LA CONTROVERSIA DE VALLADOLID
La controversia de Valladolid fue un célebre debate que tuvo lugar hacia 1550 en esa ciudad española, entre dos posiciones aparentemente antagónicas sobre la conquista de América: la de los “defensores” y la de los enemigos de los nativos. La primera estaba representada por Bartolomé de las Casas (quien, como recuerda Borges en su Historia universal de la infamia, “tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”); la segunda por Juan Ginés de Sepúlveda, quien defendía el derecho y la conveniencia del dominio de los españoles. Las dos plegarias fueron finalmente atendidas. Uno de los “justos títulos” que justificaban la conquista, en el que todos estaban de acuerdo, era la obligación de salvar a las futuras víctimas de ser sacrificadas a los falsos dioses…
471 años después, España sigue preocupada por nuestro destino, aunque sigue sin haber mucha controversia. Hace unos días, en la misma ciudad de Valladolid, algunos realizadores argentinos (ya se verá porque el subrayado) participaron, durante la Semana Internacional de Cine, en una mesa redonda llamada «Relatos salvajes, historias extraordinarias: dos décadas de cine argentino», durante la cual –según dice la única crónica– “una pregunta del público ha generado el debate sobre cómo la crítica analiza las películas argentinas presuponiendo que defienden una posición respecto al peronismo”.
Dicha crónica –de la Agencia de noticias EFE– se titula, precisamente: “Cineastas argentinos: Todo nuestro cine se juzga bajo el prisma del peronismo”. El “todo” aparece doblemente explícito, aunque sin dilucidar luego quien lo dijo ni porque estos “cineastas argentinos” representarían ese todo. Tampoco aparece textualmente la palabra “prisma”, ni cuál sería su sentido: Sospechamos que el ignoto cronista homologa peronismo con franquismo, aunque tampoco nadie juzgue (lamentablemente) a todo el cine español con el prisma de esos 40 años de dictadura.
Sigamos leyendo (a falta de grabación, tomaremos las citas por textuales cuando se las asigna a los cineastas). El primer párrafo es categórico, aunque evidentemente es una glosa interpretativa: «Cineastas argentinos han coincidido este jueves en que todas las películas de directores de este país, tanto las políticas como las de cualquier otro tema, se juzgan bajo el prisma del peronismo, al tiempo que reconocen que todas las cintas de alguna manera tienen una posición política». Sospechamos, sin embargo, que esa contradicción entre “prisma” particular y “posición” general obedece no solo a diferentes posiciones pese a “todo”, sino a una común dificultad para pensar las relaciones entre cine y política, tal como se desprende de las citas. Veamos algunas de las destacadas por el ignoto cronista de indios:
««Para mí es imposible hacer una película sobre peronismo que no tenga una posición determinada», ha respondido el director Juan José Campanella, quien ha puntualizado que además «es muy difícil» tener voluntad de dedicar varios años a ese tema si no se tiene «una posición tomada»». Ciertamente es difícil dedicarle años a cualquier tema sin una “posición determinada”, pero lo curioso no es tanto que Campanella restringa esa toma de posición a las películas “sobre el peronismo” como presumir “una película sobre el peronismo” dentro de su obra, salvo referencias más o menos explicitas (como las de El secreto de sus ojos, El mismo amor, la misma lluvia o Luna de Avellaneda) que nos ayudan a leer la posición de Campanella ante la política en general: sus malos siempre son los “populistas”, aunque su cine lo sea hasta la médula (pero claro: para él no debe tratarse de la misma “posición”).
Por su parte, y profundizando el equívoco, «el cineasta Mariano Llinás ha ido un paso más y ha puntualizado que en una película sobre cualquier otro tema también se va a decir que tiene una versión fijada sobre el peronismo, «como si fuese una especie de pecado original de todas las películas de Argentina»». Efectivamente. Llinás lleva aún más lejos la boutade de Campanella: el “pecado original” (nótese el lenguaje inquisitorial, como cuando mentaba al “Gran Satán” en Revista de cine) es el peronismo aún más que la “demanda política” (para decirlo en palabras de Gonzalo Aguilar, cuando en Otros mundos condenaba el cine previo al NCA de los 90). Lo que no deja de tener algo de sentido, visto que si cualquier película puede ser vista políticamente, es más notoria su voluntad de abstracción cuando pensamos en la falta absoluta de referencias concretas a la vida política argentina en el cine de las últimas décadas (basta pensar en una película como El estudiante de Mitre, que con guion de Llinás lograba la hazaña de hablar de política sin mencionar al peronismo más que como incómodo fantasma).
«Llinás ha considerado que todas las películas «de alguna manera tienen impresa una posición política de la cual a veces son inocentes»», según dice la crónica, y le creemos: Esa peregrina idea de “inocencia” es acorde con su idea de “pecado” y demás referencias bíblicas habituales. Sospechamos entonces que Llinás no quiso sugerir que “a veces” hay una lectura errónea de una posición política, sino que aboga por la inocencia del arte “puro”. Frente a esta doble negación, parece más atinada la referencia de Romina Paula «a proyectos que tienen una intención previa fijada pero acaban comunicando lo contrario, y aunque tenga un fondo político marcado antes de la realización, «si es mala consigue lo contrario»»: Sería el caso del (mal llamado y realizado) “cine político”, que también cree que solo hay política cuando se expone abiertamente una posición. Lo que no significa, lo que sostiene según la crónica Eloisa Solaas, quien habría «abogado por que la política no aparezca en los filmes, no por falta de compromiso personal, sino porque no cree que sea un trabajo que tenga que hacer una película, pues en su caso considera más interesante las que «dejan más misterio sobre ese tema»».
El problema es cuando por “dejar ese misterio” se intenta borrar una posición política. Cosa que sería de todos modos imposible, salvo para quienes como Llinás reducen el cine a «un juego» y el hacer películas a «la posibilidad de que la audiencia entre en una especie de «ruleta de especulaciones», lo que confiesa que le divierte y le anima a trabajar en que esas lecturas que hace la crítica no sean evidentes y su militancia sea «secreta»». Curioso que sostenga esa pasión inútil alguien que no tiene miedo de lanzarse a una “saga de los mártires unitarios” como la iniciada con Concierto para la batalla de El Tala, donde no queda mucho lugar para las especulaciones ni el misterio, y mucho menos el “secreto”, aunque Llinás nunca abandona –por supuesto–la inocente excusa del juego.
La crónica no dice mucho más. No sabemos cuánto más o de qué se habló, aunque sospechamos –más allá del forzado recorte del cronista– que no se dijo nada demasiado interesante, ni mucho menos discordante. Y es que para tener una verdadera controversia (o representación de los “cineastas argentinos”, o representación de una controversia) hubiera sido necesario que hubiera algo más que previsibles posiciones como la de Casas o Ginés, que finalmente no estaban tan en desacuerdo. Pero así son los tiempos: a los altares solo llegan los que profesan el mismo culto.
Nicolás Prividera / Copyleft 2021
Hola Nicolas. Siempre es un placer leerte. En este link se puede ver completa la charla a la cual haces referencia: https://canal.seminci.es/evento/mesa-redonda-el-cine-argentino-entre-crisis
Gracias. La veré a ver si hay algo que rectificar. O continuar…
Bueno: Ya hemos entrado de lleno en el terreno de lo bizarro. Tan desesperado está Prividera por encontrar espacio para sus reiteradísimos ditirambos que se vale esta vez de… ¡Una noticia publicada por la Agencia EFE sobre una charla en una muestra de cine de Valladolid! Ni siquiera de la charla (que no ha visto): ¡De la noticia! ¡Del título elegido por una periodista en un remoto evento a orillas del Pisuerga, en las vastedades de Castilla y León!
