ESTRENOS ETERNOS (17): LA PASIÓN SEGÚN BERENICE
Magnífico plano inicial, escenificación de un sueño. Un hermoso caballo está en medio de un incendio. La casa en la que está encerrado el animal arde como si fuera el infierno. A su vez, suenan unos acordes musicales perfectos. Hay allí algo ominoso, propio de una dimensión simbólica. La escena onírica será interpretada inocentemente por uno de los personajes como un signo vinculado al juego. La película desmentirá esa versión paulatinamente para sugerir que ese primer momento no es otra cosa que la representación simbólica del psiquismo de la heroína, la famosa Berenice (Martha Navarro) del título.
El film transcurre en un pueblo de provincia, lugar en el que Berenice cuida a su madrina, que está muy enferma, y en su escaso tiempo libre imparte clases de dactilografía. La muerte del médico que atiende a la anciana precipitará el encuentro con el hijo del doctor, que también ejerce la medicina y que de ahí en más le ayudará en el tratamiento. Será en el velorio cuando Berenice cruce miradas con el apuesto Rodrigo (Pedro Armanedáriz Jr.) por primera vez, otra secuencia de una precisión ostensible en los movimientos de cámara que viene acompañada por una rabiosa ironía anticostumbrista en el tono, a tal punto que el primer indicio de erotismo coincide con la muerte.
La pasión según Berenice, México, 1976.
Escrita y dirigida por Jaime Humberto Hermosillo.
A partir de esa secuencia, como es de esperarse, el progreso dramático estará centrado en la evolución del romance entre Rodrigo y Berenice, quien se ha ganado las sospechas de la gente del pueblo debido a pretéritos rumores de que la joven mató a su marido, uno de los tantos misterios de Berenice, como la cicatriz que lleva en su rostro y de la que no se avergüenza.
Ya en este film temprano el maestro Hermosillo tiene decisiones firmes de puesta en escena: acierta cada vez que utiliza música extradiegética, prioriza el tiempo del registro y no tanto el montaje y cuando entiende que puede jugar con la continuidad del relato no teme en incluir alguna que otra secuencia tanto del orden de lo imaginario como de lo onírico (o hacer que una secuencia que tiene lugar en otro film proyectado en un cine se torne indistinguible del propio film en desarrollo), ejemplos que delimitan una poética deliberada por parte del autor. Véanse, además, los travellings para seguir a los protagonistas en la calle, o todos los desplazamientos en interiores; el control sobre el espacio como superficie dramática es indesmentible.
*Este texto fue publicado en Retina Latina en el 2017.
Roger Koza / Copyleft 2020
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