FICUNAM (09)
FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE UNAM: TERRITORIOS: UNA MUESTRA MULTIDISCIPLINARIA DE APICHATPONG WEERASETHAKUL
Sobre La leyenda del tío Boome, de Apichatpong Weerasethakul, Tailandia, España, Francia, Holanda, 2010.
Por Roger Alan Koza
La leyenda del tío Boonmee (título en México) es un tratado pop y metafísico sobre la transmigración de las almas, la reencarnación y el animismo, que permanece paradójicamente inmune a cualquier apropiación espiritualista de clase media occidental capaz de convertir una tradición lejana (el budismo theravada) en mercancía y artículo de venta diferido. El mundo que se revela aquí no es un mundo de fumadores de opio, una distracción ahistórica, Weerasethakul no es Osho, ni mucho menos Subiela. La película es la exposición de un mundo cuya configuración simbólica es esencialmente inconmensurable con la mirada occidental. Es un mundo para observar y contemplar. Y no es un mundo que se desentiende del peso histórico. La violencia política de Tailandia, reciente y pasada, resuena sutilmente por momentos. Alguien dice haber luchado contra el comunismo, otro personaje lleva consigo el cargo de conciencia de haber matado hombres en una guerra y una mujer está más que preocupada por la invasión extranjera ilegal. Weerasethakul puede filmar fantasmas pero su perspectiva no es precisamente la de un artista que se refugia en el limbo.
Es de noche. Un búfalo atado se escapa y deambula en la noche. ¿Es una de las reencarnaciones de Boonmee? Quizás. Luego, la selva suena y de pronto aparece una criatura oscura cuyos ojos rojos brillan. Parece mirar hacia nosotros, y es una figura que en otro contexto pertenecería al universo psicótico de Lynch, es decir, una presencia que transmite lo siniestro, pero que aquí es simplemente un indicio de una cosmología lejana, tal vez “primitiva” aunque fascinante. En efecto, es una criatura que prueba una forma de existencia paralela al mundo de los mortales, capaz de cohabitar, eventualmente, en el mundo de los hombres. O quizás también es un modo poético de citar el origen de nuestra especie. Después sabremos que se trata de un mono nocturno, y también el hijo de Boonmee, que se perdió mucho tiempo atrás.
Boonmee, en verdad, se está muriendo. Sus riñones no funcionan, y la muerte no está lejos. Decide retirarse a la selva del norte de Tailandia, acompañado por sus seres queridos. En una noche, el fantasma de su mujer hará su aparición. El hijo devenido en mono también se acerca a la sobremesa. Es un fenómeno extrasensorial vivido como si se tratara de un evento natural. En un extenso plano general, un diálogo sereno y amoroso entre la familia y los amigos tendrá lugar. “Un fantasma se aferra a una persona, no a un lugar”. “El cielo está sobrevaluado”. A pesar de la liviandad y gracia de la conversación, Weerasethakul deconstruye fantasías vanas: los otros mundos quizás no sean muy distintos.
Hacia la mitad del metraje, una princesa atraviesa la jungla. Uno de sus sirvientes parece cortejarla. Su alteza ha envejecido y sufre por el deterioro de su belleza. Se mira en un lago y su reflejo en el agua devuelve dos imágenes yuxtapuestas: su vejez y su juventud. Un pez llama su atención y le habla a la princesa devastada por el paso del tiempo y su irreversibilidad. Minutos después, el pez y la princesa tendrán sexo. No es precisamente zoofilia, pues en la cosmovisión del film existe un orden de continuidad y una sustitución entre las especies físicas y metafísicas. Durante todo este pasaje, el poderoso sonido de una cascada se impone como un extra durante este entrecruzamiento de especies.
En algún momento, los fantasmas, el moribundo y sus seres queridos visitarán una cueva. La muerte precipitará un entierro. Y un amigo de Boonmee, un monje budista, parece desear colgar los hábitos y probar un poco la vida secular, a pesar de que hoy en día, asevera, un monje en su ermita puede usar I-phone y chatear. No mucho después, en un plano misterioso, el monje se desdobla: una versión de él se queda viendo la televisión mientras su yo paralelo se calza un jean y se retira a tomar algo con un familiar. A partir de allí un tema musical reconociblemente pop se apodera del espacio sonoro del film: “Acrophobia”, de Penguin Villa, se escuchará completo. El monje y una mujer toman algo y parecen felices. Así finalizará el relato, y así pueden coexistir la fluidez de la vida moderna y las creencias “primitivas”. Como sea, es el film de un hombre libre, es la película de un genio.
Roger Alan Koza / Copyleft2011
Realmente Roger, no entiendo el porqué de tantaaaaaaaaa fama para esta película. Es lo más parecido a la venta de «espejitos de colores» o de «humo» pseudo espiritual, simbólico y metafísico que resultó «el realismo mágico» para la literatura mundial en los 60 y 70. De hecho, es eso: ¡REALISMO MÁGICO a la tailandesa!