Dos revelaciones espantosas nos arroja la crónica de N.P. sobre este No- Acontecimiento: El primero es la extrema difusión de algo que- por más que Nicolás insista en negarlo- claramente puede identificarse como un goce de la delación. ¿Que otra forma tenemos de interpretar el tenaz y minucioso afán de quien se embarca en la lectura del diario «El Norte de Castilla» en procura de eventuales traspiés de sus compatriotas en un Festival claramente alejado de cualquier centralidad cinematográfica? ¿A quién le importa -mas que al cada vez menos disimulado «buchón»- lo que pueda haber sucedido allí? Quien opte por la poco recomendable empresa de ver la charla de marras, advertirá que el único momento realmente interesante protagonizado por quien esto escribe es el señalamiento de esa cada vez más difundida pasión delatoria. ¡Con qué puntualidad Prividera les da la razón a mis pronósticos!
La otra revelación – acaso más grave- es la impertérrita necedad. Prividera sigue dilapidando sus definiciones (sobre lo político, sobre la homogeneidad, sobre el consenso, sobre la mansedumbre, sobre mí mismo) como si ninguna de las discusiones que han tenido lugar (entre otros, en este mismo espacio) hubiera existido. Corren ríos de tinta, los «posts» y los «Comments» se acumulan, y nuestro amigo y sus opiniones continúan tan inalteradas como el bronce de estas estatuas que pueblan los cementerios que- como él mismo admite- tanto le gustan.
No debería sorprender a nadie que cada vez más lectores admitieran su hastío ante este este ritual y la retórica (siempre tan igual a sí misma) de su Sumo Sacerdote. Uno acaba por pensar que alguien le ha estado tomando el pelo.
El único que nos toma el pelo es usted, aunque se le nota mucho el juego (como siempre):
El evento podrá ser «remoto» hasta contando con campanella, rejtman y llinas, pero lo que discutimos es lo que dijeron, no lo que comieron en Castilla.
Las «revelaciones espantosas» son las de la crónica de EFE, pero se ve que ninguno de los involucrados se molestó en desmentirla: bastaba linkear la grabación, como hizo un alma caritativa aquí. Sospechamos que esa ampliación debe ser peor que las citas. Sea como sea, ampliaremos.
En vez de ser esclavo de sus palabras, se hunde más en el «goce de la delación», como su maestro en revista Saúl.
«El tenaz y minucioso afán» es el de siempre, pero no tuve que leer «El Norte de Castilla»: la agencia EFE logró que se replicara por toda España, e incluso en sus ex colonias. Los «eventuales traspiés» corren por cuenta de de los compatriotas o del cronista (que no puso bien un solo nombre). Pero usar la palabra «buchón» en este contexto es algo que no haría ni Quintín…
Cabría preguntar entonces por qué es «poco recomendable ver la charla de marras», visto que justifica la presencia de los compatriotas en Castilla.
Si «el único momento realmente interesante protagonizado por quien esto escribe es el señalamiento de esa cada vez más difundida pasión delatoria», esta nota mia se quedó corta: la razón a sus pronósticos la encuentra usted en sus reiterados usos de esa y otras palabras inquisitoriales… Son todas suyas.
Es usted el que «sigue dilapidando sus definiciones» (o indefiniciones) como si ninguna de las discusiones que han tenido lugar (entre otros, en este mismo espacio) hubiera existido. Para usted son todas gilipolleces.
Pero una vez más no dice una palabra sobre todo lo dicho: no discute lo que se dijo en esa mesa, no dice que la transcripción es errónea, no rebate nada. Otorga como si callara, por más aspavientos castizos que haga. Pero no engaña a nadie más que a sí mismo.
Vuelvo al curioso resumen de Llinás, antes de ver la charla con mis propios ojos:
Llinás habla de “un foco sobre nuestros films”, usando el nosotros inclusivo para hablar de nuestro país, aunque el foco fue efectivamente sobre los que estaban en la mesa. Por supuesto, siempre hay un recorte. También lo hubo en Nantes hace un par de años, aunque ahí se hizo hincapié en esa idea de recorte más que de antología, como la que se atribuye (a) Arroba.
En general estas muestras suelen estar acompañadas de mesas, si alguien (el festival y/o el Incaa) se molesta en llevar hasta allí a los cineastas. Eso no sucedió en Nantes, donde el Incaa macrista no mandó ni las copias, y solo había un par de cineastas dando vueltas. En fin: que las mesas también se pueden hacer en Argentina, faltaba más, pero nadie las hace. Será por eso que “acabaron por evaporarse”. Pero debe ser mi impaciencia. Vayamos a la “opaca ceremonia”, que según Linás “tenía como objeto central explicar alguno de los procesos de la Renovación del Nuevo Cine Argentino”, un tema que también se evaporó, suponemos. De todos modos es curioso que la mesa no “pretendiera que los expositores arrojaran nuevas visiones o prorrumpieran en un acalorado debate”, ya que para eso se hacen las mesas. Si no bastarían las películas (y ciertamente las vistas no arrojan nuevas visiones ni debates).
Es curioso como en vez de asumir esto Llinás le baja el precio a “un acontecimiento escasamente ambicioso”, como si su carácter “rutinario” fuera culpa de los organizadores y no de los organizados. Tan es así que tiene que reconocer como “novedad” la presencia de Campanella. Dice Llinás que “quien durante años fuese la figura más gravitante del cine industrial argentino no había entablado hasta el momento debate alguno con los miembros de la Renovación”, y lo achaca a “la tradicional distancia -no exenta de alguna sospecha mutua- que desde siempre había existido entre los cineastas de la Renovación y quienes al mismo tiempo desarrollaban sus cinematografías en el marco de la renovada Industria”. Llinás se pregunta “¿Por qué Campanella no participaba de esas discusiones?”, cuando es obvio que no lo llamaban. Porque todos preferiasn (prefieren) seguir pensando la “Renovación” en esos viejos términos, tan poco renovados. La pregunta es porque Bielisnky (que hizo cine industrial con Darín) sería parte de la Renovación y Campanella (que hizo cine industrial con Darín) no. La respuesta es transparente: Campanella fue parte de una renovación (industrial), del mismo modo que muchos “independientes” se industrializaron. Eso se ve 20 años después, si uno no quedó cómodamente congelado en 2001.
Digamos, entonces, que la periodista de la Agencia EFE no tenía porqué percibir esa supuesta “anomalía”, y con bastante tino trató de hablar “de actualidad”, aunque también con las limitaciones del caso (el “prisma peronista”, que nadie desmintió!!!). De eso trata esta nota mía, aunque Llinás siempre insiste en decirle a todo el mundo (sea una periodista de EFE o este escriba) lo que debe entender. Curiosa insistencia para alguien que vive despotricando contra la “bajada de linea” y por la libre interpretación de las escrituras.
Resumamos:
La Semana del Cine de Valladolid, que se hace desde hace sesenta y seis años, tiene la costumbre de invitar cada año a una cinematografía nacional. Este año fue la Argentina, lo que llevó a un foco sobre nuestros films, coordinado -pero no enteramente decidida- por el vallisoletano Alvaro Arroba. Arroba vive desde hace algunos años aquí, es programador del Bafici y su conocimiento del Cine Argentino es bastante grande. Así las cosas, se decidió que -acaso recuperando una tradición cada vez más en desuso- tuviera lugar una de aquellas “mesas sobre Nuevo Cine Argentino” que proliferaban con vigor en los primeros años del Siglo y que, de tanto decirse lo mismo, acabaron por evaporarse. Algo que el siempre impaciente Prividera no puede ver es que esa opaca ceremonia tenía como objeto central explicar alguno de los procesos de la Renovación del Nuevo Cine Argentino a un público- el de Valladolid- cuyo contacto con ellos (y acaso con cualquier tipo de Renovación) era casi inexistente. EN otras palabras: no era una mesa en la que se pretendiera que los expositores arrojaran nuevas visiones o prorrumpieran en un acalorado debate. Era, esencialmente, un acontecimiento escasamente ambicioso. Casi podríamos decir: rutinario.
