FICIC 2024: EL ESTADO DE LAS COSAS
El sujeto no ha de renunciar a su voluntad: tal es la ley primera del deseo. En el tiempo y el lugar en los que vivimos, este imperativo adquiere tintes dramáticos. Se trata hoy de la necesidad de no sucumbir frente a la adversidad, de desoír el desaliento de un conjunto de situaciones coyunturales que ponen al cine argentino en una encrucijada y a toda la cultura en general en riesgo. En efecto, el cierre “momentáneo” del INCAA y su eventual estructuración ulterior, una presunta reforma en el apoyo a producciones futuras, la ya anunciada prescindencia de todo auxilio a tantas otras actividades ligadas al cine, como el apoyo a los festivales nacionales, constituyen una tendencia ideológica por la que se sospecha del rol de las instituciones ligadas al Estado y se considera legítima una sola vía de financiación de las actividades culturales, asociada a las reglas del mercado. Es la ley de nuestro tiempo, así se presenta, así se naturaliza.
Sobre esto último se discutirá en el festival; acaso no sea este el mejor espacio para introducir una argumentación extensa que busque desmantelar los sofismas con los que se erige el denuesto al cine argentino; el editorial de un festival de cine pide otra cosa. Quien acepte que el hambre de los chicos del Chaco se debe al cine argentino y sus políticas públicas asume un razonamiento canalla cuya falsedad no necesita siquiera de un silogismo para su refutación. Lo dicho hasta acá no se puede omitir, pero no es todo lo que hay que decir.
Los efectos de una política de intimidación como la que hoy tiene lugar suelen afectar el espacio de la intimidad. En la conciencia de un creador y un hacedor, un murmullo incesante resuena con consignas y anuncios de los que se infiere una imposibilidad y acaso una interdicción. Un aviso, un comunicado, una situación fáctica, como la llegada de una factura de luz impagable, avanzan sobre la conciencia delineando una perspectiva negativa sobre aquellas acciones culturales que no pueden depender exclusivamente de la lógica del dinero. ¿Qué hacer? Ante lo imposible, ante la evidencia de la falta (de recursos y tiempo), ante toda palabrería que solicite nuestra renuncia, solamente decimos no, afirmamos nuestra voluntad, seguimos adelante, pensamos en la acción, buscamos una alternativa para cada caso y confiamos en la cooperación virtuosa de muchas otras personas que no están dispuesta a dimitir. Si el FICIC puede hoy celebrarse es debido a nuestro deseo.
Más que en ningún otro momento, decimos que nuestras banderas son las que propician un cine que no responde al imperativo del mercado, el cual refuerza una lógica audiovisual asociada a un mundo de acumulación insensible y dispuesto a hacer de la desigualdad una realidad incuestionable. La palabra “independencia” que define nuestro festival adquiere mayor peso simbólico. Por eso, reunimos muchas películas para apostar por un cine que demuestra la acción decisiva que tiene sobre la sensibilidad del espectador y su independencia innegociable, si es que él o ella quiere pensarse y sentir el mundo más allá de un régimen audiovisual que acostumbra a desconfiar de la fraternidad y a desconocer la dignidad compartida de las riquezas.
En nombre de quienes hacemos el festival, no me escondo detrás de las palabras para no decir nada y llenar el espacio en blanco. Acá estoy, acá estamos: el deseo no se mancha, el deseo no se posterga. El FICIC existe, el FICIC comienza otra vez. Y porque amamos al cine y al mundo a través de él, les damos la bienvenida a una nueva edición.
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PELÍCULA DE APERTURA
El realismo socialista, Raúl Ruiz-Valeria Sarmiento, 1968-2023
En el mismo mes en el que el golpe de Estado contra la presidencia de Salvador Allende tuvo lugar, el cineasta Raúl Ruiz había culminado el rodaje de El realismo socialista. Pasaron 50 años para que la película exista en una versión más cercana a la que Ruiz concibió, a diferencia de algunas versiones incompletas que se habían conocido, lo que fue posible gracias a Valeria Sarmiento, esposa y cineasta (nadie mejor que ella para darle un cierre a la película), y Chamila Rodríguez, actriz de algunas películas del director y gestora de todas las películas de Ruiz que se recuperaron y estrenaron tras su muerte. El título no expresa un imperativo político-estético, más bien expresa una acercamiento lúcido y lúdico a las mentalidades de una época (no muy distinta a la actual, pero con otros ropajes) en las que se votó un proyecto democrático asociado al socialismo, cuyos efectos en la estructura simbólica chilena resultaban tan excesivos como desafiantes. El relato está pensando dialécticamente: por un lado, un grupo de obreros vive en un campamento comunitario; debaten si deben o no tomar la fábrica en la que trabajan debido a que sus dueños las han cerrado como forma de boicot al gobierno en curso. Por el otro, un grupo de intelectuales miembros del Partido intenta hacer coincidir (cómica y trágicamente) sus ideales emancipatorios con los prejuicios propios de su clase. Mientras tanto, la sociedad está dividida: marchan los trabajadores, por un lado, las clases acomodadas golpean las cacerolas por el otro, secuencias que sí son completamente documentales, a diferencia de los debates que tienen la impronta de la ficción sin dejar de ser una suerte de retrato del inconsciente de clase de los involucrados en el experimento político de aquel entonces. Pocas películas son tan intempestivas e incómodas como El realismo socialista, film que explica el ayer, pero también, enigmáticamente, el desorden ideológico del presente.
Roger Koza / Copyleft 2024
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