LA MIRADA DE LOS OTROS: SAN SEBASTIÁN Y EL CINE ARGENTINO
El primer banderazo en defensa del cine argentino tuvo lugar en septiembre del año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián. En febrero de 2024, en plena celebración de la Berlinale, se repitió el mismo gesto: cineastas, críticos, programadores, productores sostenían una bandera con la inscripción «Cine argentino unido por la democracia». En abril, antes de dar a conocer la programación del Festival de Cannes, su director artístico Thierry Frémaux se solidarizó con la actual situación del cine argentino. Un mes más tarde, se repitió el banderazo en el famoso festival de festivales. ¿A qué se debe el apoyo internacional? ¿Qué perciben ellos de nosotros, de nuestro cine?
Quien haya estado atento a la historia mundial del cine contemporáneo sabe muy bien que a fines del siglo pasado e inicios de la primera década del siglo en curso hubo tres cinematografías nacionales que dejaron una huella: el cine coreano, el rumano y el argentino, tres países muy disímiles, tres modos de hacer cine bien diferentes, pero que tuvieron algo en común: apoyo de alguna agencia o institución del Estado para las películas que se hicieron durante ese período de consolidación.
Que el Festival de San Sebastián haya decidido mostrar su apoyo explícito a una cinematografía no es una cuestión frecuente. Su director artístico, José Luis Rebordinos, tomó la decisión de prodigarle un primer plano en la programación de la edición 2024. Hay películas argentinas en distintas secciones, algo que no es inusual, porque la presencia argentina en San Sebastián es una constante. Lo novedoso es el énfasis y el hecho de añadir a esa decisión un matiz que modifica el sentido de cada película. Se reconoce un peligro: el cine argentino que existió hasta hoy está amenazado.
Hay que reconocer que Rebordinos, desde que dirige el festival, no solo ha erigido una propuesta estética variada y equilibrada, sino que jamás le ha dado la espalda a la realidad y sus exigencias. El cine puede ser un espectáculo masivo, pero nunca ha dejado de ser una forma de conocimiento popular. Es lógico que un hombre probo como Rebordinos se preocupe por una cinematografía tan familiar como la argentina que sufre un denuesto oficial en su propio territorio.
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Roger Koza: ¿Qué fue lo que precipitó la decisión de darle al cine argentino el lugar destacado en esta edición?
José Luis Rebordinos: Desde hace años, tenemos con el cine argentino una relación estupenda, profesional y también sentimental, no lo voy a negar, como con el resto del cine latinoamericano. Pero se da la casualidad de que el cine argentino probablemente sea el más importante de América Latina, y su presencia en San Sebastián siempre ha sido muy grande. Cuando de pronto vemos que hay una serie de medidas por parte del gobierno argentino que van poco a poco desmantelando el mundo de la cultura en general (podríamos hablar de librerías, de teatros o del poco apoyo que se le dispensa a la cultura en este momento) y, sobre todo, el cine en particular (lo que sucede con la escuela de cine llamada ENERC, contra el INCAA y los festivales vernáculos), nos sentimos en la obligación de apoyar el cine argentino y de pedir a la comunidad internacional cinematográfica que apoye el cine argentino. Y al decir esto hay algo que es muy importante y que quiero dejar en claro: nosotros no somos quiénes para meternos en la política argentina, no lo hacemos.
¿Cómo percibió este cambio?
Hemos trabajado con gobiernos macristas y peronistas, y con ambos no hemos tenido ningún problema. Y hemos visto que el INCAA, con sus dificultades y cuestiones a mejorar, permitía que el cine argentino funcionara. Había apoyo al cine argentino, sin importar el gobierno en cuestión, dentro de lo normal y con las diferentes formas de entender el cine y entender la cultura. Pero lo que sucede ahora es otra cosa. Se trata de un gobierno que está desmantelando el INCAA o desmantelando un festival como Mar del Plata. Hay un ataque claro al cine argentino.
¿Cuál sería la diferencia con el gobierno de Milei?
Esto que decía sobre lo que sucede en Argentina es igual para España. Nosotros nunca vamos a definirnos a favor de los conservadores o los progresistas; no nos toca, todos son bienvenidos en San Sebastián, pero sí expresamos un límite: estamos en contra de los fascistas. Si hay un partido como el de Vox en España que reivindica a un asesino traidor a su país como fue Francisco Franco, nosotros vamos a estar totalmente en contra. Por diversos motivos; para empezar, de derechos humanos. Si el gobierno de Milei reivindica la dictadura argentina, donde fueron asesinadas muchísimas personas, lo siento mucho, nosotros vamos a estar, como ciudadanos y como festival, siempre en contra de eso. Porque desde la cultura podemos defender todo tipo de opciones a la hora de entender la vida y de entender el cine, pero bajo una única condición: el respeto irrestricto a todas las visiones sobre la vida, la cultura y el cine. Cuando hay una que no la respeta, que se impone y que de alguna forma apoya lo que es el fascismo, nosotros vamos a estar siempre en frente. Pero insisto, no es un tema partidista. Yo tengo mi ideología, dentro de mi equipo hay muchas formas diferentes de entender el cine y la vida. Lo que no vamos a permitir, lo que no queremos tener cerca, es a nadie que reivindique el asesinato, que reivindique el fascismo.
Eso explica también un poco que, en defensa del cine argentino, durante el festival se proyecte Traslados, la película de Nicolás Gil Laavedra.
Sí, claro. Tuvimos la oportunidad de verla, nos gustó mucho. Estaba la posibilidad de haberla puesto en la sección «Horizontes», pero nos pareció que era muy bonito hacer esta especie de acto proyectándola el mismo día que se exhibe El hombre que amaba los platos voladores, de Diego Lerman, que está en competición oficial. Resultó evidente el hecho de hacer un pase especial a media tarde de Traslados, y en el cóctel invitar a toda la comunidad argentina y a todos los cineastas que tengamos en ese momento. Será el momento de la fotografía de apoyo al cine argentino.
