30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (26): BALANCE (PARTE 2): UNAS POCAS COSAS MÁS
Por Jorge García
Paso a reseñar brevemente algunas otras películas vistas en el festival, lamentando no haberle podido dedicar más tiempo al ciclo de Aleksandr Dovzhenko.
No era fácil, dentro del contexto de un festival, concurrir a la exhibición un documental de cinco horas y media de duración. Sin embargo, la experiencia de ir a ver Homeland, del director irakí residente en Francia Abbas Fahdel, valió la pena. El drama de Irak, tanto en la época de Saddam Hussein como luego de la posterior invasión norteamericana, uno lo conoce de oídas, pero sin información de primera mano y el extraordinario film de Fahdel es una excelente oportunidad de aproximarse al tema. Dividido en dos partes, la primera, rodada hace más de una década, toma como eje a diversos miembros de su familia, con su inteligente y preadolescente sobrino como hilo conductor del relato. Más allá de las evidentes limitaciones impuestas por la censura, el director consigue un ajustado retrato de las condiciones cotidianas de vida en el contexto de una dictadura y a la vez documentar con precisión sobre diversos aspectos de la vida social y cultural del país. La segunda parte transcurre varios años después, durante la invasión norteamericana (absolutamente en fuera de campo) y se constituye en un crudo y agudo testimonio, tal vez algo reiterativo, sobre esos dolorosos tiempos, con el país semidestruído por los bombardeos y los enfrentamientos internos entre diversas facciones. Uno de los mejores films vistos en Mar del Plata, con un final emocionalmente demoledor.
José Luis Guerin es uno de los directores españoles más interesantes de las últimas décadas. Si bien prefiero su primera etapa (la que termina con En construcción), siempre hay en sus películas elementos de interés. En La academia de las musas, un film –más allá de su apariencia- mucho más ficcional que documental, centra el relato en la relación que establece un profesor italiano de filología con sus alumnas. Haciendo honor al título del protagonista, abundan aquí las palabras, lo que le otorga al film un tono intelectual algo recargado (en particular en las discusiones sobre La Divina Comedia). De todos modos hay varios pasajes que se evaden del tono mencionado y que son, en mi opinión, los mejores de la película, vg, la secuencia que transcurre en Cerdeña y las escenas en las que el protagonista discute con su esposa, mucho más ligeras y con un saludable humor.
El portugués Miguel Gomes es, junto con Pedro Costa, el principal representante de una filmografía, la portuguesa, que se caracteriza por la excelente relación cantidad-calidad de sus producciones. Realizador audaz y arriesgado, en sus trabajos hasta la fecha se había mostrado como un cineasta original y rebosante de ideas, como lo demostrara principalmente en Aquel querido mes de agosto y Tabú. En Las mil y una noches, una muy libre adaptación del clásico de la literatura oriental, redobla la apuesta trasladando sus relatos a la realidad actual de su país, a través de tres películas que, por cierto, forman una trilogía pero que también se pueden ver por separado. Yo vi las dos primeras, El inquieto y El desolado (dicen quienes vieron los tres films que son las mejores) y en ellas Gomes fusiona elementos ficcionales y documentales, recurre a diversos géneros y utiliza diferentes tonos que oscilan entre lo cómico y lo trágico con diferentes matices, haciendo casi siempre referencia a la dramática situación social y política que vive actualmente Portugal. Como es de esperar con tan ambiciosa propuesta, en las películas conviven momentos geniales con algunas situaciones menos logradas pero cabe resaltar la permanente búsqueda de riesgos del director que lo confirman como uno de los más talentosos realizadores del actual cine europeo.
Los films anteriores del uruguayo Federico Veiroj, en particular La vida útil, por lo que aguardaba con expectativas, El apóstata, su nuevo trabajo. Con guion de su protagonista, el español Alvaro Ogalla, el film narra las vicisitudes por las que pasa un muchacho que decide abandonar de manera consciente su religión a la que siente opresiva y limitante. La idea original es atractiva pero el film se va diluyendo en una narrativa confusa en la que abundan los trazos de brocha gorda, en la que se extraña el espíritu anárquico y libertario de un Luis Buñuel.
