LA CABAÑA DEL TERROR / THE CABIN IN THE WOODS
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
PLACER Y SACRIFICIO
La cabaña del terror / The Cabin in the Woods, EE.UU, 2011
Dirigida por Drew Goddard. Escrita por Josh Weddon y D. Goddard
**** Obra maestra
En el contexto de un género agotado, la ópera prima de Drew Goddard es simplemente una película notable.
Las tres primeras secuencias de La cabaña del terror, la extraordinaria ópera prima de Drew Goddard, ya sugieren que no se trata de otra película en serie de un género destinado a los adolescentes; explotar la muda angustia del adolescente a partir de un sadismo incompatible con cualquier gesto de inteligencia y sensibilidad no es la fórmula de Drew Goddard, ni de su brillante coguionista Joss Whedon. No sólo elevan el listón con el cual las películas del género van a medirse en el futuro; es, sin duda, una refundación del cine de terror, pero el filme también conlleva una hermosa carcajada frente al espíritu metafísico y su orden simbólico.
Al comienzo, unas gotas de sangre forman una inscripción gráfica que remite a un pasado mítico y remoto: es un aviso. A continuación, otro signo inequívoco: dos científicos (y burócratas), tan cínicos como resignados, hablan como de costumbre de algún problema con algún experimento no del todo ortodoxo. Podrían ser funcionarios de la NASA o de la CIA, es decir, responden al poder y están dispuestos a manipular vidas inocentes. Los encuadres de esa escena no son ortodoxos y menos su cierre: la aparición abrupta del título del film. La tercera escena es simplemente la presentación de los cinco jóvenes, presuntas víctimas de un cuento de terror entre tantos otros. Si parece un pasaje típico del género, el plano que cierra la escena y la cita de un libro de economía soviética son indicadores de que no todo es lo que parece.
El relato, en su primeros minutos, es previsible y esquemático: unos amigos se van por un fin de semana a una cabaña familiar en un bosque perdido, recién adquirida. Lógicamente, la cabaña tiene una historia. Antes de explorar el sótano de la casa, donde unos misteriosos objetos parecen condensar el pasado de sus habitantes, descubrirán en una de las habitaciones una pared-espejo cubierta por una pintura con motivos sacrificiales. ¿Quién espiaba ahí en otro tiempo? Los chicos no están solos y lo sabemos desde el principio: están siendo observados. Pero, aun así, no todo es lo que parece. Y en ambas secuencias la modalidad del montaje poco tiene que ver con la ortodoxia: cuando los personajes experimentan una fascinación por un diario, una esfera misteriosa y otros elementos similares la aceleración del montaje difiere en su tempo y aplicación al de otros films del género; se trata de un montaje fragmentado (y en algún sentido paralelo) en la misma escena que evidencia un trabajo mental por parte de los protagonistas en una instante en el que se está por tomar una decisión de consecuencias desconocidas tanto por ellos como por los espectadores. El suspenso es magnífico y se predica de una gramática.
Los jóvenes responden a ciertos arquetipos y estereotipos: un atleta, un académico, una “virgen”, una rubia dispuesta a satisfacer los requerimientos de su libido y un “tonto”. Este último es más que un personaje: es la clave irónica y lúcida del film. Una afirmación suya al principio resulta una línea de acceso retrospectivo al impredecible devenir perverso y anárquico de los últimos treinta minutos, y hablar no será lo único relevante que hará este personaje. El mayor gesto de rebeldía vendrá de su parte. Y será un pasaje glorioso y liberador, el que insiste en un acto ligado al libre albedrío, impropio del género. En efecto, el determinismo suele imponerse en el relato de terror. Al respecto, la autoconsciencia del film es formidable pero su rebeldía pasará por una combinación precisa entre ciertos mecanismos de construcción narrativo y la posición asumida en el propio dominio del relato y su resolución mediante. En suma, una doble traición: teológica y teleológica.
En los treinta minutos finales aparecen ciertas obsesiones cinematográficas recientes de nuestra cultura: la vida como espectáculo es uno de los temas evidentes. La veta paranoica de la sociedad del espectáculo de la ya antigua y cándida pero profética y actual Truman Show llega incluso a citarse por uno de los personajes pero la apreciación al respecto más que inevitablemente epocal es paródica. Justamente lo que un fllm como Los juegos del hambre no consigue encarnar del todo, aquí, lateralmente, sí se esboza. El cinismo de la audiencia (aquí científicos) es equiparable al los imbéciles de la plutocracia del film de Gary Ross, pero la distancia irónica de los “héroes” involucrados en el “show” en La cabaña del terror constituye una novedad insolente. La víctima se desmarca del protagonismo narcisista y elige desconocer su libreto como títere de un gran Otro a quien se le ofrenda la intimidad a cambio de una mirada exclusiva. Ya en las primeras escenas, Marty postula el trabajo de un sistema en el que se trabaja incansablemente en sellar sus grietas.
