya en los blogs, cuyos espacios de comentarios podían ser batallas campales, pero también podían albergar enjundiosos debates (mientras que en Twitter todo se pierde o se enreda en el mero fuego cruzado). Todo estaba mezclado también en los blogs, pero al menos existía la posibilidad de una discusión a la que otros se podían sumar, o reencontrar o revisar mucho después. Y aunque había que separar la paja del trigo de entre los 500 comentarios que podía llegar a tener una nota (a veces derivando muy lejos del tema inicial), siempre se podía seguir o retomar el hilo, y reencontrarlo en otras notas, reunidas en el archivo del mismo blog. En fin: como sucedía hasta entonces con las revistas, se podía con cada nuevo texto y comentarios tomar el pulso de los tiempos. Eran como entradas de un diario colectivo.
Hablo de un blog como La lectora provisoria, que llegó a ser leído por todo el mundo, aunque lamentablemente su mejor época se perdió en el ciberespacio (cuando Quintín quiso hacer de ese blog una página punto.com y fue hackeado). O tal vez no fue su mejor época (ya no hay cómo saberlo), y simplemente esta es mucho más pobre. Porque antes ahí podían cruzarse por ahí Fogwill, Rubio o Ricagno, junto a los ignotos o no tanto polemistas que empezaban a hacer sus armas o buscarse un lugar bajo el sol. Por ejemplo, el poeta noventista Martín Rodríguez (que sigue cultivando su estilo descuidista, aunque ahora cuide sus modales), que pasó de oscuro asesor a notorio articulista, aunque siempre tuvo la misma coherencia de pedir un busto para Menem (como ahora hacen también desde Seul, por aquello de que “Dios los cría y…”).
El hoy columnista injurió a este escriba en los comentarios de una nota suya (es decir, con perdón de la sintaxis, mía). Pues sí, yo también escribí en el blog de Quintín. Fue antes de que el ex Amante se volviera un furioso anti (progre, “comunista”, K…), como muchos de sus compañeros. Él dirá que la “grieta” se lo tragó todo (incluida la polifonía de su blog), y algo de razón tendría viendo la lógica polarizadora de Twitter, pero aquellos no eran tiempos menos exaltados: solo sucedía que la gente solía cruzarse aunque estuviera en veredas opuestas (y Noriega podía debatir con Cuervo, por solo mencionar dos extremos). Eso fue antes de que existiera el kirchnerismo y su encarnación anti (el macrismo o lo que ocupe ese lugar, incluso dentro del peronismo, una vez más).
Lamentablemente, esos cruces ya no se producen en ningún espacio (más bien se expulsa hasta a quien quiera salir de esa lógica): Ahora todos le hablan a su propia tribu, denigrando a la antagónica. Y esa falta (de argumentos y modales) alimenta un discurso cada vez más cargado de inconsistencias de todo tipo y autopercepciones erróneas, por decirlo amablemente. De ahí la necesidad de recuperar el viejo arte de la polémica. Que puede ser ríspida pero tiene sus reglas. Aunque su carencia no es solo un problema en las redes: ya no hay discusiones ni siquiera en los suplementos culturales (que sólo resisten en base a gacetillas de prensa). Se escribe sobre lo que gusta. Y lo que no gusta queda para el escarnio (aunque más no sea en Twitter). Pero también se produce un efecto simétrico: la facilidad con que cualquier crítica se toma por ofensa. No sé si esto es achacable a la llamada “generación de cristal”, pero si a la generación del 90 le costó reintroducir la política en sus vidas, a las posteriores les está costando asumir la confrontación que conlleva. Son hijos del 2001, pero muchos parecen criados en cuna de seda.
“Si de cada cien veces que se te ocurre opinar de algo una decidieras no hacerlo, el cine argentino sería un país mejor”, me sugiere un (ya no tan) joven crítico en Twitter. Lo dijo sin haber tuiteado antes en mucho tiempo, y sólo escribiendo alguna nota para el único número anual de la revista de la que forma parte. Tal vez esa forma de intervenir tenga que ver con la imposibilidad de fijar posición o dar cuenta de ella. Yo le(s) diría que es mejor opinar, o –mejor– argumentar, que pedir “no hacerlo”. Pero ciertamente es más productivo hacerlo fuera de las redes, o en todo caso sin límites de caracteres. El cine argentino sería un país mejor si se hablara más sobre él, y en presente. Eso hacían aquellas viejas revistas: estaban más en la ofensiva que en defensiva. Proponiendo miradas fuertes y precisas sobre el propio campo.
Cuando escribí aquí sobre la “encuesta de cine argentino” pasó algo parecido. En vez de discutir lo que esa larga nota planteaba (sólo un crítico atinó a dejar un breve comentario, y hablando por supuesto en su nombre), alguien deslizó que ese silencio se debía a una «chicana improcedente». Se refería a una línea inicial del texto, pero aun si la dejáramos de lado tampoco habría habido otra respuesta… Reafirmo, de paso, que no era chicana ni improcedente: mencioné que algunos de los proyectos de los hacedores de esa encuesta se aplicaban a «temas vaporosos e impropios». La definición de vaporoso es «tenue o ligero», y así considero un libro sobre las nubes en el cine, sin que eso sea un juicio de valor: el libro puede ser un bello objeto, pero uno lo imagina como –por decir algo– una publicación del festival de Viena, o alguno de esos lugares donde ya tienen todo resuelto y se pueden dedicar a buscar temas extravagantes.
Del mismo modo, impropio se le dice a lo que «no es adecuado, acertado u oportuno», como por ejemplo un libro sobre Mumblecore, presentado como “uno de los primeros volúmenes editados en el mundo y el primero en habla hispana”, como si eso fuera un mérito y no la evidencia de que ese asunto no interesa ya ni a los iniciadores de ese movimiento, como lo prueba que ni siquiera podamos encontrar bibliografía en inglés, la que abunda sobre casi cualquier tema, ya que desde esos centros económico-culturales se pueden dar el lujo de dedicar su tiempo hasta a analizar cinematografías de países periféricos, con más dedicación que la evidenciada en esos mismos países, que suelen malgastar sus esfuerzos en iniciativas como esta…
Entiendo que parezca antipático “opinar” estas cosas, pero deberían entenderlas quienes acaban de realizar una encuesta de cine argentino y no desconocen que –además de Cinemateca– tampoco contamos con extensas bibliografías sobre cine argentino. Como ya mencionaba en aquella nota, ni fuentes primarias tenemos, y sobre numerosos temas no hay escrita una sola palabra… Una situación así sería incomprensible en esos países cuya cinematografía admiran, y más si se pusieran a escribir sobre algún tema lejano sin haber explorado antes los propios. En fin: no hace falta decir que el internacionalismo es bienvenido, porque esa es una de las grandes tradiciones del cine (aunque el regionalismo tampoco abunda en Latinoamérica). Pero la otra tradición central son las miradas nacionales (adivinen si los países que tienen Cinemateca la tienen…), como ya sabía el joven crítico que hace más de medio siglo escribió sobre «una cierta tendencia del cine francés».