Sin embargo, en ese panorama tan habitual en los encuentros de cine (la generación de “Mesas” mas o menos interesantes que completen o complementen las proyecciones de películas) tuvo lugar una novedad: La presencia Juan José Campanella. Quien durante años fuese la figura más gravitante del cine industrial argentino no había, que yo recuerde, entablado hasta el momento debate alguno con los miembros de la Renovación. La tradicional distancia -no exenta de alguna sospecha mutua- que desde siempre había existido entre los cineastas de la Renovación y quienes al mismo tiempo desarrollaban sus cinematografías en el marco de la renovada Industria encontraba si se quiere una manifestación palpable en esa ausencia. ¿Por qué Camapanella no participaba de esas discusiones? ¿No quería? ¿No lo llamaban? ¿Suponían que no estaba dispuesto a asistir y por eso no lo llamaban? En todo caso, el hecho de que en la mesa vallisoletana estuviera Campanella era la verdadera novedad. Si esa novedad estuvo a la altura de las hipotéticas expectativas es algo que habrán de juzgar quienes vean la grabación del episodio. Yo tengo mis conclusiones, y no es este el lugar para desarrollarlas. Lo que quiero decir es que ese la anomalía de ese encuentro (y menos aún las conclusiones que pudieran desprenderse de él) no podía ser percibido por una periodista de la Agencia EFE, ajena por completo a lo que se debatía allí, que para convertir en Noticia una charla en la que hablaban cosas que no le interesaban en lo más mínimo debió recurrir (con una astucia que nadie debería reprocharle) a una pregunta “de actualidad” (el crecientemente célebre “prisma peronista”) al que todos debimos responder (preciso es reconocerlo) con un cauteloso desgano.
Pero si no es lícito reprocharle esa maniobra a la periodista española, acaso sí podamos decir algo de la miopía precoz de nuestro comentarista de Floresta. Sin esperar a ver la ansiada grabación, se despacha con un análisis cuya insólita conclusión es que el encuentro entre “Campanella, Llinás y Rejtman” (adviértase con qué añejo bisturí viril vivisecciona a las también presentes Romina Paula y Eloísa Solaas) constituye- palabra más, palabra menos- una reunión en la que “no se dijo nada demasiado discordante” dado que sus miembros “no estaban tan en desacuerdo”. En otras palabras, para el apresurado Nicolás los tres cineastas citados (y acaso también las dos cineastas invisibilizadas) “son todos lo mismo”. ¿Pensará Prividera que para corregir tanta monodia hacía falta él? ¿Será la indignación provocada por la renuncia de Valladolid a su aporte inestimable la que lo llevó a examinar -con tanta premura, y a la vez con tanto despiste- los periódicos de Castilla?
No tengo tiempo ahora de contestar todo. Solo.un par de innecesarias aclaraciones:
Veo que rápidamente dejaste de lado la palabra buchón, que además de ser horrible en un contexto en que lo usa la crítica de derecha, en este caso es más absurdo visto que comento una nota que salió en una agencia internacional luego de un diálogo público. Hay que hacerse cargo de lo que se dice.
En ese sentido, tergiversas hasta lo que cualquiera puede leer: no hay ninguna invisibilizacion: mencionó la intervención de Eloísa, y si en el comentario mecióne a los tres machirulos fue porque son los representantes de ese primer nca que mencionas.
Del mismo modo, es idiota pensar que solo mi presencia podría corregir esa monodia. A menos que vos creas que soy el único que puede decir lo que aquí dije.
Me encantan estas agarradas vedetongas entre Prividera y Llinas, a esta altura uno de los platos fundamentales del menú…una aclaracion..la revista se llama Seul no «Saúl’ como se dijo….se entiende y se exculpa el furcio leyendo su contexto. Saludos.
Si, nunca entendí ese chiste que a Prividera parece hacerle tanta gracia. ¿A qué obedece el chiste? ¿Al segundo nombre de Menem? ¿A Ubaldini (no creo que la mayoría de los lectores de esta pagina sepa quien es? ¿A Saul Bouer (menos conocido aun)? ¿Al sucesor de Samuel y predecesor de David? Misterios de un ingenio que, como el del otrora mordaz Koger Roza, ha ido apagándose.
No es un «furcio», ni es mío, y es evidente a quien se refiere. Solo puede ignorarlo, pongamos, un ingenuo lector de la revista, alguien que cree que esta es una agarrada» de vedetonga», o el que le contesta en el mismo tono. Pero ya sabemos que Llinas está más cómodo con los compañeros de Saúl y sus lágrimas de cocodrilo.
Floridas palabras cargadas de hiel. Sin embargo, puedo asegurar que esa no fue la controversia que animó el encuentro, de la mal llamada mesa redonda, ya que había tres escuálida mesas cuadradas frente a los panelistas. La verdadera polémica surgió cuando Campanella, a quien respeto como hombre del medio audiovisual, se autoproclamó cineasta independiente, argumentando que hacer cine independiente es hacer lo que uno quiere. Yo pienso que nunca, en cine, se hace lo que se quiere. O quizá lo hacen los que hacen cine industrial y de oficio. En el cine independiente de hace lo que se puede, en procura de lo deseado, y la independencia reside en la intensidad de la defensa del deseo. A mí lo otra polémica, la que gira en torno al peronismo, me ne frega miente. Quizá coma argentinos en España nos quieren hacer hablar de eso. Cómo a los brasileños les piden que hablen de la violencia en las favelas o a los colombianos del narco. Tenemos muchas otras casas que filmar.
Siempre se habla de “mesa redonda”, es un término más conceptual que geométrico. Implica que habrá un diálogo. Cada cual marcará cual considera la “verdadera polémica”, a mi la del cine industrial versus independiente ya me parece añeja: efectivamente, nunca en cine se hace lo que se quiere. “La intensidad de la defensa del deseo” puede ser sostenida o vendida en ambos casos. En cuanto a la “polémica” en torno al peronismo, sin le “frega” se ve que la piensa como polémica. No sé de qué hablan los argentinos en España, pero homolgar el peronismo a “la violencia en las favelas” o los “narcos” es bastante castizo. “Tenemos muchas otras cosas que filmar”, claro, aviseles a los de la mesa, que igual ninguno se ocupó mucho del peronismo (y eso que gorilas sobraban…)
Los firuletes que inventa Prividera para seguir hablando de una charla que no le importa a nadie más que a él empiezan a deslizarse hasta un espinoso ridículo. Debería, al menos a ese respecto, seguir las enseñanzas y prevenciones del General Perón: de ahí no se vuelve.
Y mientras tanto, como al pasar, nos revela que a su criterio los debates sobre la producción (esto es, la manera en que se gasta el dinero de los films, la manera en que se distribuye entre el equipo técnico, las relaciones entre productores, directores y técnicos, las relaciones entre industria y autogestión, y un largo etcétera) le resultan «añejas». Curioso dictamen de alguien que no sólo se considera de izquierda sino que dedica la mayor parte de su aparentemente inagotable tiempo libre a clasificar con burocrática autoridad el izquierdismo o derechismo de sus congéneres.
Vaya espécimen de izquierdas, este a quien los problemas surgidos relaciones del trabajo le resultan menos importantes que sus entrecomillados exordios.
Acá el único que hace firuletes sos vos, Mariano, porque insistís en decir que fue “una charla que no le importa a nadie” cuando varios cineastas argentinos cruzaron un océano en pandemia para tenerla… Vos que tanto citás a Perón sabrás que sólo él era capaz de esas torciones retóricas.
