FESTIVAL DE RIVIERA MAYA: EN LA BÚSQUEDA DE UN PERFIL DEFINITIVO

FESTIVAL DE RIVIERA MAYA: EN LA BÚSQUEDA DE UN PERFIL DEFINITIVO

por - Críticas, Festivales
30 Mar, 2014 04:43 | 1 comentario
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Duro ser un Dios

Por Jorge García

Lo primero que escuché al llegar al Festival de Cine de Riviera Maya, fue que en esta tercera  edición, y como ocurre con frecuencia en este tipo de eventos, le habían reducido el presupuesto, algo que me confirmaron quienes habían concurrido a las muestras anteriores. Lo cierto es que el festival, que cuenta con proyecciones gratuitas (algo que siempre es discutible) contó con la presencia de un público creciente a medida que iban transcurriendo los días. Programado por dos veteranos del desaparecido FICCO, el evento ofreció una programación variada y ecléctica con varias secciones (Plataforma mejicana, Galas, Planetario, Gran Público y Panorama autoral, la más interesante) con una mayoría de títulos de interés pero al mismo tiempo ofrecía como su exhibición estelar un engendro sensacionalista como Nymphomaniac: Vol. 1 y 2 del marketinero Lars von Trier. Aparte der las proyecciones –con una sola competencia, la mejicana- se presentaron los trabajos de Work in Progress de Rivera Lab (algunas películas premiadas en ediciones anteriores se exhibieron este año) y por primera vez hubo un par de actividades paralelas, una mesa dedicada a las prácticas de producción independiente y otra a la de narrativas contemporáneas. Hubo algunos problemas de subtitulado frente a los cuales los espectadores (que en la zona deben ser muy cultos) nunca reaccionaron y un imperdonable error de programación con la película de Edgar Reitz (uno de los mejores títulos del evento) que se exhibió en una única función, superpuesta con la ceremonia de clausura y con la proyección en la sala de al lado del mamotreto de von Trier que, desde luego, agotó localidades. El resultado fue que el film fue visto por cinco personas. Pero pasemos a reseñar algunos de los títulos vistos en el festival de Riviera Maya, comenzando con los más destacables.

El chino Wang Bing es uno de los documentalistas más importantes de nuestro tiempo (títulos como Al Oeste de los rieles, Una memoria china, Un hombre sin nombre o Tres hermanas así lo ratifican) y su nuevo trabajo, Hasta que la locura nos separe, es una confirmación de su talento. Bing introduce su cámara en un manicomio para hombres de una remota región china, planteando a lo largo de casi cuatro horas la convivencia con los pacientes. Lo notable del film es que elude cualquier atisbo de efectismo y/o sentimentalismo, mostrando su vida cotidiana que, en muchos aspectos no difiere demasiado de la que desarrolla una persona “normal” (una sutil manera del director de señalar que cualquiera de nosotros podría estar internado en el lugar). Sobrio y austero, el nuevo documental de Wang Bing es uno de los mejores trabajos de los últimos años dentro del género.

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La otra tierra-Crónica de una visión

La otra tierra-Crónica de una visión, del mencionado Edgar Reitz continúa con su saga acerca de diversos aspectos de la vida en Alemania en distintos períodos. Tuve la oportunidad de ver sus anteriores Heimat y La segunda patria, dos notables trabajos realizados para la televisión y este nuevo trabajo no desmerece frente a los mencionados. Ambientada en el seno de una familia de campesinos de la Alemania rural de mediados del siglo XIX, un momento de crisis económica y fermentos iniciales de luchas revolucionarias, el film es una minuciosa y lúcida crónica sobre la vida cotidiana en ese ámbito, el enfrentamiento entre aquellos que están apegados a las tradiciones telúricas (la abuela, que da la sensación de ser inmortal) y los que desean expandir su horizonte de vida (el joven protagonista), de amores perdidos y encontrados y muchas cosas más. Con una espléndida estructura narrativa y un formidable trabajo de cámara e iluminación en radiante Black & White de Gernot Roll, la película es otro sólido aporte de Reitz a la cinematografía y la historia de su país.

El recientemente desaparecido Aleksei German fue siempre una figura controvertida en su Rusia natal. Autor de solo seis películas, entre ellas la insólita Khrustalyov, mi coche!, una notable parábola contra el estalinismo, su obra fue objeto de diversas censuras. Duro ser un Dios fue su último trabajo, rodado a lo largo de 15 años, donde adapta una compleja novela de los hermanos Arkadi y Boris Strugatsky que fusiona elementos de ciencia ficción con referencias a la vida en la Edad Media. Película de enorme densidad, muy demandante para el espectador,  también rodada en blanco y negro, con una puesta en escena en los que abundan los planos cortos y cerrados, su visión es una experiencia tan fascinante como agotadora pero que al finalizar deja la sensación de que el esfuerzo ha valido la pena.

Otro film de gran potencia visto en Riviera Maya fue Los manuscritos no arden, del director iraní Mohammad Rasoulof. Basada en un suceso real ocurrido en Irán en 1995, cuando se desató la persecución contra un grupo de intelectuales, el film ha sido rodado sin que figuren en los créditos, salvo el del director, ninguno de los nombres de los actores ni del equipo técnico. Film de gran crudeza, con escenas de una inusual violencia y un agobiante crescendo dramático, es una dura requisitoria  contra la censura existente en el país persa, situación que se mantiene hasta nuestros días  (ver el emblemático caso del director cinematográfico Jafar Panahi).

Las primeras películas del  realizador chino Jia-Zhang-ke, censuradas en su país, lo mostraban como una figura esencial del cine asiático, potenciada luego a través de diversos documentales. Había visto en el festival de Mar del Plata, Un  toque de pecado,  y una nueva visión me ratificó que –más allá de la innegable fuerza de algunas escenas- el film destila un marcado tono “discepoliano” en su impiadosa mirada sobre la vida cotidiana en distintas regiones de China, con la corrupción y la violencia como elementos principales del capitalismo emergente. Y también se puede percibir en el film un cierto tufillo destinado a satisfacer la visión occidental sobre el gigante asiático.

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Michael Kohlhaas

Otras películas vistas en el festival estuvieron por debajo del nivel de estas obras, pero vale igual mencionar Michael Kohlhaas, del francés Arnaud des Pallieres, remake de una película de Volker Schlöndorff basada en una novela de Heinrich Von Kleist, ambientada en el siglo XVI alemán sobre un hombre íntegro y piadoso que, víctima de una injusticia por parte de un señor feudal se convierte en bandido. El tomo austero y despojado y la impasible máscara del actor danés Mads Mikkelsen le otorgan al film cierta fuerza, sobre todo en los tramos finales, más allá de algunos pasajes algo discursivos.

Hubo también obras menos satisfactorias como las argentinas Historias del miedo y Réimon que se verán en el Bafici y seguramente serán comentadas más extensamente, R100, del japonés Hitoshi Matsumeoto, un módico divertimento a los que varios críticos respetables pretenden otorgarle la dimensión de gran película, dos films de Asia Central, 40 días de silencio, de la uzbeka Saodat Ismailova y Lecciones de historia, del kazajo Emir Baigazin, que parecieron demasiado prolijos y calculados en su estructura formal y narrativa y el film mejicano Navajazo fue el ganador de la Plataforma mejicana (también recibió una mención en la Competencia de ese país del FICUNAM), algo que no habla demasiado bien del momento actual de esa cinematografía. Deliberadamente no hablaré del film de Sono Sion, Vamos a jugar al infierno, ya que es posible que de origen a una próxima nota.

Jorge García / Copyleft 2014