FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE COSQUÍN / FICIC 2017 (01)
Creo haber utilizado el vocablo “austeridad” en casi todas las invitaciones que envié. Se trataba de una política de transparencia para que los directores supieran que nosotros teníamos un incorruptible corazón cinéfilo que compensaba nuestras faltas materiales.
Afortunadamente, la honestidad persuade, pues solamente así se explica que podamos presentar dos retrospectivas de jóvenes directores talentosos, que muchos cineastas nos confíen sus películas recién estrenadas y que títulos como Brothers of the Night, Jovens Infelizes y 66 Kinos se vean por primera vez en el país.
Obligado por las circunstancias, el FICIC tiene que agudizar su criterio de programación. Es poco el espacio, por lo que cada título incluido amerita un análisis exhaustivo. No hay ninguna película de relleno; todas las que están son decisivas.
En nuestra séptima edición, las películas son formal y temáticamente diversas. Transmiten rabia, curiosidad, misterio, deseo, tristeza, compasión, amabilidad. Hay películas con una estructura exigente y otras elegantemente clásicas. Todas honran el cine. Es por esto que nos enorgullece hacerlos partícipes de nuestro festival.
Bienvenidos.
PELÍCULA DE APERTURA
El futuro perfecto, Nele Wohlatz, Argentina, 2016
Xiaobin llegó de China para vivir en Buenos Aires. Mientras aprende español, trabaja en una despensa y empieza a familiarizarse con la cultura, tiene un breve romance con un chico de la India. Con esas situaciones elementales, Wohlatz construye una comedia lingüística en la que se intuye que un lenguaje es una forma de habitar y actuar; en este sentido, los pasajes en los que aparece Nahuel Pérez Biscayart interpretándose a sí mismo son tan decisivos como conmovedores. El cine implica hacer una experiencia con el tiempo, y sin lenguaje no existiría noción del tiempo. De allí la siguiente clarividencia con la que la directora relaciona cine y lenguaje: las elipsis, como también las puestas en abismo, están intrínsecamente relacionadas con una lección en la que la joven protagonista de 18 años entiende lúdicamente el uso del condicional en la lengua española.
COMPETENCIA INTERNACIONAL DE LARGOMETRAJE
66 Kinos, Philipp Hartmann, Alemania, 2016 (Estreno Latinoamericano)
Lo que podría haber sido un simpático viaje narcisista de escaso interés de un director exhibiendo su propia película precedente en 66 cines de Alemania acaba siendo un notable ensayo sobre una práctica en riesgo de extinción. Que 66 Kinos empiece en una vieja abadía convertida en cine y culmine con el testimonio de una curadora de arte especulando sobre la relación entre el cine y la instalación no resulta anecdótico: el cine ha podido atrapar el tiempo pero este también el cine, cuya naturaleza ha sido modificada. Los proyectoristas extrañan el 35 mm, los dueños de las salas apenas sobreviven, los coleccionistas resisten mientras el anónimo mercado impone una tecnología y los espectadores, según sus edades, eligen o no ir a una sala. Ante el advenimiento de la prepotente ontología digital nada será lo mismo, y Hartmann atestigua los últimos vestigios de una era sin vaticinar el apocalipsis
Ama-San, Cláudia Varejão, Portugal-Suiza-Japón, 2016 (Estreno nacional)
La invocación inicial de una mitología y una tradición, a través de una voz en off de una de las mujeres que practican la pesca subacuática en las aguas de la costa de la península de Shima –una tradición de 2000 años–, sugiere que el mar es aquí una matriz de interpretación de todos los actos. De ahí en más, Varejão seguirá la dialéctica entre la vida doméstica y el trabajo de estas “mujeres del mar”, prestando atención a los detalles de la cotidianidad y los secretos de un oficio. Eso basta para observar la singularidad de una cultura y una práctica, acaso en extinción, y a su vez suministrar algunas secuencias de pura hermosura. Las escenas acuáticas prodigan un tipo de placer ausente en el cine, una inolvidable interacción coreográfica entre el ecosistema submarino y las mujeres.
