FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE ROMA 2013 (02): HÉROES Y ABOGADOS
Por Fernando Pujato
¿Cuáles son las razones por las que se elige el film que inicia oficialmente un gran festival, la película previa a la famosa ceremonia de apertura? Obviamente la pregunta no tiene respuesta, al menos no la tiene a un nivel genérico pero uno puede, más o menos, intuir que Cannes, Berlín y Venecia no tomarán ningún riesgo y que Locarno y FIDMarseille tal vez sí.
Hay otros festivales, por supuesto, algunos mucho más importantes que los del viejo continente, al menos en cuanto a su programación, pero Roma parece ser paradigmático en el sentido de intentar generar un consenso unánime. El film elegido para esta octava edición probablemente será del gusto de todos, o de casi todos. Y la elección de su director, Giovanni Veronesi, por contar la historia italiana de los últimos cuarenta años a través de la figura de un hombre común no le va en zaga. Pero no tan común si pensamos a su protagonista, Ernesto Marchetti, como una suerte de Forrest Gump peninsular y le adosamos a su infancia una figura paterna cercana a Padre Padrone, aunque en un tono un tanto más liviano. O si también lo esposamos con la mujer comprensiva y compañera que él se merece. Y también si le agregamos un amigo en las buenas y en las malas, casi siempre fuera de la ley por medio de la política pero simpático hasta en su adherencia a Silvio Berlusconi. U otro amigo simpático más, en este caso un pintor para el cual trabaja como transportista de unos cuadros de dudosa calidad artística depositados en las casas de la alta burguesía romana. Y además una excéntrica y también simpática familia sustituta; la de su mujer, porque la suya desaparece de improviso en el film porque no es para nada simpática. Y a esto agregamos: el bueno de Marchetti permanece puro y simpático pese a vivir la muerte de Aldo Moro y la época de las brigadas rojas y el mundial de fútbol que Italia ganó en el año 1982 (¡Al fin una alegría!) y los espurios negociados del socialismo y el arribo del Cavaliere. ¿Falta algo? En este presente sin futuro adquiere un billete ganador de la lotería que pertenece a unos chinos, pero su mujer lo tira a la basura porque piensa que no han ganado nada. ¿Es necesario agregar algo más? Tal vez sí.
El film se inicia con un hombre hurgando desesperadamente en un enorme basural y culmina de la misma manera; ya sabemos, al fin, aquello que está buscando: el billete ganador de la lotería que, por supuesto, nunca encontrará porque, por supuesto, cae en la cuenta de que el amor hacia su mujer, a quien ha tratado muy, muy mal por haber tirado el bendito billete, es lo que verdaderamente importa.
En el último plano de L´ultima ruota del carro -el travelling de un hombre acostado sobre un colchón de bolsas de basura que se aleja lentamente hasta congelar la imagen en una panorámica- sólo falta un epígrafe que diga algo así como mensaje esperanzador para todos los italianos: «se puede estar rodeado de basura pero siempre se puede permanecer limpio». Plagado de canciones que nos señalan, junto al corte de pelo, la ropa y los carteles anunciando la fecha exacta, cuál es el período histórico al que asistimos. Saturado de música con violines o con panderetas acompañando los momentos tristes o felices, el único personaje que muere es el pintor porque, después de todo, ¿quién necesita un artista cocainómano si lo tenemos a Marchetti? El film es de la Warner Bros.
No hay ningún tipo de mensaje en L´amministratore, ni soterrado, ni sugerido o algo que se le parezca, sino más bien una cegadora invitación, o tal vez un reto, una incógnita a revelar: ¿en qué se diferencian las prácticas del administrador de varios condominios y las de la mafia? La respuesta está, obviamente, en las imágenes del film. Y lo está porque su director anunciaba ya en Vento di Terra un estado de la sociedad italiana en general y de la napolitana en particular, al menos inquietante, por medio de una correspondencia casi matemática entre la situación de un joven casi sin ninguna oportunidad de mantener o ayudar a su familia económicamente y su adscripción a las fuerzas armadas, la única institución de su país que podía brindarle algún tipo de contención. Y si lo único que puede ofrecerte el lugar donde has nacido es esta posibilidad, la solución a un problema netamente social más que una solución es un callejón sin salida.
Vincenzo Marra es un tipo preocupado por mostrar algo de lo que ocurre en el lugar donde vive. Aquí, en su último film, no hay alternancia entre el adentro y el afuera; todo está flagrantemente expuesto, no porque se trate de resguardar los actos privados de las personas a causa de una suerte de prurito directorial bienintencionado o por exigencias de la producción o de la distribuidora o de los directamente involucrados en el film, sino más bien porque Humberto Montella, el abogado o lo que esté encargado de gestionar (cuatro condominios de la ciudad de Nápoles, diversos en cuanto a su nivel socioeconómico) no tiene nada por esconder, más que a un directivo dando órdenes detrás de su escritorio. Es un negociador al aire libre. Alguien encargado de lograr un acuerdo entre una propietaria y su inquilina, por lo que habla primero con una, luego con la otra y las compromete a que se den la mano públicamente, porque de esa manera se sella un pacto de convivencia difícil de romper. O también de acercar a dos hermanos propietarios de los mismos departamentos que no se ponen de acuerdo en cuanto a su usufructo, por lo que habla primero con uno, luego con el otro, pero fracasa, momentáneamente, en su intento de llegar a un acuerdo. Y también se ocupa de solucionar el problema de filtración de agua de una señora mayor que se lamenta por vivir hace más de veinte años en esas condiciones acompañada de su anciana madre que no se lamenta de nada porque es demasiado anciana. Es alguien que en uno de los condominios más problemáticos de la ciudad tiene una especie de delegado desde hace muchos años, que se encarga de reunir el dinero requerido para el mantenimiento que los inquilinos pagan en cuotas mínimas, y que es necesario cuidar y proteger, pues sus servicios, pese a tener más de ochenta años, son indispensables. Es él un tipo que trata a la gente en forma amable en algunas circunstancias, a veces cariñosamente, en otras ocasiones, pone límites expandiendo el discurso.
Que este alguien, o más bien la manera en la que se conduce, recuerde un tanto a las maneras gentiles del abogado Tom Hagen de El Padrino no significa que la camorra napolitana sea la organización detrás de la fachada administrativa de Montella. Pero un cierto tufillo mafioso se desprende de la praxis laboral cotidiana de un individuo que no es, por supuesto, un extraterrestre sin raíces de ningún tipo en nuestro planeta. Los créditos de L´amministratore casi no ocupan espacio, hay una sociedad entera detrás de este film que algunos se empeñan en llamar documental.
Fernando Pujato / Copyleft 2013
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