Pero hay un plus en ciernes: sin aviso la taxonomía de todas nuestras perversiones se materializa ante nuestros ojos y la coronación plástica será estéticamente exquisita: de un caos vital y visual que recuerda a Gremlins 2, el veterano Peter Deming, a cargo de la fotografía, pintará un cuadro final; como si se trata de una pintura de Francis Bacon la carnicería y la aberración propia de cualquier matanza con sus restos todavía demasiado calientes y un par de zombies aún haciendo su trabajo de masticación como cualquier criatura habitué a la carroña, alcanza a divisarse en un plano general de una potencia pictórica de otro orden. La escena adquiere una dimensión estética de otra naturaleza visual, y repite en una versión mejorada los motivos de la pintura que se ve en el inicio cuando los jóvenes llegan a la cabaña. Pero hay una diferencia sustancial: la masacre ya no se representa bajo ningún signo de protección simbólica; la representación de lo siniestro en clave ritual y en función de lo sagrado yace ahora desnuda; ha perdido su investidura, su eficacia mitológica. Es un interludio visual y una desaceleración narrativa que inicia el pasaje al no menos notable desenlace.
Tal perversión, el sustrato de nuestra violencia acallada, nos dice la magnífica película de Goddard, se retiene y armoniza por un viejo y espantoso conjuro, un método civilizatorio: los sacrificios. Lo genial aquí es ver cómo el espíritu de la comedia acaba de una vez por todas con el respeto solemne por lo sagrado y sus ritos. Extraña conversión: un filme de terror deviene en comedia teológica. Reír ha sido siempre mejor que hacer genuflexiones.
Esta crítica fue publicada en otra versión en La voz del interior en el mes de enero 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
Roger:
Vi la película. Pude percibir algunas cosas de las que hablás en tu reseña, y otras las puedo ver (o pensar) gracias a tu reseña. Sin embargo, la película no me gustó para nada (por ejemplo, los personajes están esbozados torpemente). Creo que la respuesta está en que estamos menos ante una película que ante una exposición audiovisual de una serie de ideas sobre el género y sobre el mundo (digamos). Con buenas ideas solamente no se hace una película.
Un saludo,
L.
Estimado Larsen: entiendo lo de los personajes, pero no consigo sacar la conclusión a la que llegas. La única sospecha que tuve del film pasa por algo que decís pero que yo lo veo en otro orden de análisis; me refiero al tema de las ideas. Mi sospecha y en este caso no lo llego a percibir como un problema completo y aquí aplicado es la preeminencia de un cine sostenido en guiones. El origen de JW me lleva a pensar un poco en eso. Pero en este caso me parece que todo funciona. Sigo pensando sobre el film. Y si veo algo nuevo, aquí estaré. Saludos. RK
Excelente texto para una excelente película, como los zombies y monstruos depedazan la carne humana en el film, y la mastican, lo mismo hace RK aca con la película misma, la parte en varios pedazos y la estudia minuciosamente, y la mastica.
Los personajes del film fueron creados a proposito torpemente, son parte del show «trumaniano» y deben cumplir con los requisitos de un film de terror para entretener a la audiencia, pero el tonto no es tan tonto y esos cambios en la personalidad de ese personaje (el del tonto) y sus decisiones hacen ver claramente el costado humano de los protagonistas, cuando chocan con la realidad no son mas el clichè de la pelicula de terror.
El film es muy entretenido y original, casi de culto.
Saludos.
Saludos para usted, RK
Cristian Fassi:
Desde mi modesto punto de vista, la torpeza en al construcción de personajes no alcanza solamente a los jovenes que protagonizan «la película de terror», sino también a los otros personajes; por ejemplo, el gran Richard Jenkins está desaprovechadísimo, su personaje es la sombra de lo que podría haber sino, y eso nada tiene que ver con el trabajo con las convenciones del género para construir personajes.
Roger, me parece bien lo que apuntás sobre «un cine de guiones», pero me parece que acá el problema pasa por la plasmación cinematográfica de «ideas» sobre el cine. Creo que a mí me preocupa más un cine de «ideas» que un cine de «guiones».