Mi “criterio” puede ser tan sesgado como el tuyo. La diferencia es que yo recomiendo ver la charla de marras, como estoy haciendo en este momento. Después trataré de decir algo al respecto, aunque lamentablemente no sea lo que vos querés. De hecho por lo que estoy viendo el que hace la diferencia, como vos decís, es Campanella … Alguien que evidentemente no goza de mis simpatías, pero yo no juzgo las ideas sino las practicas, o eso que vos llamás “problemas surgidos (de las) relaciones de trabajo ”.
Promediando la charla, debo decir que es más interesante de lo que dice Llinás, o de lo que recortó la agencia EFE, aunque no deje de tener los previsibles desarrollos: media hora hablando de actuación, y luego alrededor del interés de Llinás (que guía la charla por sobre Arroba), alrededor del trillado tema «independiente-industrial». Lo notable es que es Campanella (a pesar de su tambièn inevitable sesgo) quien traza puentes (como cuando menciona a la generación del 60) y rompe los lugares comunes (relativizando todas las categorizaciones oxidadas que le tiran por la cabeza). Por mencionar solo uno de los asombros de Llinás: que El bonaerense costó más que El hijo de la novia…
Terminado el visionado, digamos algo sobre la pregunta que derivó en toda esta controversia: quien la hace empieza pidiendo “perdón por desviar el tema ya que voy a hablar de cine y política” (!), para preguntar “si es posible hacer cine político sin caer en la militancia” (?). El ejemplo es “Puerta de Hierro” (2012), y de ahí la mescolanza con “Perón”, en la que los cineastas también caen, empezando por Campanella (que curiosamente dice “ni intentar” hablar del peronismo, cuando es de la mesa el único que lo ha hecho de modo directo…). “No sé si me explico”, dice, y no. Después de su claridad en todos los demás temas, el peronismo (que de algún modo él introduce como centro cuando era solo un ejemplo) lo descoloca.
Y Llinás lo sigue, diciendo que “aunque uno haga una película sobre cualquier tema, igual van a decir que tiene una opinión tomada sobre el peronismo” (??) y “al mismo tiempo se culpa a los cineastas de no opinar lo suficiente sobre el peronismo” (???). Llinás dice que es una posición “contradictoria”, como si hablara de alguien más que de sí mismo, aunque está de “más de acuerdo con la primera opción” (¡?). Y que “todas las películas son políticas, pero tal vez las que deliberadamente eligen el tema político no son conscientes de cual es su verdadera política” (se me acabaron los signos de exclamación). Y ahí mete la palabra “buchón”, para quienes señalen ya no se sabe qué: “todo un sector de la crítica que practica el dedo acusador en nombre de determinada militancia” (y a esta altura los españoles ya deben creer que sigue Apold en la Secretaria de Espectáculos Públicos). “Y en toda militancia siempre ha habido chivatos”, culmina Llinás su traducción (y se entiende porque prefiere que nadie vea la charla, aunque su “buchona” conclusión persiste hasta aquí).
Arroba agrega luego que “en el Bafici reciben cada año varias películas sobre Perón o la mujer de Perón y el debate entre los programadores es si son peronistas o son antiperonistas”: se ve que no eran tan militantes, pero todos se contentan con agregar que no se preocupe, “que nadie entiende el peronismo”… Finalmente Campanella parece recuperar un poco la compostura y dice “de una manera u otra en una película sale la posición del que la hace”, y que sería difícil hacer en España una película sobre Franco sin una opinión formada. Luego Llinás recuerda los debates alrededor del final de El estudiante, curiosamente lamentando esa “fiesta de los significados”, a lo que Campanella comenta casi con tristeza que en este momento “la sociedad no es apolítica, estamos todos muy politizados”. Al final estaban bastante de acuerdo…
Bueno: tiro la toalla. Un tipo se obsesiona con una mesa en Valladolid, que no le importa a ninguno de los que estuvo allí ni a nadie. Empieza a buscar noticias sobre la mesa. Escribe una nota sobre un suelto de la Agencia EFE, que nadie mira. Su objetivo es encontrar cosas que considere vergonzantes de quienes participaron. Las encuentra desde el título del suelto en cuestión, y sigue. Se le contesta. Sigue. Amenaza con oír la desgrabación de la mesa. La oye. Evidentemente, encuentra las ruindades que busca. Excitado como Norman Bates, entrecomilla, cita, injuria. Intento responderle con humor. Sigue con las afrentas. Es evidente que el asunto no tiene fin.
Asumo mi derrota.
Adios Adios Me voy Me Voy
Mariano: tiraste la toalla hace rato, visto que te fuiste al catzo desde el primer comentario.Tu derrota es la que se ve en la mesa: esa no le importa a ninguno de los que estuvo allí ni a nadie… Será para los que la consideren «vergonzante». A mi me interesa tanto como todas las mesas o los textos sobre cine argentino. Lamento que a los cineastas argentinos no. Pero más lamento toda eswa recurrencia a palabras como «buchón» o «amenaza», que moverían a risa si no estuviéramos en un contexto cada vez más violento, en que se dice cualquier cosa con liviandad…Esas son las únicas «ruindades» queencuentro acá. Pero para vos es todo lo mksmo: «entrecomilla, cita, injuria». No veo cual es el humor, pero las affentas estàn claras y son todas tuyas. Así es la «crispación» que vos o Campanella denuncian en las mesas pero practican en las redes.
A propósito del loable propósito de discutir sobre cine argentino, quisiera recordar una situación (que ya comenté en otra oportunidad). En junio lamenté en twitter que no se pudieran dejar comentarios bajo un artículo de Mariano Llinás sobre el cine argentino de los años ’90 en una revista digital llamada Crisis, y fue entonces que de la revista me ofrecieron publicar un texto propio para abrir o continuar el debate: “Te vamos a responder por mail” me dijeron. Medio año después sigo esperando (aclaro que volví a escribirles para recordárselos, o sea que nadie puede decirme que se les traspapeló mi mensaje o que se olvidaron de responderme).
De este episodio llego a dos conclusiones, que comparto por si pueden servirle a alguien:
-Quienes debaten sobre cine argentino son sólo los autorizados por la intelligentzia, en Valladolid, revista Crisis o donde sea.
-Quienes suelen exigir “independencia” y “pluralidad” (con sus películas o sus escritos), o se escandalizan por algunas formas de autoritarismo o de censura en medios de comunicación y sectores del periodismo, no parecen tan interesados en escuchar/leer otras opiniones que no sean las suyas propias y las de sus amigos.
-En tiempos en que no existía la «Renovación» del cine argentino era posible leer en algunos libros y revistas textos más rigurosos, analíticos y cuidados que otros de estos tiempos (me ahorro los detalles ya que eso se parecería a la nota que finalmente no escribí porque no tengo cartel, o prestigio, o notoriedad, como para figurar entre los colaboradores de la revista antes mencionada).
Saludos y gracias por el espacio.
Fernando, acuerdo con lo que decís, pero: 1) No creo que antes los textos fueran «más rigurosos, analíticos y cuidados que otros de estos tiempos». Probablemente lo que había era más editores, o menos medios donde publicar… 2) podés dar más detalles o argumentar en esa nota que debieras escribir aunque no te la publiquen en Crisis. Tenés un sitio propio y otros donde podrías publicarla.
Saludos.
