LA ANOMALÍA PORTUGUESA: QUINTA MUESTRA DE CINE PORTUGUÉS
Empieza a ser una costumbre: en diciembre llegan los portugueses a la ciudad de Buenos Aires. No se trata de una invasión, no llegan en barcos, no se trata de la continuación de una pretérita empresa colonialista. La mejor expresión espiritual de ese pueblo que ha vivido por siglos en un país tan pequeño en extensión se exhibe en una sala de cine. ¿Quién podría rebatir que la cinematografía portuguesa, discreta en cantidad y gloriosa en calidad, está entre las mejores de todos los tiempos? Quien haya visto alguna vez Tras-os Montes de António Reis o Non, ou A Vã Glória de Mandar de Manoel de Oliveira sabe de los placeres que puede prodigar el cine lusitano.
Es imposible dilucidar los motivos de la ostensible singularidad del cine portugués. Su matriz popular resplandece en títulos como Mudar de vida y Aquel querido mes de agosto; su relación con la civilización se comprueba en toda la filmografía de de Oliveira, que constituye el pilar de la tradición cinematográfica. El gran maestro que vivió hasta los 106 años y no dejó nunca de hacer películas, sumado a Reis, Paulo Rocha y João César Monteiro, configuran las bases de toda la tradición del cine portugués que se erige sin asfixiar a sus descendientes pero sin dejar de dotarlos de una sensibilidad y una forma de relacionarse con el mundo a través del cine. Una noble tradición es la que no sacrifica la singularidad de sus miembros, quienes no prescinden a su vez de los beneficios de reconocer que no se empieza de cero. El cine de Pedro Costa es inimaginable sin la huella del de Rocha, más allá de la innegable inconmensurabilidad de ambos autores.
Esta quinta edición de la Semana del Cine Portugués cuenta, como suele suceder siempre, con películas memorables: O Ornitólogo, de João Pedro Rodrigues, resulta un viaje misterioso y mutante. Un ornitólogo sufre un accidente menor en un río durante un viaje de exploración en las montañas e inesperadamente empezará a experimentar una paulatina conversión religiosa. En la lúdica crisálida por la que un hombre enamorado de la hermosura empírica de la naturaleza deviene un místico heterodoxo, pasan por su trayecto metafísico dos perversas turistas chinas, un pastor mudo con el que tiene sexo y unas amazonas amenazantes que se expresan en latín. ¿Un delirio? El cine no tiene por qué obedecer las reglas de la física; la contenida gramática onírica empleada por Rodrigues ordena simbólicamente presuntos acontecimientos imposibles. El resultado es magnífico.
João Bénard da Costa: Outros Amarão As Coisas Que Eu Amei es probablemente el filme que permite intuir el corazón de la tradición portuguesa. La vida del mítico director de la Cinemateca portuguesa, figura clave por décadas, explica un poco la anomalía de los portugueses: el cine es siempre una forma amable y lúdica de asociarse con el mundo y amarlo por el conocimiento. La tradición cinéfila palpita en este filme de Mozos, en el que se establecen los lazos del cine con la pintura y la fotografía, como también el de la tradición portuguesa con otras tradiciones cinematográficas. Es una de las películas más hermosas que jamás se han hecho sobre el cine.
En esta edición, asimismo, se podrán descubrir nuevos talentos de la cinematografía portuguesa. El caso más interesante es el debut de Pedro Cabeleira. Verão Danado puede ser un film desafiante porque prescinde de reunir situaciones para compaginarlas en un todo que evolucione como relato. Cabeleira elige a un personaje joven y simplemente lo sigue en sus merodeos sin rumbo en donde el único objetivo consiste en la intensificación de los placeres sensoriales; a veces teniendo sexo, otras jugando al fútbol y casi siempre bailando sin detenerse. Es una película trance que revela la subjetividad líquida de esta época.
En Colo de Teresa Villaverde se intenta retratar ese mismo tiempo, pero atendiendo al contraste generacional y bajo otro sentimiento dominante: el vacío (aunque ni siquiera existencial). La adolescente de Colo, y también sus padres, transitan Lisboa sin encontrar arraigo y sentido. Las características proezas formales de Villaverde están más contenidas en esta ocasión, pero se alcanzan a divisar en algunas escenas, como en aquellos planos escalonados en los que se pueden apreciar la soledad y la fragilidad de los personajes observándolos desde un punto flotante del espacio mientras se mueven en sus cuartos mirando por la ventana.
Además, se podrá ver São Jorge, Diário das Beiras, O Cinema, Manoel de Oliveira, todos los cortometrajes de Salomé Lamas y la gloriosa A Fábrica de Nada, otros títulos que confirman el inmaculado misterio y las virtudes del cine portugués.
Fotogramas: El ornitólogo (encabezado); Verão Danado
Este texto fue publicado en Revista Ñ en el mes de diciembre de 2017
Debo haber visto no mas de tres películas portuguesas, suficiente como para estar de acuerdo con Ricagno. A fábrica de nada es una película fundamental.