La figura ya casi mítica de Leonardo Favio provocó la presentación en el festival de dos documentales en el festival, de los cuales vi uno, Favio: crónica de un director, de Alejandro Venturini. La estructura del film no se aleja de las convenciones de las entrevistas a diferentes personajes en planos fijos, pero la presencia de Zuhair Jury, hermano y guionista de Favio, de su sonidista habitual que explica minuciosamente el trabajo del realizador en ese rubro, el guionista de Perón: sinfonía de un sentimiento y del hoy envejecido Polín, protagonista de Crónica de un niño solo, más el audio de la voz de Favio que sobrevuela esporádicamente le otorgan auténtico interés al film. Pero el mejor tramo es el final, cuando Edgardo Nieva cuenta con indisimulada emoción la manera en que se acercó al personaje de José María Gatica y como lo hizo llegar a manos del director.
Entre las películas argentinas restauradas que presentó el festival se destacó la de una copia en 35 mm. de Sangre negra, de Pierre Chenal. Auténtica rara avis dentro del cine argentino, esta adaptación de la famosa novela de Richard Wright, con su autor como protagonista, hablada en inglés, con un reparto internacional y una formidable recreación de un barrio pobre de Chicago realizada en Martínez (¡!!), un notable trabajo de Gori Muñoz, consigue en muchos pasajes trasmitir la potencia del relato original, un crudo alegato antirracial en el que, sin embargo, no se idealiza a los negros. En los muy buenos resultados tiene mucho que ver la pericia narrativa de Chenal (un director con una interesante carrera en Francia y que en nuestro país realizó algunas muy buenas películas) quien consigue dotar al relato de un clima muy afín al de los films noirs.
José Campusano es una de las figuras más atrayentes aparecidas en el cine nacional en los últimos años. Sus relatos ambientados en territorios suburbanos poseen una intensidad y una crudeza infrecuentes dentro del cine argentino actual. Su cambio de paso en Placer y martirio, donde intenta retratar conductas de la clase alta resultó fallido y poco convincente, por lo que se aguardaba con expectativas, El arrullo de la araña, su nuevo trabajo. Ambientado casi en su totalidad en la trastienda de una ferretería el film es un relato cerrado y claustrofóbico que narra las humillaciones constantes a las que somete el dueño del negocio a sus empleados. Prividera señaló atinadamente la relación de este film con El habilitado, la ópera prima de Jorge Cedrón pero a diferencia del Tigre, que alternaba las situaciones dramáticas con momentos de grotesco, Campusano opta por un tono serio y solemne, exento de humor, donde los muy abundantes diálogos aparecen recargados e inconvincentes con algunos momentos de inesperado “trascendentalismo”.
Para mi sorpresa, varios elogiadores seriales de casi todo el cine argentino que se hace, atacaron, en algunos casos con dureza, a Eva no duerme, la nueva película de Pablo Agüero. La enorme figura de Eva Perón ha sido fuente de inspiración para varios cineastas (y autores teatrales) que la enfocaron desde distintos ángulos. El film de Agüero toma como punto de partida el secuestro y posterior desaparición de su cadáver por parte de fuerzas militares y lo que lo diferencia de otras aproximaciones es el carácter fantasmagórico, casi pesadillesco, y no exento de toques necrófilos que trasmite el film en varios pasajes que lo convierten por momentos en un relato de terror gótico. Por cierto que el film muestra falencias (los obligatorios primeros planos de Gael García Bernal, el tono discursivo que adquiere hacia el final el juicio a Aramburu, el forzado paralelo de diferentes épocas), pero la atmósfera mortuoria del embalsamamiento el acercamiento/enfrentamiento entre el coronel Moori Koenig (nunca nombrado, en una recargada interpretación de Denis Lavant) y un soldado que termina en una borrachera y un insólito enfrentamiento físico sobre el cajón que contiene el cadáver de Eva y la muy libre utilización del material de archivo convierten al film en uno de los títulos más extraños y estimulantes del cine nacional de los últimos tiempos.
Jorge García / Copyleft 2015
Últimos Comentarios