FESTIVAL DE CANNES 2012 (02): TRAPERO Y SUS DESCENDIENTES
Por Roger Koza
Todos los grandes directores de la nueva generación de cineastas en Argentina han pasado por Cannes: Lisandro Alonso, Lucrecia Martel, Adrián Caetano y Pablo Trapero. Este último se ha convertido en el realizador dilecto de Thierry Frémaux, director artístico del festival y uno de los hombres más poderosos en el panorama cinematográfico mundial. Excepto por Trapero, dijo, “el cine argentino se ha suicidado”.
Trapero, como suele suceder, apuesta fuerte. Elefante blanco, que se estrena mañana en Argentina y que aquí se verá recién el próximo lunes, parecía ser un filme ideal para la competencia mayor: curas revolucionarios, rabia tercermundista, grandes actores y mucha ambición escénica. Su inclusión en Una Cierta Mirada, la segunda competencia oficial en Cannes, no debe ser interpretada como un pulgar hacia abajo de último minuto. Frémaux piensa sus competencias con otra lógica, menos dual y antagónica, más cubista y paradójica. La competencia oficial no es la Primera A del cine y Una Cierta Mirada una suerte de categoría menor, una división secundaria. Trapero no es el River del cine en búsqueda de un ascenso merecido. En esta sección suele haber más riesgo, es decir, menos glamour y más cine. Es por eso que este año puede ser el año de Trapero, su definitivo pase simbólico a la liga de directores que hacen y escriben la historia del cine.
También estarán los descendientes de Trapero. Los salvajes, de Alejandro Fadel, cuyo paso por el BAFICI fue un poco fallido, tiene aquí su recompensa inesperada; su inclusión en la Semana de la Crítica, sección paralela en Cannes, es un premio mayor.
Se podría decir que el filme de Fadel prosigue con la fórmula que Trapero ha concebido pragmáticamente a lo largo de una década de trabajo. Se trata de hacer un cine de autor con vocación de género, o, dicho de otro modo, una combinación inteligente entre clasicismo narrativo y modernidad en la puesta en escena, fórmula que en cineastas galos como Jacques Audiard (el director de Un profeta) alcanza su máximo perfeccionamiento. Es ése el paradigma de Trapero, y también el de Fadel: grandes relatos, elegancia formal. ¿Repetirá Fadel con Los salvajes lo que Giorgelli consiguió con Las acacias el año pasado?
Por ser primeras películas, otros dos largometrajes argentinos compiten transversalmente por la Cámara de Oro: Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, que forma parte de la prestigiosa selección de la Quincena de los Realizadores, y Villegas, de Gonzalo Tobal, sorpresivamente programada fuera de competencia, que también se vio recientemente en el BAFICI. Las tres películas argentinas tienen chances.
Esta nota fue publicada por La voz del interior durante el mes de mayo 2012
Roger Koza / Copyleft 2012
Últimos Comentarios