Saludos,
L.
Estimado Roger:
Este gran texto no solo es mucho mejor que la película, sino que sería genial que alguna (solo una) de las ideas que brillan en la crítica las hubiera visto plasmadas en algún fotograma (o pixel). Lo que yo vi: una pavada que mezcla Jumanji con Monsters Inc., una supuesta reflexividad que pretende ser aligerada por algún que otro gesto cínico, y una pobreza estructural (los personajes, la «explicación» de lo ritual, la «compañía» que se encarga de mantener quietitos a los «antiguos», aaahhh!) que parece estar justificada por ser el camino que lleva al quilombo del final, con los bichitos y monstruos salidos de sus jaulitas. La presencia de Sigourney Weaver es la frutilla del postre de un pretencionismo disfrazado de ¿redefinición del género? No sé, me parece que no…. en todo caso parece un cinismo canchero, de pacotilla, que tira 2 o 3 frases «piolas», algún librito erudito por ahí y con eso justifica el pastiche.
Ah, en algo coincidimos: en el valor pictórico de algunos planos.
Le mando un abrazo, y espero que su incursión por otroscines le traiga algún beneficio. Por lo pronto, seria genial que funcionara como espejo para que en la página principal entendieran que se puede escribir sin retóricas vacías, del tipo «un director a seguir», o «xxx deberá demostrar en su próximo film si es un buen director», etc.
Buen año.
Gerardo
Estimado Gerardo:
Me hizo reír lo de Jumanji con Monsters Inc; yo vi los Gremlins. No puedo responder ahora porque estoy en medio del inicio de una muestra de cine. Pero quería dejar en claro que he leído el comentario y lo tomo muy en serio porque siempre intento pensar en mi contra una vez que escribo algo con vehemencia. Tus argumentos me llevan a revisar. Vi el film una sola vez. Me temo que no lo veré por segunda vez en cine, pues tengo tres semanas seguidas de muchas exigencias. Veremos.
Saludos cordiales y muy buen año.
RK
PS: no sé qué decir sobre lo que dices de otroscines; no lo veo así pero tampoco es momento de discutirlo.
Gracias Roger por su respuesta.
Y tiene toda la razón con respecto a mi comentario de otroscines, en todo caso es mi mirada sobre algunas críticas que veo alejadas diametralmente de su estilo. Reformulo el comentario sin que esto implique que amerite una respuesta: me llama la atención la presencia de ojos abiertos dentro de este sitio, que practica otro tipo de críticas. Por supuesto que estoy mucho más cerca de interesarme por el tipo de escritura que practica ojosabiertos, de allí la sorpresa. Igual, celebro que el sitio siga en pie, sea aquí o en otro lado.
Y repito: muy interesante el texto sobre «La Cabaña», es el tipo de críticas que generan discusión y proponen pensamiento. Aunque uno concluya que la propia opinión no coincide, y sabiendo que siempre es materia subjetiva, y que la discusión vale la pena dentro del intercambio de ideas.
Un gran saludo.
Gerardo: Muy bien, entendido. «En el camino», mi primer texto publicado desde la mudanza del blog a la plataforma otroscines, intenté explicar las razones de la mudanza. En el viejo blog hubo un lector que desaprobó el cambio y su modo de expresión no fue precisamente simpática. Pero no suelo ofenderme, y me interesan siempre las miradas negativas sobre mi trabajo y mi desenvolvimiento. Respecto a estar aquí: siento total comodidad y me gusta compartir un espacio con los Diego y otros críticos que estimo; mi libertad es absoluta.
Y lo que decís sobre no coincidir o no sobre la evaluación de un film es exactamente como pienso el valor de una crítica. No se trata de pensar igual sino junto a otros. Si existe algo parecido a la verdad estoy seguro que la mejor aproximación a la misma depende de un trabajo conjunto.
Otro gran saludo.
