LA GARANTÍA DEL SISTEMA: 303 PALABRAS SOBRE PUENTE DE ESPÍAS
Por Roger Koza
Dinosaurios, alienígenas, criaturas marinas asesinas, soldados, héroes, aventureros, robots, demócratas, los personajes conceptuales del cine de Spielberg son variados, una cifra de su obra. Puente de espías, como Lincoln, es un film “serio” del director, en el que vuelve a la mayor épica simbólica de su país: la aventura democrática.
El contexto es histórico, y lo que cuenta el film tiene su correlato en la Historia. En 1957, Rudolf Abel, un espía soviético, es detenido en su departamento en Brooklyn, evento que tendrá ramificaciones diplomáticas impensadas en ese momento. James Donovan, un abogado que trabajaba en seguros, alguna vez ligado a los juicios de Nürnberg, será elegido para tomar el caso y brindarle al acusado una legítima defensa.
Frente al cinismo del poder de turno que no cree en el sistema jurídico, la fe en la justicia estadounidense por parte de Donovan estará por encima de los intereses patrióticos de la coyuntura, pues el abogado creerá en los derechos de su acusado, incluso si este es un enemigo: primero es un hombre, después un soviético. La delicada relación entre ambos, sin subrayados melindrosos, es uno de los puntos más fuertes del film. Spielberg conjura su proclividad al sentimentalismo, aunque sin problematizar el mito que la película refrenda: el ciudadano que salvaguarda la moral del sistema.
La primera hora es notable, porque el director encuentra el tono justo para situar las coordenadas de su película. El clasicismo narrativo, ostensible en la secuencia inicial, constituye una excepción frente a un cine dominante sostenido en una lógica de montaje frenético destinada al estímulo permanente. Después, Spielberg cederá un poco frente al rigor inicial y será demasiado didáctico. Pero no lo suficiente para desandar lo bueno que tiene su retrato social, válido para aquella época y, por extensión, para describir a los Estados Unidos de este siglo.
Este texto fue comisionado por el diario La voz del interior en el mes de noviembre 2015 para su columna de Miradas opuestas.
Roger Koza / Copyleft 2015
Roger: No puedo acordar con la conclusión: «válido para aquella época y, por extensión, para describir a los Estados Unidos de este siglo.»
Spielberg tiene la inteligencia de ubicar en el pasado, una historia donde el personaje principal es un abogado prestigioso con elevados principios morales. Si hubiera situado esta narración en el presente, hubiera hecho el ridículo, dada la inmensa degradación ética que aqueja a muchos profesionales de las finanzas y del derecho en EEUU, sobre todo desde la crisis del año 2008. Además, al presentar a los agentes de la CIA como verdaderos caballeros, que no golpean ni torturan a sus prisioneros, movería a risa en el presente, habiendo conocido las atrocidades de la prisión de Guantánamo y otros centros de detención clandestinos. La mirada de Spielberg sobre el pasado de su país resulta bastante edulcorada, simplista e ingenua si se piensa que un personaje como Donovan podía salirse con la suya sin demasiado esfuerzo.
Ese es el final. El principio no es así; y la relación con el ruso es inimaginable. De ahí al presente. Pero la segunda parte es la que mancilla lo primero. Aún así: eso está. ¿Simplista? Estados Unidos es esencialmente una nación que se simplifica en sus discursos y evaluaciones colectivas. El film de Spielberg es un desnudo total de cómo una nación se piensa y representa su propia imagen y mitos. Saludos. RK