Aquí también, bajo ese influjo modernizador, las más influyentes revistas de cine se posicionaron, y ciertamente no fueron consensualistas, porque sabían que siempre hay conflicto, así en la vida como el cine. A veces –acaso si uno vive en Viena– eso pueda evitarse, pero aquí (y en otros lugares del mundo que hasta hace poco se creían inmunes al influjo del fascismo) nadie va a poder ser neutral si sigue avanzando una derecha radicalizada. Aunque tal vez muchos de nuestros intelectuales, críticos y artistas prefieran seguir en las nubes, como los que escriben en una publicación llamada asépticamente Revista de cine, que tampoco sigue ni persigue la gestualidad inicial de su modelo francés. Mientras tanto, no es que ya no tengamos revistas “ideologizadas” (para decirlo en el léxico de Quintín & Noriega) como Cinecrítica o Cine y medios, sino que ni siquiera encontramos la habitual discusión sobre el cine argentino actual que abundaba en Tiempo de cine o El Amante.
Buena –o mala– parte de El Amante se fue a Seul (previo paso por ese otro blog borrado llamado Los trabajos prácticos, regenteados ambos por el mismo posterior alto funcionario y vocero macrista). Pero no se trata de una conversión sino de un desplazamiento (habría que volver a leer la colección completa de El Amante –salvo la que dejaron perderse en el ciberespacio– para ver los signos o anticipaciones de ese destino), que curiosamente asume lo que hasta el día de hoy varias de sus plumas lloran (sosteniendo que añoran “dejar de hablar de política”, aunque sean parte de una revista que es órgano oficioso de una alianza electoral). Ese paradójico abandono del cine por la aun así denigrada política tal vez esté señalando lo que falta por izquierda (visto que en todo el mundo la derecha lleva la delantera): Una crítica que se haga cargo de su posición, y no solo como “política de los autores”.
Posdata: Ya he dicho muchas de estas cosas (como también se me suele reprochar, más que responder), incluso hace años en una réplica en el segundo número de La vida útil, así como en su presentación. Y mientras termino estas líneas se anuncia el sexto, con un tardío y bienvenido dossier sobre la historia del cine argentino clásico, y una tardía y malvenida nota de José Miccio sobre Adiós a la memoria, seguramente tan malediciente como la previa de García Candela en el momento de su estreno en el festival de Mar del Plata. Lo que no cambia es la particular inquina de ese crítico contra este sitio en general, y este autor en particular, luego de respuestas mías a sus cada vez más furibundos ataques (que pueden leerse allá y aquí ) y pues el crítico parece discutir más con el que fue o creyó ser que conmigo, y ya sabemos (como lo prueban los ex Amantes hijos del PC) que no hay nada más brutal que la fe de los conversos.
En la presentación de un número anterior de esa revista algunos (más jóvenes que el crítico de marras) se definían como “hijos de Quintín y Prividera”, y ahora –tal vez dándose cuenta de que no hay síntesis posible en ese experimento teratológico, que también fue respondido aquí – han encontrado un paladín a la altura de sus módicas intenciones, es decir, una cinefilia de baja intensidad (política), que no quiere ser molestada por “demandas”, por decirlo ahora con el término consagrado por Aguilar hace ya veinte años en Otros mundos (y que tan bien marida con los alumnos dilectos de Quintín, aunque prefieran no cruzárselo en Twitter).
No sé si esa nota sobre una película que se preguntaba por la fragilidad de la memoria merecerá una nueva respuesta, o simplemente le responderá la realidad, porque tres años después de su estreno el país –no sólo el del cine– parece tan desmemoriado como entonces, y acercándose a un nuevo incendio, como se anticipó recientemente en Jujuy. Y lo cierto es que casi no hay películas, malas o buenas, que hayan intentado dar cuenta de este tiempo, por lo que seguir hablando de Adiós a la memoria parece por lo menos una importunidad (incluso si no fuera en una sección llamada “cine del presente”). Si las elecciones de este año terminan coronando la peor de las opciones, van a ser “tiempos interesantes” para ver como (¿no?) se posicionan críticos y cineastas. Y no sólo en Twitter. Pero –visto que no será el primer gobierno de derecha salido de elecciones, sin mayor respuesta “crítica” desde el campo cinematográfico, más allá de las marchas o declaraciones de rigor– tampoco debemos esperar mucho más.
Nicolás Prividera / Copyleft 2023
Me sorprende que todos la tiren a la tribuna, pero te saltees un libro importante como el de Pablo Marín…
No sé a qué te referís con que «todos la tiren a la tribuna», pero te agradezco que recuerdes el libro de Pablo Marín, que desde ya leí, quizá con demasiadas expectativas (porque no dejo de tenerlas, eh, si no ni escribiría estas cosas), aunque previsiblemente comparte los problemas de sus editores…Pensaba escribir una reseña, pero entre falta de tiempo y otros problemas no llegué a hacerlo.
Actualmente todo el mundo está en twitter –de paso ya llega una mejor opción en una versión que lanzará la compañía de Instagram-, ahí hay todo tipo de crítica y crítico, hay mucha crítica y no solo de un país, sino internacional. Hay verdadera democracia y diversidad en internet. No obstante, aún el público todavía le falta aprender a ser más intrépido; hay un público muy básico en general, que no busca mucho, que no entiende aun que es la posibilidad de escoger. Ciertamente Internet tiene para mucho más, aun no se explota en toda su dimensión y potencial, pero está mil veces mejor que lo tradicional, y ahí entra a tallar que las revistas impresas no son ya importantes y confieso que jamás he leído una revista impresa internacional, ¡jamás!, y esto significa que no son indispensables para aprender, apenas he leído las 2 de mi país, apenitas y para poder participar (ya lo hice y ya fue). Soy sobre todo autodidacta y tengo estudios. Lo digo porque aquí se siente una fuerte nostalgia por lo convencional y/o las revistas impresas. Alude también a la falta de debate, y en parte es cierto, hay mucho amiguismo EN TODAS PARTES, se buscan a los sumisos y a los que solo refuerzan el propio pensamiento, a los arribistas de paso. Debería aprovecharse más esa diversidad de voces, como dice de Seul y contrarios, y no solo de Argentina, sino mirar más allá de la nariz o el ombligo, aunque tampoco es ponerse a discutir o buscar acción arbitrariamente, ante el aburrimiento genérico que se vive, sino apostar por diálogos fructíferos y ricos en matices y complementos, por un alud de voces unidas para enaltecer el cine. También muchos seguimos apostando por el blog especializado en cine que es lo mismo de cierta manera que la revista independiente o que la web, solo que se evita pagar por la página simplemente (cosa de socialismos que seguramente entiende). Pero lo importante es lo que se escribe, pensar el cine.
Sin más. Saludos.
Mario Salazar.
Interesante nota de NP que piensa problemas que no aparecen en otros textos/autores. Me interpela personalmente porque edito un blog desde hace 15 años (que él citó profusamente en sus libros) y desde hace un tiempo escribo cada vez menos. Se dispara para varios lados a la vez. El más relevante demanda una epistemología política de la crítica de cine, un terreno abandonado. ¿Sobre qué suelo se funda la crítica de cine? Y su bajada: ¿sobre qué suelo se funda hoy la producción crítica argentina de cine? También roza asuntos personales sobre los que me cuesta aportar alguna claridad: conozco y compartí espacios de debate y/o producción textual con José Miccio y el propio Prividera, desde más o menos la misma época, hace más de 15 años. Fui uno de los primeros espectadores de M antes de su estreno y la valoré inmediatamente, aunque nunca logré ni lograré acordar con él sobre el sentido de su valor. Creo que hay un obstáculo personal para entendernos porque conceptual y políticamente estoy más cerca de lo que parece. Pero hay algo del pathos que nos distancia. A Miccio lo descubrí cuando él hacía el catálogo del MARFICI en 2007. Me pareció tan genial que lo invité a escribir en revista La otra. Por años fue un colaborador de lujo. Sus notas sobre rock argentino o sobre el cine de Hou Hsiao Hsien o las elegías de Sokurov me siguen pareciendo insuperables. Creo que en sus notas sobre rock argentino hay un paradigma potente, original y lamentablemente abandonado. No encuentro esa potencia en sus actuales textos sobre música y cine en Calanda. Su nota reciente sobre Born in the USA me resulta un reflejo pálido y anacrónico de aquellas notas. Creo que hoy en día escribe con una amargura que le hizo perder delicadeza. En tanto, Prividera se planta en sus textos con admirable insistencia pero hay algo ahí que ya no rinde frutos, está trabado en una discusión con interlocutores que lo evaden. Su tono se volvió fácilmente ridiculizable y así sus adversarios lo neutralizan. Yo que él (pero quién soy yo para aconsejarle) cambiaría de destinatarios. En el encono de Miccio hacia NP y en parte hacia Ojos abiertos hay algo que se me escapa y me parece que no expresa ningún eje de discusión fructífero. Una especie de duelo personal por motivos no del todo claros. Quiero decir: Miccio no acierta a expresar qué guerra está haciendo, como no sea una fantasmal y privada.
