LA SUDESTADA
LA COREÓGRAFA Y EL VIENTO
Un investigador privado, una coreógrafa en el último período de su carrera, un marido celoso, un par de secundarios no menos excéntricos que los tres personajes principales, varias locaciones elegidas con tino y filmadas con precisión y elegancia bastan para introducir en el variopinto ecosistema del cine argentino algo así como una variante del cine de espionaje en clave existencial. ¿Es posible? La respuesta es contundente: sí, y se llama La sudestada.
En la tercera película dirigida por el dúo Daniel Casabé y Edgardo Dieleke (Cracks de nácar; La forma exacta de las islas, ambas documentales) y primera ficción, el actor y director Edgardo Castro interpreta a un hombre desesperado que contrata a un investigador para seguir a su esposa y corroborar si tiene o no una amante; según él, algo pasa. El investigador es Juan Carrasco, y su personaje es un solitario. La sospechada: una bailarina y coreógrafa; la actriz es Katja Alemann. Ella merece un párrafo aparte; es la razón de la película, su misterio.
En La sudestada, Alemann no dice muchas palabras (sí las suficientes), se desplazada de allá para acá, toma una lancha para ir al Delta del Paraná, pasea por jardines del centro porteño, dirige el ensayo de una obra y con frecuencia se retira en el Tigre, en una casa que es suya y que su esposo desconoce. Cuando está sola baila, como si al hacerlo estuviera canalizando un arcano rito pagano. Entre los árboles, y con la sudestada como consorte, Alemann baila desnuda. Su desinhibición es constatable. ¿No puede ser vista La sudestada como un retrato discreto del hermoso acto por el cual una persona inspira a otra a hacer algo inesperado y sentirse un poco más libre? La última secuencia así lo indica. Desinhibirse no es cosa de todos los días.
El enigma de la película reside en su título. ¿No se debería haberse llamado “La coreógrafa”, “El espía”, “El último movimiento”? Ya es extraña la obstinación de los meteorólogos por darles nombres a los vientos, y todavía más introducir en una película de espionaje privado un fenómeno atmosférico como cifra de su secreto. ¿Por qué La sudestada?
La vehemencia del viento tiene algún correlato con los movimientos que ejecutan los bailarines en los ensayos de la última puesta de la coreógrafa (que en verdad remiten a la obra teatral Adentro de Diana Szeiblum) y asimismo con un fragmento en el que se ve al personaje de Alemann en su juventud bailando (en una película de Marie Louis Alemann titulada Ring Side, madre de Katya). Asociar la danza al viento puede ser arbitrario, un feliz capricho justificado por el ímpetu del cuerpo en movimiento y la manifestación desmesurada que se le adjudica a la sudestada.
Basada en la novela gráfica de Juan Sáenz Valiente de título homónimo, la película incorpora algunos encuadres enrarecidos en los que, si se congelaran los planos, estos remitirían a una ilustración del género. Los encuadres y la escala de los planos definen la película. Sucede que La sudestada está erigida por abundantes planos generales y panorámicas que expresan la distancia observacional requerida para que el detective privado pueda hacer su trabajo. Los planos abiertos son siempre dadivosos, porque incorporan conjuntos aleatorios que no son necesarios a la trama. Acá, los placeres visuales residen en ver la ciudad de Buenos Aires y el Delta.
El otro placer indesmentible de la película de Casabé y Dieleke se asienta en la fascinación del detective por la coreógrafa, interés creciente que modifica la relación del observador y lo observado. Lo hermoso de la película se juega en ese cambio de perspectiva. Cuando cualquier extraño deja de serlo empieza entonces un anudamiento afectivo. Un fenómeno no menos imprevisible que el del viento y su paso y duración.
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La sudestada, Argentina, 2023.
Dirigida por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke.
Escrita por Casabé, Dieleke, Agustina Liendo, Martín Mauregui y Juan Sáenz Valiente.
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*Publicada en otra versión por El diario La Voz del Interior en el mes de junio 2023.
El amor deja la primavera para ser otoño, no hay juventud, hay vejez.
La película tiene algo hermoso que son los cuerpos de sus protagonistas: personas de más de 60, activos, fiesteros y sensibles.
Una obra bellísima que se mueve como el agua y fluye como la danza.
reeee