ESTRENOS ETERNOS (15): UNA HORA CONTIGO / ONE HOUR WITH YOU
Dirigida por Ernst Lubitsch. Asistido por George Cukor.¿Dos leyendas del Hollywood clásico compartiendo cartel? En 1932 Cukor fue contratado por la Paramount para dirigir Una hora contigo, una película que había comenzado su pre-producción con Lubitsch al mando, que tuvo que dejar su lugar por un conflicto de agenda. Luego de fuertes peleas entre Cukor y el actor protagónico, Maurice Chevalier, el estudio decide convocar de nuevo a su director estrella. Según reportes de la época, Cukor permaneció en el set todos los días, mientras el maestro alemán dirigía la mayoría de las escenas, una guerra fría de egos sostenida por el norteamericano que cumplía sus obligaciones contractuales para poder cobrar su cachet. Luego de disputas legales por la titularidad de la película, se estableció el reparto de créditos y así es como tenemos a las dos leyendas en sus respectivos lugares en la marquesina.
Podemos decir que, esta vez, la Historia tuvo razón. Una hora contigoes material para Lubitsch, de principio a fin. Un matrimonio feliz, André y Colette (Chevalier y Jeanette MacDonald), vive una vida bastante ociosa y de cierta opulencia en París, sin mayores sobresaltos hasta que Mitzi (Genevieve Tobin), la mejor amiga de ella, entra en escena. Lo que sigue es el conflicto André (que parece ser menos ético que práctico), mientras se debate entre ser infiel o cuidar su pareja. Una película que gira enteramente alrededor del deseo sexual, lo que es raro no sólo para su época sino para la nuestra (una ocurrencia genial de Claire Denis es que el solitario astronauta de High Life le enseñe a su hijita bebé “tabú” como primera palabra). De cualquier manera, es notable su actitud progresista respecto al placer (masculino y femenino), la infidelidad y el divorcio, en claro contraste con el puritanismo de su tiempo histórico (sólo dos años después se aplicará el Código Hays, que prohibirá que incluso una pareja casada comparta la cama, para mencionar sólo un ejemplo de su conservadurismo). La trama es una plataforma para que Lubitsch despliegue su talento para las insinuaciones, las elipsis sugerentes, el rodeo y los dobles sentidos. Con todo respeto a Cukor, una propuesta donde el famoso “toque Lubitsch” calza como un guante.
Una hora contigo / An Hour With You, EE.UU., 1932
Dirigida por Ernst Lubitsch (y George Cukor). Escrita por Samson Raphaelson
El toque Lubitsch es a la vez un lugar común sobre utilizado y un misterio. Un concepto que se usa muchas veces para decir nada. Si me permite el juego con otro concepto cinéfilo, el toque Lubitsch parece un macguffin. ¿Qué es el toque? Kristin Thompson en su investigación para Herr Lubitsch Goes to Hollywood se remonta a publicaciones de la época y encuentra distintas menciones en periódicos y revistas, pero no logra dar con una explicación fehaciente. Jonathan Rosenbaum lo define como una cualidad que se deriva de tres particularidades lubitscheanas. Una es la sofisticación para traducir la sensibilidad cosmopolita de las capitales europeas al público norteamericano (Una hora contigotranscurre en su imaginaria París híper romántica y sensual, regada de champagne, tan lejos de cualquier ciudad estadounidense promedio en la era de la Prohibición). Otra es su mirada, a la vez afectuosa y crítica, de personajes viven con sus defectos bajo algún doble standard moral (“una rara capacidad de ver sus lados románticos e hipócrita, con una igual cantidad de atención matizada y complejidad moral, sin sucumbir a sentimentalismo alguno en relación a ellos”). El último es una manera de utilizar la música como aspecto integral para la construcción del film (en una escena de la película, Mitzi y Colette hablan en rima, al son de la música, en una secuencia de musical sin canto, por el mero gusto de jugar con el género).
Podemos agregar, el pensamiento lateral como modus operandi para armar la puesta en escena. La atención y el ingenio supremo por el detalle (que inventa pequeños gags donde a nadie se le ocurriría); la maestría para las elipsis y el desplazamiento de sentidos, que transforma objetos y diálogos en insinuaciones de lo que no se puede decir o filmar; la puesta de cámara insospechada, contra-intuitiva, que sugiere al público lo que en otro caso sería explicitado de alguna manera; el uso del fuera de campo, en un juego de miradas donde nos convertimos en observadores de otros observadores. Todo se explica por una manera oblicua de pensar, que es a la vez singular en su creatividad y democrática en su confianza por la capacidad del público de seguir el ritmo. El toque Lubitsch sería entonces una constante de la puesta en escena, una forma de pensar hacia dentro de los planos y de articularlos, un principio rector que le da a sus películas esa aerodinámica tan particular, en films tan ligeros que parece que en cualquier momento pueden despegarse de la pantalla y salir flotando (incluso cuando están atravesadas por la Gran Depresión, cómo en Un ladrón en la alcoba; o por la 2da Guerra y el nazismo, cómo en Ser o no ser)
Una hora contigo es quizás un film menor de Lubitsch, pero está regida por el famoso estilo del director. Y si el inefable y escurridizo toque es una constante,no deja de ser cierto que cristaliza claramente en momentos puntuales. Cómo en aquel plano donde André se entrega finalmente a Mitzi. La cámara está emplazada frente a un arbusto que tapa completamente el banco donde están sentados los personajes. En un momento, por el costado derecho del plano asoma la cabeza de André, muy sonriente y levemente despeinado, que vuelve a ocultarse tras el arbusto. La cámara hace un pequeño paneo y filma el pie de Mitzi, que tiene atada en un perfecto moño la corbata del marido de su mejor amiga. El juego con lo oculto y con lo que no se puede mostrar es explícito, y de alguna manera se atiene a las reglas pero con una paradójica irreverencia.
Hay momentos donde el toque se nos aparece, aunque sea de manera fugaz. Cuando Mitzi consigue que André vaya a visitarla a su casa, la cámara se posa un segundo en sus pies, que dejan deslizar las sandalias que calzaban hasta ese momento. Ese breve plano, que en otro contexto sería inocuo, está cargado casi inexplicablemente de erotismo. Sólo se me ocurren ocasionales planos de Rohmer con esa capacidad de dotar de sexo a imágenes castas y mundanas. El toque Lubitsch es el anti-porno.
En 1923, Mary Pickford, una de las grandes estrellas del cine mudo, consigue que su amigo Lubitsch haga el salto de la industria alemana a Hollywood. Por distintas razones, la actriz y el cineasta se llevan a las patadas durante el rodaje de Rosita, lo que lleva a Pickford a declarar: “No es un director de personas, es un director de puertas”. Es una observación certera, es notable la cantidad de puertas que hay en sus películas. Lo que no sabía Pickford era que, en su intento por vilipendiar al director germano, inventó su propia definición del toque Lubitsch, el estilo del gran pensador indirecto del cine.
Santiago González Cragnolino / Copyleft 2019
*Durante el mes de octubre los cineclubes de Córdoba Etiqueta negra, Pasión de los fuertes y La quimera (los dos primeros tienen lugar en el Cineclub Municipal Hugo del Carril y el tercero en el Teatro La luna), realizan una retrospectiva de la filmografía de Lubitsch. Se compone de sus grandes obras maestras, joyas no tan conocidas y algunas de sus películas mudas, musicalizadas en vivo (los jueves en La quimera).
Últimos Comentarios