Estimado Fernando,
si el inciso «B» de su nota («Quienes suelen…») se refiere a mí, debo decir que sí me interesa leer sus reflexiones (o las de cualquiera) sobre lo escrito. La prueba de ello es mi copiosa participación en este Blog, y el afán con el que respondo (hasta un límite que ha llegado a generar problemas con mi propia familia) los incansables desafíos del más conspicuo de mis comentaristas. Mis únicos límites aparecen cuando veo tras los comentarios algún encono personal (como en las múltiples intervenciones del Sr. Peña) o cuando advierto un límite ideológico que me imposibilita un mínimo acuerdo (como en las intervenciones ultranacionalistas del Sr. Cuervo). Por más allá de esas fronteras (que-espero- le resulten comprensibles) siempre me he mostrado dispuesto al diálogo y al debate- acaso más que cualquier otro cineasta.
Dicho esto, es preciso aclarar que no dirijo la Revista Crisis y no participo de sus decisiones editoriales. Dicho esto, si ese artículo suyo estuviera escrito, creo que celebraría poder leerlo, y me animo a decir que lo mismo pasaría con mi amigo Nicolás. Acaso sus razonamientos despertarían a este último del tedium vitae en el que parece inmerso, y que lo llevan a excavar remotas noticias publicadas en los pasquines de la cuenca del Duero.
A Nicolás:
Creo que entiendo lo que decís, respecto a que tiempo atrás había más editores (y yo agregaría: correctores), pero también había tipos como Couselo, Tomás Eloy Martínez, Abel Posadas y otros. A eso me refería.
A Mariano:
Considerando lo que decís, releeré aquél texto tuyo, escribiré mis opiniones o argumentos y seguramente en un par de días dejaré acá, en un comentario, el link a mi texto.
Saludos a ambos.
PD: Mis respetos a Peña y Cuervo.
Fernando: arriesgo la hipótesis de que esos nombres q mencionas hoy estarían escribiendo en la Academia. En periodismo siempre hubo de todo. Pero es cierto que antes había más preocupación por la escritura. Basta ver cómo Llinas habla mal del «entrecomillado», sin entender que es por respeto a la fuente.
Espero tu texto.
Nicolás,
Ayer me enteré de esta discusión y quise seguir un poco el hilo. Si bien coincido en varios aspectos de lo que dice Mariano (sobre todo en cierta obsesión llevada al límite de analizar una charla a partir de un recorte periodístico), me parece que el evento – por más lejano y recóndito que sea – tiene importancia. Disiento totalmente en que sea algo poco ambicioso o rutinario. Para aquellos que seguimos en algún momento cierto affaire entre Llinás-Campanella (a veces más unilateral que mutuo), este encuentro significa – por más que el fuego no sea el mismo – algo.
Hay algo de ese fuego – más elegante que combativo – que se observa dentro de la charla, y que se agradece, pero que continuamente Campanella tiende a evadir con algunas generalidades (y con cierta elegancia, también).
Ahora me pregunto: por qué se termina reduciendo todas las líneas que abre la charla en «Al final estaban bastante de acuerdo»?
¿No creés que con todas estas energías que has utilizado – y que dedicás asiduamente – podría llegarse a algo mejor?
Es decir, pensando en otro artículo que se publicó en este mismo medio acerca de la mesa redonda (artículo previo a la mesa redonda).
No es mejor, quizá, «armar ·otra mesa· y ganar las elecciones» ?
Proponer otro diálogo que no se quede perdido en comentarios que luego nadie retoma? o al menos proponer un diálogo que no concluya en el peronismo/antiperonismo de tal o cual sujeto?
¿Salir a la calle? Abrir otro espacio que dialogue con esa mesa del viejo continente, y profundizar en temas en vez de presenciar una pelea histórica entre dos personas.
Acaso en algún momento de la charla no se dice que hay algunas cosas que ellos – por estar allí – ya no podrían responder?
¿Quiénes sí, entonces, podrían pensarla?
¿Quiénes estarían?
¿La hacemos?
Un abrazo,
Tomás
Guiñazu,
Si el evento tuvo su «importancia» es subjetivo. Lo objetivo, que se empeñan en minimizar, es que el «recóndito recorte periodístico» es un despacho de la agencia EFE que salió en todos lados…
Entiendo que buscas cierta ecuanimidad pese a ser un colaborador de Mariano, cosa que podrías aclarar a los lectores, pero es repetición es la única «,obsesión llevada al límite» aquí…
O no. Mencionas «cierto affaire entre Llinás-Campanella (a veces más unilateral que mutuo)», cosa perceptible en la mesa. Campanella no «tiende a evadir» nada (eso lo hace Llinas a cada paso): de hecho desmonta cada uno de los lances de Mariano, empeñado como aquí en su eterna justa por un cine independiente como solo él lo entiende.
Por lo demás, tampoco se termina reduciendo todas las líneas que abre la charla en «Al final estaban bastante de acuerdo»: me refiero claramente al final, donde se abrazan como dos gorilas que se reconocen en la niebla.
Ciertamente con todas estas energías que dedico asiduamente podría llegarse a algo mejor, pero es difícil cuando no hay más respuesta que volver sobre el «buchoneo», algo que une el discurso de Llinas con el de Quintín.
Yo no pretendo «armar ·otra mesa· y ganar las elecciones»: esa lógica es la de los susodichos.
Fíjate que él tema «peronismo» lo traen a la mesa Llinas y Campanella… Porque no hay nada más peronista que un anti-peronista.
No hay, en fin, ninguna «pelea histórica entre dos personas», ni veo que cosas no podrían responder por estar allí: se supone que a eso fueron. O tal vez solo pensaban en salir de tapas.
Por mi parte, como es obvio no tengo problema en charlar con nadie, y siempre estoy dispuesto a ir donde haya alguna discusión que dar. El tema es: quien quiere darla…? Consulta y contame.
Saludos.
Guiñazú: Ahí tenés tu bautismo con el Método Prividera para desarticular debates. Básicamente es así: Vos escribís algo, el toma cada una de las frases que escribiste, las pone entre comillas y escribe una frase que parece desmentirla mediante un abuso del tono categórico y del axioma, que sostiene con un énfasis acusatorio que a menudo oculta sus deshilvanados argumentos. Ese desmantelamiento bric a brac tiene la ventaja para él de ser imposible de responder. Si uno quisiera hacerlo debería encarar la agotadora empresa de defender una por una las propias frases de la autopsia falaz a las que las ha sometido nuestro Nicolino Locche del debate. ¿Quien tiene paciencia o templanza suficiente para encarar esa agobiante patriada, teniendo además la certeza de que nunca nada de lo que uno diga habrá de satisfacer al interlocutor? No: por el contrario, la respuesta serán más comillas y más falacias, acompañadas de guiños a la tribuna nacionalista que suele pulular por estas páginas y que a la primera de cambio habrá de encolumnarte de prepo en las filas de una fantasmal «Derecha Cinéfila», cada vez más abarcativa. Cuando ya le has dedicado más tiempo que el que nunca imaginaste a ese psicopático ejercicio, comprendes de pronto que tu rival no quiere discutir realmente, sino mantener su feble egomanía epistolar y que nunca habrá de darse por satisfecho. No le interesa lo que digas, por más comillas que emplee para repetirlo.
En fin, te deseo suerte, amigo
Mariano,
Está claro desde el primer comentario (bajándole el precio hasta a la mesa en que participaste) que el que no quiere debatir sos vos, ya que para eso deberías «encarar la agotadora empresa de defender una por una las propias frases», lo que es lógicamente imposible. Por eso todos y cada uno de tus comentarios no contienen ni un solo argumento, sino puras descalificaciones. Por no hablar de pavadas supinas como lo de «la tribuna nacionalista»… Un discurso tan esperpéntico que no lo usan ni los amigos de Saúl. ¿Para cuándo una nota tuya ahí? Sería más coherente que en Crisis, aunque esa revista no conserva de su prosapia más que el nombre.
Bien.
