LA ÚLTIMA PELÍCULA DE MANOEL DE OLIVEIRA
Por Roger Koza
En su última aparición pública, Serge Daney decía: “Actualmente, sin duda, el cineasta más grande es Manoel de Oliveira… Tiene 85 años. Nunca será mayoritario. Pero continúa el cine de manera absolutamente asombrosa, a la vez muy arcaica y completamente insolente”.
Daney jamás podría haber imaginado que su declaración en 1992 tendría aún vigencia en 2015. De los casi veinte minutos mágicos de este último film del maestro lusitano, una pregunta, más vital que retórica, es inevitable: ¿quién podrá en el futuro próximo asociar el cine con la herencia espiritual constituida por la tradición literaria de Occidente? ¿Quién seguirá atestiguando la relación del cine con el impulso civilizatorio?
O vehlo do restelo, Manoel De Oliveira, Portugal-Francia, 2014
Cuatro planos: la tapa de Don Quijote, una ilustración de ese personaje a cargo de Gustavo Doré del siglo XVIII y una cita cinematográfica recurrente, diríase de ensueño: dos secuencias de Don Kikhot, de Grigori Kozintsev, lo que funciona como un pasaje simbólico hacia el centro de la escena: una reunión misteriosa tiene lugar en nuestro tiempo, en la que participan Don Quijote (o Cervantes vestido como su personaje), Luís Vaz de Camões, Teixeira de Pascoaes y Camilo Castelo Branco, un cuarteto literario excepcional. De ahí en adelante, el tema de fondo será la relación entre la derrota y la victoria, aunque lateralmente habrá apuestas mayores que se refieren a la relación entre la cultura helénica y la iberoamericana, a veces con derivaciones teológicas y otras literarias. Aquí se declaran cosas como que el alma humana nace con el Quijote (y no con Shakespeare, mal que le pese a Harold Bloom), o que la escritura lírica es un jardín y los dramas una zoología. A su vez, el diálogo entra en “diálogo” y en contrapunto con secuencias de algunas viejas películas del director, con ilustraciones de Doré y con un momento enigmático del Quijote de Kozintsev.
Es un film personalísimo de Manoel de Oliveira, una elegía lúdica y lúcida que reenvía el cine a una jurisdicción en la que está en pie de igualdad con los saberes canónicos.
Roger Koza / Copyleft 2015
¿Quién puede recordar que con «Aniki Bobó» Manoel de Oliveira hizo un precedente del neorrealismo? No, maestro, no fuiste eviterno, pero tu longevidad ojalá se haga extensible a otros grandes del cine, y así nos nutramos de buen celuloide. Adeus, adeus.