FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE DE COSQUÍN / FICIC 2015 (03): 10 PELÍCULAS EN COMPETENCIA (10 FORMAS DE HACER CINE)
Por Roger Koza
Mouton, Marianne Pistone, Gilles Deroo, Francia, 2013
Uno de los secretos recientes del cine galo y un ejemplo ostensible de cine narrativo cuya poética resulta enteramente original. Dividida inesperadamente en dos capítulos, la ópera prima de Pistone y Deroo arranca con la independencia legal del personaje de 17 años de su madre alcohólica cuyo apodo da título al film (tan sólo la construcción de esa escena es un aviso de la sofisticación formal de los directores). Su debut laboral transcurrirá en un restaurante ubicado en una ciudad marítima de Normandía, y también el sexual, dos expresiones de su autonomía. Hay un gran plano secuencia que finaliza con un beso en el local de comidas y que sintetiza ambas conquistas. En una fiesta popular habrá un incidente y el personaje principal será misteriosamente sustituido por otros que, hasta ahí, cumplían un rol secundario. Gran película sobre el azar, la repetición y el cuerpo.
Un joven poeta, de Damien Manivel, Francia, 2014
El joven poeta camina de un lado al otro por la luminosa ciudad de Sète, al sur de Francia, buscando inspiración. ¿Cuál es el secreto del lenguaje por el que las palabras abandonan el pragmatismo y llegan a ser esa expresión sensible que llamamos poesía? Manivel concibe un film en el que las acciones de su protagonista hacen palpable una inquietud que crece en la interacción con los otros y en la observación del mundo circundante. Los diálogos que el noble Rémi mantiene con un pescador, una bailarina, una fotógrafa e incluso frente a una tumba que visita regularmente entran en consonancia con los planos generales y las panorámicas de Sète, que también reclaman una traducción en verso. En la tradición peripatética de Rohmer, en el andar del personaje surgen los interrogantes y algunos indicios de cómo responderlos. El mundo es aterrador, pero también hay belleza en él.
A Vizinhança do Tigre, Affonso Uchoa, Brasil 2014
En las antípodas de varias películas reaccionarias provenientes de Brasil, que suelen retratar la vida en los suburbios como formando parte de un contexto saturado de una vileza absoluta ineludible, este primer film de Uchoa sobre cuatro jóvenes que viven en el barrio Nacional en Contagem, cerca de Belo Horizonte, constituye una prueba de que se necesita lucidez sociológica y un poco de sensibilidad cinematográfica para filmar la cotidianidad y demostrar lo contrario de todo aquello. No significa que ciertos riesgos asociados a la venta de drogas y el robo estén ausentes de la realidad de Juninho, Menor, Neguinho, Adilson y Eldo, pero aquí el deseo, la amistad, el trabajo, la música y los momentos de ocio operan como un contrapeso evidente de una caracterización muy cara al cine brasileño. Ni documental, ni ficción, tan sólo un retrato-cuento en el que cada escena revela una forma de estar en el mundo.
Victoria, de Juan Villegas, Argentina, 2015
Una proeza notable: desmarcar la experiencia musical del espectáculo. En su película más luminosa, Villegas sigue la vida cotidiana y artística (que aquí son contiguas) de una cantante excepcional: Victoria Morán. Si bien el atractivo más evidente recae en los pasajes musicales en los que la cantante interpreta tangos y temas folclóricos (que remiten al estilo de la admirada Nelly Omar), a veces grabando un disco o simplemente cantando con los suyos, lo distintivo de este film que excede su presunta voluntad de documentar reside en mostrar una forma de concebir el arte como necesidad vital que no reclama de nadie ningún tipo de excentricidad sino una férrea voluntad (política) para sostener lo que dignifica la mecánica de los actos cotidianos. Película popular en un sentido estricto del término, su virtud radica además en retratar con justeza un espacio, una clase y la institución familiar en un tiempo específico.
Los besos, Jazmín Carballo, Argentina, 2015
La cancelación de un vuelo provoca un reencuentro. Jerónimo vive en Nueva York, Lisa en Córdoba. De casualidad se cruzarán en el aeropuerto. Lo que sucede entre ellos es comprensible: volver a verse sin planearlo implica un ajuste. Los besos se ciñe al imperceptible acomodamiento entre sentimientos y conductas en sus dos personajes principales; mientras eso sucede, todo un universo generacional y de clase (media cordobesa) se entrevé, en el que la música y el cine definen un interés excluyente y la amabilidad impregna la naturaleza de los vínculos. Al mismo tiempo, el registro denota una notable delicadeza en sus encuadres y un cierto gusto por observar la cotidianidad y buscar mínimas expresiones de belleza. Se puede filmar un aeropuerto, un paseo cerca del río, un ensayo musical y el lavado de un parabrisas sin desatender el orden sensible que subyace a los actos cotidianos.