Brüder der Nacht, Patric Chiha, Austria, 2016 (Estreno nacional)
Los jóvenes búlgaros se prostituyen. Viena es el lugar elegido, más precisamente un bar llamado “Rüdiger” en el distrito de clase trabajadora de Margareten. Las tareas sexuales están orientadas a los hombres; pueden prodigar a los clientes austríacos caricias, sexo oral, penetración u otras prácticas que desafían la ortodoxia de los placeres corporales. Todo esto se dice en conversaciones diversas, no se muestra, y la elección del riguroso fuera de campo poco tiene que ver con la moral. A Chiha no le interesa el desempeño laboral de sus criaturas sino el tiempo de espera, el presente improductivo, que no es necesariamente ocio, y también la cualidad anímica y las razones prácticas de un empleo al que se llega sin elegir. Extraña película la de Chiha: a lo que debería angustiar no se le da la espalda, pero a su vez de sus secuencias emanan una fuerza y una misteriosa dignidad.
Paris est une fète – Un film en 18 vagues, Sylvain George, Francia, 2017
Un caso singular el de Sylvain George: su cine político no desdeña la poesía; sus películas convocan a la indignación, pero siempre existe un pasaje conmovedor y una apelación a la sensibilidad. Lo que sucede aquí con el baile de las manos (y también un rap) de un inmigrante y un misterioso plano secuencia que se mueve en la noche a través de los girasoles en los descampados de París, hace la diferencia. George hace antes que nada cine, más allá de su obsesión por filmar sistemáticamente la unidad básica del capitalismo: los cuerpos de los inmigrantes en Europa y las batallas públicas en torno a un malestar estructural económico que los tiene como primera evidencia. Tres manifestaciones públicas por un lado (entre 2015 y 2016) y el eterno fuera de campo de ellas, es decir, la vida cotidiana de los indocumentados.
Jovens Infelizes ou Um Homem que Grita Não é Um Urso que Dança, Thiago Mendoça Filho, Brasil, 2016 (Estreno nacional)
Película generacional y epocal, profética en tanto que un poco antes de la sustitución de Dilma Rousseff por Michel Temer ya sintonizaba un malestar ilimitado en Brasil. El protagonista es un colectivo de teatro que está en contra de todo y tiene una certeza: “Para empezar de nuevo es necesario destruir”. A veces intervienen el orden público, también presentan obras en un teatro alternativo y no dejan de participar en las protestas callejeras. La desorientación es tan evidente como la indignación, lo que explica la exaltación de la libido, fuerza de deseo que encuentra una dirección inequívoca en la sexualidad grupal. No hay programa político, sí un saber histórico y un enemigo conocido. En esa confusión, deliberadamente asumida en la puesta en escena, el film enuncia insatisfacción, vitalidad y resistencia.
La siesta del tigre, Maximiliano Schonfeld, Argentina, 2016
En el inicio se anuncia que un grupo de hombres irá en busca de un tigre característico de esa geografía (una zona rural de Entre Ríos), que supo habitar ahí durante el Pleistoceno. Los miembros de esta noble expedición son todos viejos amigos; algunos de ellos son descendientes de los inmigrantes llegados del Volga. La misión paleontológica no impide que tengan lugar momentos de ocio y diversión en medio de la naturaleza. Los hombres juegan y ríen: la amistad es un valor más sustantivo que el potencial dinero o prestigio que podrían recibir si dan con los restos fósiles del animal. El placer de la amistad es contagioso, y Schonfeld saca provecho de esto: con su cámara, es un amigo invisible que opera como testigo, excepto cuando decide experimentar con el registro y prodigar algunos instantes de goce perceptivo.
Le Parc, Demian Manivel, Francia, 2016
Una amable y amateur introducción a la rica actividad inconsciente que todos los hombres desarrollan es el tema de la segunda película del director de Un joven poeta. El primer encuentro amoroso entre dos jóvenes que se gustan tiene como escenario un parque. Pasean, hablan, se conocen y a veces interactúan con los transeúntes. Una vecina les recomendará estar juntos por mucho tiempo; al respecto, el relato tendrá un giro inesperado. Los rigurosos planos fijos, mayoritariamente generales, permiten divisar el espacio público elegido como un lugar al que se acude en búsqueda de reparo y recreación; el laborioso trabajo sobre el sonido de ese ecosistema así lo transmite, e induce, además, a entregarse sensorialmente a los desconcertantes 30 minutos finales en los que se verifica la perspicacia formal y la delicadeza del film.