Hay una generación que quedó entre medio: la generación de cristal, corea del centro, los que no quieren saber nada con asumir la dureza de esta ofensiva y se pierden sobre las nubes de pedos, cuidan sus formas, calculan los riesgos, esquivan y construyen su nicho muy poco interesante. Nadie los oyó gritar.
NP señala con acierto el refugio de muchos de estos actores en espacios desérticos como twitter. Lo dice en días en que esa plataforma se encamina hacia su desarticulación final. ¿A dónde irán? ¿A Letterboxd? Mejor sería que se fueran a Tinder o Grindr.
Yo tendría que pensar más a fondo en estas cosas porque me interesan y me afectan, personal, política y filosóficamente. Pero me falta el tiempo y la fuerza. Y no encuentro las palabras justas.
Dicho esto, creo que el cine actual ya no toma el pulso de los tiempos, que eso explica esa manía revisionista por las modernidades truncas o el mero consevadurismo de los militantes de la preservación.
Aún así, hay algunos cineastas en Argentina que están haciendo su obra con independencia de este panorama desolador: Perrone, Lucía Seles, Martín Farina, Pablo Martín Weber están haciendo películas desde aquí y ahora.
Postdata: Estas cosas que digo parecen demasiado personales pero hay un trasfondo epocal. La ultraderecha pasó a la vanguardia cultural y los que nos oponemos a esa ofensiva corremos de atrás. Nos faltan las palabras.
En conclusión, a todos les «faltan las palabras», por un motivo u otro… Entonces hay que hacer la diferencia y buscarlas, más allá del resultado.
Veo que dejaste esto tbiem en twitter… en principio te respondp acá, aunque igualmente breve:
Me parecen paradójicas algunas críticas al texto, de alguien que arranca asumiendo que escribe cada vez menos… Quién tiene boca se equivoca, decia mi abuela. Prefiero correr el riesgo a no escribir o repetirme, aunque como verás ya tampoco escribo mucho, por distintos motivos. Uno de ellos ese.
«una epistemología política de la crítica de cine», sí. Algo de eso hay en el enorme libro de Oubiña que acaba de salir, y recomiendo leer en este contexto, aunque no sea demandante la intención de ese texto.
El único obstáculo «para entendernos» , y hablo de todos los involucrados, es la poca voluntad de diálogo (ni siquiera hablo de polémica). Después cada uno maneja el pathos como puede.
Si la «admirable insistencia ya no rinde frutos» no es mi responsabilidad, si alguna vez lo fue… Muchos estamos trabados «en una discusión con interlocutores que la evaden», pero es algo propio de este campo cinematográfico actual. Al menos espero tirar una piedra en ese estanque.
Cualquier tono sostenido se vuelve «fácilmente ridiculizable». Pero los argumentos no se neutralizan, solo se evaden.
Mi destinataria es la pequeña historia del cine argentino, cuando en el futuro alguien quiera saber que (no) se discutía…
Nos falta el tiempo y la fuerza, sobre todo porque ya no somos jóvenes, y preferiríamos leerlos a ellos en vez de criticarlos… Pero es lo que hay.
Como decís, tampoco el cine actual toma el pulso de los tiempos, y si bien respeto a algunos de los cineastas argentinos que nombras, no me parece que estén «haciendo películas desde aquí y ahora» en ese sentido preciso.
Yo no le hice ninguna critica al texto. Respecto de Twitter, había tuiteado primero un hilo de tuits que salieron de un tirón con link a la nota, pero luego me pareció que tenía que agruparlos y dejarlo como comentario en la nota, precisamente por el tema de los intercambios que plantea la nota. Si hay paradojas, no me parece un problema a evitar.
Uno no vive para el debate, uno disfruta viendo películas, y escribiendo (yo escribo de todo lo que considero lo más interesante del cine), esto es una constante búsqueda y enriquecimiento personal que genera la difusión de una pasión y de ahí viene la empatía y el feedback del lector o de otros cinéfilos o críticos desde el respeto, cosa que muchas veces no reditúa igual, ya que el público -como digo, mayormente- no sale de su cuadratura, y ni siquiera se habla de dinero –cosa que también importa-, y se extrañan lugares de diálogo o de interrelación, cosa que es culpa de uno quizá también, pero también de muchos y sobre todo de quienes tienen la oportunidad para poner en la palestra lugares de diálogo, y ahí entra a tallar el amiguismo, los sumisos y mucho los chupamedias y así parece ser en todas partes. Si bien es primero el amor por ver películas y escribir de ellas, es valiosa la interactuación de lugares cinéfilos, pero serios. Agrego en general, Letterboxd no es un lugar para debates en realidad. Por ahí saltaran algunos comentarios, pero es cierto, no lo es. No obstante tiene una gran comunidad, una gigantesca comunidad internacional, y uno puede exponer su cinefilia y compartir un poco, hay varios críticos reconocibles ahí, aunque seguramente bastante jóvenes. Yo en lo personal soy nuevo y veo que ya todo el mundo está ahí hace tiempo. Twitter es más un lugar para esto, para debatir, y las páginas y blogs y si hubiera lugares como cineclubs o centros culturales o así. Pero twitter está decayendo cada vez más, aunque uno nunca sabe. Facebook aún sigue funcionando para muchos a pesar de que parece que ya pasó su gran época. Por ahí el nuevo twitter que presentará Instagram puede ser una solución ante la idiotez del nuevo dueño. Igual, como sea, uno seguirá viendo películas y escribiendo. Como en Poet, es suficiente una solo persona sentada en una butaca de la sala de cine para proyectar la película. Saludos. Mario Salazar
Nicolás,
¿cómo pensamos si tal publicación es más o menos ‘necesaria’? es un parámetro difícil de estipular, dado que no siempre las publicaciones (o las películas) deben obedecer a lo que ‘objetivamente’ es ‘útil’ en determinado momento.
¿No?
Señalo esas palabras porque me da la sensación de que se desprenden de tu artículo. Desconozco el carácter utilitario del, por ejemplo, Mumblecore dentro del estado actual de la cinematografía periférica, pero me parece que la crítica a la publicación (dado que vendría a ocupar el lugar de otra publicación que podría ser más relevante) no tiene mucha ‘utilidad’ tampoco.
Lo que podrías conseguir es una respuesta de los editores del libro, que vos mismo decís que no albergás esperanzas de tener.