Hay una discusión muy llamativa en Argentina que es incitada abiertamente por el gobierno: el vocero presidencial y el presidente del INCAA han delineado un concepto de legitimación por el cual las películas tienen validez en tanto y en cuanto sean películas que convocan público. La taquilla legitima la existencia de una película; solo se puede apoyar a las películas de público. ¿Cómo comprende este criterio de validación profético y comercial?
Bueno es difícil de entender que el director de un instituto de cine pueda defender un criterio semejante. Primero, porque cuando se da una subvención, una ayuda, no tienes ni idea de cómo va a funcionar esa película. Puedes tener indicios, pero no seguridades. A veces hay grandes sorpresas. Es que ya de entrada, es imposible practicar ese sistema a priori. Segundo, la cultura no solo se mide por el número de espectadores, se mide por muchos otros ratios. Creo que una cinematografía es realmente importante cuando es capaz de tener cine comercial que arrasa y, al mismo tiempo, cobijar propuestas experimentales y más radicales que buscan nuevos caminos. Por ejemplo, en nuestro festival en la competición oficial tenemos una película como El llanto, que es una película de terror que la distribuye Universal en España, una película estupenda, pero al mismo tiempo hay una propuesta como la película de no ficción o ensayo artístico hecho por Albert Serra, titulada Tardes de soledad, que obviamente no gusta al gran público porque es una película complicada, pero que es una película que artísticamente tiene un valor muy importante.
Como usted tiene a su favor la distancia, ¿cómo se llega a pensar así?
La impresión es que detestan el cine argentino, como si fuera un enemigo al que se debe intentar tumbar. Creo que muchas veces hay gobiernos, sobre todo los que están más en contra de la libertad, que están siempre convencidos de que el cine es de izquierda. No, señores, el cine es plural. Dentro del cine hay gente conservadora y gente progresista, y es normal que sea así, porque responde a la sociedad. La inquina del propio gobierno argentino contra el cine argentino revela un desconocimiento brutal. Porque, seamos claros, las cosas que han dicho sobre convertir al Festival de Cine de Mar del Plata en un festival de las plataformas, sobre un sistema de apoyo a películas que van a hacer taquilla son muy absurdas. Es la expresión de alguien que no conoce realmente de lo que está hablando. Y puede hacer mucho daño.
En estos años, ¿qué le ha llamado la atención del cine argentino?
Ha existido Argentina, 1985 que ha dado la vuelta al mundo y ha existido El juicio, dos caras de una misma cinematografía y un mismo tema. La película de Santiago Mitre ha servido para contar al mundo qué fue la dictadura en Argentina y el Juicio a las Juntas, un proceso modélico en el que la sociedad civil fue capaz de juzgar a los asesinos militares. Y luego se puede ver El juicio, de Ulises de la Orden, versión mucho más complicada pero maravillosa, brutal, en que en una película de no ficción se cuenta lo mismo, pero con otra exigencia y a fondo. Es un ejemplo maravilloso de cómo una cinematografía puede hacer cine muy diferente.
En todo su mandato, el lugar que usted le ha dado al cine argentino es manifiesto. Lo que puede pasar desapercibido es su ojo para detectar ciertos cineastas que ni siquiera en nuestro país se conocen a fondo. Usted ha dado siempre un lugar privilegiado a los cineastas de Crespo, pequeña localidad cinéfila de Entre Ríos. Maximiliano Schonfeld estrena Sombra grande, pero también presentará una instalación. ¿Por qué tomó esa decisión?
Bueno somos muy fans de ese cine diferente que se hace en Argentina. Ese cine que se hace en la provincia de Entre Ríos, que gente como Iván Fund, Eduardo Crespo, Santiago Loza (es cordobés, pero es cercano a ese grupo) y el mencionado Schonfeld. Nos parece que son propuestas, no muy para el gran público, pero siempre interesantes. Vimos la película de Schonfeld y nos gustó mucho. Nos habló de la instalación que estaba haciendo, con una serie de videos, porque es una película de no ficción sobre la comunidad de inmigrantes alemanes de Entre Ríos que viene filmando hace más de 10 años. Nos pareció precioso completarlo con esta instalación. Insisto, Schonfeld, Crespo, Fund, Loza son directores muy cercanos a nosotros. Loza estará en el jurado, Crespo estará en el jurado. Hemos querido dar una importancia grande en el jurado a los argentinos. En el jurado oficial está la escritora Leila Guerriero. Siempre hay una presencia importante del cine argentino, pero este año hemos querido darle un poquito más. Porque estoy convencido de que otras cinematografías latinoamericanas nos van a entender, porque van a estar con nosotros en ese apoyo al cine argentino.
¿Cómo ve lo sucedido con Ventana Sur?
Tenemos una relación muy fuerte con Ventana Sur, que desgraciadamente este año se va a Uruguay. Es increíble que el mercado cinematográfico más importante de América Latina haya sido abandonado por las nuevas autoridades del INCAA de Argentina. Es de no creerlo. Me parece tan torpe políticamente, y me da igual la ideología. San Sebastián colabora en Ventana Sur con Proyecta, que es un poco el foro de proyectos. A lo largo de los años se había fraguado una relación especial con el cine argentino. No sé cómo afectará este traslado a Uruguay. Insisto, tenemos una relación con América Latina en general, pero es verdad que, con Argentina es más fuerte, porque casi siempre la presencia de Argentina es un poquito más grande que la de otros países.
*Publicado en otra versión en Revista Ñ en el mes de septiembre 2024.
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