EPA CINE 2016: FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE DE EL PALOMAR
Por Marcela Gamberini
La primera edición del Festival Internacional de Cine de El palomar se planteó con un claro objetivo: apuntar a la descentralización de la difusión cinematográfica ofreciendo a parte del conurbano bonaerense no sólo producciones que han pasado por distintos festivales internacionales sino estrenos absolutos en el país.
La programación curada por Sebastián Rosal, Fernando Pujato, Geraldine Salles Kobiliansky y el director artístico del Festival Eduardo Marín fue un conjunto de películas atravesadas, todas en mayor o en menor medida, por el difuso e interesante espacio donde el documental y la ficción se entremezclan. Esta idea de programación es sólida y precisa, ya que aúna a las películas, hermanándolas en una franja donde el cine le da pelea a los géneros como categorización cerrada y absoluta. La competencia internacional, formada por ocho películas muy distintas entre sí y a la vez semejantes (lo que le da la necesaria heterogeneidad homogénea a la muestra) fue más que interesante. Las ocho películas son pertinentes, reclaman su espacio, su identidad y su pertenencia a un lugar y a un tiempo específico. Vietnam, Estonia, Argentina, Chile, Francia, México ofrecieron películas que en su propia autonomía se anclan en su espacio marcando fuertemente su idiosincrasia.
El punto débil de este festival fue, como suele suceder en las primeras ediciones o en los equipos formados recientemente, la cuestión organizativa. Seguramente, los responsables puedan plantearse para el futuro poner más énfasis en la difusión (tan necesaria para un festival) y en la organización de sus eventos y de sus invitados.
Un repaso por la competencia internacional, muestra de la que junto con Fernando Martín Peña y Federico Karstulovich fui jurado, es pertinente: fueron películas, como ya dije, poco o nada vistas en el país.
– In The Crosswind, de Martti Helde de Estonia, fue la película que elegimos como ganadora de la competencia. La discusión fue rica y el dictamen no fue unánime, lo que habla bien de las producciones que competían. In the Crosswind es una película extraña, que afianza la especificidad cinematográfica aunque en un principio parece contradecirla. En un rabioso blanco y negro, la puesta formal es impecable y el registro sonoro adquiere un valor narrativo imprescindible. La película no sólo va a contrapelo de modas o modernidades sino que además desafía un poco aquello de la imposibilidad de contar una tragedia. In the Crosswind cuenta aquello que es incontable con una maestría impecable. Este fue un estreno en el país, llama la atención que no se haya proyectado en ningún otro espacio y esperamos que podamos verla en una sala comercial.
– Le dernier voyage de madame Phung, de Thi Tham Nguyen de Vietnam, es una película cálida, que destila emotividad a la vez que muestra la angustiosa soledad de esos personajes trans abandonados a su suerte y a su destino. Entre canciones, lentejuelas, penas y confesiones la película transcurre lentamente, mientras muestra un estado del mundo, incómodo, solitario pero nunca triste sino plagado de sonrisas y maquillajes.
– Días de lluvia, de Flavia de la Fuente de Argentina, es una película libre y sensible. Delicada y amable. Contada a la manera de un diario íntimo, como si pudiéramos asomarnos por esa ventana de vidrio lluvioso, De la Fuente nos propone que seamos sus acompañantes privilegiados en su recorrido íntimo. Pero a la vez nos ofrece el lugar del voyeurista que goza con la visión, con la percepción, con el oído. El cine, las imágenes en sí mismas, son como una tabla de salvación, y ellas son las que establecen con la fotógrafa-directora una relación amorosa quien no deja de retratar aquello que la conmueve: sus paisajes, sus perros, su marido y su casa. Una estética de los afectos. En definitiva sus amores, sus pasiones y eso es justamente lo que su cine transmite.
– SI escuchas atentamente, de Nicolás Guzmán de Chile, es de esas películas en la que hay niños que aprenden, escuelas llenas de adolescentes, maestros aplicados. Esas películas en las que el “saber” y el “conocer” se ponen en juego y eso es lo que las hace interesantes y además los personajes- niños (ya que el registro de la película bordea lo documental y coquetea con la ficción) son entrañables y empáticos. En Si escuchas atentamente hay un intención que es la de mostrar el estado de la educación en Chile, siempre tan conflictiva.
– Santa Teresa & otras historias, de Nelson Carlo de los Santos Arias, la mejicana de la competencia, es un película muy despareja. Lo interesante es que afirma aquello de la imposibilidad de adaptar una novela y menos si se trata de 2666 de Bolaños. La película tiene un buen registro formal, con imágenes cuidadas, pero la narración se extravía demasiadas veces como para hacer de esto un rasgo a favor del film.
– La larga noche de Francisco Sanctis, de Andrea Testa y Francisco Márquez, de Argentina, es una película rigurosa en su puesta en escena y a la vez en su planteo ideológico. Retrato de una época, de una disyuntiva, de un escenario especifico, de un tiempo y una época determinada, la película sobresale por el clima agobiante que destila. Una ciudad, ese espacio que abruma y amenaza que respira represión, es la verdadera protagonista de la película. Ese hombre y su dilema en “esa” ciudad marcan la pertenencia y la idiosincrasia de una época tenebrosa.
– Les règles de jeues, de Claudine Bories y Patrice Chagnard de Francia, es, al decir del amigo y colega Fernando Martín Peña, una película de terror. Muestra el estado del mundo laboral en la Francia actual, sobre todo en sus jóvenes que, se muestran agobiados y poco receptivos a aquello que se les dice. Una serie de entrevistas laborales es el eje narrativo por el que transcurre la película y ese eje se lleva puestas las esperanzas, las necesidades, las ganas no solo de esos jóvenes sino de los espectadores. Una película demoledora que cuenta sin ambages el estado horroroso del mundo contemporáneo.
– Mi último fracaso, de Cecilia Kang de Argentina, es una buena película. Correcta en sus elecciones formales; la sensación de deriva de sus personajes pareciera recaer en la propia deriva de la directora que festonea entre Corea y Argentina, mientras descubre el peso de la identidad cultural en las relaciones afectivas. Tal vez hay cierto desbalanceo en la narración; la historia de la hermana es tan potente que podría haber ocupado más espacio en un relato que nunca deja de ser emotivo y querible.
El cierre del festival estuvo a cargo de La piel marcada, un documental de Hernán Fernández que cuenta el ascenso y descenso (o no tanto) del boxeador Sergio Víctor Palma. Esta película es un documental de corte clásico con imágenes de archivo, entrevista directa al protagonista y una historia paralela entre el comienzo de Palma y el de otro joven. Lo más interesante de este documental es la recurrencia de Palma a su pasado encerrado en unos capullos de algodón que le rememoran su pasado en La Tigra, Chaco. Esa fragilidad del algodón es la misma de Víctor Palma, sus palabras, sus recuerdos, su cuerpo.
Ojalá el Festival pueda seguir en el tiempo, ofreciendo tan buenas películas para parte del conurbano a veces alejado, a veces tan distante del universo cinematográfico porteño.
Marcela Gamberini / Copyleft 2016
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