LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (25): NICHOLAS RAY: EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (25): NICHOLAS RAY: EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

por - Columnas, La columna de JG
26 Sep, 2013 11:21 | comentarios
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Nicholas Ray

Por Jorge García

Si existe una figura en el cine que para los cinéfilos (y muchos críticos) tiene una dimensión casi mítica, es la de Nicholas Ray. Ensalzado hasta la adoración por la crítica “cahierista” (Godard, vg, consideraba a Johnny Guitar la mejor película de todos los tiempos), Ray es el artífice de una obra intensa y pasional, con remansos de inflamado lirismo, que puede considerarse un paradigma del cine norteamericano de la gloriosa década del 50 y que, tal vez junto con la de Hitchcock, es la que más ha influido en los cineastas europeos y modernos. Raymond Nicholas Kienzle nace en Wisconsin en 1911 y a los 16 años hace guiones de una serie de emisiones radiofónicas, lo que le permite ganar una beca para realizar estudios de arquitectura con Frank Lloyd Wright. Al finalizar estos, se inicia como actor teatral, trabando relación con Elia Kazan y el productor John Houseman, quien le facilita varios trabajos radiofónicos y televisivos. En 1945 será asistente de dirección de la primera película de Kazan, debutando como realizador en 1948 en la producción de Houseman Sendas torcidas, un film en el que ya se pueden vislumbrar los rasgos esenciales de su obra.

El tema principal en la filmografía de Ray es el de la inadaptación del individuo frente a una sociedad que le es hostil. La intensidad emocional y el apasionamiento casi a flor de piel con que el director plantea este conflicto desigual, en el que sus protagonistas pueden incluso perder la vida, le dan a su filmografía un carácter marcadamente sombrío y pesimista. Los héroes de Ray, individualistas, introvertidos y solitarios, enfrentados no solo a la sociedad sino también con frecuencia consigo mismos, solo lograrán expresarse –en ocasiones incluso a pesar suyo- a través de explosiones de violencia que muchas veces dejarán por el camino víctimas inocentes. Personajes desarraigados, marginados o en situaciones límites (la droga, la guerra) buscarán en la rebeldía ante un mundo ajeno y hostil el camino para intentar encontrarse a sí mismos. Esta temática de neto cuño romántico da lugar a una obra que está entre las más personales del cine norteamericano y que hoy todavía asombra por su modernidad. Temperamento rebelde por naturaleza, Ray tuvo no pocos problemas con los productores hollywoodenses (su film Infierno verde fue vergonzosamente mutilado), lo que motivó que su carrera como director prácticamente terminara a principios de los 60, convirtiéndose de allí en más en un realizador errante y marginal. Decía antes que el enfrentamiento de los héroes “raynianos” con un entorno al que no pueden adaptarse puede terminar con su muerte, como es el caso del convicto fugado y perseguido de Sendas torcidas, o hacerles buscar un estímulo externo como se da en el profesor drogadicto de Delirio de locura. En otras ocasiones, el precio a pagar será la soledad, como ocurre con el policía solitario y violento de la conmovedora Odio en el alma o, con el guionista de Hollywood irascible y autodestructivo de La muerte en un beso, que trata de superar su crisis personal y profesional por medio de la relación con una actriz, Gloria Grahame, más gloriosa que nunca. Digamos de paso que este film intenso y perturbador, uno de los mejores de la carrera del director, tiene rasgos innegablemente autobiográficos, ya que aparte de la dura y amarga visión que trasmite sobre Hollywood, la crisis de la relación en la vida real de Ray con la Grahame, en ese entonces su esposa, aparece claramente representada en la película.

Johnny Guitar

Johnny Guitar

Si Horas de angustia estaba perjudicada por su didactismo, con Rebelde sin causa Ray no solo logró el mejor trabajo de James Dean sino el film más emblemático sobre la problemática juvenil de los años 50. El acercamiento de Ray a los géneros dio lugar a películas tan poco convencionales como Amargo triunfo, notable film antibélico, y La rosa del hampa, estilizada aproximación a las películas de gángsters. Pero en este terreno, el bloque más insólito es el de los westerns; desde la mítica Johnny Guitar, el único film del género en el que el enfrentamiento principal se da entre dos mujeres, pasando por La leyenda de los malos, atractivo relato sobre el famoso bandolero Jesse James y la poco conocida Sendas amargas, donde la lucha generacional se resolverá trágicamente con una muerte inútil. La mujer codiciada, el primero de sus westerns, sobre un ex campeón de rodeo (Robert Mitchum, genial) que vuelve a su pueblo, es un film de un profundo lirismo, alejado del tono violento y crispado de la mayoría de sus películas. Obra de gran modernidad, con una narración sin grandes picos dramáticos, ha ejercido enorme influencia sobre directores como Wim Wenders –quien homenajeó explícitamente a este film en En el transcurso del tiempo– y también sobre Jim Jarmush.

Las dificultades de Ray con los productores en sus dos últimos trabajos hollywoodenses –Rey de Reyes, su ambicioso biopic sobre la figura de Cristo, y 55 días en Pekín– lo obligaron a abandonar los Estados Unidos y los años siguientes en Europa son una sucesión ininterrumpida de proyectos frustrados, siendo las únicas concreciones un episodio de un film erótico porno en 1963, We Can´t Go Home Again (1973), un collage experimental realizado con varios alumnos suyos que se exhibiera en un Bafici ,y un corto en 1978. En los años finales y ya muy enfermo, Ray aparece como actor en un importante papel en El amigo americano, en la lamentable Hair, de Milos Forman y, por último, en ese macabro y perverso documental, Relámpago sobre el agua que una vez más Wim Wenders, sirviéndose de la agonía física de Ray filmó para hablar sobre su obra (la de Wenders). Con una carrera prematura y lamentablemente interrumpida por sus desavenencias con los productores, se yergue incólume la obra romántica, poderosa y emotiva de Nicholas Ray, el director a quien no casualmente Jean-Luc Godard le dedicara en 1966 una de sus películas y que en 1977, en El amigo americano actuara un papel teóricamente irrepresentable: el de EL CINE.

VERSION CON ALGUNAS MODIFICACIONES DE UNA NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA EL AMANTE EN MARZO DE 1995.

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