Este muchacho de nombre impronunciable ya había descarrilado a mi gusto, con un bodrio como «Tropical malady»; sin embargo hizo una obra maestra como «Syndromes and a Century»; la diferencia a mi gusto de un film a otro fue justamente que en el segundo, advirtió su sentido espiritual a través de la sutileza (en ese contar paralelo de vidas posibles maravilloso…) y no con sus seres sobrenaturales de leyenda comiquera y efectos especiales de película clase b (sumado a esa relación homosexual que nada tiene que ver con nada).
Lo espiritual siempre gana relevancia en la sutileza y la metáfora: he ahí porque la «Pasion» de mel gibson es un mero fresco sadomasoquista gore absolutamente xenófobo.
Apichatpong Weerasethakul es tailandés, sí, PERO ESTUDIÓ EN EEUU; y este no es un dato menor, pues me recuerda mucho a lo que le decía alejo carpentier a los surrealistas franceses intentando con ello, plantear las bases de su «real maravilloso»: «para uds. el surrealismo es algo impostado, artificial; para nosotros es algo natural: la selva sudamericana ES naturalmente surrealista». Su libro «el reino de este mundo» con las transmigraciones y transformaciones mágicas de los dictadores hatianos y su vudú no es otra cosa que eso: mostrar lo sobrenatural como natural. Pues bien, Apichatpong Weerasethakul hace esto mismo en esta película pero sin una trascendencia mayor en su simbolismo medio impostado: pone al mono raro que es el hijo desaparecido comiendo en una misma mesa con el espíritu de su esposa muerta y luego aparece la princesa con el pez que la coge y el budista al final intentando con ello mostrar el «mundo naturalmente sobrenatural» con el que aparentemente vive su gente haciendo OBVIO LO OBVIO. Más papista que el papa se diría… y ahí es donde a mi gusto, se vuelve medio torpe la película.
Realmente este film a mi criterio es un «macondo» pseudo barroco diseñado especialmente para occidentales expectantes de esta «espiritualidad lejana» donde sus simbolismos son realmente mínimos: ok, aparece el hijo-mono desaparecido, ¿Y?; la princesa vieja cogida por el pez, ¿Y?; la esposa muerta y su cuñada renga, ¿Y?: sí, son todas apariciones «raras» tomadas con suma cotidianidad, ¡¡¿Y?!! A lo que voy con la repetición de la intejección es que presenta lo sobrenatural (¿¿¿¿¿¿¿¿¿espiritual??????) de manera muy obvia y nada más sin siquiera un guión por detrás que lo desarrolle al menos de manera más conclusiva. Pues a pesar de todo, ES UNA PELÍCULA.
Saludos
Discrepo contigo, pero me divierto mucho con lo que decís. Lo que más me gusta de la película, dicho sea de paso, es su sonido. Saludos. RK
Algo más: siempre sospeché, como vos aludís, al paso universitario de AW, también conocido como Joe, en los Estados Unidos. Lo conocí personalmente en México, en febrero de este año. La verdad es que Joe resultó extremadamente tímido y muy poco americano. Lo que más me gusta de sus películas es la dialéctica entre enfermedad y creencias. Síndrome es para mí su mejor filme, aunque la teoría narrativa y práctica de ella en su ópera prima todavía me resulta esencial para señalar otros caminos de la narración cinematográfica. Lamentablemente, Tropical Malady me gusta mucho. Saludos. RK
Pasa que hay, a mi gusto, una cierta incompatibilidad en como comenzás planteando la película: eso del «tratado pop metafísico». Justamente lo «pop» se caracteriza por ser «físico» y no metafísico: no hay profundidad, si no, mera corteza: a una canción de britney spears no la tenés que pensar 2 veces como sí a una de Bob Dylan por ejemplo por poner uno bien grotezco… Las pinturas en serie y enlatadas de warhol, hablan de repitición y consumo: mecanicismo puro… Lo «pop» es la explosión: es lo efímero… no hay nada «meta»… De hecho, lo pop con ambición de metafísica es justamente lo que despreciás de tus amigos con túnicas en el uritorco y zonas aledañas: una corteza meramente superifical que en teoría, recubre conocimiento.
El hombre-pseudomono-hijo-desaparecido con maquillaje de película clase b más parecido a un yeti que a un personaje de leyenda asiática que no representa más en pantalla que un hombre-pseudomono-hijo-desaparecido es muy pop, pero ¿y lo metafísico???????????????????????????????????
Coincido con lo del sonido y «Síndromes» (película que realmente adoro).
Saludos
Gustavo: usé lo pop y metafísico sabiendo de la disonancia semántica que implica unir esos dos universos. Y creo que es precisamente eso lo que hace AW: el cierre musical es absolutamente pop, y una cantidad de tópicos del film pertenecen a una metafísica, aunque cierta ambigüedad me lleva a pensar que AW es mucho más secular de lo que parece. Su Budismo, más que una práctica y un sistema religioso o filosófico parece ser en sus películas una tradición arraigada en el pueblo tailandés. Nada más. Saludos. RK