RK
Larsen: lo de Jenkins es verdad y no lo había notado. Mi preocupación pasa por un cine que esté aún ligado al registro y no tanto a la plasmación de un relato o incluso una idea. La idea, en el último caso, debería surgir en nuestra retina al enfrentar el plano. Saludos. RK
La cabaña del terror motiva una relectura heterodoxa, acaso irónica, de aquel pasaje de las Historia(s) que nos advierte: «En las sombras el pueblo de las salas oscuras quema lo imaginario para calentar lo real; ahora lo real se venga y quiere verdaderas lágrimas y verdadera sangre», y para ello se vale (en ciertos casos) de una gran precisión pictórica y lumínica, así como de cierta topografía imposible, aquella que sólo puede existir a través del montaje y de esa singular «puesta en multicámara» que permiten la simultaneidad de los suplicios. Extraña mixtura de religión, ciencia y corporativismo filantrópico que revela el único interés del ritual desacralizado: transmutar el cuerpo de los condenados (sacrificados) en espectáculo para transmitirlo en directo, hipostasiar así el suplicio en una carcajada (o estremecimiento) comunal. Gran homenaje «reflexivo» a las últimas tres décadas del género. Por cierto, nosotros vimos, sobre todo en el relato, a esa gran película olvidada de Tommy Lee Wallace, nos referimos a Halloween III. Saludos.
PS: La impasibilidad y estoicismo del Cenobita de la esfera es grandioso, no pasa lo mismo con la caricatura que hacen de It, en fin, Pennywise no puede ya ser repetido. Saludos.
Halloween III la olvidado por completo. La tendré que volver a ver. Saludos. RK
A propósito del género, habría que reivindicar una película estrenada este año (Chernobyl diaries) a la que se le dio poca atención (en general, hubo excepciones, como Porta Fouz) y que ofrece, de manera menos obvia que La cabaña, mucha tela para cortar sobre varias cuestiones: la globalización, el capitalismo, la caída del socialismo real, la transformación de la tragedia en divertimento «de aventura», etcétera. Solo por el aprovechamiento que hace de esa ciudad abandonada (¡¡¡con ese paredón enorme con el retrato de Lenin!!!) debería ser reconsiderada.
Saludos,
L.
PD: ¿No habías prometido la traducción de algo de JR sobre Woody Allen, o lo soñé?
En esta película hay un excelente trabajo sobre los clisés del cine de género de los americanos, este trabajo es mucho más complejo de lo que parece en una primer o segunda lectura. Está claro que los «cientifícos» estimulan los estereotipos para realizar su ofrenda a los dioses, (para ello trabajaron sobre la tintura de la nueva rubia, por ejemplo) pero mientras la veía me molestaba en un principio los otros clisés: el tipo que se queja de la obsesión de su mujer por ser madre, los romances de oficina fallidos, etc. En realidad se establece un gran festival de estereotipos para luego prenderle fuego a todo, «quizás no sea mala idea» la extinción del mundo como lo entendemos hasta ahora se dice cerca del final del film. Un final que seguramente le gustaría al Snake Plissken de Escape de Los Angeles o a nuestro Mercano, el marciano.
Me llama la atención que nadie haya rescatado un antecedente interesante con respecto a «Cabin», aunque ahora googleando encuentro alguna página en inglés que sí lo hace. Me refiero a «April fools day», (1986) del notable Fred Walton, director olvidado que ahora dirige una compañia teatral dedicada a enseñar Shakespeare para niños.
«April Fools Day» es conceptualmente semejante con el film de Whedon, partiendo de una situación slayer movie similar.
Vale la pena pensar que en 1986 ya alguien decretaba que el subgénero ya había alcanzado el agotamiento de su representación.
Whedon que sería entonces, el post del post modernismo?
abrazo
pd alguien ha marcado la semejanza quizas lejana del señor Koza con Walter Jacob?
Creo que un antecedente aún más claro es «El Principe de las Tinieblas» de John Carpenter (1987), en toda su espectativa del «despliegue del mal en el mundo». La película de Goddard insiste mucho en esa idea muy carpenteriana de aquel que se sumerge o desciende a las tinieblas del mal (la chica que se tira al espejo roto, por ejemplo), o Sam Neill al final de «En la boca del miedo». Los personajes de «The Cabin in the Woods» llegan al centro de control gracias que deciden meterse dentro de una tumba en lugar de intentar escapar por otro lado, y constantemente hacen referencia a si es pertinente «descender» o no.
Apropósito de lo señalado por Larsen más arriba y revisando Chernobyl diaries nos viene a la mente aquella afirmación de Karl Schlögel que dice: “Constantin Paustovski, el grandioso memorialista del grandioso decenio de la Revolución rusa, era de la opinión de que se podía leer el paso de la historia universal en la superficie de las aceras. Él lo sabía, porque sabía hacerlo.” ¿puede el dispositivo desplegado por el film de Bradley Parker proveernos de dicha lectura audioviosual? Si bien es un gran desquite respecto de la pulsión cosmopolita de occidente, su necesaria tendencia ultra-elíptica genera una autocensura de los iconos reivindicados por las ex repúblicas socialistas, el ritmo ha de ser el de los neófitos visitantes (y su progresivo espanto), imposible pues demorarse más tiempo en un entorno que suponen muerto. Interesante también el modo en que el Imperio se vale de las épocas de descreimiento y desencanto para suscitar «nuevas» supersticiones. Sin embargo ya hemos visto como el terror, es el género de las grandes revanchas. La pregunta minoritaria del genero es, entonces, ¿contra quien es el desquite?. Saludos.
