FLANDRES
**** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver ● Sin Valor
por Roger Alan Koza
Extensión del campo de batalla
Flandres, Francia, 2006.
Escrita y dirigida por Bruno Dumont.
*** Hay que verla
El problemático film de Dumont ofrece una abstracto aunque preciso retrato de la guerra como una conducta estructural de nuestra especie.
Siglos atrás, decía Heráclito de Éfeso, el filósofo oscuro: «La guerra es el padre y el rey de todas las cosas». Aforismo preciso para rotular el espíritu de una obra y una película específica. En efecto, la cuarta película de Bruno Dumont, filósofo devenido en cineasta, actualiza el apotegma del pensador griego en un contexto contemporáneo reconocible, a pesar de su proclividad a la abstracción.
Flandres se estrenó en la competencia oficial de Cannes 2006, y como había sucedido con La humanidad siete años antes, recibió el premio del jurado. Ni Wong Kar Wai, ni Cronenberg, como presidentes del jurado en dichas ocasiones, neutralizaron el malestar del público y la desavenencia de la crítica especializada; Dumont no es condescendiente.
La vida rural francesa es su especialidad, y la monotonía nihilista de la existencia su diagnóstico respecto de ésta. Así Demester, el protagonista de esta alegoría del siglo XXI, trabaja la tierra, mientras que su única satisfacción es fornicar con Barbe, amiga de la infancia con la que mantiene, a primera vista, un vínculo desprovisto de romanticismo y compromiso. De hecho, ella hace de la concupiscencia un estilo de vida, y Demester es uno entre tantos. El sexo, en el cine de Dumont, es siempre un consuelo fisiológico, una réplica fugaz frente al hastío.
Un buen día Demester y otros jóvenes del pueblo se van para la guerra, incluso un reciente pretendiente de Barbe llamado Blondel. Ir a la guerra, para estos jóvenes desencantados, no es muy distinto que planificar unas vacaciones: «¿Dónde es la guerra a la cual vas?». Aunque en un pasaje posterior también se revela que alistarse implica una recompensa económica y una inquietud moral: «En todas las guerras hay inocentes. Mueren niños». Una vez en el frente, en un conflicto bélico que bien puede remitir a Irak o a cualquier aventura occidental en algún país musulmán, la canción es la misma: «la guerra es un infierno». Pero Flandres no es una película de guerra sino de acción (moral). De acción porque cada acto tiene una consecuencia.
El plano en el cine es la crueldad. Todo se vuelve visible, y de lo que se muestra no se puede huir. Por eso la ética de un realizador determina una estética. Así Dumont elige representar la crueldad en un sistema de visibilidad en el que el fuera de campo y el gran plano general funcionan como un modo de respetar a las víctimas. De ese modo, cuando un chico enemigo muere se lo escucha, no se lo ve. Y cuando los soldados abusan sexualmente de un adversario la elección es ver a la distancia, pues de cerca uno se convierte en cómplice. Además, como señalaba Silvia Schwarzbock en una ponencia dictada en el festival de Mar del Plata durante este año, Flandres desarrolla una extraña noción de justicia, o sugiere un interesante ejercicio de reparo respecto de un acto de violencia gratuita. Mientras los occidentales eligen el exceso los árabes difusos de Flandres toman una senda moderada. Véase los efectos y la resolución del abuso aludido y cómo ello habrá de precipitar un conjunto de muertes de lo que se predica una concepción de venganza.
Formalmente prodigiosa, el paisaje es aquí una entidad, acaso la materialización de la intimidad de los protagonistas, un método que elude el psicologismo y apuesta por la sugerencia. Vida vegetal, vida mineral, el campo y el desierto, la subjetividad es un espejo del naturaleza, cuya expresión sonora es magistralmente orquestada durante todo el metraje.
Filosóficamente hobbesiana, todo es un combate infinito. Aunque es posible que Dumont pertenezca a esa tradición que Paul Schrader denominó estilo trascendental, en donde un momento decisivo define la esencia de un relato. «Te amo», es lo último que se escucha.
Esta crítica fue publicada con algunas modificaciones por el Diario La Voz del Interior durante el mes de agosto de 2007.
Copyleft 2000-2007 /Roger Alan Koza
Leo la crítica de Flandres después de haber visto la película y, es gracioso, retrospecticamente me gusta un poco más … Lo que quiero decir es que no me gustó. Seguramente porque los personajes son fríos. El tema es que hay una especie de moda de personajes opacos y desconectados… y me aburren!! Pretenden mostrar la abulia del mundo… uff. Prefiero de lejos y aunque me produce un efecto emocional catastrófico (o tal vez por eso) a Haneke, que también trabaja con esos personajes que uno no sabe qué corno están pensando o sintiendo. No sé poruqé traigo a HAneke… tal vez esté en el otro extremo de Flandres… Estoy pensando en el Video de Billy (no me acuerdo bien el título), no en Caché. En fin, había escuchado comentarios buenos, pero fui a verla y me resultó un plomo.
Gracias Isa por escribir. Sí, pienso que puede resultar aburrida, pero más allá de eso la película es consistente. La relación con Haneke es más que pertinente, aunque creo que Haneke, a pesar de una cantidad de cuestiones que no vienen al caso, me resulta un realizador más completo. El título era El video de Benny. RK
De nada, Koza. Agrego sólo una cosita: esa distancia que los personajes tienen con el espectador, que los hace opacos y no nos permite identificarnos con ellos, es un recurso de gran interés si se trabajan bien las situaciones. Por otro lado, la distancia que los personajes tienen consigo mismos, lo que los hace abúlicos (que vayan a la guerra como de vacaciones, o que tengan sexo casi sin que se les altere el ritmo cardíaco), parece tener cierto anclaje en los sujetos contemporáneos. Pero insisto con Haneke y Beny (gracias): con menos personajes y menos despliegue llega mucho más lejos. En Flandres una guerra tremenda exprime un ‘te amo’??? Es muy poco para tanto tanque y tanto tiro en la cabeza. No sé, no me convence…
A mi la comparación entre Desmont y Haneke me resulta evidente y su resultado para nada malo. De hecho, siento que son muy próximos en el modo de mostrarnos la abulia, el desencanto, la vacuidad de la vida, con personajes que apenas hablan, que sus miradas delatan lo que están sintiendo y sin embargo, debo reconocer que este film de B.D. es excelente. Vi la Humanidad y 29 Palms y tambien me gustaron mucho. Pero Flandres es lejos superior. Nos muestra una vida palana y campestre; versus una vida infernal de la guerra; actos brutales y salvajes, versus la justicia que llega. Y como guinda de la tora nos ofrece algo que es más superior; cierta redención, cierta esperanza, en esa sola frase, dicha con simpleza, pero con toda la profuniddad de quien ha vivido y ha sufrido todo. Un remanso para quedar en paz.