Aclaro algunos aspectos, sólo para luego pasar a lo que juzgo más interesante.
Claro que el evento es subjetivamente importante, por eso dije que lo era para quienes habíamos seguido en algún momento aquel affaire. Incluso vos has sugerido que te pareció más interesante que lo que presuponías (o de lo que Mariano decía al respecto). Claramente, a alguien a quien no le haya interesado esa «mística» de tal encuentro, muy probablemente también encuentre en ese intercambio y en las diferentes exposiciones de los otros y otras presentes, algunas cuestiones que posibiliten futuros debates. Y por sobre todas las cosas, caminos – futuros – posibles, frente a los caminos que otros ya tomaron.
Por otro lado, elegí presentarme con mi nombre y apellido, que creí suficiente, y acaso más interesante que en mi relación con Mariano (vos tampoco te presentás como «el espía en desgracia de uno de los films de Llinás»), pero ahora que lo has dicho, sí. También soy colaborador de otros cineastas, y he dirigido alguna que otra cosa.
Lo importante – que no es nada de lo que escribí hasta ahora – es cómo lograr combinar algunas manifestaciones de los allí presentes para descubrir qué se planteó, desde qué lugar, y cómo esos pensamientos integran las películas que hoy vemos (y las que haremos/veremos).
En primera instancia, me resulta extraño que consideres que Campanella desmonta todos aquellos lances, y no que los esquiva y huye, confiando en la caballerosidad y las buenas costumbres de una mesa redonda, en Valladolid.
Cuando se habla de teatro, dice que el teatro sin micrófonos ya no existe (y la mira a Romina Paula, como buscando alguna respuesta de «la actriz» – como si sólo las actrices viesen teatro).
Cuando se habla de la ley de cine, no opina al respecto, no dice nada. Apenas expresa que no entiende sobre legislación, que de esos asuntos se encargó siempre su productor. Acude al famosísimo «te lo debo». (Ah, pero cuando se habla de semanas y de costos puede decir fácilmente que una película promedio de 7 semanas cuesta millón y medio de dólares)
Cuando se le pregunta acerca de la renovación, y la posible influencia sobre sus obras, habla de su plano-secuencia y de su amistad con Lucrecia Martel. No menciona películas, como si no las hubiese visto. Incluso, cuando Mariano expresa – broma mediante – algo relacionado a las 14hs (de La Flor, sin nombrarla), responde que él algo de esa duración lo hubiese pensado para televisión. Lo responde como si no la hubiese visto, o como si nunca hubiese oído hablar de ella. Y tal vez – o esa es la impresión que a uno le queda – nunca la vió. Y tal vez nunca oyó sobre ella. Y probablemente, tampoco le interesaron las películas de la renovación.
Y a mí, ciertamente, no me importa que un «abuelo» del cine argentino no se haya interesado en ello, pero sí me inquieta que se juzguen tales enunciaciones como respuestas notables a las diferentes «provocaciones» realizadas. Es decir, poco puede modificarse o problematizarse con alguien del status de Campanella, y de la evidente y voluntaria decisión de mantenerse al margen de cualquier discusión cinematográfica, pero lo que habría que preguntarse es cuánto de ese pensamiento se está heredando hoy mismo.
(Pequeño apartado: cuando dice «En cine argentino estamos todos más o menos con lo mismo» se observa un grado de alejamiento increíble. Parece ese video – creo que de Infobae – que ha salido en los últimos días donde le preguntan a los políticos de la inminente elección cuánto sale el boleto de colectivo, y dicen DISPARATES (en mayúscula) ¿Y cuando dice que no se puede hacer legalmente una película con tan poca gente? ¿por qué? no opina al respecto, tampoco dice nada. No postula que en realidad ‘sí se puede’, ignora todo lo que hay a su alrededor, como si no existiese).
Me queda resonando el por qué no lo llamaban a Campanella a discusiones locales. ¿Realmente pensamos que esta mesa hubiese sido posible, hoy, en Argentina? Si ahora al Festival de Mar del Plata se les ocurre citar a las mismas personas, ¿creés que el público se quedaría tan callado como aquel público español? Si acaso no faltara Puenzo, y se sumara finalmente a la mesa: ¿cómo creés que hubiese reaccionado el público? Posiblemente, de la misma forma que algún ministro en su momento adivinó, y por eso mandó callar los micrófonos de La Feliz.
Por eso, de nuevo, cuando Juanjo dice que él concibe el cine independiente como el director pudiendo hacer lo que quiere; y agrega: «es la vara más obvia para medir la independencia», es difícil pensar que aquí, algún cineasta (o crítico) aguerrido no le hubiese re-preguntado , o no se hubiese manifestado, y le dijera que quizá no es el camino más obvio con el que está de acuerdo.
¿Hoy se pensará lo más obvio?
Rejtman dice que habría que fijarse en cómo se exhibe, en cuántas pantallas y qué se debate luego. Y postula el streaming como ‘algo’. Algo que puede cambiar, pero no especifica muy bien qué cambiaría. ¿Quizá que las películas independientes sean las únicas que sobrevivan a la sala de cine? En tal caso, ¿cómo se prepara ese panorama? ¿Toda una cinematografía independiente albergada por el Malba, Lugones y Cineclub Hugo del Carril? (una cinematografía que para Campanella significa prácticamente toda la producción nacional). ¿O una cinematografía independiente sin salas de cine y perdida en el streaming? Por eso es tan importante esclarecer esa división, para la que no tengo una respuesta concreta, pero para la que sin dudas podrían compartirse hipótesis, y a partir de ahí pensar el camino de las películas, para que no sean autómatas que van del Multiplex en Abril, al Malba en Agosto y después al olvido.
Tenemos Independiente-Industrial, tenemos Exhibición. Tenemos Peronismo.
Eloísa dice, al pasar, algo relacionado a la Producción: «Las películas no se hacen del aire».
Y ahí, si bien entiendo a lo que va Elo, un poco me dan ganas de decir que las películas sí se están haciendo desde el aire. Yo estoy haciendo una película desde el aire. O desde la falta de aire. Asfixiado. Porque por más de las buenas intenciones de los Mecenazgos, Metropolitanos y Fondos Nacionales, cada vez más se observa que para lo que se pide dinero es para el Desarrollo, para luego presentar al INCAA. ¿A qué INCAA? ¿Es el mismo INCAA con el que todos están muy enojados? ¿Es el mismo INCAA que años atrás celebraron por incluir a Puenzo y hoy quieren apedrearlo?
Entonces, si quienes piden Fondos municipales, de montos de cien mil pesos o trescientos mil pesos, que aparecen de forma publicitaria como «Aprobamos más de X cantidad de proyectos»… ¿a dónde van esos proyectos? ¿a qué acantilado se los está lanzando?
Cada vez más aceptamos eso que muy acertadamente dice Álvaro Arroba, parece que podemos hacer las películas con nada, y en realidad las estamos haciendo sin nada.
Ahí hay temas. ¿A quién invitarías si tuvieras la oportunidad, Nicolás? Así se va pensando la mesa.
Eso es todo. No sé si me fui por las ramas, pero como dice una obra amiga: Me arengué.
Y si, te fuiste por las ramas. Tiraste temas como para varias mesas. Armalas y contás conmigo. Pero no te tengo que decir yo a quien invitar. Tampoco puedo responder tus apreciaciones sobre la intervención de Campanella (a la que le dedicas tanta atención que pareces acordar con que fue lo más destacado). Lo que te puedo decir es que no es un «abuelo»: tiene la misma edad que Rejtman (que lo llama «Juanjo» sin ironía porque estudiaron juntos).