En una de las entrevistas de «La casa de los anfibios» (un libro muy recomendable de este año, de Maui Alena) se habla de la desconexión que se observa entre programadores y cineastas. Como si no se entendieran, como si allí se hubiese quebrado la relación que antes tenían, donde era posible la discusión y donde esos dos universos estaban muy cerca. Quizá habría que agregar a la crítica a ese binomio, y pensar en críticos que hacen para ser programadores, programadores que quisieran ser cineastas, cineastas que no saben qué hacer, o para qué están haciendo… una confusión total donde nadie parece estar ocupando el sitio adecuado.
Ese libro parece traer varios de los temas que tu artículo reclama, y sumo uno que estoy leyendo en este momento: «Los cines por venir», de Atehortúa Arteaga; que desde el comienzo plantea problemas y posibilidades para lo que está sucediendo.
¿Por qué no empezar a conversar de lo que sí se hace? ¿Los leíste? están buenísimos.
Traer aquí la palabra “utilitario” puede ser tan despreciable como la palabra misma, visto que no estamos hablando o historizando cómo el campo del arte buscó o encontró su autonomía frente a la revolución industrial, etc.
Por lo que (despojada de utilitarismo) la pregunta “¿cómo pensamos si tal publicación es más o menos ‘necesaria’?” es de fácil respuesta, ya que no hablamos de arte sino de crítica e investigación. Y es bastante evidente, para cualquiera que se interese por la historia del cine argentino (o cualquier país periférico) que ciertamente no sobran publicaciones de ningún tipo…
No voy yo a traer ahora la palabra “colonizado” aunque tendría más sentido, pero no sé que aporta un libro sobre Mumblecore, incluso si no fuera una iniciativa periférica. ¿Y si la crítica a la publicación no tuviera ‘utilidad’, para qué molestarse en contestarla? Tal vez los editores sean en ese sentido más coherentes y no haya más respuesta que nuevos libros sobre temas intrascendentes… Yo no dejo de tener esperanzas en que suceda otra cosa, si no para que escribir notas como esta?
No sé cual sería “la desconexión que se observa entre programadores y cineastas”. Pero si “se hubiese quebrado la relación que antes tenían”, acaso estaríamos ante una verdadera discusión. Cuando esos universos (incluida la crítica) “estaban muy cerca” jamás hubo una discusión interesante.
Por eso nada puede surgir en un mundo en el que los críticos son programadores, los programadores amigos de los cineastas, y los cineastas buscando quedar bien con unos y otros… Pero no se trata sólo de “ocupar el sitio adecuado”, sino de ocuparse de algo más que buscar un sitio confortable.
Ya que me recomendás un libro, vuelvo a sugerir la lectura del de Oubiña, que hace una historización de la crítica y sus discusiones más importantes… que no casualmente acaba(n) hace 40 años. Ahí se ve claramente que no hay crítica sin posicionamiento dentro de una tradición. Y por eso el mismo libro incluye un capítulo dedicado a nuestra periferia, aunque sea el menos integrado… aunque más no sea porque haría falta uno propio. He ahí uno de esos libros “necesarios” que faltan.
Lo que pasa es que, como sucedió en tu crítica a la encuesta, tus notas no parecen tener la orientación oportuna para suscitar alguna respuesta de sus hacedores.
Más bien parece que les estás dando indicaciones de qué es lo que no deberían hacer, ¿no?
Y como decís, estás escribiendo menos, por ende, tampoco estarías predicando con el ejemplo.
El de Oubiña ya lo tengo en lista, evidentemente.
En fin, tengo la impresión de que estás gastando pólvora en chimangos.
No sé cual sería «la orientación oportuna para suscitar alguna respuesta», pero terminar diciendo que gasto «pólvora en chimangos» ciertamente no lo es… En todo caso, depende de quien se sienta chimango, o tenga respuestas de tal. La pólvora está para usarse.
Y la crítica nunca es «oportuna», al menos para quien la recibe. Pero yo no le estoy «dando indicaciones» a nadie. Cada uno sabe qué hace o no, qué responde o no, qué escribe o no, que publica o no…
Tampoco se trata de predicar con el ejemplo, pero si algo no me han criticado es que escriba poco… Más bien lo contrario, como señalo en esta nota. Bueno, ahora -por diversos motivos- voy a hacerlo menos seguido (es decir, menos seguido que antes, porque nunca fue demasiado). Pero igual espero cerrar la trilogía PAÍS, si sigue habiéndolo en unos años. Mientras tanto y mientras pueda, seguiré leyendo a todo el mundo, aunque evidentemente no todo el mundo tenga algo para decir. Veremos.
«Por eso nada puede surgir en un mundo en el que los críticos son programadores, los programadores amigos de los cineastas, y los cineastas buscando quedar bien con unos y otros…» Prividera, vos tenés noción del sitio en el que estás escribiendo?
¿Puede responder a su pregunta? R
Creo que ud. como cineasta y hermeneuta de la mirada debe replantearse su posición de pedestal invertido, desde la cual es ciudadano ilustre de una nación que cree sima. Ud. desdeña el libro sobre las nubes representadas (puntualmente, la opinión suya contra la que escribo) por pertenecer a una supuesta cima aristocrática. Ud. no ve que la nube puede ser (si no lo es, como supongo) el objeto más parecido al cine que existe. Por ende, sujeto a la mirada más cinematográficamente política de todas. Ejemplos en la historia del arte que nos convoca sobran.
Saludos
F.
No pretendo ser un “hermeneuta de la mirada” (otros lo han hecho y lo hacen mejor que yo), ni creo ocupar ningún “pedestal invertido” (sea lo que sea quiera significar esa torva metáfora). Por lo que mal puedo “desdeñar” cualquier libro o revista sobre cine intentados desde este confín del mundo. Pero (aun suponiendo que “la nube puede ser el objeto más parecido al cine que existe, y por tanto sujeto a la mirada más cinematográficamente política de todas”, enunciado que requeriría una argumentación y esos ejemplos que sobrarían) lo que dije, y creo que es bastante sencillo de entender (incluso si no viviéramos en este contexto aciago) es que hay temas más cercanos, directos y urgentes que merecerían antes ese esfuerzo.
Según quién? Que ranking? Para cambiar la vida diaria de quién? Quién te dan el derecho para armar el orden de importancia temático? Si quiero escribir un libro sobre nubes o hacer un documental sobre el diagrama del sorete mientras flota en el inodoro, quien sos vos, que hiciste un documental sobre tu mamá (a quien carajo le importa?) o sobre tu papá (a quien carajo le importa, al cuadrado)? No rompas las pelotas.
Creer que las películas de Prividera hablan únicamente sobre su madre o su padre, es no haber entendido las películas de Prividera. Parten de un tema familiar, pero lo llevan a un plano político e histórico mucho más amplio. En M y en Adios a la Memoria se reflexiona sobre la última dictadura, el rol de la sociedad, sus repercusiones y los discursos que permanecen. Esa operación, la de hablar de algo de uno y poder ponerlo en dialogo con la historia y la política que nos atraviesa a todos es algo que es muy valioso y ausente en el cine nacional desde hace varios años. Si a usted le rompe las pelotas eso, es un problema suyo.
Exactamente, estimado Sebastián, es mi problema. Y ese es el punto: el denso de Prividera se la pasa midienso(se) el miembro, mientas dice, con un dedo (aparentemente) político, que debe ser filmado o que debe ser escrito. Y uno se pregunta: en un país con 60% de pobres, que diferencia hace una película sobre su mamá (o lo que sea) o un libro sobre nubes (o lo que sea)? Si querés hacer política (y solo política), no hagas películas para 780 personas y hace política. Y si no, hace las películas que quieras (y consideres importantes y necesarias) y deja al resto que haga las películas que se le vengan en gana. El asqueroso de Prividera, más cerca de un Macarthismo ideológico, no solo es poco importante y necesario, sino peligroso.
