GIGANTE

GIGANTE

por - Críticas
05 Nov, 2010 02:01 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LA MIRADA DISCRETA

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Gigante, Uruguay-Argentina, 2010

Escrita y dirigda por Adrián Biniez.

** Válida de ver

Una buena opera prima, y un film que confirma que el cine uruguayo no solamente existe sino que experimenta un desarrollo favorable y digno.

El límite del voyerismo precisamente reside en la pasividad de la mirada. La observación de la cotidianidad sostenida en la distancia corre un riesgo: describir como un modo de naturalizar. Es decir, adoptar la mirada de quien ve por nosotros y asumir así su perspectiva.

Gigante es un drama laboral y romántico sostenido en el voyerismo de su protagonista. El inmenso Jara, solitario y amante del heavy metal, trabaja como cuidador de un supermercado; es quien mira por detrás de las cámaras de vigilancia de la empresa. Por el turno que le toca, su actividad de vigía se aplica a sus compañeros de trabajo: personal de limpieza y abastecimiento, y supervisores de mercadería. Sin los clientes, los potenciales sospechosos son los trabajadores.

Testigo sistemático de un microcosmos mecánico, Jara descubrirá una criatura llamada Julia entre las imágenes condenadas a la repetición. De allí en adelante, ese hombre, cuyos pasatiempos preadolescentes (jugar con su sobrino a la playstation y a las espadas) y su trabajo extra como guardia de una disco reducen su existencia a un mero paso del tiempo, dedicará su tiempo libre a observar a una mujer no menos solitaria que él, aunque más activa. La incipiente tensión dramática pasa por saber, primero, si Laura está sola y, segundo, si Jara pasará de la contemplación a la acción.

Biniez demuestra cariño por sus personajes. A excepción de un pasaje que transcurre en una playa, no hay mucha diferencia entre las calles de Montevideo y los interiores del supermercado. Biniez muestra una preocupación formal explícita: sus planos abiertos de la ciudad no alivianan la claustrofobia y el control de los planos generales en el trabajo.

No desprovista de humor y ternura, Gigante se empequeñece porque jamás asume de lleno los conflictos laborales que palpitan en el supermercado y prefiere hallar consuelo en la discreta utopía de los sentimientos. Habrá despidos y maltratos, pero la rabia de nuestro gigante sólo se suscita por celos y protección. La discreción política del filme revela un problema de prioridades. Los empleados pueden amar, pero apenas consiguen rebelarse. Ocurre que el voyerismo social inmoviliza cualquier atisbo de conciencia política.

Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior durante el mes de octubre 2010.

Roger Alan Koza / Copyleft 2010