IDA LUPINO, LA ÚNICA

IDA LUPINO, LA ÚNICA

por - Ensayos
14 Dic, 2024 09:15 | Sin comentarios
Un breve repaso sobre una actriz excepcional y una cineasta fundamental.

Ya conté aquí que en el período mudo no fueron pocas las mujeres que dirigieron películas en los Estados Unidos. El imprescindible sitio web “Women Film Pioneers Project” acerca docenas y docenas de nombres en un ejemplar ejercicio académico de divulgación de creadoras, la mayoría de ellas olvidadas. Con la consolidación del cine como gran negocio que atrae la atención de Wall Street se inició una imparable masculinización de la industria de acuerdo con los usos y costumbres nunca propensos a la igualdad y la pluralidad del capitalismo. Cuando el sonoro se hizo norma sólo quedó una mujer capaz de mantener una carrera estable como realizadora, Dorothy Arzner. De su talento salieron estupendos melodramas (Honor Among Lovers o Merrily We Go To Hell, con Fredrich March, o The Bride Wore Red, con Joan Crawford) antes de cerrar prematuramente su carrera en los 40 con la sensacional Dance, Girl, Dance y un film de guerra, First Come Courage. Se alejó de Hollywood por decisión (más o menos) propia, pero es imposible no preguntarse qué habría sucedido en un contexto más favorable.

Ida Lupino

Desde la despedida de Arzner en 1943 hasta la década de los 60 la única mujer que consiguió estrenar ficciones como directora en salas americanas fue Ida Lupino. Nacida en Londres en 1918, el origen familiar parecía señalarle el destino: no es sólo que la madre y el padre se hubiesen dedicado a la interpretación, sino que la estirpe paterna venía ligada a las artes escénicas desde la generación del bisabuelo. Era aún una adolescente cuando protagonizó su primera película, Her First Affaire (Allan Dwan, 1932), de forma que hacia el final de la década era ya una actriz experimentada con dos docenas de títulos a sus espaldas. No tardaron las grandes películas, en particular dos de Raoul Walsh en las que compartió cartel con Humphrey Bogart, They Drive by Night y High Sierra. El género negro al que estas se adscriben le sentaba especialmente bien; más adelante brillaría en The Big Knife de Robert Aldrich, puro vitríolo contra el poder desalmado de la industria del cine, On Dangerous Ground de Nicholas Ray o While the City Sleeps de Fritz Lang. Y si no hizo más fue porque pasó varias temporadas cancelada por cuestionar o rechazar propuestas que recibía de los estudios.

No es extraño, entonces, que hiciera lo posible por promover sus propios proyectos. Alrededor de 1949 Ida entabló conversación con Roberto Rossellini en una fiesta y este le recordó que en las películas de Hollywood la estrella siempre enloquecía, bebía demasiado o quería matar a la mujer. “¿Cuando vais a hacer películas sobre gente normal en situaciones normales?”, añadió, y la pregunta causó una fuerte impresión en la actriz. Unos meses antes se había casado con el guionista Collier Young y juntos acabaron por crear una compañía independiente, The Filmakers, con el objetivo de desarrollar producciones de bajo presupuesto. Una de las primeras, Not Wanted (1949), la tenía a ella cómo coguionista junto a Paul Jarrico y acabó teniéndola también como directora después de que el realizador previsto, Elmer Clifton, sufriera un ataque al corazón. Fue un debut imprevisto en una obra representativa de su voluntad de tratar problemas reales de personas reales, en este caso los embarazos no deseados. En la siguiente, Never Fear (1949), una prometedora bailarina veía deshecho su mundo al enfermar de la polio, que la propia Ida padeció de joven, pero el relato derivaba enseguida hacia la laboriosa rehabilitación y la comunidad que se establece entre los pacientes para poner en valor la importancia de la atención médica y los cuidados mutuos.

Se insiste mucho en la fortaleza de los personajes femeninos escritos por Ida Lupino, pero es justo destacar también la finura con la que crea roles masculinos muy alejados de la toxicidad. Los hay incluso en Outrage (1950), posiblemente su mejor obra, que tiene como punto de partida una violación y expone con brillantes soluciones narrativas la difícil vuelta a la normalidad de la víctima. En Hard, Fast and Beautiful (1951) una madre manipuladora, la siempre estupenda Claire Trevor, se empeña en convertir a su hija en una estrella del tenis con los privilegios económicos que eso lleva asociado. Vendrían luego un noir canónico, The Hitch-Hiker, y un melodrama sobre la bigamia en el que actuó y dirigió al mismo tiempo, The Bigamist. La aventura de la productora acabó en 1955 e Ida pasó a dirigir docenas y docenas de episodios de series de televisión. Aceptaría aún un encargo de la Columbia, The Trouble with Angels (1965), pero esta comedia ambientada en un colegio de monjas poco tiene que ver con las obras maestras que hacen de ella una de las mejores directoras de todos los tiempos.

*Publicado originalmente en gallego en Nós Diario (https://www.nosdiario.gal/), 6 de febrero de 2024.

Martín Pawley / Copyright 2024