EN EL CORAZÓN DEL MAR / IN THE HEART OF THE SEA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
DESVENTURAS OCEÁNICAS
En el corazón del mar / In The Heart of the Sea, Estados Unidos, 2015
Dirigida por Ron Howard. Escrita por Charles Leavitt.
* Tiene un rasgo redimible
Un tema apasioanante y el transfondo de una novela extraordinaria no alcanzan para sacar a flote una película que debería haber sido inolvidable.
Ni es esta la primera ocasión en que se intenta filmar Moby Dick (o algo que se relacione con esa novela magnífica) ni será la última en que en el intento los intrépidos del cine se hundan en el abismo. Del mismo modo que en la novela esa entidad marítima de proporciones insólitas, avatar de una vileza cósmica, avasallaba a los hombres en su afán de capturarla, algo así sucede con quienes pretenden hacer cine a partir de la sustancia de aquella obra literaria. Nadie pudo salir airoso hasta ahora, y si bien Ron Howard parte de los hechos que inspiraron a Herman Melville a escribir esa novela, el resultado es desalentador.
Todo comienza con un encuentro: en 1850, Melville visita a Thomas Nickerson, un marinero que en su juventud estuvo en el famoso barco ballenero Essex, que partiera al mando del capitán George Pollard en 1820 en búsqueda de aceite de ballena, boom económico del momento, y terminara hundido en altamar tras el obstinado ataque de una ballena gigante. La escena no deja dudas: la atribulada alma de Nickerson esconde secretos inconfesables, recuerdos propios de aquellos que frente a la supervivencia tuvieron que optar por transgredir sus principios para poder seguir con vida.
Más que por el dinero ofrecido, el reluctante marinero le contará su historia al escritor, acaso como conjura de su vergüenza moral; esas memorias suponen ser entonces la materia literaria de la novela. El filme no será otra cosa que una ilustración mecánica y lineal de esa confesión. En efecto, En el corazón del mar arrancará en 1820, con la partida del Essex del puerto de Nantucket, a cargo del cuestionado liderazgo del capitán Pollard y su carismático primer oficial Owen Chase. De ahí en más, la película se conformará con delinear la confrontación inicial entre los personajes principales para luego sustituir ese choque inicial por el que importa: el de los hombres con la bestia marítima (o el capitalismo contra la naturaleza).
Si bien lo primero que se escucha en el filme es una afirmación acerca de querer conocer lo inescrutable, quien espere cierta agudeza descriptiva y filosófica tendrá que ir al libro de Melvilla o a las memorias publicadas por Chase y Nickerson. La poética de Howard consiste aquí en una deliberada acentuación del lugar común por todos los medios: la musicalización ubicua de las escenas, la dinámica grupal en el navío, la estética instagram de cada panorámica en el océano convocan al póster de la sala de espera del odontólogo. Además, el hinchazón óptico de las imágenes en 3D tampoco ayuda, pues la relación entre lo pequeño e inmenso, algo que un filme que transcurre en el mar impone, no se beneficia del dispositivo estereoscópico digital, que con frecuencia trastoca la armonía en las proporciones. Y eso no se compensa con los cientos de primerísimos planos de objetos que, siguiendo la moda visual de las cámaras GoPro, simulan ingenio estético donde solamente existe innovación técnica. Después de un veloz plano inicial de un perro devorando un choclo desde una cercanía insólita, se puede esperar cualquier cosa.
Luego de una película tan hermosa como Rush: pasión y gloria, las expectativas eran altísimas, pues en su filme precedente Howard había brillado como nunca; pero este es el Howard de Ángeles y demonios, un director con oficio que no siempre elige el riesgo y el camino menos recorrido. Lo cierto es que tan solo el párrafo inicial de Moby Dick tiene más vitalidad que este filme de 122 minutos, en el que el diseño visual y la trivialidad ilustrada de los grandes temas del espíritu humano sofocan el espíritu de aventura.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de enero 2016
* Otras películas de Ron Howard en el blog: Frost /Nixon (leer aquí) y Rush: pasión y gloria (Leer aquí)
Roger Koza / Copyleft 2016
Call me Ishmael. Habrá que volver a la de Huston, que no estaba nada mal, con Gregory Peck y una aparición monumental de Orson Welles desde un púlpito de sacerdote con forma de proa (inmensa) de barco. Lo que sí, el cine nunca estuvo interesado, hasta donde sé, en el costado documental de la novela (el ‘manual de ballenería en el siglo XIX’), lo cual es una lástima y hasta algo paradójico.
Así es; no teníamos esa vía explorada, y salió muy mal. La de Houston me gusta, pero no llega a funcionar del todo. La aparición de Orson es gloriosa. Saludos. RK
Además de lo que apunta nuestro Melville, en la novela hay una mirada de fascinación y asombro del relator que está en el centro de la percepción de lo monstruoso. Debe ser difícil hacer cine con esto -mucho más con los recursos que Roger señala.
No vi la de Huston, a esta le tenía alguna expectativa… Habría que pensar por qué con medios técnicos semejantes el cine está sin embargo cada vez más lejos de la gran literatura del mar que acompañó la expansión planetaria de la modernidad. Los dispositivos del espectáculo actual parecen contradictorios con una narrativa que descubría el mundo en vez de velarlo.
Exactamente: los recursos visuales son tan excesivos que conspira con el clasicismo necesario para llevar adelante una historia apasioanante. El tema del capitalismo y la ballena blanca como una especie de monstruo marítimo que defiende los interes del mar, acaso una metáfora involuntaria de una metafísica divorciada de otra metafísica incipiente, apenas se enuncia. Realmente el film de Howard es cualquier cosa.
Saludos a nuestro Melville y a nuestro actor de Vértigo.
RK
Muy buen articulo a pesar de ser cordobés