PS: Es por ello que esa gran película argentina Tierra de los Padres nos parece, sobre todo, un film de terror a pesar de ser declarada como documental, pero como ya ha señalado Nicolás Prividera, el documental no es un género sino una condición, de ahí nuestro impersonal asombro de ese gran mural de Lenin en Chernobyl diaries, lástima que los neófitos visitantes le presten poca atención. Saludos.
De mi mayor consideración:
Soy un lector de La Voz del Interior y, a raíz de su comentario en la sección Vos, fui a ver La Cabaña del Terror. De más está decir que me desagradó en exceso, tanto por el dinero perdido como por la película en sí. Es lógico emprender una parodia a un género trillado; si me permite, recordaré en este mensaje el Quijote de Cervantes. Pero, en el caso de La Cabaña, me pareció un film a caballo entre el insulto a la inteligencia del espectador y la necesidad excesivamente patética de hacer algo original. La Cabaña sólo es comparable a la Princesa Raccoon de Seijun Suzuki. Ambas pretenden ser vanguardistas, pero antes que eso terminan siendo ensoñaciones excesivamente ociosas a nivel estético y carentes de estructuras sólidas.
Desde ya le agradezco su paciencia,
Juan Cruz Márquez
Estimado Juan: leí el tono de su indignación con sumo agrado. En línea general, la mala educación y la violencia simbólica suelen acompañar los desencuentros entre el responsable de una crítica y el lector que confiando en parte en un texto se decide a ir a ver un film. Ir al cine es caro y nunca dejo de pensar en eso cuando escribo y estimo a favor acerca de un film.
He dado mayores argumentos de mis razones para evaluar el film de Goddard del modo en el que lo hice. Es cierto, como dijo otro lector por vía privada, que muchos lectores de mis críticas (si existen, él, al menos, así lo atribuía) suelen relacionar mi mirada sobre cine con otras estéticas. No creo que usted sea uno de ellos -me parece, o peor aún, prejuzgo-, y si lo es, perdóneme entonces.
No veo un tono paródico en el film y menos aún respecto del género elegido. Sí, veo una línea cómica y atrevida, que se mete con cuestiones serias de la metafísica occidental. No pude dejar de ver el film sin relacionarlo con un autor que siempre me ha gustado mucho: Rene Girard. Veía el film y me parecía ver en parte, en clave pop, una lectura de la La violencia y lo sagrado, o de otra obra suya, El chivo expiatorio. No creo imponerle al film esa lectura, está, aunque eso no implica que Wheddon y Goddard haya leído esas obras.
No puedo decir mucho cuando declara: «me pareció un film a caballo entre el insulto a la inteligencia del espectador y la necesidad excesivamente patética de hacer algo original» porque ahí usted sentencia sin dar argumentos. Es su parecer, y como tal lo respeto, pero no sé cómo llega a esa conclusión.
El film de Suzuki- debo confesarle- me parece genial. Y he aquí una nueva línea de disenso entre usted y yo, pero hace mucho tiempo que no veo el film de Suzuki para ponerme a dar razones de mi juicio sobre él. Creo que el trabajo sobre el espacio de aquel film es sencillamente magistral. Tal vez moleste la poética narrativa de Suzuki, más cercana al surrealismo (lo mismo pasa con el primer Masado Adachi). El cine no está obligado a organizar un relato en tres actos y contar historias de un solo modo. Incluso, el cine no necesariamente se define en su naturaleza por contar historias.
Hasta aquí puedo responderle.
Tal vez seguimos intercambiando nuestros pareceres aquí. De no seguir, no sabe cuánto aprecio un mail como el suyo.
RK
Estimado Juan Cruz: te respondo entre hoy y mañana. RK
RK
La película es párodica, en el sentido en que produce una torsión de unas convenciones. El hecho de que sea un film en segundo grado, de que sea necesario conocer medianamente las convenciones del genero para saber leer el trabajo de torsión que produce con ellas, lo hace paródico. Hay texto parodiado (las películas de terror de X características) y texto parodiante (The cabin…).
Saludos,
L