FICIC (01): FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE DE COSQUIN 2013: EN CONSTANTE CRECIMIENTO.
Por Jorge García
En ocasión de comentar el FICIC 2012 señalábamos el positivo crecimiento que había mostrado y también apuntábamos algunas debilidades, como la discreta calidad de la competencia de ficción y los problemas que provocaban las constantes superposiciones de las exhibiciones. Pues bien, cabe decir que esta tercera edición mostró a un festival definitivamente consolidado, con gran cantidad de espectadores en sus funciones –aun en los riesgosos horarios matutinos- y una gran afluencia de público en las actividades paralelas. Estas afirmaciones pueden parecer demasiado categóricas, pero mi presencia en todos los FICIC realizados hasta la fecha me permiten avalar de manera rotunda lo antedicho. Como siempre, con Carla Briasco y Eduardo Leyrado como “alma mater” del evento, el indispensable apoyo de la Municipalidad de Cosquín y el invalorable trabajo de un excelente grupo de colaboradores, este año el festival dio la indiscutible sensación de haber dado un importante salto cualitativo. Esto se pudo apreciar tanto desde una organización que se mostró mucho más aceitada que en las anteriores ediciones, en la ostensible mejoría en el nivel de la programación de la Competencia de ficción, que había provocado dudas en los años previos, en una mejor distribución de los horarios de los films, en la mayor cantidad de invitados y en el creciente interés y participación del público en los debates que se suscitaban después de cada película con sus directores. Hubo nuevamente una charla actualizada sobre el estado del cine cordobés que convocó a numerosos jóvenes y volvió a emitirse desde la tradicional confitería La Europea, el programa de radio conducido por Fernando Pujato por el que desfilaron numerosos realizadores y periodistas. Además esta vez, a las tradicionales competencias de ficción, documentales y cortometrajes se le sumó la arriesgada retrospectiva dedicada al realizador Gustavo Fontán – uno de los escasos directores argentinos del que puede decirse que muestra un universo riguroso y personal y sin concesiones a los gustos mayoritarios en cada una de sus películas- quien también ofreció una sustanciosa charla sobre su obra. Y también digamos que la ceremonia de cierre contó con la presencia del cantautor Antonio Birabent, quien ofreció un recital. Pero es necesario señalar algunos aspectos del festival que son decididamente mejorables, vg, el poco aprovechamiento que se hace del último día del festival (un sábado) en el que se exhiben muy pocas películas y también que, creo, sería un gran acierto utilizar el domingo para proyectar las obras premiadas. En cualquier caso, hay que decir que el FICIC se ha instalado definitivamente como un evento necesario para los coscoínos. Pasemos entonces a reseñar brevemente algunas de las películas vistas, haciendo la salvedad que omitiré los documentales en competencia por haber sido jurado de la misma.
Como señalamos, la Competencia de ficción tuvo este año, independientemente que algunos de mis comentarios puedan sugerir lo contrario, un nivel muy atractivo, con la inclusión de un título de enorme prestigio como Tabú, del portugués Miguel Gomes (una decisión opinable, creo que debió ser el film de apertura). Como de esa obra –a la que considero una obra maestra- se ha escrito ya en este espacio, no haré más apreciaciones, solo señalaré que la película agotó rápidamente localidades (un indicador de que hay público bien dispuesto para recibir obras que escapan a las variables hegemónicas). Y hay que decir que –en un gesto tan discutible como valiente- el jurado de la sección no le otorgó el premio principal que se presumía “cantado”. Ese galardón fue para Fango, de José Celestino Campusano, un realizador del que -parafraseando a lo dicho por Peter Bogdanovich respecto de Samuel Fuller- puede decirse que nadie en la Argentina filma como él. Director dueño de un estilo visual y narrativo visceral y de un extremo realismo, ambienta sus films en un universo que conoce a la perfección, el de los territorios marginales del sur del cono urbano, en donde sus personajes – algunos decididamente inolvidables- se expresan a través de códigos que eluden cualquier atisbo de corrección política, pero al mismo tiempo, en varios casos, muestran una ética férrea e invulnerable. Más allá de su rechazo a las fórmulas hollywoodenses de la actualidad, hay en sus películas una revalorización de los géneros –fundamentalmente el western y el melodrama- que lo emparienta claramente con realizadores del cine americano clásico (el mencionado Fuller, Anthony Mann, un Howard Hawks del que se tomaran sus aristas más oscuras). Habrá que ver si Campusano logra en algún momento escapar de un universo que, de alguna manera, lo limita. Lo cierto es que Fango es su obra más lograda hasta la fecha y lo coloca en el podio de los escasos cineastas “autores” del cine nacional. Otro título fuerte exhibido fue Accidentes gloriosos, de Mauro Andrizzi -otro realizador que escapa a las variables habituales- y Marcus Lindeen. Film en episodios, algunos notables, en el que hay un minuciosos contrapunto entre lo que narra la voz en off (excelente participación de Cristina Banegas) y las imágenes que se proyectan. Una película original y muy atractiva. La Paz, de Santiago Loza, que ganara la Competencia argentina del Bafici (un premio que yo le hubiera dado a P3ND3JO5) es una obra interesante en su tratamiento de las relaciones de clase, pero que en varios pasajes aparece como demasiado contenida y controlada. Los salvajes es un film que cuenta con muchos adeptos, pero yo no me cuento entre ellos. Obra potente desde lo visual, está lastrada por su excesiva pretenciosidad y grandilocuencia aunque se percibe en su director, Alejandro Fadel, un incipiente talento que aflora en algunos momentos del film. Nosilatiaj, la belleza, de Daniela Seggiaro, también se refiere a las diferencias de clase en su tratamiento de las relaciones entre criollos e indígenas. Un film que se ve beneficiado por un tono austero y contenido que se sostiene a lo largo de todo el metraje. Germania, de Maximiliano Schonfeld, es un ejemplo de lo que se podría llamar, en trazos gruesos, cine festivalero. Bien filmada, en su descripción de un día en la vida de una comunidad de granjeros alemanes, aparece tan prolija y calculada como carente de intensidad. Una competencia de ficción, aun con sus altos y bajos, muy interesante. Fuera de concurso, se pudo ver en la función de apertura, Villegas, de Gonzalo Tobal, una película que funciona bien en su primera mitad, dispersándose en la segunda parte y en el ciclo Cine ARQ + Diseño, el documental La multitud, de Martín Oesterheld, una atractiva variación sobre el tema de la memoria, a partir de dos frustrados megaproyectos de diferentes dictaduras, la Ciudad Deportiva de La Boca y el Parque de Diversiones Interama, convertidos hoy en asentamientos de indigentes e inmigrantes.
La tercera edición del FICIC lo muestra definitivamente instalado como un evento que se aguarda con interés, no solo por los habitantes de la ciudad, sino también por cineastas, críticos y cinéfilos. Su crecimiento y consolidación abre halagüeñas perspectivas para su futuro.
P.D: Como el año anterior, la postdata está dedicada a Mary, madre de Carla, ya que su locro de recepción a los invitados forma parte indisoluble de los eventos significativos del festival. Además este año no solo hubo recepción, sino también despedida, con buena carne, abundantes choripanes, ensaladas varias y una torta monumental. ¡¡Gracias Mary!!
Jorge García / Copyleft 2013
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