ESTRENOS EN DVD (4)
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
ÚLTIMA PARADA 174, BRUNO BARETTO, BRASIL, 2008. (*)
Los planos iniciales de la decimoctava película del director de Gabriela y Doña Flor y sus dos maridos, Bruno Barreto, son elocuentes: se ve un televisor en donde se transmite una de las tantas telenovelas brasileñas. Son actores caucásicos cuyos dramas pasionales no solamente son ridículos, sino obscenos. La cámara abandona el rectángulo catódico y se focaliza en una mujer que mientras fuma amamanta a su hijo. Es una casa humilde. Acusándola de adicta, un líder de una banda de las favelas se lleva a su hijo. La madre desolada sale a caminar. Barreto opta por un paneo horizontal de izquierda a derecha. Desde la favela el paisaje explicita la desigualdad. En efecto, la composición edilicia de Río de Janeiro es una evidencia sociológica: la riqueza está concentrada, la pobreza también. Es un buen inicio para un filme que pretende inspeccionar dramáticamente los antagonismos e injusticias de un país paradigmático de Latinoamérica.
El punto de partida de Barreto es la toma de rehenes por parte de un joven desesperado llamado Sandro en un colectivo de línea de Río de Janeiro, en junio del 2000. Acontecimiento mediático memorable: dos años más tarde, José Padilha realizó un documental sobre el caso, Bus 174.
Inspirado tanto por aquel suceso como por el documental, Barreto intenta reconstruir en clave de ficción la vida y el contexto del protagonista, aunque también presta atención a la supuesta madre del desposeído (Última parada 174 sugiere que la madre de Sandro quizás no era su madre). Sandro vivió casi toda su vida en la calle, tomó y vendió drogas, permaneció analfabeto, estuvo preso y quiso ser rapero. Ni el reencuentro con su madre, ni la ayuda de un asistente social de una ONG prototípica de los ’90, pudieron redimir los efectos que tiene un sistema socioeconómico sobre la constitución de la identidad de una criatura reducida a la supervivencia salvaje.
Última parada 174 no es una gran película, pero evita la estetización sinvergüenza del mundo marginal como ocurría en Ciudad de Dios, y también la mirada fascista de Tropa de elite, dos películas abominables sobre los destituidos ciudadanos de las favelas cariocas. Aquí, las calles y los personajes dotan de autenticidad a este relato esquemático y con algunos subrayados innecesarios, pero, finalmente, rescatable, pues Barreto dista de ser pretencioso y prescinde de los característicos golpes bajos del género.
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HERMANASTROS / STEP BROTHERS, ADAM MCKAY, EE.UU, 2008 (**)
“Es en la familia en donde nuestra nación encuentra esperanza, y nuestros sueños tienen alas”. Parece la declaración de un mediocre filósofo chauvinista, o la sentencia de un poeta kitsch que ve en la patria una inspiración excluyente. La primera reacción del espectador puede ser de sospecha. Pero, tras unos segundos, se revela el autor: George W. Bush. Es un anuncio que condensa el espíritu de la comedia: doblegar el sentido común; deshacer, gentilmente, las expectativas y las creencias que resguardan el orden establecido. Toda gran comedia es una secreta denuncia sobre el estatuto de nuestras prácticas cotidianas.
El punto de partida de Hermanastros es la inverosímil situación de dos hombres de cuarenta años que todavía viven con sus padres: el comediante Will Ferrell y uno de los mejores actores secundarios de Hollywood: John C. Reilly. En una conferencia, el padre de uno y la madre del otro terminarán compartiendo una noche de pasión y una vergonzosa aunque común confesión: sus hijos, verdaderos adultos, todavía viven con ellos. De la cama al altar, se constituye una nueva familia. En un principio, los hermanos rivalizarán por todo, pero la convivencia y otros miembros de la familia habrán de unirlos inesperadamente. Infantiles y narcisistas, pero también auténticos y socialmente inadaptados, los hermanos confrontarán con todos aquellos que les demanden normalidad, en especial el padre, interpretado por el excelente Richard Jenkins. Así, la realización de un videoclip sellará el fin del consentimiento paterno.
Como sucedía en Napoleón Dinamita, Hermanastros exacerba la estupidez extrema de sus héroes, de tal modo que el contexto social parezca inteligente y los otros personajes representen el arquetipo de lo correcto y normal, hasta que paulatinamente ese modelo se trastoque en una imbecilidad irredimible. La persistencia en la irresponsabilidad por parte de los personajes de Ferrel y Reilly doblega, en el desenlace, toda una concepción respetable de cómo se debe vivir. Justo cuando parecen ser domesticados, el disparate prevalecerá: Ferrell canta ópera mientras Reilly toca la batería. Es el sonido de una rebeldía que ya ni siquiera los jóvenes parecen cultivar.
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EL BAÑO DEL PAPA, CÉSAR CHARLONE Y ENRIQUE FERNÁNDEZ, URUGUAY, 2007 (**)
Calurosamente recibida en el Festival de Cannes 2007, esta comedia ligeramente anticlerical y, por momentos, costumbrista, gira en torno a una visita del Papa Juan Pablo II a un remoto pueblo de Uruguay, en la frontera con Brasil. Es 1988, y el pueblo en su conjunto lo experimenta no sólo como un evento de fe, sino también como una oportunidad económica. Ésa es la lectura que hará Beto (César Troncoso), un simpático contrabandista menor, que montará un baño público para los miles de fieles que visitarán, hipotéticamente, el pueblo.
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AMOR EN LA NIEVE / SNOW CAKE, MARC EVANS, CANADA-REINO UNIDO, 2006 (°)
Drama predecible y supuestamente intimista, en el que un hombre, tras haber cumplido una condena penitenciaria, se ve involucrado en el destino fatal de una familia, después de tener un accidente automovilístico cuando viajaba junto a él la hija de una madre autista. Esta película de segunda categoría abrió el festival de Berlín en el 2006, probablemente porque Alan Rickman (el ex-convicto) y Sigourney Weaver (la progenitora) garantizaban cierto glamour. Pero lo único valioso de este telefilm con ribetes de autoayuda es la presencia de Carrie-Anne Moss (la Trinity de Matrix), quien interpreta a una vecina liberal de la damnificada; un alivio para el personaje de Rickman, y también para el público.
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RODNEY, DIEGO RAFECAS, ARGENTINA, 2009 (°)
Después de su sobrevaluada Un Buda, Diego Rafecas prosigue en su búsqueda metafísica con esta pieza de esoterismo trash, con toques de policial y retrato costumbrista, en la que un niño (índigo) de 10 años, espiritualmente avanzado, vive con su madre incapaz de sostener material y simbólicamente su vida. Todos los personajes que giran alrededor de su vida experimentan crisis diversas, aunque encuentran cierto sosiego en el bar que le da nombre a la película. Es un acierto que el director no juzgue a sus personajes, pero su crítica al materialismo secular se diluye en el último pasaje del filme, en donde el sustento de la vida espiritual yace en las bondades de un familiar millonario.
Todas las críticas fueron publicadas por el diario La Voz del Interior durante otoño 2009.
COPYLEFT 2009 / ROGER ALAN KOZA
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