LAS COMPARACIONES NO SIEMPRE SON ODIOSAS: INFANCIA CLANDESTINA Y SIBILA
Por Roger Koza
Más que de un gesto revisionista se trata de una inquietud generacional: los hijos y familiares de militantes vuelven imaginariamente al pasado, lo examinan, lo filman, lo interrogan. M y Los rubios fueron películas pioneras y paradigmáticas; recientemente, un filme como El premio, de la cordobesa Paula Markovitch, resultó una contribución importante. Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, y Sibila, de Teresa Arredondo, son las dos películas más importantes estrenadas este año sobre la militancia y las relaciones problemáticas que se establecen entre historia política e historia familiar.
Como se sabe, Infancia clandestina será la representante argentina para el Oscar (si es seleccionada por el comité de la Academia). En principio, resulta sorprendente que un filme sobre Montoneros y su contraofensiva en 1979 sea un filme oscarizado. Sucede que el procedimiento narrativo universaliza un idealismo abstracto de justicia y a su vez lava bastante la ideología de la organización armada. Como en Diarios de motocicleta, a propósito del Che y su genealogía como revolucionario, aquí también el humanismo sustituye a la política, aunque la violencia histórica en Infancia clandestina sí tiene picos importantes y la decisión de estetizarla, a través de animaciones, es un acierto indiscutible. Se trata de la mirada de un niño sobre una experiencia de adultos, y de ese modo el director consigue transmitir el carácter traumático de la (y su) experiencia.
El contexto de Sibila es otro. La protagonista, Sibila Arredondo, estuvo más de doce años en la cárcel por su vínculo con Sendero Luminoso. La esposa chilena del escritor peruano José María Arguedas dejó Chile por amor, pero al llegar al país de su marido sintió la necesidad de trabajar por la emancipación de los oprimidos. Para los familiares chilenos, la militancia extrema de Sibila se transformó en una zona de silencio. “¿Por qué ya no se habla de mi tía?”, se preguntaba la niña Teresa en plena década del ’70. Unas décadas después, Arredondo reconstruye la historia y destituye el silencio familiar, y además va en búsqueda de su tía, ahora en libertad. El reencuentro entre sobrina y tía es extraordinario: no sólo se precipitan distancias generacionales insalvables, sino que también tiene lugar un choque ideológico sobre los límites de la lucha armada. La película alcanza paulatinamente su clímax y devela un dilema clave de la teoría política y su praxis.
Un mismo tema, dos modelos cinematográficos: una película clásica, la de Ávila, más cerca de Hollywood en su concepción narrativa pero teñida de un drama vernáculo, y un documental cuya estética pertenece ostensiblemente a lo que se conoce como “documental de creación”. Títulos ideales para revisar la historia y el presente y al mismo tiempo poder apreciar las poéticas del cine contemporáneo.
Roger Koza / Copyleft 2012
Roger Koza 2012 / Copyleft 2012
La película alcanza paulatinamente su clímax y devela un dilema clave de la teoría política y su praxis.
Me pregunto cual sera? probablemente una cuestión ética? si vale la pena matar a otro ser humano? a saber…
Sí, y fui más explícito en dos comentarios precedentes y en dos críticas a ambas películas con anterioridad. Pero el problema de fondo, sobre todo en Sibila, pasa por ese límite. RK