(Estimo su intervención, Sebastián, pero no tiene sentido responder o tratar de argumentar con un energúmeno, que además de reproducir lo que señalo en la nota respecto al no arte de injuriar, cuando intenta algo más dice incoherencias, como que nada hace ninguna diferencia mientras a la vez señala una simple nota como peligrosa, hablando de macartismo con la misma ligereza y falta de autopercepción que Quintín & Cia… Es una perfecta muestra de quien no quiere ser molestado con estas cuestiones, lo que era tema de la nota, y sin embargo se molesta en venir a dejar comentarios que la ilustran. Gracias)
Arturo o Alberto, o quien sea el que escribe: yo permito cualquier tipo de comentarios, pero no el insulto. Este último comentario lo dejaré porque ya está publicado debido a que usted ya pasó por acá, ahora con este nombre, antes con otro. Todo lo que quiera decir sin insultar lo dejaré. Lo que se pase de la raya, ya no. R
bueno, en el contexto apocalíptico aparecen los fantasmas, los por q.
unx puede decir lo más obvio, que las películas no podrían sustraerse del tiempo, del contexto en el que se producen. o q el contexto habilita. pero, y también, si se toma el pulso a las redes sociales o el humor de la calle, el insulto, el malestar apático, el hastío, el odio y el asco sobrevuelan el cotidiano del subte, el taller mecánico, el súper, la cola del banco, la panamericana o el gym, entonces ¿por q asombrarse de una producción cultural que acciona en consecuencia? en tanto el estado actual del cine están los convencidos. y están los que no tanto. ¿por q no entonces una comedia liviana, una publicación «de baja intensidad»? ¿por q no levantar la mirada al cielo? ¿por q no ser arrojado al sosiego de la ironía astuta y sofisticada? ¿para q más de lo otro, lo inabordable, lo q agota, lo q te lleva al borde de la locura? la rosca, la agenda política, el refriegue molesto de la protesta y la piedra en el bolsillo. el ojo saltado. ¿acaso no habilita el contexto, donde se puede intentar matar, aniquilar fisicamente al adversario político y a nadie parece importarle, un cine o una crítica acorde? ¿no es entonces el «contexto aciago», instalado como vencedor, que traiciona y tracciona, el que puede explicar muchas cosas?
¿No es la vida de derecha q se presenta como insuperable para muchxs pibxs la condición de posibilidad, el espejismo de un único camino, para lo q merece ser escrito publicado, para el cine, etc? O son estas mismas condiciones la que pueden parir las películas del futuro si antes no te bajaron de un palazo?
¿por q se deja de escribir? ¿por q parece q no hay más tiempo?
¿Como abordar las problemáticas q presenta un oscurantismo q acecha sin que sean rápidamente degradadas o exterminadas asimiladas por un cotidiano brutal? ¿por q la terrible sensación casi clarividente de q cualquier intento no es suficiente ni será perdurable? ¿por q se presenta en voces valiosas la opción del silencio?
Juan, acuerdo con muchas de las preguntas pero no con el derrotismo absoluto de pensar que «las películas no podrían sustraerse del tiempo, del contexto en el que se producen. o que el contexto habilita». Hay grandes ejemplos en la historia del cine de cineastas que fuieron contra el contexto: por solo nombrar dos, Pasolini y Bresson en sus últimos films.
Siempre hay un «estado actual del cine» con sus convencidos y no tanto. Por suerte. Porque «un contexto, donde se puede intentar matar, aniquilar fisicamente al adversario político y a nadie parece importarle» va a tener un cine o una crítica acorde, pero lo que estamos aquí buscando es al menos la excepción a la regla. No es mucho pedir, y algunas hay.
Digo: asumir la «vida de derecha» es también la condición de posibilidad de su impugnación o su resistencia.
«¿Por q se deja de escribir? ¿por q parece que no hay tiempo?» Esas son preguntas que cada uno deberá responder según sus posibilidades. Mi situación no es sencilla y acá estoy, escribiendo…
Ya otros lo hicieron con «la terrible sensación casi clarividente de que cualquier intento no es suficiente», en tiempos aun peores, y los seguimos leyendo . Así que algunos textos (incluyendo films) son perdurables… Pero justamente porque se hace el intento de ir a contrapelo, aun sin tener esa esperanza o esa lucidez.
Nicolás,
El texto mezcla ideas y discusiones distintas, pero supongamos que se puede dividir en dos líneas: la necesidad de retomar una tradición de larga data en Argentina como lo es la polémica en tanto género discursivo, con lo que coincido punto por punto; y la lectura de diferentes revistas contemporáneas, donde los argumentos se vuelven inestables.
El apriorismo, la conjetura sobre libros y revistas que no salieron de imprenta, no solo envejece mal (en tanto impugna el hecho de que algo exista en vez de discutir ese algo, que después podría demostrar con su forma final los problemas de esa argumentación “a priori”), sino que genera una desigualdad en las condiciones de la discusión. Nadie que lea este texto podría discutir lo que decís sobre el último número de La vida útil o el último libro de Taipei, salvo lxs respectivxs editorxs. En ese sentido es interesante que ahora aparezcan comentarios con cosas para decir al respecto de “Paisajes opacos. Sobre las nubes en el cine”. A diferencia de lo que pasaba hace ocho o nueve meses, esta vez cualquiera está habilitadx para conversarlo. Quien quiera constatar el interés de las nubes como disparador ensayístico para recorrer multiplicidad de cines y problemáticas o comparar lo escrito en CLOA con el contenido efectivo del libro solo tiene que leerlo, en vez de contentarse con imaginarlo de tal o cual forma como hace la nota.
Dije que hablar de antemano de un libro, como si su esencia precediera a su existencia, envejece mal. En noviembre de 2022, escribías: “Impropio se le dice a lo que «no es adecuado, acertado u oportuno», como por ejemplo un libro sobre mumblecore, un tema que acaso ya no interese ni a los iniciadores de ese movimiento, pero sobre el que seguramente podemos encontrar abundante bibliografía en Estados Unidos”. Se ve que en estos meses tuviste tiempo de notar que estabas usando como argumento una suposición falsa que debilitaba la postura. Por eso ahora corregís: “(…) ese asunto no interesa ya ni a los iniciadores de ese movimiento, como lo prueba que ni siquiera podamos encontrar bibliografía en inglés, la que abunda sobre casi cualquier tema”.
El intento de enmendar la frase pone el énfasis en lo performático de la polémica: importa lo que digo ahora, y del texto anterior nadie se acuerda; cuando podría ser más interesante —e incluso mejor recibido por tus interlocutores— un polemismo que asuma sus propias reformulaciones a través del tiempo. Supongamos que lo dejáramos pasar. De todas formas cuando cambiás la frase incurrís en una contradicción: acusás la urgencia de abordar temas vinculados al cine argentino sobre los cuales no hay un solo paper dando vueltas (coincido), pero sugerís que la falta de bibliografía sobre mumblecore prueba que el asunto ya no le interesa a nadie (no coincido). O sea: si nadie se interesa por el cine argentino, es un problema; si nadie se interesa por X ciclo de películas no argentinas, es un indicio de su irrelevancia.