Los globos, Mariano González, Argentina, 2016
Un hombre ha salido de la cárcel; poco se sabrá de su pasado, sí de su esfuerzo para disciplinarse: trabaja haciendo globos y practica un deporte como si se tratara de un entrenamiento militar. También tiene un hijo al que no ha visto por un tiempo, y una situación desgraciada lo obligará a retomar el ejercicio de la paternidad, de la que no está convencido. Elipsis notables, un ritmo parejo y dinámico en el plano y entre los planos, un tono seco y sin concesiones: González, delante y detrás de cámara, no pierde nunca el control, y el resto de los intérpretes también se lucen. En medio de esa radical aridez los breves instantes de ternura son sorprendentes, pues no pierden la coherencia afectiva que el film propone. Sin valerse de la palabra, Los globos no es otra cosa que el seguimiento minucioso de cómo un solitario debe reconfigurar su sentido de autonomía.
Otra madre, Mariano Luque, Argentina, 2017
En esta ocasión no se trata de un film situado directamente en la problemática de la violencia de género como en Salsipuedes, aunque el retrato de la maternidad que ofrece Luque dista de ser vindicatorio de ese rol asignado a la mujer y también sugiere otra forma de difusa violencia. La cotidianidad de una madre joven y divorciada de clase media trabajadora, que vive con su hija en la casa de su madre, tiene pasajes amables y otros tristes. Luque presta atención a las obligaciones y a los deseos, e incluso hasta llega a viajar en el tiempo para espiar el futuro de su protagonista. Una mujer es siempre mucho más que una madre. Las intérpretes brillan, los encuadres son precisos y el tiempo interno de las escenas notable. El firme pulso de Luque se siente en cada plano, como la dignidad de sus intérpretes.
Toublanc, Iván Fund, Argentina, 2017
El cine de Iván Fund se caracteriza(ba) por retener la voluntad de narrar hasta donde se pueda para priorizar el poder descriptivo y observacional que detenta una cámara. La dispersión en el plano más que la consecución de los planos. Esa poética persiste, pero aquí también se libera un poco combinándose con dos historias paralelas de naturaleza policial. Una transcurre en Francia, la otra en Santa Fe; involucran a un investigador (o escritor) y una profesora de francés. Que el nexo entre ambos relatos sea el espíritu literario de Juan José Saer revela el éxito de la empresa; por su sensibilidad dispersa y fragmentaria, Fund estaba destinado a trabajar a partir del escritor. ¿Un policial? El detective también elige la profusión de pormenores; los muertos poco importan, más ominoso puede ser un caballo cruzando el río y un libro omnipresente.
Una ciudad de provincia, Rodrigo Moreno, Argentina, 2017
Una cierta tendencia deletérea viene a conjurar la hermosa película de Moreno. He aquí un cineasta que elige filmar una comunidad y su cotidianidad en una pequeña ciudad de Entre Ríos, lejos de la perspectiva cínica y fallidamente cosmopolita con la que varios colegas suyos han registrado recientemente la vida en los pueblos. En 90 minutos el cineasta consigue aprehender una forma de vida colectiva: el trabajo, las distintas generaciones que habitan la ciudad y las formas de ocio elegidas por estas, la arquitectura (descubierta por travellings precisos), además de la música y la omnipresencia del río dan una idea del ritmo de una ciudad y del espíritu de sus pobladores. Un plano fugaz sobre una botella de Amargo Obrero expresa una sensibilidad consciente, el lugar asumido para observar a los personajes. Moreno respeta y descubre sin idealizar una modalidad de existencia.
Fotogramas: Ama-San en el encabezado; 1) Brüder der Nacht; 2) 66 Kinos; 3) Jovens Infelices; 4) Toublanc
Roger Koza / Copyleft 2017
El festival de Cosquín, otoño pleno, buen cine y amabilidad: una caricia para el alma en estos tiempos despiadados.
Muchas gracias por la apreciación.
Se escribió poco sobre la película ganadora del festival. Acá hay una nota (recién publicada en el Facebook del FICIC) que dialoga, de alguna manera, con el debate que está sucediendo en la página. Saludos.
https://cinemarama.wordpress.com/2017/05/10/ficic-2017-sobre-la-ganadora-jovenes-infelices-de-thiago-mendonca/#more-19077