FICIC (08): UN PLANO ABIERTO

FICIC (08): UN PLANO ABIERTO

por - Festivales
05 Jul, 2013 11:40 | Sin comentarios
313304_239860669404072_1148220609_n

Fango

Por Fernando Pujato

Pasó la tercera edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín y se viene la cuarta -al menos sus máximos responsables ya están pensando en ella- que, seguramente será mejor que la anterior, como ésta lo fue con respecto a la segunda y ésta a la primera, lo cual habla a las claras de un crecimiento y una consolidación, en el sentido valorativo y temporal de ambos términos; esta pequeña historia de tres años amerita el riesgo de pensar que lo que viene es ya un presente con porvenir. Pasó, sí, ¿pero qué pasó?, nada menos que Tabú, ese film amoroso sobre el cine con sus adorables criaturas, nada menos que Fango, ese film inscripto en la tradición del cine con sus terrenales criaturas; pasó también La sensibilidad, ese film anclado en la memoria de las subjetividades públicas de dos clases sociales diferentes, y pasaron muchos otros. Resulta complicado continuar citando los films que se adueñaron, por unos días, de la fantástica imaginación que aún poseemos como especie pese a (muchos de) los estrenos de los jueves. Dejar afuera casi todos y mencionar sólo estos tres -el que se ganó el corazón de todos y los dos ganadores de las competencia de ficción y documental-  no significa nada más que una muestra, el iceberg que asoma por entre aquello que, quizá, fue lo más distintivo de este festival: un cine sensible y honesto, que no homenajea su historia sino que la reconvierte, que no utiliza la narrativa como un línea recta sino que sugiere meandros, que intenta comprenderse generacionalmente a través de un desvío transgeneracional, un cine que explora las distancias culturales, las clases sociales, los géneros identitarios; un cine inquieto.

401884_663171800365553_82181029_n

Germán Scelso (La sensibilidad)

Y por fuera de los films, aunque en una consonancia no tanto azarosa sino más bien como una extensión de lo que ocurría en la pantalla, pasaron muchas cosas también. Se dictaron talleres y cursos, charlas y conferencias, o como quiera que se les llame a estas actividades con tan poca rigidez institucional, tan por fuera de la escolaridad. Se pudo disfrutar de un programa de radio sobre la marcha del festival, y también sufrirlo, uno de los conductores fue el que suscribe. Se filmó un película acerca de todo esto y acerca de algo más también, que posiblemente veremos, y juzgaremos sin concesiones de ningún tipo como siempre debe, debería ser. Los jurados estuvieron impecables e implacables y nadie les fue a golpear la puerta para sugerirles que tal o cual film es mejor que tal o cual film -pero sí les sirvieron café. Y algunos medios televisivos, radiales, y escritos -y no siempre periodísticos- cayeron en la cuenta que por fuera de los grandes e importantes festivales del cine del país, un pequeño festival del interior del interior de este país tiene algunas cosas interesantes por ofrecer. Un poco como en el cine, no hay grandes o pequeñas películas, hay películas, y sólo hay que ver cómo nos muestran aquello que quieren mostrarnos;  como dice mi amigo y crítico de cine, José Fuentes Navarro, todas nacen iguales.

Siempre hay algo que mejorar en un festival de cine, cosas por cambiar, desafíos que afrontar y riesgos que asumir; todo puede salir tan bien como uno se lo imaginaba o algo no del todo bien como uno lo deseaba; no hay que conformarse con esto ni con aquello; no hay que conformarse nunca. Tal vez ese no cesaremos en la exploración… de Elliot debería ser no sólo un horizonte vivencial sino también el de un festival de cine, que al fin y al cabo, es más o menos una muestra de un estado del mundo, como lo son sus películas. Pasó el FICIC, hay un horizonte posible.

(Serie concluida)

Fernando Pujato / Copyleft 2013