Otra asunción injustificada es la que sugiere que nuestras investigaciones son una reivindicación de cinematografías que admiramos. En tu texto nunca entra en juego la posibilidad de que estemos escribiendo de manera crítica sobre fenómenos que posibilitan distintas lecturas y que acaso sean síntomas de un estado de cosas contemporáneo. Posibilidad que solo se podría comprobar… leyendo las publicaciones cuando salgan.
En distintos textos hablás de la influencia de Brecht y Godard en el cine político underground de los 70, reconocés reenvíos entre el New American Cinema y el Grupo de los Cinco durante los 60, te preguntás qué habría pasado “si el cine argentino hubiera sido más fiel a esa tradición italiana de búsqueda constante”, apuntás la influencia de Vertov en Dar la cara y encontrás a Bresson y Pasolini en el cine de Favio. Además de hacer esos puentes, a veces escribís exclusivamente sobre películas internacionales. En definitiva consignás una amplitud de estudios y conocimientos sobre cines impropios. Parece que el problema no es entonces estudiar lo ajeno, sino la valoración de algunas ajenidades por sobre otras que, además de manifestarse como preferencia, se enuncia como jerarquía implícita (y una de las funciones de la crítica es explicitar esas jerarquías, sean las propias o las ajenas, ¿no?). Si en la comparación entre cines locales e internacionales hay un interés por leer las “literales ‘coincidencias’ históricamente”, pero se insiste en desconocer corrientes de las últimas décadas por miedo a la acusación de estar promoviendo una “cinefilia caviar” compatible con el futuro desolador de la patria, condenamos a la historia del cine a perder agua por goteras que podrán ser ínfimas, pero no dejan de hacer un ruido constante, gota a gota.
Por todo esto, para ser consecuentes, voy a estar encantada de discutir sobre “Mumblecore. Exploraciones sobre el cine independiente norteamericano” de acá a unos meses, cuando el libro esté en la calle.
Saludos,
Milagros
PD: Lxs que bardean en comentarios desvían el debate, nos hacen flaco favor dándole la razón al texto cuando habla de denigración tribal y no parecen haber leído las revistas mencionadas al principio. (Sin ser conocedora de nada: por salir del campo cinematográfico, leí Contorno por primera vez esta semana y me cayeron ochenta fichas).
Digan si no es enternecedora la imagen de Privi, cual Buster digital, descubriendo con horror que no había nada escrito sobre Mumblecore en Estados Unidos y corrigiéndo su afirmación, presuroso, en el artículo siguiente. No es una bardeada: es un cariñoso recuerdo de los orígenes clownescos de nuestro amigo.
Ahora sí se puso lindo
Pensé que ibas a decir algo sobre Revista de cine, Mariano… Mi autocorreccion habla bien de mi o peor del libro, como le responderé a Milagros, porque se basa en afirmaciones de los propios editores! Obviamente no me puse a revisar la poca o nula bibliografía sobre Mumblecote, tema que notoriamente no desvela ni a sus creadores, como dije desde el principio.
He perdido las esperanzas a ese respecto, querido Prividera. Aunque Revista de Cine consagrara un Dossier a Ramón Rosa Jimenez (o a Sergio Massa), seguirías acusándonos en forma monocorde de «vivir en las nubes», de «encerrarnos en una modalidad anquilosada», de «reverenciar un cine que huele a naftalina», etc. Otra cosa sería si leyeras la Revista, cosa que no sucede desde el numero 2. Pero bueno… Como andan diciendo por ahí, tus quejas y reclamos (por hablar de lo mismo de siempre, por hablar de cosas que no habla nadie, por Godard o por el Mumblecore) son tan inmunes a la realidad y tan iguales a si mismas que por eso mismo ya tienen gracia, como las pastillas DRF.
Mariano, ni yo he perdido las esperanzas, pero lo personal es lo último que importa aquí.
Es gracioso (gracioso como la nota de Gioffre, digamos) que justamente me acusen de «inmune a la realidad»…
Dejando de la lado las huevadas como el dossier Ramón Rosa Jimenez o Massa (y recordando que Contorno se lo dedicó al frondizismo), es muy notorio (tanto como el giro a la derecha por todas partes) que algo tan sencillo y evidente como pedir «hablar de cosas que no habla nadie» (que no son las nubes ni los pedos ni la infinita enciplopedia borgeana de la que podemos sacar temas, sino simplemente el cine argentino) tenga una respuesta tan destemplada y efectivamente sin la menor gracia… un poco como los que acusan a «Clorindo Testa», a la que ahora mismo acabo de prestar una atención -o un modo de atención- que, convengamos, aun no le había sido dada. Pero por ahí sale algo en la sección «cine del presente» de LVU 2026, ojo. En cambio, Revista de cine corre con la ventaja de no tener esa sección ni preocupación. Los números se pueden barajar y daría lo mismo el año. Pero eso no lo hace perdurables, sino todo lo contrario.
Trayendo a Contorno una vez más, dudo que en 70 años una joven como Milagros lea estas revistas y le caigan 80 fichas… Va a ser pura arqueología, con suerte.
Hola Milagros,
Gracias por tu respuesta. No me interesa «lo performático de la polémica», e incluso sostenerla (preferiría que otros lo hicieran, como supongo vos quisieras que tus compañeros intervengan).
Desde ya, este texto mezcla ideas y discusiones: ya desde el título asume que va hacer una deriva y no va a ser exhaustivo. Era sólo un disparador. Más para una conversación entre ustedes que conmigo, insisto.
Las dos líneas que marcás (la necesidad de retomar una tradición de larga data en Argentina como lo es la polémica en tanto género, y la lectura de diferentes revistas contemporáneas), están relacionados. Obviamente al hablar de revistas «jóvenes» la relación con esa tradición es menos clara, pero (visto que una lleva 6 números y otra 2 libros publicados) podemos ponerlas un poco en perspectiva.
No se trata de apriorismo o conjetura sobre revistas que no salieron de imprenta (Taipei viene hace rato publicando digitalmente). En cuanto a los libros (excluyo el de Marín, que tiene otros problemas pero ciertamente se dedica al cine argentino), como ya dije no se trata de poner en duda «el interés de las nubes como disparador ensayístico», sino de la pertinencia de dedicarle el esfuerzo de publicar un libro! (y en Argentina, y en 2023!)
La corrección que señalás es porque me atuve a vuestras palabras sobre la existencia o no de bibliografía! (aunque si incluyen la traducción de un artículo algo hay, no?), pero si es abundante o escasa no «debilita la postura», porque hace la cuestión de fondo sigue siendo su impropiedad en este contexto…
No hay contradicción entonces: señalo la urgencia de abordar temas vinculados al cine argentino (sobre los cuales hay muchos papers pero pocos libros, fuentes, etc). Si el Mumblecore (un movimiento, no una cinematografia nacional) no es tema de interés de nadie, o de pocos, tampoco me interesa ese desinterés, aunque me parezca más comprensible… Lo que digo y repito es que hay temas propios más urgentes e inexplorados.
Siempre hay «fenómenos que posibilitan distintas lecturas y que acaso sean síntomas de un estado de cosas contemporáneo», y ciertamente aquí Roger se encaga muy bien de dar cuenta de eso. Pero no descuida el cine argentino (por mi parte le he dedicado mi mayor atención hace dos décadas y dos libros). Ustedes también lo hacen en su sitio, pero al no haber una linea editorial clara (o directamente la publicación de libros que nada tienen que ver con el tema), se hace dificil seguir el hilo o encontrar la posición y disvusión central de las viejas revistas de cine.
