FICUNAM 2018 (02): FARPÕES BALDIOS
Farpões, baldios, Marta Mateus, Portugal, 2017
Antes de hacer referencia a la memoria y a la relación que establecen los hombres y mujeres de distintas generaciones con esta, habría que decir algunas otras cosas de este fugaz retrato poético sobre un lugar y su gente. Son notorias las filiaciones que el film honra y renueva. Que aquí está el pulso de Ford, Straub-Huillet, Reis y Costa es una feliz evidencia; Mateus no calca, más bien invoca y se proyecta en esa tradición desde su propio tiempo. Es bueno saber que hay alguien joven para continuar el legado.
Dos son los protagonistas de Farpões, baldios. El primero es tan ubicuo que desaparece frente a los ojos. ¿Cómo se ve la luz? ¿Cómo se filma la luz? La luz es una condición de todo registro, y supone también la oscuridad. Cuando en el plano inicial –un plano general en contrapicado diagonal, característico de la tradición mencionada– un campesino aparece desde una puerta abierta en el interior de una morada derruida, donde solamente se percibe oscuridad, la luz como fenómeno ya se impone como una subtrama. Farpões, baldios podría simplemente concebirse como un documental acerca de la luz natural y su relación con un ecosistema y el cuerpo de los campesinos.
El otro protagonista es el pueblo, una entidad siempre evocada, algo abstracta y a menudo confundida con la representación de una multitud. El plano general en el que todos los miembros de esta tierra situada al sur de Portugal “posan” para Mateus sería la condensación del sentido de todos los planos en ese solo. Puede ser. Sin embargo, son las manos de una abuela sobre la mesa cubierta por un mantel con motivos de flores aquello que mejor encierra el misterio de esa palabra exangüe pero aún irremplazable. Junto con la poesía recitada en ese fragmento, es todo lo que se puede decir sin exagerar del pueblo. El resto del film es juego, trabajo y descanso. Y también recuerdos.
Roger Koza / Copyleft 2018
Últimos Comentarios