LA LÍNEA DIVISORIA
Hay un concepto que se ha inmiscuido sin siquiera ser discutido en el vasto ecosistema de festivales de cine. En Pekín o Bogotá, en Londres o en Santiago de Chile, llegará el momento en el que una película de una competencia o una sección paralela se la considerará “híbrida”. Con ese término se intenta aludir a lo siguiente: el relato tiene ciertas cualidades poéticas que no llegan a permitir distinguir si se trata de un documental o una ficción. La película, por otra parte, tampoco explicita qué es. Su índole híbrida disuelve cualquier consideración crítica; es un fenómeno de época, o, como suele decirse sin pensar en nada concreto, se trata de una “tendencia”.
Quien preste atención a los dispositivos de comunicación propios de las redes sociales, notará que en todas aparece una misteriosa demanda para el usuario que insiste en que cuente su historia. Contar algo, organizar los acontecimientos vividos ayer, dos años atrás o todavía más atrás en el tiempo constituye un requerimiento de una práctica cultural articulada en la ficción. La voluntad de ficción es ubicua. Está en los dispositivos, en las propagandas de detergentes, bancos y seguros, en las promesas que una institución académica garantiza a sus estudiantes y asimismo en las campañas políticas. He aquí la vindicación total de los humanos como animales narrativos. Adjudicarle a nuestra especie el azaroso accidente de hacer de la ficción su naturaleza como criatura tiene a su favor pruebas acumuladas por milenios en un sinfín de textos y relatos que lo atestiguan.
Con el cine se inauguró una era distinta en la ficción. Representar frente a cámara un drama, una comedia o una aventura siempre cuenta con una intromisión que no es un artificio de la imaginación. La dimensión documental de la ficción se puede divisar en los gestos de un animal, en la fuerza del viento que mueve un bosque al servicio del placer visual y tantas otras que cosas que en el encuadre no responden a las decisiones de los que fabrican una realidad. En un plano cinematográfico siempre hay un fulgor de lo real, incluso en un universo fantástico que solamente pueda existir en la imaginación. La saga de Harry Potter pertenece exclusivamente a la fantasía y nada de lo representado puede ser visto como real, excepto el cuerpo de los intérpretes. Toda la saga es también un documental sobre el crecimiento de los actores a lo largo de un segmento del tiempo. Acaso en esa evidencia ontológica resida la fuerza secreta de la apelación sentimental que tiene para sus fieles.
Que lo ficcional y lo documental se entrecrucen es inevitable; que se confundan en tanto exista una cámara es otra cosa. El documentalista sabe que aquello él o ella que no controla es el punto de partida de lo que hace. El cineasta de la ficción trabaja para conjurar ese origen. El concepto de lo híbrido clausura estas distinciones e iguala puntos de partida inconmensurables.
*Publicado en otra versión en Revista Número Cero en el mes de octubre 2021.
Roger Koza / Copyleft 2021
Nadie quiere discutir esto, lamentablemente. Los festivales celebran la hibridez, y la ficción se apropia del documental con la complicidad de todos (incluso de muchos documentalistas). La posverdad triunfa.
Y no me vengan con que existe desde Flaherty , hablamos de otra cosa…
Creo que la tensión no es la hibridez, que existe, sino el concepto de documental. Éste, apenas cuando pudo perfilarse como concepto, se enfrentó a los cambios formales de la misma materia de la cual partía. Hoy, bajo esta categoría, podría bien incluirse prácticamente todo el cine. Y sin caer en la mirada de lo que se documenta, como dice Koza, dentro de una ficción.
No. El documental parte de la premisa de no mentir, de no engañar. Ese es su pacto de lectura: los «hechos reales» que se veces la ficción invoca para prestigiarse.
¿Cuál podría ser el documental que cumpla a rajatabla esa premisa? No se me viene alguno a la mente.
Todo el cine de Wiseman, todo el cine de Joris Ivens, todo el cine de J. V. der Keuken. Y se podría seguir dando nombres. Y no significa que no se pueda trabajar con elementos de representación preparados con anterioridad en función de conseguir resultados estéticos específicos. The House is Black, en este sentido, es un caso ejemplar. Saludos. R
Excelente, muchas gracias por las sugerencias. Había visto algunas películas de Wiseman y son muy interesantes, pese a que carecen de todos los preceptos del drama tradicional y sí, se pueden pensar cómo documentales en estado puro. Espero poder encontrar las otras sugerencias.
Se entiende bien el debate interesantisimo, pero no queda claro, al menos para mi, cual es el problema de fondo de que una pelicula «no explicite que es» ni porqué la categoria de híbrida «disuelve cualquier consideración crítica»…y pienso en esa maravilla que es «Close up» o tambien en «Tarnation» Se trata de una cuestion cuantitativa que haría peligrar al genero documental? Gracias y saludos.