Favula, Raúl Perrone, Argentina, 2014
Dos hermanos, una joven hermosa, un militar, una bruja y un hombre que puede ser su marido. Estos personajes deambulan por la selva, aunque en ciertas ocasiones la acción tiene lugar en una casa inhóspita. Nada sucederá, excepto un acto escandaloso: la joven será vendida. ¿Una economía salvaje? ¿Un guiño indirecto sobre la “popularidad” de la trata de blancas en las zonas marginales de Argentina? Hay algo siniestro, secretamente sombrío en este mundo entre paradisíaco y mágico, y nada tiene que ver con la presencia amenazante de un tigre que aparece cada tanto. El minimalismo narrativo y los escasos diálogos pronunciados en una lengua inexistente tienen su contrapartida en un maximalismo formal notable. Perrone se apropia del pasado del cine para relanzarlo en el siglo XXI y evitar así, con la ayuda de los ancestros, circunscribir el placer perceptivo en una sala al hiperrealismo anabólico del 3D.
No todo es vigilia, Hermes Paralluelo, España, 2014
Dividida en dos segmentos identificables, separados por cuatro panorámicas de un paisaje nevado, esta meditación sobre la vejez y la duración del vínculo amoroso no admite dudas: Paralluelo elige filmar seriamente la inexorable decrepitud física. Los primeros 40 minutos transcurren en un hospital en el que Antonio y Felisa, quienes llevan 60 años juntos, pasean de un lado al otro. El gran contraplano estructural del hospital es la casa de la pareja de octogenarios ubicada en algún pueblo de España, un escenario austero en el que el matrimonio hace frente a las inclemencias del tiempo mientras se ocupa de sus tareas cotidianas. Tanto en el hospital como en el hogar, el exterior permanece prácticamente suprimido, como si la vejez fuera un confinamiento en los límites del cuerpo. Tal clarividencia ontológica no desestima los instantes de dulzura, y así Paralluelo preparará, gracias a unos ingeniosos travellings, una escena de amor memorable.
La mujer de los perros, Laura Citarella-Verónica Llinás, Argentina, 2015
Verónica Llinás interpreta magistralmente a una mujer que, como el título lo indica, vive rodeada de varios perros en una especie de choza precaria en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Los motivos por los que está sola y su pasado permanecen en un radical fuera de campo. Lo genial del film estriba en la relación simétrica y no lingüística que se establece entre la mujer y sus animales, de tal modo que la noción de mascota es sustituida por otro tipo de intercambio con sus acompañantes, que le impone a Llinás una forma de interpretación física en la que el desamparo y otros estados anímicos no se evidencian por la palabra. Hay varias secuencias notables, pero sin duda en los últimos 20 minutos, en los que el mundo de la mujer se llena imprevistamente de miembros de su especie, el film alcanza su mayor esplendor.
Cuento proletario de invierno, Julian Radlmaier, Alemania, 2014
Una comedia política llegada de Alemania, crítica de la actual política económica y hegemónica de ese país, con tres protagonistas georgianos que aún sintonizan con las categorías marxistas de interpretación de la historia y de sus propias conciencias, quienes deben abocarse a las tareas de limpieza de varias habitaciones de un castillo en el que tendrá lugar una exhibición de arte. Radlmaier elige trabajar en 4:3, lo que conlleva pensar cuidadosamente la figura humana en el espacio. Los encuadres suelen ser geométricos y obsesivos, y una cierta predilección por el plano general viene acompañada por un formidable uso de la profundidad de campo. Lo político es aquí una política de la forma como una forma de política, lo que no implica desatender un relato capaz de pasar por tres puestas en abismo que reenvían el film a tiempos de Francisco de Asís, Stalin y Brezhnev.
La obra del siglo, Carlos M. Quintela, Cuba-Argentina, 2015
Quintela sitúa espacialmente su relato en la región de Juraguá, provincia de Cienfuegos, en donde durante la década de 1980 los cubanos, con el apoyo de los soviéticos, empezaron a construir reactores nucleares en una ciudad especialmente concebida para esta empresa del futuro. El proyecto fracasó. Quintela retoma esa experiencia pretérita en tiempo presente, circunscribiendo el relato a un departamento en el que viven abuelo, padre e hijo mientras sobreviven en una ciudad fantasma. Esta desavenencia entre el pasado y el presente se pronuncia aún más a partir del contraste que se verifica entre un valioso (y ahora delirante) material de archivo de propaganda que Quintela incorpora cada tanto y la cotidianidad de sus personajes, que administran una austeridad impuesta. Si bien La obra del siglo es el relato de una desilusión histórica, la película cuenta con varios pasajes humorísticos inesperados y destila siempre una ostensible amabilidad respecto de todos sus personajes
Roger Koza / Copyleft 2015
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