Yo he escrito, como consignás, sobre una amplitud de temas, pero (como el mismo Roger) notarás una continidad con la preocupación por el cine argentino en ese contexto. Y desde ya que «una de las funciones de la crítica es explicitar esas jerarquías»! No se trata entonces de «desconocer corrientes de las últimas décadas» sino de hacer lo que han hecho las grandes revistas de cine en todo el mundo: escribir a partir de la propia tradición (cinematográfica y crítica).
En ese sentido, me alegra que estés leyendo Contorno y te hayan caido ochenta fichas… Es por ahí la cosa. Cuando termines de leer esa y otras viejas revistas o críticos verás que finalmente estamos más de acuerdo de lo que parece.
Saludos.
(Taipei cuenta ya con tres libros, en verdad, si contamos el dedicado al Giallo, que no dejé de leer…)
Giallo no es un libro de Taipei. Ahora le pertenece al Colectivo Rutemberg. Por favor no nos traigas controversia editorial (?).
Jaja. Comparte editor, y se diría que impronta, más allá de los «distintos» colectivos.
Hola, Nicolás,
«Nadie los oyó gritar», nos dice Oscar Cuervo en un comentario anterior, pero como debés saber tu texto no se escucha más fuerte si lo cargás de signos de admiración. Podríamos confiar un poco más en la fuerza misma de las palabras.
No dije que las diferentes líneas de la nota no estuvieran relacionadas. Decía que coincidía con una y encontraba problemas en la argumentación de la otra. Y reitero, Taipei no tiene dos libros, tiene un libro publicado y otro en la recta final de desarrollo. En ese único libro lo nacional y lo latinoamericano conviven con “otros países”: vos mismo decís que eso está en el sitio.
Tampoco veo por qué sería tan obvio que no chequeaste nuestras palabras sobre la escasez de bibliografía sobre mumblecore antes de escribir, cosa que como investigadorxs se supone que deberíamos hacer. Algo hay sobre el tema, sin dudas, y por eso se traduce. Porque es poco y está bueno ampliar su disponibilidad. Por otro lado, no coincido con esa falta de interés que asumís alrededor del mumblecore, y menos en un año donde uno de los mayores tanques —que tuvo su premiere mundial ayer— cuenta con la dirección de una figura central de ese ciclo de películas; y si esa figura u otras reniegan de su origen y se desinteresan de sus primeras películas me parece un signo más que interesante, signo discutido en abundancia durante las últimas semanas en redes sociales; pero prometí no justificar al libro antes de que exista, así que esa disidencia la dejamos acá.
De todas maneras me parece que tu comentario resume una expresión de deseo compartida: que la amplitud de temas tenga un anclaje en la propia tradición. Lo que no significa dejar de escribir sobre esos otros temas. De hecho, mi comentario previo enfatizaba la lectura materialista histórica de las coincidencias entre cines nacionales e internacionales. Si el tendido de puentes entre el mumblecore y el cine argentino está o no ausente se va a poder comprobar… insisto… cuando salga el libro.
Ciertamente estamos más de acuerdo de lo que parece, y entonces no se entiende el intento, durante el año pasado, de insinuar la pertenencia a una «resistencia conservadora» que, como dijo Agustín hace un tiempo, los textos que escribimos discuten. En ese sentido te acepto más lo de «lo que falta por izquierda».
Un saludo,
Milagros
Milagros,
La frase de Cuervo que mencionás remite a una película argentina que nadie ya podrá ver… Hay y habrá muchas más, así como protagonistas y testigos que han ido y seguirán desapareciendo sin que nadie se moleste en entrevistarlos.
No digo esto para cargarles esos muertos, pero aquí estamos. Volvamos a Contorno. Literalmente, digo: hablemos de esas revistas. Hasta Sur tenía un nombre preciso, aunque Victoria Ocampo la dirigiera desde su afrancesamiennto y anglofilia. Contorno vino a pararse contra eso, en un momento de transición: número especial sobre el entonces despreciado Arlt, pero también sobre el peronismo… Literatura y política, como luego titularía a su libro VIñas. Te imaginás a esos muchachos haciendo un numero (no digamos ya un libro!, con perdón por la exclamación) sobre «las nubes en la literarura» o algo así?
Taipei ya desde su nombre es una incógnita. No sé cual es el otro libro en desarrollo, ni hacia dónde van. Lo nacional y lo latinoamericano puede convivir, pero nadie se va a ocupar de eso como nosotros.
Yo no investigo sobre Mumblecore, que con franqueza te digo me parece uno de los temas menos interesantes del mundo (y eso que son casi infinitos), por eso mi doble asombro. ¿No se preguntaron por qué hay poco? Y sabiendo que de cine argentino hay menos… ¿Creén que alguien en USA va a traducirnos al inglés? Sería tan improbable como alguien en Taipei haciendo una revista que se llame «Buenos Aires».
Que uno de los mayores tanques del año cuente con la dirección de una figura central de ese ciclo es otro buen motivo para no prestarle más atención, visto que además ahora encima se muda a Narnia… Si esa figura u otras reniegan de su origen, acaso sea interesante para algún investigador norteamericano interesado en el «indie», que podrá usar los generosos presupuestos de sus universidades, pero sospecho que también va a optar por otros temas más sugestivos.
Basta ver, insisto, lo que han hecho y hacen los críticos de esos países con su propia tradición (ni hablemos de su canon yanqui-europeo!).
El tendido de puentes está muy bien si hay igualdad, pero hay cosas que no tiene mucho sentido relacionar, cuando de un lado falta casi todo.
Entiendo y celebro que varios de ustedes y sus textos buscan diferenciarse de esa «resistencia conservadora» que nos rodea, y por eso señalo lo que me parecen pasos en falso… La juventud no dura para siempre, y el ánimo contestatario menos.
Extrapolo algo citado por Primo Levi en ocasión más ruda: «Si no eres tu, quien? Si no aquí, donde? ¿Si no ahora, cuando?»
“La urgencia de abordar temas vinculados al cine argentino sobre los cuales no hay un solo paper dando vueltas” ¿En serio?
“(Sobre el cine argentino) hay muchos papers pero pocos libros, fuentes, etc” ¿Están seguros?
Papers hay desde que ingresó a la universidad como tema, e incluso tesis. Libros (en comparación con los de cualquier cinematografía nacional de los países centrales) hay muchísimos menos. Y fuentes primarias importantes (como en Hollywood, donde hasta el más olvidado cineasta o actor tiene frondosos archivos) hay muy pocas. Por ejemplo, hay un (sólo) libro llamado «Reportaje al cine argentino» con entrevistas a «los pioneros del sonoro», publicado en 1978… Nunca más hubo algo así. Y ya hay varias generaciones más ya muertas y enterradas.
Ni siquiera tenemos libros sobre directores argentinos, salvo notorias y festejadas excepciones, muchas sin reedición o actualización (una colección como la de CEAL, que es más testimonial que completa, tiene ya treinta años…).
Nicolás ¿En serio estás retando a la juventud por no tocar «temas nacionales»? ¿Y acusas a alguien de conservador, con esos argumentos? De a poco te estas volviendo pre-borgeano, ameo…
¿Evaluaste la posibilidad de que dicha tendencia extranjerizante esté orquestada por la «Sinarquía Internacional»?
Esa sospecha no es extraña viniendo de alguien que tiene una película sobre Blomberg y Maciel… Lo que no termino de entender es el corso a contramano de confundir preocupación por la historia (que no acaba en los unitarios) y el patrimonio nacional (como el cine) con algún tipo de nacionalismo rancio… Pero bueno, por ahí por eso no tenemos Cinemateca.