Seguramente no vió La Flor. Pero colegir de ahí que «probablemente tampoco le interesaron las películas de la renovación» es tan absurdo como asumir que él no fue parte de esa «renovación». No será independiente en los términos de LIinas (como tampoco Bielinsky, Trapero, Martel…), pero se entiende claramente que su parámetro es el de dónde viene originalmente esa dicotomía: Hollywood. Por eso dice que acá somos todos independientes (aunque dependientes del INCAA, salvo LIinas). Todo eso amerita discusión? Claro. (Yo mismo no puedo entender que los cineastas jóvenes no se animen a filmar por fuera del sistema). Pero discutir implica poner en cuestión todos esos términos y complejizar la cuestión, no reducir todo al maniqueísmo de creer que se representa al bien frente al Gran Satán, la turba nacionalista o el prisma peronista…
No sabía de la mesa redonda entre Campanella y Llinás en Valladolid y tampoco me despierta mucho interés saber qué dijeron. Pero resulta que he sido invocado por uno de los caballeros de la mesa redonda con las siguientes palabras: «las intervenciones ultranacionalistas del Sr. Cuervo». Así que, como el caballero parece tenerme presente no sé a propósito de qué, dejo en esta tribuna notoriamente nacionalista un saludo para todos los patriotas.
Patria o Muerte
Venceremos
¿Vencerán? Mmm… Habrá que verlo. En dos días te digo.
Seguramente vencerán tus mártires y para 2023 tu saga ya será oficialista. Felicidades.
✊🏾✌🏾
Es todo divertidísimo, che. Cruzamos, divertidísimos, el océano para participar de una actividad sin importancia, acerca de cosas sin importancia a las que dedicamos más de una decena de comentarios sin importancia; ahora paladeamos, divertidísimos, ese exquisito sabor que deja en boca el inminente triunfo de la descendencia de nuestros mártires, que era gente que practicaba juegos divertidísimos , como la tortura de ancianitas o el asesinato en masa. Lo único lamentable es la intervención de algunos amargados a los que se les da por cultivar enconos personales cuando uno, tan divertidamente, trafica las producciones de su prolífica y admirable imaginación como si fueran cosas de la historia (si después de todo, ¿qué es el pasado, sino un tiempo dudoso del que nada cierto se puede decir? Quizá hasta ni hubo). Por tipos así, es que la pasamos mal.
Te cedo en bandeja a este ejército de haters, Guiña. Pero tene cuidado: ellos pueden hacer propias las consignas de la Alianza Libertadora Nacionalista o de Tacuara, pueden imitar- sin conocerlo- el estilo invectivo de Guillermo Patricio Kelly, pero si vos decís algo se te asigna de inmediato un lugar en las filas macristas y se te adjudica la reivindicación de masacres de ancianas indefensas. Tanta deshonestidad intelectual daría que pensar, si no fuera porque es gente que voto a Scioli, que votará a Marziota y votaría a Manzur. Hay que saber comprender los dislates a los que nos puede conducir la decepción y la tristeza.
«ejército de haters», «las consignas de la Alianza Libertadora Nacionalista o de Tacuar»?? Parece que «el estilo invectivo de Guillermo Patricio Kelly» es todo tuyo. La deshonestidad intelectual trambièn, parece. «Hay que saber comprender los dislates a los que nos puede conducir la decepción y la tristeza». Si, nosotros votamos a cualquiera (hasta a Bregman…) si enfrenta a la derecha.
Interesante: votar a la derecha para enfrentar, pero como no se nos ocurrió antes? Un pensamiento intelectual superlativo solamente esperable en un director de cine. Quizás por eso siempre gana la derecha, no genio? Siga así que sus manipulaciones memoristicas pronto van a llenar las salas.
Su comentario está pendiente de aprobación
Respondo en esta cola, porque se ve que hubo bastante actividad durante el día.
La atención dedicada a lo de Campanella no es, evidentemente, porque sea lo más destacado. Sí, quizá, más novedoso (aunque esa omisiones y generalidades podían presuponerse). Lo novedoso, me explico, es verlo rodeado y dialogando con personas con las que nunca se había sentado. El encuentro es novedoso, y principalmente por su presencia.
De todas formas le dediqué ese espacio para dar cuenta que algunas de sus respuestas no parecen ser demasiado elocuentes, pero sí apelan – como dije antes – a las buenas costumbres y a la caballerosidad de una mesa alejada del país nativo. Nadie – ni el moderador, ni un participante, ni el público – iba a poner incómodo a cualquiera de los allí presentes.
«Abuelo» es una consideración en base a su producción, y lo que parece representar dentro del cine argentino. Rejtman, más allá de tener la misma edad, es muchísimo más joven, e incluso mucho más que varios cineastas jóvenes. «Abuelo» es porque nada de lo que suceda alrededor va a cambiar ni un mínimo su posición, y porque evidentemente no se cuestiona ningún problema actual, y todo lo llevaría hacia su lugar de comodidad.
«Abuelo» entendido como cuando uno habla con alguna persona muy mayor, por ejemplo, de política, y observa ese fanatismo imposible de doblegar; fanatismo a veces ‘divertidísimo’, pero que sólo genera alguna gracia ocasional (como la de un buen payaso), o provoca una discusión que clausura un almuerzo dominical.
Campanella – en la charla – es divertido, y elegante en su proceder. Claramente no es aquel payaso que ha publicado infinidad de cosas en Twitter.
Lo que me sorprende es la velocidad con la que aquí se puede presentar algún payaso, a plantear sus ‘divertidísimas’ frases incomprensibles y con ello tirar el asunto para cualquier lado. Muy probablemente es por ello que los encuentros deban plantearse por fuera de la comodidad del teclado.
Y siendo fiel a tal fin, más temprano que tarde, te escribiré y quizá podramos armar una mesa. Cuadrada. Con invitados, con público, con sillas. Y sin payasos.
Un abrazo,
Tomás
¿Vas a votar a Bregman, NP? ¿Es eso lo que estás diciendo? Yo, por mi parte, sí. ¿Por qué no le contás a la teleaudiencia?
El problema es que no entendes el «nosotros» ni cuando uno lo enuncia: Dije: «nosotros votamos a cualquiera (hasta a Bregman…) si enfrenta a la derecha». Notarás la ironía, al menos. Lo decía porque es sabido que cierto gorilismo prefiere votar a Bregnan antes que una lista «peronista», aunque la encabece un radical… Yo soy de izquierda pero no gorila, y mucho menos boludo.
Interesante: votar a la derecha para enfrentar, pero como no se nos ocurrió antes? Un pensamiento intelectual superlativo solamente esperable en un director de cine. Quizás por eso siempre gana la derecha, no genio? Siga así que sus manipulaciones memoristicas pronto van a llenar las salas.
López:
Cómo verá acá se le suele contestar a todo el mundo. El límite son los insultos o la incomprensión de texto, y sus balbuceos bordean ambas cosas. Así que solo le diré lo siguiente: si va a ironizar sobre algún «pensamiento intelectual superlativo», trate de demostrar alguno, aunque sea mínimo.
Fíjese que su bovina imprecación gira sobre «votar a la derecha para enfrentar» (?): Ademas de inconclusa, la frase parece un contrasentido, cosa que no se le perdonaría ni a un director de cine…
Tal vez «siempre gana la derecha» por «genios» que ni siquiera se molestan en leer… empezando por lo que escriben. (Tenga cuidado mañana, no se confunda de boleta.)
Supongo que, del mismo modo, quiso sugerir que las «manipulaciones memoristicas» serían malas, como si hubiera una «buena memoria» no manipulable. Pero bueno, admito que es mejor ser ingenuo que tonto, aunque a veces no parezca haber diferencia.
Podés responder aparte y queda abajo de esta «cola», dedicada a los Gillermo Patricio Kelly y las ancianitas.
