IDENTIDAD SUSTITUTA
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
BIENVENIDOS A LA PANTALLA GLOBAL
Identidad sustituta / Surrogates, EE.UU. 2009.
Dirigida por Jonathan Mostow. Escrita por John Brancato y Michael Ferris.
*Tiene un rasgo redimible.
La nueva película del director de Terminator 3 es, paradójicamente, cautivante y mediocre, pues sus contenidos filosóficos equilibran la pobreza cinematográfica de su puesta en escena.
Según el sociólogo Gilles Lipovetsky, estamos en una nueva edad del cine. Ya no hace falta verlo, pues vivimos y experimentamos el mundo y sus complejidades a través de una matriz que es en sí cinematográfica. En Identidad sustituta ya nadie mira televisión y los cines permanecen fuera de campo (no se ven), pues la realidad misma ya funciona como una película. Es la cinesfera, o cómo el orden simbólico que sostiene nuestra identidad está mediado holísticamente por una pantalla.
En menos de 5 minutos, Identidad sustituta establece el estado de cosas: un científico y una corporación concibieron un mundo utópico, sin crímenes, inmaculado, poblado de jóvenes esbeltos inmunes al envejecimiento, un universo liberado de la carne y la herencia genética, que le hubiera encantado a Michael Jackson. Así las cosas, el 99% de la población mundial vive conectada y reemplazada en sus tareas cotidianas por robots denominados ‘sustitutos’. Nuestra especie literalmente vive acostada. Nuestro cerebro es la pantalla, los robots los protagonistas de un relato personal y colectivo.
En este futuro impreciso, hay disidentes. Los dreads (en inglés, “terror”) militan por una humanidad desrobotizada. Son los luditas de este nuevo siglo, gente que desestima el bienestar digital. Viven en zonas libres de androides, y, como se puede constatar en una secuencia, creen en una civilización orgánica, no muy distante de una comunidad alternativa de Oregon o Capilla del Monte. Siguen a un líder llamado El Profeta, un personaje a imagen y semejanza de Bob Marley y Osho, aunque todo no es como parece.
El gran Bruce Willis es un detective del FBI. Ha perdido un hijo, y, aunque su sustituto es un exitoso agente, su melancolía es infinita. Todo cambiará para él (y para el resto de los mortales) cuando investigue un inesperado asesinato de un sustituto que implica un arma capaz de dañar a sus operadores, es decir al Yo detrás de la máquina.
Basada en una novela gráfica, Identidad sustituta es filosóficamente fascinante y cinematográficamente berreta. Más que una película es un boceto: parece filmada a las apuradas y salvada en la sala de edición para alcanzar un mínimo de coherencia, aunque hay dos secuencias que justifican la película. Jonathan Mostow imagina cómo sería la reincorporación a la realidad material por parte de un mortal que permanece inmóvil frente a una pantalla. Willis vuelve a pisar la calle. Un plano subjetivo en gran angular expresa visceralmente cómo el uso obsesivo de una tecnología modifica todos los órdenes de la sensibilidad. El otro pasaje sugiere el porvenir militar en la era digital.
Como toda película de ciencia ficción, Identidad sustituta aplica una lupa sobre el presente y exacerba las consecuencias de nuestras prácticas. El devenir virtual de nuestra especie es irreversible. También la finitud del cuerpo y el espíritu.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada por el diario La Voz del Interior en el mes de octubre de 2009
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