No te voy a decir que leiste mal a Borges porque es como Perón, hay para todos los gustos… Pero ciertamente hacés una mala lectura de «El escritor argentino y la tradición», que no llegamos a discutir aquella vez en La Plata porque en vez de tratar de explicar qué tiene que ver la tradición (que no es disfrazarse de gaucho) con tu Gran Satàn, te escapaste por la tangente… Vos mismo tocás «temas nacionales», para decirlo en tus términos, aunque en tu boca suena a nacionalismo de derecha de los 30.
No estoy retando a nadie en ese sentido infantil, aunque ciertamente es un reto ocuparse de estos temas. Y muchos de esos jóvenes ya lo están haciendo, porque no tienen tus prejuicios o tus miedos. Igual me reconozco en ese desprecio noventista, pero yo cambié (o crecí) Mariano. Hace falta que escriba esa historia generacional en primera persona, sacando fotos de una caja? Tal vez lo haga.
Yo no crecí
Y si, sos del 90, en verdad del 95 (como nacido en el 75), cuando ya estaba todo podrido. Yo soy del 90 exacto (como nacido en el 70), y llegué a ver no sólo el fin del alfonsinismo sino algo de la primavera previa (aunque ese 1985 no se vió ni se escuchó por TV, como miente la película homónima). Vi el arco completo, y hasta recuerdo las primeras manifestaciones en las calles del 83, cuando yo mismo empezaba a «crecer y creer» (un poco).
Pero vos también debés haber visto tus primeras tetas y películas argentinas en «Función Privada». Me refiero a películas más o menos actuales, no las que veía mi abuela con Mirtha Legrand, y todos odiábamos, hasta que pudimos verlas de otra manera… Tal vez después de ver «Invasión» por primera vez en la Lugones (96? 97?) y descubrir que un Buenos Aires pretérito podía ser nuestro. Pero no, seguramente vimos las mismas cosas de manera diferente… Por eso acá estamos, como siempre, discutiendo lo indiscutible.
Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes es una película de 1965 dirigida por Fernando Siro, basada en un relato de Dalmiro Sáenz. La vi en la tele cuando era un nene y me llamó la atención por la manera de contar la historia de un hombre asesinado a quien nadie oye gritar cuando lo matan. La película narra la investigación y si la memoria no me engaña contiene varias escenas sin diálogos, flashbacks y deja mucho fuera de campo. Me atrajo esa manera que hoy llamaría moderna, que apelaba a un trabajo de interpretación del espectador. No podría asegurar hoy que fuera buena, pero formó parte de mi educación sobre la modernidad cinematográfica, que ya no me resultó tan rara, la modernidad fue mi clasicismo desde chico. Ignoro si se conservan copias de la película, que tenía un elenco atractivo: aparte del director, actuaban Luis Medina Castro como Cecilio Fuentes. También estaban Walter Vidarte, Alberto Argibay, Elena Cruz, Diana Maggi, Lautaro Murúa, Ignacio Quirós y Laura Bove.
Una curiosidad es que su director Fernando Siro y su mujer Elena Cruz tuvieron una deriva ideológica que los llevó a terminar apoyando a Videla en los 80 cuando la dictadura había terminado. Andaban por el programa de Mauro Viale reivindicando a la dictadura y negando los 30 mil desaparecidos.
Durante muchos años el recuerdo de esa película durmió en el fondo de mi mente y se despertó una tarde de diciembre de 2017, cuando me invitaron a participar en una charla en el ENERC bajo el título «La imagen argentina». EL título y el recuerdo de la película los asocié al ciclo vital del NCA de los 90: esa tarde dije que el (ya no) nuevo cine argentino había muerto y nadie lo había oído gritar. ¿Cuándo murió exactamente?
Cuando comento este post de NP, el recuerdo me vuelve a la memoria para referirme a la generación de cristal. Aquella cuya voz no se escucha. No es mi deseo que nadie se ponga a gritar ni a escribir con signos de admiración para expresar una voz audible. También me gusta esa parte de Charly que dice: «si lo que te gusta es gritar, desenchufá el cable del parlante». Pero el que la canta es un tipo que ha dejado varias frases que todos recordaremos por muchos años. Sabemos qué dice Charly. No se trata de gritar, claro. Sino de alguien a quien mataron sin que nadie lo escuchara.
La charla en el ENERC fue en una tarde de diciembre de 2017 en el que el centro estaba convulsionado porque en el Congreso el macrismo, que había triunfado ampliamente en las elecciones recientes, intentaba imponer una reforma previsional y laboral que fue multitudinariamente resistida en las calles. La policía porteña de Larreta y la Federal de Bullrich reprimieron salvajemente y el olor de los gases lacrimógenos entraba por el hall de Salta y Moreno donde debatíamos sobre si existe una imagen argentina. No sé si había algún cineasta filmando esas escenas decisivas: después de la represión de la tarde hubo otra oleada de manifestantes a la noche y el macrismo que quería forzar sus proyecto de destrucción aprovechando su victoria reciente esa tarde empezó a perder su rumbo. No pudo «ir más rápido» por la resistencia callejera y terminó perdiendo las elecciones de 2019 a pesar del préstamo de 40 mil dólares con que USA lo ayudó para ganar. Desconozco si se hizo alguna película sobre los acontecimientos de esa tarde en la que la suerte del macrismo se quebró, pero la imagen argentina que buscábamos en el ENERC estaba ahí cerca a la espera de quien la filmara. Qué buena película podría haber sido.
que tremendo el no poder aceptar un error, la idea de voltear un gobierno siempre estará presente en el peronismo, pero en este caso, y en tu festejo de la intenta de la toma del congreso y la posterior derogación de la ley (por decreto del actual gobierno kircherista, si, este del 140% inflación anual) se llevaron puestos a los jubilados, que hoy cobrarían entre 9,7% y 19% más con esa ley a la que le tiraron piedras y cascotes en la forma más bruta y partidaria posible. Entiendo que les gusta quejarse y siempre estar en contra de lo que no es peronista (aunque hacen excepciones con peronistas hechos y derechos como Menem, Cavallo, Massa, etc), pero alguna vez podrían mirar datos y salir de la nube de «cristal» en la que viven con todos sus privilegios en la Ciudad de Buenos Aires y el primer cordón del conurbano.
«Peronistas hechos y derechos»: Cavallo entró al Partido Justicialista en 1987, en la universidad fue parte de una agrupación católica según wikipedia, Massa arrancó la militancia en la Ucede; habría que «mirar datos». Tampoco se intento tomar ningún congreso en el evento al que refiere.
Entendí la referencia, muchachos. Algunxs colegas de Taipei preguntan por la película en cada ocasión que tienen. Nunca la oímos (ni vimos). Desventuras de un país sin Cinemateca.
Tenemos dos variantes de un cine fantasmal: el que se perdió y el que nadie filma.
Quedan por determinar las responsabilidades, en ambos casos…
Mientras tanto, o hace rato, los ex amantes del PC cada vez menos preocupados (o más orgullosos) por ser considerados de derecha (pero como no son nacionalistas no debe haber problema):
https://twitter.com/Gus_Noriega/status/1679098569100279811
De la segunda variante, de eso se trata bastante en CLOA, y de modos distintos. Y sobre el que sí existe, se intenta pensarlo a fondo. A veces sale bien, a veces no. Leo todo, poco puedo participar en lo que dicen por acá. Mis tiempos son muy limitados. Saludos. R