FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VALDIA (07): FLORENTY Y TÜRKOWSKY Y JACIR
DE EXILIOS, CARTAS Y CANCIONES
En épocas donde el aislamiento y el encierro se imponen, esta película de Florenty y Türkowsky es, en cierto sentido, profética. Un hombre llamado Giannis, desde su departamento conduce y emite un programa de radio. A medida que trascurre la película (y el programa de radio, ya que tienen la misma duración) nos enteraremos de su condición de refugiado, marginal y exiliado. Don’t Rush transcurre en una pequeña habitación donde de vez en cuando aparecen otros dos jóvenes, entre humos de cigarrillo y bebidas; son amigos de Giannis, y comparten no solo la condición social de refugiados sino también los dolores que provoca el exilio.
La música encadena el relato de Giannis; lleva el ritmo y la cadencia de una película que transmite soledades y nostalgias; una experiencia migratoria no puede ser feliz. Las canciones elegidas están atravesadas por la historia personal de este grupo humano, o tal vez es exactamente al revés: la historia es la que está atravesada por las canciones.
La película está filmada en un único espacio. El rincón de un departamento, un sillón, una mesa, un buda y, lógicamente, el equipo de audio que le permite al protagonista contar y contarse un relato; el dolor no está ausente de este. Aislado y encerrado, su único modo de salir consiste en transportarse con la música. Los diálogos – que están en off- con sus amigos, los cigarrillos que se pasan, las copas que beben es el contrapunto a las canciones. Estas remiten a principios del Siglo XX y fueron compuestas por músicos griegos que regresaban del exilio en Turquía. Son temas que evocan el dolor de la ausencia, el exilio y las penurias económicas, cuestiones que se repiten y tienen la misma vigencia porque se trata de un estado del mundo similar. La hermosura de los temas musicales recae en que al hacerlo se descubre y se revive una tradición; y también al prestarles nuestros oídos a estas se verifica que el presente tiene tanto que ver con esos ayeres.
Una especie de guerra asordinada se desarrolla en la habitación del film, porque no es más que un pequeño eco de la guerra del afuera con sus sombras, reflejos y dobleces. El pasado y el presente unidos por los mismos conflictos políticos confluyen en el cuerpo inclinado de Giannis, un refugiado que prefiere el exilio y aun el aislamiento, pues su elección es comprensible: tomar la mayor distancia posible de la hostilidad del mundo circundante.
II
Jacir trabaja con materiales audiovisuales caseros. Con la cámara en mano, filma el día a día de un conflicto que se ha vuelto penosamente eterno; el conflicto entre Palestina e Israel.
Lo interesante de este documental reside en la sensibilidad que despliega en las imágenes; estas siempre horrorizan, aunque aquí estén matizadas por el sincrónico acompañamiento del relato contado a través de la voz de la narradora omnisciente. Así se filma la carta diaria dirigida a un amigo.
La situación es siempre tormentosa: la vida propia, la de la ciudad y la del país conforman una misma calamidad. Evidencia del horror: al comienzo los cartuchos de los gases lacrimógenos cubren el césped de la propia casa de la directora, los ruidos de las ametralladoras se confunden con los fuegos artificiales de un casamiento que se celebra en algún lugar de la ciudad. En efecto, Jacir cuenta el horror de lo cotidiano: el propio movimiento personal arrastra la dimensión colectiva y social del conflicto; el espacio público de las calles de su ciudad natal, Belén, desconoce la delimitación de lo privado. La ocupación es total.
Es que un conflicto bélico que se inserta en la vida cotidiana de hombres y mujeres ya ni sorprende a los afectados. Los soldados recorren las calles como peatones entre otros, los sonidos de un fusil pueden ser tomados como la sonoridad de un escape de un auto. Los gases lacrimógenos no son una excepción, porque acaso se trate de una forma de escarmiento que convive con los ciudadanos civiles como si nada, quienes intentan vivir sus días como pueden. La voz de la narradora puede tranquilizar, hasta que un travelling en la calle, no importa cuál, descubre la devastación de la ciudad. Ciudad vacía, ciudad del miedo.
La carta de Jacir se transforma en una experiencia dolorosa: mostrar los efectos de la guerra cotidiana contra los ciudadanos, o constatar los efectos de una política específica sobre los espacios privados no puede jamás resultar indiferente. Las texturas de las imágenes agrupan postales del malestar y la desolación: el humo, los edificios destruidos, los sonidos de las armas que los habitantes ya hicieron propios evidencian un territorio en el que la supervivencia predomina y el exilio se delinea como una esperanza.
Sección: Competencia internacional
Don’t Rushes, Elise Florenty y Marcel Türkowsky, Bélgica, Francia, Alemania, 2020
Letter to a Friend, Emily Jacir, Autoridad Nacional Palestina, 2019
Marcela Gamberini / Copyleft 2020
FIC VALDIVIA 2020:
1.Chiha, Ruiz y Piñeiro (leer aquí)
2. Sotomayor y Simón (leer aquí)
3. Mondaca y Warnell (leer aquí)
4. Carreño Gajardo y Pagliai (leer aquí)
5. Bermejo y Giménez (leer aquí)
6. Léon y Navas (leer aquí)
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