LA QUISE TANTO / JE L'AMAIS
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
La quise tanto / Je l’amais, Francia-Bélgica-Italia, 2009
Dirigda por Zabou Breitman. Escrita por Agnès de Sacy
* * Válida de ver
Un film liviano, dos buenos intérpretes, un poco de química.
Del plano inicial al plano de cierre de La quise tanto, el rostro de una mujer, en un primer momento abatida y en el desenlace ligeramente liberada, será la prueba de un cambio de ánimo. Se apostará por el relato como un método de curación, al menos de reparo. “Cuéntame una historia”, le dice desolada la nuera a su suegro, que la acompaña después de haber sido abandonada por su marido. Su cuento es la película, su moraleja una interpretación del deseo.
Chloé tiene dos hijas; aún joven y atractiva, su perspectiva sobre el mundo es oscura. La herida (narcisista) que implica ser dejado por quien uno cree amar no es fácil, y menos si aquél se ha ido con otra. Su tristeza es ostensible, su fantasía visible: sentada en el parque de una mansión en medio de una montaña nevada imaginará que su marido regresa, la elige y la besa. Pero el padre de su ex y abuelo de sus hijas intentará conjurar su abatimiento. Su tesis, modesta pero nada condescendiente, se expresa en una disputa reconocible del espíritu: conformarse, preferir la tranquilidad y la estabilidad que otorga una familia constituida, o elegir la soledad hasta dar con alguien que verdaderamente se ama.
La historia de Pierre pertenece al conformismo. Empresario adinerado, casado y con dos hijos, en un viaje de negocios a Hong Kong a principios de los ’90 se enamoró de una mujer más joven. El amor en cuestión se llamó Mathilde. La escena en la que se conocen transcurre en una junta con empresarios chinos. El inglés de Pierre es pésimo, y ella como traductora es excelente, aunque fueron los chinos quienes mejor tradujeron la escena: “Nosotros no negociamos con un francés enamorado”. De allí en adelante, Pierre tendrá una doble vida. De París a Hong Kong, la distancia no es menor (y el gasto de tiempo y dinero tampoco), pero para estos amantes resultará un plus de vértigo.
La quise tanto es un gran flashback. El relato arranca en el presente pero se sostiene en el pasado y se cerrará anunciando un futuro. Como suele decirse, hay química entre Auteuil y Croze. Lo mejor de la película está en cómo Breitman registra la cotidianidad de Hong Kong, sus espacios públicos, sus edificios. En esos momentos, menos manieristas y nostálgicos, su película remite a Con ánimo de amar, incluso las cuerdas de la banda sonora parecen versionar la partitura músical del filme de Wong Kar-wai.
Zabou Breitman parece interesada en la vieja tradición de “l’amour fou”, amores que ponen en juego la razón, o pasiones desmedidas que alteran la identidad simbólica de los amantes. Es posible, aunque la película expresa mejor el goce como una gestión del deseo (enfermizo). Aquí, la histeria de los amantes consiste en construir el vínculo amoroso a propósito de una postergación infinita. Sentir un hueco, experimentar la falta y hacer de esto un estado de ánimo perenne es el placer en sí mismo. Los histéricos de Breitman son dulcemente patológicos.
El legado de Pierre es preciso: traicionar el deseo, o diferirlo, es prácticamente lo mismo que estar muerto.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre.
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Ya que se habla de identidades simbólicas con lo cual estoy de acuerdo, lo que me pareció interesante de este film es cómo el personaje de Auteuil aparece de algún modo «feminizado» y el de Mathilde «masculinizado». (No soy adepto a las esencias por eso entrecomillo esos participios). Pierre le pide constantemente y de modo suplicante a Mathilde que le diga que lo ama, se pone nervioso, tartamudea y finalmente llora desesperado. Mathilde lo ama pero al ver que él no se va a decidir por ella (que no va a dejar lo anodino de su existencia) impone las reglas del juego (ella misma sostiene que todo juego las tiene) y no histeriza lo que siente por él. Es clara y contundente. Y cuando sobreviene el embarazo ahí Pierre actúa como hombre –la duda masculina– al preguntarle de quién es el hijo, con lo cual hace que definitivamente se derrumbe el vínculo.
En cuanto a la música extra-diegética hay algo que molesta quizá por su volumen o su densidad (que pareciera querer fagocitar los planos mismos). Quizá sea un efecto buscado como poniendo de relieve que de ninguna pasión se sale indemne, pero me resultó fundamentalmente excesiva.
Saludos y, de verdad, muchas gracias por este blog,
Leandro C.