FUERA DE SATÁN / HORS SATAN
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA VIDA DE LUCIFER
Fuera de Satán / Hors Satan, Francia, 2011
Escrita y dirigida por Bruno Dumont
**** Obra maestra
El cuestionado director de la crueldad entrega su mejor película y confirma que en ciertas ocasiones los realizadores ateos son quienes mejor se aproximan a la experiencia religiosa
¿Qué es exactamente Fuera de Satán? ¿Un ensayo austero y hermoso sobre lo ominoso en clave religiosa? La crueldad a secas y sin lógica alguna se insinúa cada tanto, pero tal descripción es impropia porque una fuerza salvífica y amorosa trastoca a varias criaturas desesperadas en este relato inclasificable. Esta última película de Dumont no es ni fácil, ni ligera, pero verla es en sí una experiencia, acaso de naturaleza religiosa.
En algún paraje perdido del norte de Francia, un hombre sin nombre duerme en medio de la campiña acompañado por su perro. Todas las mañanas recibe el pan de una adolescente, a quien parece profesarle un cariño particular. Ellos suelen caminar y contemplar la vida natural; a veces se los ve arrodillarse, como si se tratara de un ritual impreciso frente una divinidad ausente, lo que no impide que en algún momento el hombre, empuñando una escopeta, tome decisiones capitales. El padrastro maltrata a la joven y existe sólo un camino para terminar con eso.
Pero ¿quién es ese hombre? Tal vez un descendiente de Lucifer, tal vez un curandero pagano, o simplemente un vagabundo con poderes sobrenaturales. El enigma permanecerá como tal y es precisamente en esa indeterminación donde reside el poder de su presencia (en el film).
Algún distraído podrá pensar que en Fuera de Satán no pasa nada, pero aquí hay exorcismos diversos (uno de ellos incluye la habitual cuota de sexo mecánico y brutal de las películas de Dumont), una golpiza por celos o protección, un asesinato, un milagro y una resurrección.
La fuerza material de la película es apabullante y, en algún sentido, se trata de un mensaje; de cada fotograma Dumont consigue extraer la luz necesaria para alumbrar y retratar un mundo bello y gélido. La naturaleza no es aquí mero paisaje asombroso: es una totalidad inmanente donde los hombres transitan sin noticias de un mundo trascendente; de allí la ausencia total de música, decisión que conlleva un trabajo sobresaliente y anacrónico sobre el registro sonoro de ese universo biológico. El sonido de la película es monoaural, extraña medida pero lógica y ontológica: la realidad sonora es un bloque entero frente a nuestra audición natural.
Para cierto cine francés el cristianismo es un imperativo cinematográfico. Filmar la relación entre la carne y el espíritu, lo visible y lo invisible, la desesperación y la gracia es una tentación estética. Bresson, Pialat y Cavalier en ciertas películas, y ahora Dumont, el más oscuro y sensual entre sus pares, que aquí parece haber llegado a la cúspide de una búsqueda que había empezado con La vida de Jesús, su notable ópera prima. Será por eso que ahora, contra todos los pronósticos, Dumont está trabajando en una comedia. La teología es incompatible con la risa.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2012.
Aquí se puede leer otra crítica que publicara el año pasado en el estreno en Cannes.
Roger Koza / Copyleft 2012
«Deus sive Natura» [Dios o Naturaleza] es la sentencia que escribía Spinoza —así, como de pasada— en la «Ética», haciendo un radical esfuerzo por arrancar a la existencia terrestre de la tiranía platónica de lo Ideal (divino) , por hacer a la naturaleza y a la vida totalmente inmanentes, insalvables, profanas.
Naturaleza exuberante, sensual (hay que ver el incendio en pantalla grande para darse una idea de esto) y desmedida ante la que el hombre se hinca como si esta fuera un templo. Templo sin paredes e ilimitado pues ya no necesita contener la potencia de Dios: este templo forma continuidad con Dios porque el templo mismo, al igual que el feligrés, es Dios… sive Natura. Continuidad no jerárquica explicitada en esa austera y elegante estructura formal en la que se suceden casi exclusivamente planos largos y close-ups.
Esa misma naturaleza campirana felizmente recorrida por otro innominado bressoniano, el cura, quien, montado en una moto, nos regaló una de las sonrisas más devastadoras de la historia del cine, único plano de auténtico goce de aquel cuerpo débil y marchito.
El hombre de Dumont es de la misma estirpe que el cura de Bresson. Recoge del cura la enseñanza de sus últimas palabras (que tanto han encaminado a la crítica, vía Schrader, a ver en el cine de Bresson una defensa de la religión y de no sé qué misticismo): «todo es gracia». Pero si todo es gracia el secreto de Dios se diluye en las cosas y en la existencia; se pierde Dios y se pierde la gracia: devienen inmanencia. No la vida que vendrá, sino la que viene continuamente, la del viaje en motocicleta, la que pone patas arriba la vida tal y como la vivió el cura: la vida profana, fuera de Dios.
Como el cura, el hombre es visitado y visitante: a uno lo mata, a otra la enamora, a otra se la coge y a otra ¿la exorciza?
¿De qué es presa el cuerpo de la joven campesina? ¿de un demonio?, ¿de un espíritu maligno? Más bien, presa de lo ultraterreno, de un Dios (o Demonio) separado del cuerpo y de la tierra. Presa de un misterio cuya solución es la consciencia de la ausencia de misterio. «La satisfacción sexual libera al hombre de su misterio» decía Benjamin. Es el goce del cuerpo (el diablo en el cuerpo) el que lo induce y el que lo libera. Aquí el poder de Cristo no compele a nadie a salir ni a entrar.
Todo exorcismo lleva la promesa de la inmanencia, de la profanación, de arrancar algo fuera del ámbito de lo divino. Fuera de Dios. Fuera de Satán.
Saludos cordiales!
primeo hay que preguntarse si existen Dios y el diablo, si es ta primero Dios o la Naturaleza.Entre un ser que no puedo percibir y algo que si puedo percibir, me quedo con esto ultimo. No teniego d el oespiritual,pero no aceptaria supersticiones. Supongo que el ateo absoluto es aquel que no cree ni en el bien ni en el mal como entidades metafisicas.