Lo más destacado, lo novedoso: para el caso es lo mismo. Pero no es solo «su presencia» sino lo que dice, ya que aun con sus falencias parece más dispuesto a salir del lugar común que los dermás (salvio cuando cae en el barro común del prisma peronista…).
«Nadie – ni el moderador, ni un participante, ni el público – iba a poner incómodo a cualquiera de los allí presentes», pero parece que una simple pregunta los descolocó…
«Abuelo» es una consideración en base a su producción, y lo que parece representar dentro del cine argentino? Siguen los prejuicios… Por qué «Rejtman es muchísimo más joven, e incluso mucho más que varios cineastas jóvenes»? Siguen los lugares comunes sin mucha (aito)crítica…
Si «abuelo» es «porque nada de lo que suceda alrededor va a cambiar ni un mínimo su posición», entonces ahí son todos abuelos…
«Abuelo» entendido «como cuando uno habla con alguna persona muy mayor, por ejemplo, de política, y observa ese fanatismo imposible de doblegar; fanatismo a veces ‘divertidísimo’, pero que sólo genera alguna gracia ocasional»: parece una descripción de Llinás más que de Campanella…
Como verás, aquí se puede presentar cualquier payaso a plantear sus ‘divertidísimas’ frases y con ello tirar el asunto para cualquier lado. Así son las redes, que se le va a hacer.
No creo que «los encuentros deban plantearse por fuera de la comodidad del teclado»: yo cómodo no estoy, aunque siempre dispuesto a cualquier tipo de encuentro. Pero que sea una medsa redonda. O sea: con gente con ganas de discutir en serio.
Con toda esta discusión me queda más que claro que la salida es por izquierda, por eso voto a Bregman, y para nada me como el sapo que se comen los peronistas que dicen ser de izquierda.
Que bueno, Edmundo, que la discusión haya servido para algo, aunque más no sea ganar un voto para la izquierda «pura». Ahora que Bregman entró, esperamos nos señale pronto la salida… Porque el sapo nos lo venimos comiendo desde el 45.
Aquí, finalmente, mi texto-opinión sobre lo escrito por Mariano Llinás en Crisis. Sólo espero que le interese o le sirva a alguien. Y una sugerencia: si desean comentar algo, que lo hagan allí mismo.
Gracias.
https://espaciocine.wordpress.com/2021/11/13/cinem/
Estimado Fernando:
Gracias por su texto. Creo que todas las cosas que aporta efectivamente faltaban en los míos. Con respecto a su opinión en detrimento de mis textos de Crisis en relación con mis films, creo que tiene razón. No volveré a escribirlos, dado que solo han generado respuestas negativas y eso es un defecto que es lícito imputar a los textos mismos.
Saludos,
LL.
Una vez más, Llinás elige la salida. Esta vez más amable. Pero vuelve a cometer el mismo error: no responder, no usar argumentos que no sean defensivos. Y es que se adivina la misma fatiga previa por tener que «encarar la agotadora empresa de defender una por una las propias frases». Pero así es escribir sobre algo más que nosotros mismos y nuestro «prisma», Mariano. Y tampoco se trata de «un defecto que es lícito imputar a los textos mismos» sino a quien los escribe, y por tanto puede corregirlos, o corregirse, y seguir escribiendo. Y discutiendo.
Yo no voy a ponerme a hacerlo aquí con Varea, solo diré que mezcla información (rigurosa) con opinión (discutible). Por ejemplo, al estimar que Coppola no dijo «banalidades» en su visita, o suponer que El viaje es una película loable solo porque la crítica europea o la argentina de su momento le dedicó las loas del caso, que evidentemente iban más dirigidas más al director (por lo que representaba su obra previa y su compromiso) que a esa película concreta, cuyos defectos no solo se han hecho evidentes con el paso del tiempo, sino que eran notorios para quien la vimos en su estreno.
En esas y otras cuestiones, no se trata que Llinás se equivoque, al igual que lo hace al dar un dato inexacto o apresurado: simplemente él tambièn está dando su opinión, haciendo una lectura crítica.
Por último: cuando Varea dice que como ensayista Llinás no es «tan riguroso como suele serlo como cineasta», confunde igualmente ambos planos: de ninguna manera se trata del mismo «rigor», que funciona de modo distinto en la creación y la investigación.
Lo que queda claro, en fin, es que Llinás y sus pares se mueven comodamente en el territorio de la ficción, pero hacerse cargo de los hechos requiere desvelos que no quieren atravesar. Por eso la perpetua huida (de la realidad, de las polémicas que él mismo genera, etc).
Si por casualidad algún lector se quedó esperando una respuesta o comentario mío a Nicolás, le aclaro que lo hice en mi propio espacio.
Y volviendo un poco a lo que planteé inicialmente: teniendo en cuenta quién ha sido convocado como «tutor» del Jurado Joven en el Festival de Mar del Plata, y qué publicaciones fueron invitadas a participar de la actividad online «Crítica sobre crítica», en el mismo festival, tal vez haya que darse por vencido.
Darse por vencido es avalar lo que señalas.
Caramba, qué seriedad! Borran algún comentario que interrumpa tanta prosapia inteleppptual. Y eso que ya no son
tan jóvenes. Están más allá de la mitad de la vida. De todos modos, es innegable que estas discusiones amables hay que tenerlas, aunque habría que agregarles algo de condimento. De lo contrario recuerdan al eternamentre enculado Mondi Eichelbaum o, peor aún, a la sonriente tríada de jovenzuelos que parte a Mar del Plata para sacudirse el recuerdo del peronismo -Los jóvenes viejos-. Pobres! Tuvieron suerte y no los quemaron en el horno de Paseo Colón, adonde llevaban a los disidentes jóvenes y los gaseaban. En fin.
No le respondo a usted; pero sí dejo claro para cualquier lector -porque a mí me pasó leyéndolo sin atención en un teléfono- que acá no se borran los comentarios. Cuando no publico alguno que otro está estrictamente relacionado con un insulto. Saludos.
A unos, tanta vehemencia les resulta agresiva y huyen espantados; para otros, somos demasiado amables… Estoy muy confundida, Roger.
En esto último no hay ambigüedad: se puede decir cualquier cosa, apelar al menoscabo y la descalificación, pero el paso al insulto es el límite. Pienso que esas modalidades previas al insulto son formas de goce ligadas al resentimiento (más allá de la satisfacción que le produce al emisor la racionalidad de todo debate se resiente), pero eso no es el tema en cuestión. Acá jamás he dejado afuera ningún comentario de lo que sea, aun insultos si están dirigidos a mí, aunque no si van orientados a cualquier otra persona que acá publique. R
Lo sé, lo sé, Roger. No lo decía por tu respuesta, sino porque me causó gracia que ahora nos pidieran más «condimento», mientras que la vez anterior nos dijeron que el tono era demasiado subido. Claro que son personas distintas. Lo que pasa es que ya no sé a qué atenerme. XD
Abrazo!
No tienen por qué atenerse a nada. Creo que deben continuar, si lo desean, como lo vienen haciendo. No hace falta que le den importancia a quien tiene sentido del humor. Pero al menos mi humor no deja paso al insulto.
Señor Posadas: lo del insulto no es por usted; los chistes me dan más o menos gracia pero siempre está bien. Solamente me detuve en un desliz que sugirió censura. El resto me puede decir a mí que soy un Banana Pueyrredón, el hijo de Depardieu, un Koger Roza sin suerte o lo que se le dé la gana. r
Abel posadas: si es ud el Abel Posadas que sabe escribir sobre cine argentino. Espero que esté escribiendo en algun lado: lo leeremos con gusto, lo haga con o sin sentido del humor.
Amén.
(Si es con sentido del humor, mejor).
Y Carla eligió la palabra justa.